InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Noviembre 2013

25.11.13

Serie oraciones – invocaciones - Oración a la Virgen María, de San Alfonso María Ligorio

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie Oraciones – Invocaciones: - Oración a la Virgen María, de San Alfonso María Ligorio.

Virgen María

Virgen Santísima Inmaculada y Madre mía María, a Vos, que sois la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores, acudo en este día yo, que soy el más miserable de todos. Os venero, ¡oh gran Reina!, y os doy las gracias por todos los favores que hasta ahora me habéis hecho, especialmente por haberme librado del infierno, que tantas veces he merecido. Os amo, Señora amabilísima, y por el amor que os tengo prometo serviros siempre y hacer cuanto pueda para que también seáis amada de los demás. Pongo en vuestras manos toda mi esperanza, toda mi salvación; admitidme por siervo vuestro, y acogedme bajo vuestro manto, Vos, ¡oh Madre de misericordia! Y ya que sois tan poderosa ante Dios, libradme de todas las tentaciones o bien alcanzadme fuerzas para vencerlas hasta la muerte. Os pido un verdadero amor a Jesucristo. Espero de vos tener una buena muerte; Madre mía, por el amor que tenéis a Dios os ruego que siempre me ayudéis, pero más en el último instante de mi vida. No me dejéis hasta que me veáis salvo en el cielo para bendeciros y cantar vuestras misericordias por toda la eternidad. Así lo espero. Amén.

¡Qué gozo dirigirse a la Madre de Dios porque sabemos que nos escucha!

Cuando, ante alguna necesidad propia o ajena acudimos a la Virgen María, Inmaculada y Mediadora, sabemos que nos presta atención. Es madre; es más, es la Madre. Por ser quien aceptó la voluntad de Dios cuando el Ángel Gabriel se dirigió a ella en aquel momento de la Anunciación, nadie mejor que a ella a quien recurrir para que, en efecto, interceda por nosotros. También intercesora es.

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24.11.13

La Palabra del Domingo - 24 de noviembre de 2013

Biblia

Lc 23, 35-43

“35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: ‘A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.’ 36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: ‘Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!’ 38 Había encima de él una inscripción: ‘Este es el Rey de los judíos.’ 39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: ‘¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!’ 40 Pero el otro le respondió diciendo: ‘¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? 41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.’ 42 Y decía: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.’ 43 Jesús le dijo: ‘Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.’”

COMENTARIO

Creer, de verdad, en Cristo

A lo largo de su vida, digamos, pública, Jesús sufrió muchas tentaciones de parte del Maligno. Es más, justo cuando fue al desierto tras ser bautizado por Juan en el Jordán, muy conocidas son las tres a las que tuvo que enfrentarse y de las que salió justo y lógico vencedor.

Pero ahora también le tienden trampas. Está colgado en la cruz, aceptada cruz por su parte, e incluso en tal situación hay poderosos de la época que le pinchan para ver si cae y deja de demostrar que es Dios hecho hombre, el Mesías enviado por el Creador para salvar a la humanidad.

Para Jesús habría sido fácil librarse de aquella cruz. Otras veces se había librado de quienes querían matarlo o despeñarlo. Sin embargo sabía que la voluntad de Dios (“que no se cumpla mi voluntad sino la tuya” había dicho en Gethsemaní horas antes) había que cumplirla y no iba a ser Él, precisamente Él, quien hiciera caso omiso a su propia voluntad.

No cae, pues, Jesús, en aquellas tentaciones. Ni se baja de la cruz ni hace nada para que se retrase el momento de entregar su espíritu en manos de Dios, su Padre.

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23.11.13

Serie Fundación GRATIS DATE – Carta a los Amigos de la Cruz, de San Luis María Grignion de Montfort

GRATIS DATE

Escribir de la Fundación GRATIS DATE es algo, además de muy personal muy relacionado con lo bueno que supone reconocer que hay hermanos en la fe que tienen de la misma un sentido que ya quisiéramos otros muchos.

No soy nada original si digo qué es GRATIS DATE porque cualquiera puede verlo en su página web (www.gratisdate.org). Sin embargo no siempre lo obvio puede ser dejado de lado por obvio sino que, por su bondad, hay que hacer explícito y generalizar su conocimiento.

