InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Abril 2015

12.04.15

La Palabra del Domingo -12 de abril de 2012

 Biblia

  

 

Jn 20, 19-31 

  

“19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar  donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’ 20       Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. 21         Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió,  también yo os envío.’  22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. 23         A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados;          a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.’        24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor.’ 25     Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.’ 26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz con vosotros.’ 27     Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.’ 28 Tomás le contestó: ‘Señor mío y Dios mío.’ 29 Dícele Jesús: ‘Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.’ 30  Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. 31 Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre’".

 

 

COMENTARIO

Y de repente… ¡Cristo!

 

Para que  todo lo que hizo tuviera sentido tuvo que aparecerse, Jesús, a sus discípulos que, con miedo, estaban escondidos. Sólo así comprendieron todos los, para ellos, extraños mensajes  que habían recibido de Él y que, en su tiempo, no entendieron.

 

Y se presentó ante ellos con la paz por delante, como deseándoles lo mejor, la tranquilidad del alma, la mejor forma de manifestarse, la expresión pura y simple de su ser.

 

Para que acabaran de creer, les enseñó las marcas de su Pasión. Así, todo se cumplía, la comprensión de sus seguidores fue total.

 

Pero no bastó con esto. Era fundamental que, sobre ellos, exhalara el Espíritu Santo; que, como prometió, fuera conveniente, para ellos que Él se fuera, se marchara al Padre, porque enviaría otro paráclito, otro defensor, ese Espíritu que les iba a guiar, dirigir, marcar el camino hacia Dios.

Y también llevó a cabo el primer envío después de darles a aquel. Una misión: predicar el Evangelio, esa buena noticia que debían de llevar a todos,  con el poder de perdonar pecados, y de retener los que creyeran que debían ser retenidos. Todo un poder legítimo, significativo, creador de un nuevo mundo basado en su ejemplo, en su amor, en la Verdad que Él trajo, otros brazos para Dios.

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11.04.15

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – La inagotable Agua de Vida

 Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en losversículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia“ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

 

La inagotable Agua de Vida

 

Y Jesús dijo… (Jn 4, 13-14)

“Jesús le respondió: Todo el que beba de esta agua,  volverá a tener sed; pero que beba del agua que yo le dé,  no tendrá sed jamás,   sino que el agua que yo le dé  se convertirá en él en fuente   de agua que brota para vida eterna.”

 

Verdaderamente este texto del evangelio de san Juan es maravilloso. Jesús tiene sed y se sienta a descansar. Es un hombre y se cansa como le pasa a cualquier ser humano.

Este episodio, en el que habla con una mujer samaritana, nos muestra mucho acerca de lo que nos importa. Es más, de lo único que debe importarnos si es que queremos vivir, como diría Santa Teresa de Jesús,  para siempre, siempre, siempre.

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10.04.15

A mí lo del Padre Ángel y los cepillos abiertos me fascina…

 

Que Dios me perdone pero no puedo dejar de decir que el Padre Ángel (de Mensajeros de la Paz) no deja de sorprenderme.

 

Sabemos que le gusta más un foco, un micrófono y una cámara que a tonto un lápiz. Sin embargo, es capaz, aunque eso parezca imposible, de crecerse y manifestar eso de que es mejor estar callado y parecer tonto (con perdón) que hablar y demostrar que lo eres.

 

Bueno, no creo yo que el Padre Ángel sea tonto pero no podemos negar que lo de ahora es, como diría el castizo, demasié…

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9.04.15

Falsedades acerca de la Iglesia católica – Como Cristo murió por todos no hace falta hacer nada para salvarnos

-Vamos a ver si encontramos algo de luz.

-Eso, eso, veamos…

 Falsedades y mentiras contra la Iglesia católica

 

 

Es bien cierto que a la Iglesia católica y, por extensión, a los católicos, se le tiene, se nos tiene, por parte de muchos, una manía ciertamente enfermiza.

 

Si creen que exagero les pongo lo que suele decirse de la religión católica, de la fe católica y, en fin, de la Iglesia católica. Aquí traigo esto para que vean hasta qué punto puede llegar la preocupación por un tema que es, ciertamente, falso.

 

Se suele decir que:

 

La fe católica está manipulada por la jerarquía.

 

La fe católica no va con los tiempos.

 

La fe católica ve poco sus propios defectos.

