InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Octubre 2013

16.10.13

Cosas que a uno le parecen la mar de bien

De rodillas

Estoy más que seguro que conforme se vaya leyendo el artículo de hoy, más de una persona pensará “pues no es para tanto”; alguna que otra dirá “pues vaya”; e, incluso, algún que otro sacerdote estará en lo cierto si dice, por ejemplo, “eso a mí no me pasa”. Es más, a lo mejor cosa tan simple como este le sirve a más de uno para hacer algo parecido si es que no lo hace ya.

Las cosas relacionadas con la Santa Misa son tenidas, en demasiadas ocasiones, como realidades que están ahí y que, al fin y al cabo, todo el mundo las conoce y tampoco es como para hacer hincapié donde no hay que hacerlo.

Hace casi tres años no tuve más remedio que escribir, sobre el mismo asunto de hoy, pero desde la perspectiva negativa, esto:

En el momento de la consagración yo voy a lo de Dios o, lo que es mismo, a lo mío (porque en este caso hay coincidencia perfecta entre una voluntad, la del Creador, y una actitud, la del creyente). Es decir que estaba de rodillas y, como suelo hacer, para mejor recogimiento, con los dedos cruzados y tapándome los ojos (así lo aprendí el primer día de colegio cuando un jesuita nos dijo que se podía rezar, también, poniendo así los dedos y no sólo con las palmas de las manos juntas mirando hacia arriba y fue mi primera decisión espiritual que aún mantengo).

Pero decidí experimentar algo y miré para mi derredor y para el resto de la Iglesia. !Albricias¡, vi que más de la mitad (bastante más) de los fieles no se arrodillaban cuando el cuerpo y la sangre de Cristo se consagraba y, digamos, traíamos al presente aquellas palabras de Jesucristo “Esto es mi cuerpo… porque esta es mi sangre” y demás parte de la consagración.

Es bien cierto que muchas personas de las que no se arrodillaron eran mayores y, como es de esperar, no pueden ponerse de rodillas. Sin embargo, un gran número de creyentes eran, seguramente más jóvenes que yo (que tengo 47 años ya cumplidos).

Entonces dije que no me parecía nada bien que en un momento tan importante de la Santa Misa (¡nada menos que la Consagración!) muchas personas tenga la tendencia a no arrodillarse como si se tratara de un momento de poca importancia.

Pues bien, el pasado día 12 de octubre y aún no siendo día de precepto (esto da para otro artículo; y lo dará, si Dios quiere) el que esto escribe tuvo la feliz idea de dirigirse a la única Parroquia de mi localidad donde se celebra la Eucaristía todos los días a horas más bien tempranas. Era la Misa de las 9, 30 de la mañana o, para los que gusten del latín, ante meridiem.

Recuerdo ahora (vamos, no es que lo recuerde sino que lo he visto al leer lo que, dicho arriba, escribí en su día) que un comentarista, y además colega de esta casa InfoCatólica, llamado Luis Ignacio Amorós dijo esto acerca del tema en cuestión:

Los sacerdotes tienen el instrumento de las moniciones para ejercer una cierta docencia sobre la asistencia correcta y respetuosa a misa, pero pocas veces la emplean, y rarísimamente para advertir de incorrecciones al canon. Esa enseñanza es oficio de cristianos, pero sobre todo de sacerdotes, y los obispos son quienes deben supervisar que cumplen su labor.

Sigamos, pues.

Decía que era la Santa Misa de las 9.30 a.m. cuando, en el momento determinado, justo antes de proceder a la consagración, el sacerdote que celebraba dijo esto: “De rodillas”. Dijo a los presentes que debíamos ponernos de rodillas.

La verdad es que más de uno dirá que es lo que hay que hacer y que tampoco es necesario que lo diga el sacerdote. Sin embargo, no sólo dijo eso sino que, el buen hombre (Dios lo guarde muchos años) quiso dar una pequeña explicación, dar razones de nuestra esperanza, como diría San Pedro, acerca de tal acto y el tal momento.