Seguramente, todas las personas que lean estas cuatro letras que estoy juntando ya saben a qué me refiero pero como considero de especial importancia poner las cosas en su sitio y los puntos sobre todas las letras “i” que deben llevarlos, pues me permito decir lo que sigue.

Sin duda alguna GRATIS DATE es un regalo que Dios ha hecho al mundo católico y que, sirviéndose de algunas personas (tienen nombres y apellidos cada una de ellas) han hecho, hacen y, Dios mediante, harán posible que los creyentes en el Todopoderoso que nos consideramos miembros de la Iglesia católica podamos llevarnos a nuestros corazones muchas palabras sin las cuales no seríamos los mismos.

No quiero, tampoco, que se crean muy especiales las citadas personas porque, en su humildad y modestia a lo mejor no les gusta la coba excesiva o el poner el mérito que tienen sobre la mesa. Pero, ¡qué diantre!, un día es un día y ¡a cada uno lo suyo!

Por eso, el que esto escribe agradece mucho a José Rivera (+1991), José María Iraburu, Carmen Bellido y a los matrimonios Jaurrieta-Galdiano y Iraburu-Allegue que decidieran fundar GRATIS DATE como Fundación benéfica, privada, no lucrativa. Lo hicieron el 7 de junio de 1988 y, hasta ahora mismo, julio de 2013 han conseguido publicar una serie de títulos que son muy importantes para la formación del católico.

Como tal fundación, sin ánimo de lucro, difunden las obras de una forma original que consiste, sobre todo, en enviar a Hispanoamérica los ejemplares que, desde aquellas tierras se les piden y hacerlo de forma gratuita. Si, hasta 2011 habían sido 277.698 los ejemplares publicados es fácil pensar que a día de la fecha estén casi cerca de los 300.000. De tales ejemplares, un tanto por ciento muy alto (80% en 2011) eran enviados, como decimos, a Hispanoamérica.

De tal forman hacen efectivo aquel “gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,8) y, también, “dad y se os dará” (Lc 6,38) pues, como es de imaginar no son contrarios a las donaciones que se puedan hacer a favor de la Fundación. Además, claro, se venden ejemplares a precios muy, pero que muy, económicos, a quien quiera comprarlos.

Es fácil pensar que la labor evangelizadora de la Fundación GRATIS DATE ha de estar siendo muy grande y que Dios pagará ampliamente la dedicación que desde la misma se hace a favor de tantos hermanos y hermanas en la fe.

Por tanto, esta serie va a estar dedicada a los libros que de la Fundación GD a los que no he hecho referencia en este blog. Esto lo digo porque ya he dedicado dos series a algunos de ellos como son, por ejemplo, al P. José María Iraburu y al P. Julio Alonso Ampuero. Y, como podrán imaginar, no voy a traer aquí el listado completo de los libros porque esto se haría interminable. Es más, es mejor ir descubriéndolos uno a uno, como Dios me dé a entender que debo tratarlos.

Espero, por otra parte, que las personas “afectadas” por mi labor no me guarden gran rencor por lo que sea capaz de hacer…

Carta a los Amigos de la Cruz, de San Luis María Grignion de Montfort.

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22.11.13

Eppur si muove - ¿Qué es lo que no puede ser o hacer jamás un católico?

Socialistas y cristianos

Para muestra, dos botones. Están en esta imagen: dos españoles que se dicen cristianos y que, a la vez, militan en el Partido Socialista Obrero Español. Dos ex de muchas cosas mundanas: José Bono, al fondo de la imagen y José Blanco, en primer plano de la misma. Muchos dirán que eso no está mal del todo pero, en verdad, ¿eso es posible en conciencia? o, también, ¿es compatible una cosa y la otra?

En realidad, cuando el ser humano se plantea tener una creencia o, simplemente, seguir determinada religión, seguramente se dice o, mejor, se pregunta, qué es lo que entiende la misma sobre el mundo y sobre lo que, en definitiva, a tal ser humano, le afecta.

Si consideramos, como punto de partida, el Concilio de Jerusalén (49 DC) en el que, entre otras conclusiones, se acordó admitir la conversión de los gentiles sin obligarles a seguir los ritos judíos, para llamar a los discípulos de Cristo católicos, es, digamos, desde entonces, cuando podemos decir que o se es católico o sólo se aparenta serlo.