 

La fe católica pretende adoctrinar al mundo.

 

La fe católica está alejada de la realidad.

 

La fe católica defiende siempre a los poderosos.

 

La fe católica quiere imponer sus principios.

 

La fe católica no sabe cómo van los tiempos.

 

La fe católica está anquilosada.

 

La Iglesia católica acumula riquezas inmensas.

 

La Iglesia católica busca el poder aunque sea de forma escondida.

 

La Iglesia católica no acepta cambios en sus doctrinas.

 

La Iglesia católica es gobernada por una jerarquía carca.

 

La Iglesia católica no comprende la política actual.

 

La Iglesia católica esconde sus propios defectos.

 

La Iglesia católica no actúa contra determinados delitos que ocurren en su seno.

 

La Iglesia católica tiene muchos privilegios (sociales, económicos, educativos…)

 

Y a esto, se podían añadir muchas cosas, muchas acusaciones que están en mente de cualquiera.

 

¿Qué les parece a ustedes?

Como Cristo murió por todos no hace falta hacer nada para salvarnos

 

Sabemos a ciencia y corazón ciertos, es cosa de sustancia de nuestra fe católica, que el Hijo de Dios murió por toda la humanidad. Pero también sabemos que no lo hizo para que todos se salven. 

Es decir, no es que Cristo no quisiera que todos se salvasen sino que sabía perfectamente que el don de libertad, entregado por Dios al ser humano, posibilita (por muy absurdo que eso pueda ser) que quien quiera no acepte al Hijo como Hijo y, por tanto, haga lo propio con la salvación eterna.

Vemos, por tanto, que si Cristo murió por todos no todos se van a salvar. Estar de acuerdo con la especie según la cual todo el mundo se va a salvar es mirar con mucho optimismo a la verdad de las cosas. Es más… es, sencillamente, falso.

A este respecto, hay una frase de un santo tan válido como es san Agustín que es muy repetida. Lo es porque muestra algo que es muy sencillo pero que, en determinados corazones, parece no tener asiento. Y dice esto:

‘Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti’.

¿Lo ven? Aquí hay dos partes: Dios, el Creador que quiso crearnos porque quiso y le dio la gana hacerlo como parte primera y principal; nosotros, los seres humanos creados, como parte secundaria.

Por tanto, si nosotros somos parte del conjunto que formamos con Dios, es necesario algo más que serlo, que creer que lo somos y, en definitiva, hace falta un hacer nuestro, un proceder activo, para nuestra salvación.

Resumimos esto diciendo: no nos vamos a salvar sólo con creer; hace falta que tal creencia se transmita desde nuestro corazón a nuestras obras.

Ya quedó dicho, en Santiago (2, 16-26) eso de

“¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: ‘Tengo fe’, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Idos en paz, calentaos y hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: ‘¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe  ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando = ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? = ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección? Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: = Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia = y fue llamado amigo de Dios.’ Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino?  Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta·’

No deberíamos creer que decir “Jesús, Jesús” basta para salvarse porque está escrito (Mt 7, 21)

‘No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial’.

Hacer, pues, la voluntad de Dios, es algo más, es un plus, un añadido, a nuestra fe o, mejor, es la constatación real de que la tenemos. Por eso o, dicho de otra forma, por tal camino llegaremos al definitivo Reino de Dios.

Y para que no haya duda alguna de nuestra intervención directa en la salvación, en la Parte Tercera del Catecismo de la Iglesia católica titulado, no por casualidad, ‘La vida en Cristo’ se nos muestra el qué de la ‘Libertad humana en la Economía de la salvación’. Y se nos dice esto que sigue:

 

1739 Libertad y pecado. La libertad del hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad.

1740 Amenazas para la libertad. El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer cualquier cosa. Es falso concebir al hombre ‘sujeto de esa libertad como un individuo autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de los bienes terrenales’ (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Libertatis conscientia, 13). Por otra parte, las condiciones de orden económico y social, político y cultural requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con demasiada frecuencia, desconocidas y violadas. Estas situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral y colocan tanto a los fuertes como a los débiles en la tentación de pecar contra la caridad. Al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo, rompe la fraternidad con sus semejantes y se rebela contra la verdad divina

1741 Liberación y salvación. Por su Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Los rescató del pecado que los tenía sometidos a esclavitud. ‘Para ser libres nos libertó Cristo’ (Ga 5,1). En Él participamos de ‘la verdad que nos hace libres’ (Jn 8,32). El Espíritu Santo nos ha sido dado, y, como enseña el apóstol, ‘donde está el Espíritu, allí está la libertad’ (2 Co 3,17). Ya desde ahora nos gloriamos de la ‘libertad de los hijos de Dios’ (Rm 8,21).

