InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Enero 2015

3.01.15

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – El César y Dios

Sagrada Biblia

 Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en losversículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

 

El César y Dios

Y Jesús dijo… (Mc 12, 17)

Jesús les dijo: ‘Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios.

Hay que reconocer que los que no querían ver a Jesús ni en pintura no cejaban en el intento de hacerle caer en trampas espirituales, mundanas y morales. Procuraban, de tal manera, ponerlo en mala situación ante las autoridades y, de paso, ante el pueblo.

Es sabido que tanto el pueblo judío como cualquier otro pueblo tiene aversión lógica hacia los impuestos establecidos por el Estado porque humanamente no gusta a nadie desprenderse de lo que es de uno para entregárselo a no se sabe quién.

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2.01.15

Las llaves de Pedro – Meditaciones en Santa Marta: En Misa sin reloj.

  Papa Francisco

 El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles” (Lumen Gentium, 23)

Vamos a traer a estas “Llaves de Pedro” las meditaciones que el Santo Padre Francisco pronuncia en la Casa de Santa Marta en las homilías diarias que allí celebra, tomadas  las mismas de  L’Osservatore Romano.

 

En Misa sin Reloj (10 de febrero de 2014)

 

Papa Francisco en Santa Marta

 

“A misa no se va con el reloj en la mano, como si se debieran contar los minutos o asistir a una representación. Se va para participar en el misterio de Dios. Y esto es válido también para quienes vienen a Santa Marta a la misa celebrada por el Papa, que, dijo en efecto el Pontífice el lunes 10 de febrero, a los fieles presentes en la capilla de su residencia, ‘no es un paseo turístico. ¡No! Vosotros venís aquí y nos reunimos aquí para entrar en el misterio. Y ésta es la liturgia’.

Para explicar el sentido de este encuentro cercano con el misterio, el Papa Francisco recordó que el Señor habló a su pueblo no sólo con palabras. ‘Los profetas —dijo— referían las palabras del Señor. Los profetas anunciaban. El gran profeta Moisés dio los mandamientos, que son palabra del Señor. Y muchos otros profetas decían al pueblo aquello que quería el Señor’. Sin embargo, ‘el Señor —añadió— habló también de otra manera y de otra forma a su pueblo: con las teofanías. Cuando Él se acerca al pueblo y se hace sentir, hace sentir su presencia precisamente en medio del pueblo’. Y recordó, además del episodio propuesto por la primera lectura (1 Re 8, 1-7.9-13), algunos pasajes referidos a otros profetas.

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1.01.15

María, Madre de Dios y de su Cordero

 

  

 

Bien podemos decir que es difícil empezar un nuevo año de una forma más acertada y más certera. Recordamos, para comenzar una nueva andadura de la que nos lleva al definitivo Reino de Dios, a quien hizo posible que tal camino de desbrozara de mala hierba y, en suma, nos hiciera ver que es posible llegar allí.

 

Y al que esto escribe le sale decir, así, de primeras, estas tres oraciones:

 

 “Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Amén”

 

 “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén”.

 

 “¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo Oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como a pertenencia y posesión tuya. Amén”.

 

Seguramente es poca cosa esto porque la Madre de Dios, a la que hoy celebramos, es mucho más que algo que se le pueda decir. Está muy allá en el Cielo pero muy acá en nuestros corazones. Y por eso nos sale decirle que la queremos, que la tenemos muy por encima, muy por arriba, de nuestras ambiciones como hijos de Dios y que en ella nos refugiamos cuando necesitamos refugio, a ellas nos dirigimos cuando necesitamos dirección y en ella buscamos amparo, consuelo, limpieza de corazón.

 

Bien dijo San Juan Pablo II que España es tierra de María. Y, por extensión, todas las naciones hermanas de América, también lo son. Y nuestros pastores nos dicen que “Los Padres del Concilio de Éfeso la aclamaron como Theotokos, porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo nombre”.

 

A nosotros, los sencillos, nos basta con decir que María es Madre, es nuestra Madre. Y con eso ya podemos empezar el año con los bríos propios de quien se sabe hijo de una tal Madre e hijos de un tal Padre.

 

Amén y gracias. También podemos decir eso.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno 

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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

 

Madre nuestra, ¡Madre nuestra! ¿Es posible decir algo más apropiado?

 

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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