Evidentemente, no es lo mismo una mera apariencia de lo que es frente a una realidad exacta de ser lo que se es. O, lo que es lo mismo, la “unidad de vida” se demuestra tener cuando, en realidad, no hace falta que se diga que eres católico porque se nota que lo eres.

Sabemos que Jesucristo no murió para morir y nada más. Murió y resucitó. Por eso reconocemos que vive y que, por eso mismo, la tarea encomendada a sus discípulos, en Pentecostés, de transmitir la Palabra de Dios y, sobre todo, de hacerla efectiva, también nos compete a nosotros.

Tenemos, así, el camino que nos lleva y por el que tenemos que transitar no haciendo dejación de nuestra fe ni permitiendo que el mundo nos atribule y nos achante ante lo que, en verdad, creemos que es la Verdad.

También tenemos, por eso mismo, la Vida que Cristo vino a traer y por la cual debemos actuar, sin negarla o dejarla escondida bajo el celemín de la cotidianeidad y lo ordinario que, a veces, juzgamos como algo alejado, muy alejado, de una doctrina que, a la vez, consideramos como santa.

Por ejemplo es más que posible que se adopte una forma de arrianismo cuando no se defiende la revelación hecha por Jesucristo de tal manera que, en verdad, se demuestre creer en ella. Podemos, así, dar entrada en un nuestra vida a una, llamada, “religión a la carta” que nos permite escoger, de ella, lo que nos conviene.

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21.11.13

En acción de gracias a María, Virgen y Madre - "Agradecido afán"

50

Como de bien nacidos es ser bien agradecidos, el que esto escribe, que cumple hoy mismo 50 años (¡sí, medio siglo!) tiene el gozo de hacer lo propio con la Madre de Dios y madre mía/nuestra, María, Virgen Inmaculada y Mediadora. Seguramente es poca cosa pero, ¡qué quieren que les diga!, cada uno da lo que puede y sabe.

Virgen María

AGRADECIDO AFÁN
(Poesía y Prosa marianas)

Sub tuum praesidium confugimus,
sancta Dei Genetrix

(Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios)

Alba nuestra

Avizor el pensamiento, clarificado el destino,
vemos, en nuestro particular anhelo,
una luz que ilumina, con su rostro,
el quehacer, ligero el corazón de penas
entonces.

Miramos, desde aquí, ahora, el horizonte
que quisiéramos tener, y encontramos,
el amanecer de nuestro corazón
cuando sabemos que, allí,
su cálida mirada, María Virgen,
se entrega sin la limitación de la tibieza,
sin querer más de lo que queramos darle,
ni menos de lo que merece.

Alba y llegada, nuevo día de nuestra fe
que regenera del pecado,
caminar seguros porque su mano es suave
como el yugo de su Hijo, Cristo, Hermano.

Alba nuestra, ser, estar siempre aquí,
presente el aroma de eternidad,
lista para ser ayuda y auxilio,
para ser canto de amor,
para tenerla como Madre nuestra, también.

Luz del camino

Entenebrecido nuestro presente,
encallecida el alma por olvidos del amor,
y tergiversado el corazón por lo mundano,
nos disponemos a caminar, al frente la fe,
hacia donde el Padre conduzca
nuestra lucha,
hacia esa meta de entrega que, con obras,
identifica nuestra imagen
y nos hace hijos suyos.
Y tenemos, aquí y ahora, desde ese siempre
de su victoria sobre su ayer,
la luminaria que, con su vida,
nos sale al paso de nuestro paso,
a la demanda de auxilio y necesario ser,
a la raíz que soporta nuestras manos;
y tenemos, mirando su rostro,
el faro que conduce hacia Dios y es guía,
su nombre de esposa amada ,
elegida desde el alba de los tiempos,
María, dulces las sílabas que forman
tu dedicación, de tu pasar, valle nuestro,
es la lágrima que dedicamos al mirarte,
ejemplo de cansancio entregado,
agradable música a los oídos de Dios.
Contigo conocemos nuestro fin,
contigo no nos perdemos en la bruma
de lo mundano,
contigo, luz del Padre, hoguera ardiente de fe,
sabemos que, cuando Él quiera,
trazarás, con tu mano, el camino cierto
para llegar a su Reino, como augurio de eternidad.

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