1742 Libertad y gracia. La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad cuando ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto en el corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia cristiana, especialmente en la oración, a  medida que somos más dóciles a los impulsos de la gracia, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad en las pruebas, como también ante las presiones y coacciones del mundo exterior. Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en la Iglesia y en el mundo.

‘Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad (Domingo XXXII del Tiempo ordinario, Colecta: Misal Romano)”.

Y es que es más que cierto que sin fe poco podemos hacer de cara a nuestra salvación eterna (salvo, claro está, lo que corresponda a la Misericordia de Dios) pero sin llevar al día a día tal fe con efectos concretos y determinados… menos aún. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

 

 

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

 

La Esposa de Cristo es, precisamente, Esposa y, luego, de Cristo.

 

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8.04.15

Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"- El perdón al enemigo

Proceloso viaje de la Esposa de Cristo

La expresión “Estos son otros tiempos” se utiliza mucho referida a la Iglesia católica. No sin error por parte de quien así lo hace. Sin embargo se argumenta, a partir de ella, acerca de la poca adaptación de la Esposa de Cristo a eso, a los tiempos que corren o, como dirían antiguamente, al “siglo”.

 

En realidad siempre son otros tiempos porque el hombre, creación de Dios, no se quedó parado ni siquiera cuando fue expulsado del Paraíso. Es más, entonces empezó a caminar, como desterrado, y aun no lo ha dejado de hacer ni lo dejará hasta que descanse en Dios y habite las praderas de su definitivo Reino.

 

Sin embargo, nos referimos a tal expresión en materia de nuestra fe católica.

 

¿Son, pues, otros tiempos?

 

Antes de seguir decimos que Jesús, ante la dificultad que presentaba la pesca para sus más allegados discípulos, les mostró su confianza en una labor gratificada diciéndoles (Lc 5,4)

 

 ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.’

 

Quería decirles Jesús que, a pesar de la situación por la que estaban pasando siempre había posibilidad de mejorar y que confiar en Dios era un remedio ciertamente bueno ante la misma.

 

El caso es que, como es lógico, las cosas han cambiado mucho, para el ser humano, desde que Jesús dijera aquellas palabras u otras de las que pronunció y quedaron para la historia del creyente católico como Palabra de Dios.  Por eso no es del todo extraño que se pueda lanzar la pregunta acerca de si estos son otros tiempos pero, sobre todo, que qué suponen los mismo para el sentido primordial de nuestra fe católica.

 

Por ejemplo, si de la jerarquía eclesiástica católica se dice esto:

 

Por ejemplo, de la jerarquía eclesiástica se dice:

Que le asusta la teología feminista.

Que es involucionista.

Que apoya a los sectores más reaccionarios de la sociedad.

Que participa en manifestaciones de derechas.

Que siempre ataca a los teólogos llamados progres.

Que deslegitima el régimen democrático español.

Que no se “abre” al pueblo cristiano.

Que se encierra en su torre de oro.

Que no se moderniza.

Que no “dialoga” con los sectores progresistas de la sociedad.

Que juega a hacer política.

Que no sabe estar callada.

Que no ve con los ojos del siglo XXI.

Que constituye un partido fundamentalista.

Que está politizada.

Que ha iniciado una nueva cruzada.

Que cada vez está más radicalizada.

Que es reaccionaria.

Y, en general, que es de lo peor que existe.

 

Lo mismo, exactamente lo mismo, puede decirse que se sostiene sobre la fe católica y sobre el sentido que tiene la misma pues, como los tiempos han cambiado mucho desde que Jesús entregó las llaves de la Iglesia que fundó a Pedro no es menos cierto, eso se sostiene, que también debería cambiar la Esposa de Cristo.

 

Además, no podemos olvidar el daño terrible que ha hecho el modernismo en el corazón de muchos creyentes católicos.

 

Por tanto, volvemos a hacer la pregunta: ¿son, éstos, otros tiempos para la Iglesia católica?

