InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Noviembre 2014

5.11.14

Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe - Una fe tibia

La expresión “Estos son otros tiempos” se utiliza mucho referida a la Iglesia católica. No sin error por parte de quien así lo hace. Sin embargo se argumenta, a partir de ella, acerca de la poca adaptación de la Esposa de Cristo a eso, a los tiempos que corren o, como dirían antiguamente, al “siglo”.

 

En realidad siempre son otros tiempos porque el hombre, creación de Dios, no se quedó parado ni siquiera cuando fue expulsado del Paraíso. Es más, entonces empezó a caminar, como desterrado, y aun no lo ha dejado de hacer ni lo dejará hasta que descanse en Dios y habite las praderas de su definitivo Reino.

 

Sin embargo, nos referimos a tal expresión en materia de nuestra fe católica.

 

¿Son, pues, otros tiempos?

 

Antes de seguir decimos que Jesús, ante la dificultad que presentaba la pesca para sus más allegados discípulos, les mostró su confianza en una labor gratificada diciéndoles (Lc 5,4)

 

 ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.’

 

Quería decirles Jesús que, a pesar de la situación por la que estaban pasando siempre había posibilidad de mejorar y que confiar en Dios era un remedio ciertamente bueno ante la misma.

 

El caso es que, como es lógico, las cosas han cambiado mucho, para el ser humano, desde que Jesús dijera aquellas palabras u otras de las que pronunció y quedaron para la historia del creyente católico como Palabra de Dios.  Por eso no es del todo extraño que se pueda lanzar la pregunta acerca de si estos son otros tiempos pero, sobre todo, que qué suponen los mismo para el sentido primordial de nuestra fe católica.

 

Por ejemplo, si de la jerarquía eclesiástica católica se dice esto:

 

Por ejemplo, de la jerarquía eclesiástica se dice:

Que le asusta la teología feminista.

Que es involucionista.

Que apoya a los sectores más reaccionarios de la sociedad.

Que participa en manifestaciones de derechas.

Que siempre ataca a los teólogos llamados progres.

Que deslegitima el régimen democrático español.

Que no se “abre” al pueblo cristiano.

Que se encierra en su torre de oro.

Que no se moderniza.

Que no “dialoga” con los sectores progresistas de la sociedad.

Que juega a hacer política.

Que no sabe estar callada.

Que no ve con los ojos del siglo XXI.

Que constituye un partido fundamentalista.

Que está politizada.

Que ha iniciado una nueva cruzada.

Que cada vez está más radicalizada.

Que es reaccionaria.

Y, en general, que es de lo peor que existe.

 

Lo mismo, exactamente lo mismo, puede decirse que se sostiene sobre la fe católica y sobre el sentido que tiene la misma pues, como los tiempos han cambiado mucho desde que Jesús entregó las llaves de la Iglesia que fundó a Pedro no es menos cierto, eso se sostiene, que también debería cambiar la Esposa de Cristo.

 

Además, no podemos olvidar el daño terrible que ha hecho el modernismo en el corazón de muchos creyentes católicos.

 

Por tanto, volvemos a hacer la pregunta: ¿son, estos, otros tiempos para la Iglesia católica?

 

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"- Una fe tibia.

 

Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!  Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca”.

 

Estas palabras, que las recoge el Apocalipsis (3, 15-16) deberían resonar en nuestros corazones como una alarma o como un aviso. No se trata de sembrar el pánico entre los hijos de Dios pero si el Creador dice eso es porque, seguramente, sabe que muchas veces actuamos de una forma tibia. Y es que nada, al respecto, diría, si siempre fuéramos “fríos” (contrarios a  Dios) o “calientes” (totalmente a favor de Dios sin concesión alguna).

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4.11.14

Un amigo de Lolo – Decálogo del sufrimiento: corazón que sufre y cree.

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Por otra parte, vamos a traer aquí, durante 10 semanas, con la ayuda de Dios, el llamado “Decálogo del enfermo” que Lolo escribió para conformación y consuelo de quien sufra.

Octavo precepto del decálogo del enfermo:

“No defiende una muralla lo que aguanta un corazón que cree”.

 

Lolo

Ciertamente, en muchas ocasiones no somos conscientes de lo que supone creer (en el sentido sobrenatural del término). Tener fe es algo más que poner la confianza en Quien la merece (aunque eso sea) y lo es porque viene a ser como construir sobre lo que es fuerte y es quicio, sobre aquello que nos sostiene en nuestro caminar y sobre lo que el mundo no entiende ni quiere entender.

El caso es que nosotros, los sufridores por amor a Dios y por amor a nuestro prójimo, estamos en disposición de sostener, ante quien sea, que tenemos un instrumento tan importante contra lo que pueda acaecernos en el mal sentido y la mala vivencia que no hay quien pueda con él. Y es que la fe es, por tener su objetivo en Dios, una luz, del mundo y nuestra.

Creer, por tanto, supone tener un sustento seguro, una forma de dar consistencia a un existir, muchas veces, corroído por las más diversas polillas y robado por las tentaciones del mundo.

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3.11.14

"Dies natalis" de Manuel Lozano Garrido, Lolo – Poema-Oración

 

      Orar                                                                 

No  sé cómo me llamo…

Tú lo sabes, Señor.

Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre 
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón, 
ponme a prueba y conoce mis sentimientos, 
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud. 

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso. 

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador. 

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración“es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

 

Serie Oraciones – Invocaciones: Dies natilis de Lolo – Poema-Oración

Dies Natalis del beato Lolo

El libro de Manuel Lozano Garrido titulado Surtidor del alma (Poemario) incluye una poema de título “Presencia” del que muy bien podemos valernos a modo de oración: 

“Tú en el tajo crucial de mi camino

y en la verde enramada de mi acento.

Tú en el chorro sin fin de mi contento

y en la luz cenital de mi destino.

Tú, Señor, en el ir sin mí, sin tino,

siempre al aire la flor del sentimiento.

Y también Tú, Señor, en este lento

rodar, duro modismo de mi sino,

caminando sin sol y en noche umbría

tras de un cándido sueño amurallado

por una imponderable lejanía.

Aquí estás, Tú Señor, siempre a mi lado

haciendo, por tu amor, de mi agonía

milagroso rosal iluminado.”

Cuando un ser humano pasa por malos momentos porque está sufriendo una enfermedad o siente las asechanzas de las tentaciones que el Mal le presenta, necesita refugio. Es decir, tiene necesidad de encontrar dónde buscar alivio, donde saber que su situación tiene un límite que se encuentra en el Amor.

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1.11.14

La Palabra del Domingo - 2 de noviembre de 2014

 Biblia

Jn 14, 1-6

 

“1 ‘No se turbe vuestro corazón.  Creéis en Dios: creed también en mí.

2 En la casa de mi Padre hay muchas mansiones;  si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. 3        Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo,  para que donde esté yo  estéis también vosotros. 4 Y adonde yo voy sabéis el camino.’

5 Le dice Tomás: ‘Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?’ 6     Le dice Jesús: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.  Nadie va al Padre sino por mí’”. 

MEDITACIÓN

 

Camino, Verdad y Vida

 

1.-El día de la celebración de lo que sería la Última Cena, Jesús habló a sus discípulos de una forma directa, incluso, muchas veces, dura (según la visión  humana). Inmediatamente antes de decir que no podía turbárseles el corazón, recoge san Juan la siguiente conversación (Jn 13,34-38):

 

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. 35 En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.”  Simón Pedro le dice: “Señor, ¿a dónde vas?” Jesús le respondió: “Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.”

 

Pedro le dice: “¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Le responde Jesús: “¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces”.

 

2.-Por eso les dice que no debía turbárseles el corazón ya que, por lo dicho por el Maestro, no parecía que les esperase un futuro inmediato demasiado bueno.

 

3.-La esperanza escatológica, de lo último, de lo porvenir, de la vida eterna, la siembra Jesús, diciéndoles que si habían creído en Dios, también debía creer en Él porque, al fin y al cabo, era el Enviado, el Ungido, del Padre.

 

4.-Tal creencia no debía ser, sin embargo, ciega, sino basada en la vida que habían podido vivir con Jesús. En aquellos años habían podido ver cómo actuaba Jesús, que iba a ser Cristo, y tal forma de proceder, ya debería de haberles hecho entender que su divinidad podía garantizarles que lo que les decía era, simplemente, verdad.

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¿Queremos ser santos?

 Cuando llega un día tan señalado, espiritual y litúrgicamente hablando como es el primero de noviembre, siempre recordamos, porque lo merecen, a todos nuestros hermanos en la fe a los que se les ha otorgado el título de “santo” porque lo fueron en vida y porque, tras la muerte, se ha podido demostrar la intervención, la suya, en la solución de determinado problema humano. Decimos, entonces, que se cumplen los requisitos para que un creyente católico sea santo y, en efecto, se le inscribe en el Libro a tal menester creado.

 

Santos, a lo largo de historia, ha habido muchos. No hay más que leer cualquier calendario debidamente preparado (no los mundanos, precisamente) para darnos cuenta que cada día hay muchas personas a las que se les ha considerado tales y podemos recordarlos a fin de servir, además, de ejemplo para nosotros. Y es que se santo, como puede verse, no es imposible.

 

Sin embargo… ¿de verdad queremos ser santos?

 

San Josemaría, en sus “Conversaciones” aporta ciertas pistas acerca de qué significa ser santos. Nos dice, en el número 62 de tal libro esto:

 

“Querer alcanzar la santidad —a pesar de los errores y de las miserias personales, que durarán mientras vivamos— significa esforzarse, con la gracia de Dios, en vivir la caridad, plenitud de la ley y vínculo de la perfección. La caridad no es algo abstracto; quiere decir entrega real y total al servicio de Dios y de todos los hombres; de ese Dios, que nos habla en el silencio de la oración y en el rumor del mundo; de esos hombres, cuya existencia se entrecruza con la nuestra”.

 

Y luego, en el número 856 de “Forja”, esto otro:

 

“La santidad —cuando es verdadera— se desborda del vaso, para llenar otros corazones, otras almas, de esa sobreabundancia.

Los hijos de Dios nos santificamos, santificando. ¿Cunde a tu alrededor la vida cristiana? Piénsalo a diario.”

 

Algo, pues, sabemos sobre lo que significa la santidad, sobre lo que es ser santo.

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