 

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"- El perdón al enemigo

 

“Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

 

Esto que decimos en la oración que Cristo enseño a sus apóstoles, el Padre  Nuestro, es clave en este crucial tema, en esta esencial realidad y, en fin, en lo que muestra y demuestra qué somos.

Y “setenta veces siete” es otra expresión dicha, también, por el Hijo de Dios, que nos interpela, directamente, al corazón.

Perdonar es labor, es actividad espiritual, propia de santos porque tales son aquellos creyentes en Dios Creador que, en efecto, se creen que lo son y quieren llevar la voluntad de Padre a sus vidas. Y no podemos negar que perdonar es una que lo es importante.

 

Jesús, estando en la cruz a punto de morir pidió a Dios por aquellos que lo estaban matando:

“Perdónalos porque no saben lo que hacen” (cf Lc 23,24)

 

Aquellos que cometían una injusticia tan grande creían que sí sabían lo que hacían pero su corazón, cerrado para lo bueno de Dios, no acabó de comprender que aquel hombre que allí estaba colgado y que había sufrido más de la cuenta en toda su Pasión, que les estaba perdonando debía tener un corazón de carne y no, como el suyo, de piedra.

 

Y los perdonó. Jesús, en aquella terrible situación que ni siquiera podemos imaginarla en nosotros, ejerció la Misericordia como mejor sabía: ante Dios y pidiendo por aquellos que estaban mucho más necesitados de ella de lo que podían creer. Alguno, incluso, allí mismo se convirtió al sentir en su rostro el agua y la sangre que manó de su costado al ser abierto. Pero los más quedaron mirando aquel espectáculo de sangre sin comprender o aprender nada de nada de lo que allí estaba pasando.

 

Por eso se nos pide que perdonemos: a los que nos ofenden… y siempre e, incluso, a los que más daño puedan hacernos.

 

¡Ahí queda eso como tarea puesta por Dios a sus hijos!

 

Pues bien, hay quienes han pensado mucho acerca de este tema y nos echan una mano grande. Así, por ejemplo, la teóloga Jutta Burggraf (ya llamada por Dios a su Casa) dejó escrito un enorme artículo de título “Aprender a perdonar” en el que hace un repaso a esta actitud a mantener ante lo que nos pasa.

 

Pues bien, sobre las actitudes que nos disponen a perdonar, nos dice que son:

 

1. El amor,

2. La comprensión,

3. La generosidad,

4. La humildad y,

5. El abrirse a la gracia de Dios

 

Podemos ver, pues, que perdonar es algo muy importante (sabemos que lo es porque nos gusta que se nos perdone lo mal hecho) pero tenemos muchas pistas para atinar correctamente en el ejercicio del perdón. Y así como Cristo amó, comprendió, fue generoso, humilde y, sobre todo, se abrió a la gracia de Dios, lo mismo nosotros debemos hacer en nuestra vida ordinaria.

 

Es bien cierto que nadie podrá decir (bueno, poder sí pero defender será más difícil) que el ser humano pueda perdonar todo lo que se le infiera… no es imposible hacerlo. Y que tenemos el ejemplo ya más que conocido de Aquel que entregó su vida por todos nosotros y que supo, en el momento más difícil de la misma (ya había pedido a Dios que pasara aquel cáliz que tenía que beber pero que prevaleciera la voluntad del Padre) ser todo eso que hemos, aquí, dicho.

 

De todas formas, sabemos que si no somos capaces de perdonar siempre sí es bien cierto que podemos aprender a perdonar. Y es que si bien podemos caer muchas veces, las mismas podemos levantarnos y seguir adelante con nuestra vida de hijos de Dios. Y si el Padre nos perdona tanto, tanto que nos perdona, ¿no haremos nosotros otro tanto?

 

Está en nuestra voluntad y en nuestro corazón hacer eso. Y en nuestra boca un “te perdono” o en el corazón si no es posible perdonar cara a cara por la razón que sea. Dios, que siempre nos escucha, apuntará en nuestro haber una tal forma de actuar. Es bueno y es justo o, mejor, el más bueno y el más justo. 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Panecillo de hoy:

Tiempos de cambios siempre los ha habido pero Cristo sigue siendo el mismo Hijo de Dios que se entregó por nosotros.

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