Hizo, exactamente, lo que recomendó, como necesidad, el comentarista arriba citado. Y bien que lo hizo.

¿Qué dijo?

Pues lo obvio pero que, por obvio, de olvida demasiadas veces por parte de quien, no estando impedido físicamente para ponerse de rodillas, simplemente no se pone de rodillas.

Y fue que se trata, en primer lugar, de un gesto de empequeñecimiento ante el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Nos arrodillamos, pues, para reconocer nuestra humildad (esto lo digo yo) y en un momento en el que el cereal y el vino pasan a ser el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que murió en muerte de cruz por todos nosotros. Y eso parece más que importante como para que los creyentes que en tal momento están presenten se muestren su “respeto” y “adoración” hacia tal momento y hacia Quien está presente en tales formas.

Y es que dijo, también, que debemos respeto y adoración y que por eso nos arrodillamos.

Es más que cierto, y es evidente con tan sólo asistir a una Misa que muchas personas no pueden, físicamente, arrodillarse por ser mayores o por estar aquejadas de enfermedad. En este caso, supongo yo que bastará con un recogimiento especial en el momento de la Consagración en señal de tan respeto y de tal adoración. Sin embargo, es difícil negar que otros muchos católicos no se arrodillan porque, es posible, ignoran lo que está pasando o, simplemente, porque no quieren arrodillarse. Y, en tal caso, será Dios quien, cuando corresponda, diga lo que tenga que decir. A nosotros nos basta y nos sobra con decir lo que pasa pues tampoco somos más que nadie (mejor, somos menos que muchos) pero no vamos a permanecer callados cuando vemos determinadas cosas.

En fin. Como he dicho arriba más de uno pensará que la cosa es muy común. Sin embargo, al que esto escribe hay cosas que le parecen la mar de bien y lo que hizo el sacerdote en la Santa Misa, 9, 30 a.m. de la Parroquia de la Asunción de Torrent (Valencia) está la mar de bien.

Y que se repita, oiga.

Eleuterio Fernández Guzmán

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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saberse muy poco ante Dios es la mejor manera de reconocer cómo somos.

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15.10.13

Un amigo de Lolo - Dios es Todo de todo pero no todo es Dios

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Dios es Todo de todo pero no todo es Dios

“¡Qué inmensa fuente de energías Aquella que puede dar su poder al rayo, la ola, el viento, los átomos y el sol! ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (1)

Existe la idea panteísta según la cual todas las realidades son Dios. Sin embargo, bien sabemos que eso no es cierto por una razón tan sencilla como es, por ejemplo, en el hombre, la existencia del pecado y en el resto de seres, la simple imperfección en su esencia y su existir.

Todo, eso sí, parte de Dios y se mantiene, también, por el mismo Creador que, a diferencia de lo que se pueda pensar, no se quedó a descansar para siempre en el famoso séptimo día en el que, después, de Crear (con mayúscula) tomó tan sabia decisión de dejar que lo creado actuase por sí mismo llevado de la libertad (racional o irracional en el sentido de instintiva) como don de Dios.

En realidad, si bien lo pensamos es bastante cómodo para nosotros creer, porque es cierto, que Dios da a todo lo que existe una razón para existir, una forma de existir y, en fin, un modo de conducirse. Es cómodo, decimos, porque nos evita tener que estar, continuamente, justificando esto o lo otro. Todo es parte de la Providencia del Todopoderoso y a ella nos debemos.

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14.10.13

Serie oraciones – invocaciones : Oración para alcanzar la humildad, de Santa Teresita del Niño Jesús

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie oraciones – invocaciones- Oración para alcanzar la humildad, de Santa Teresita del Niño Jesús

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13.10.13

La Palabra del Domingo - 13 de octubre de 2013

Beatificación 13.10.13

Biblia

Lc 17, 11-19

“11 Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea,12 y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia 13 y, levantando la voz, dijeron: ‘¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!’ 14 Al verlos, les dijo: ‘Id y presentaos a los sacerdotes.’ Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. 15 Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; 16 y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. 17 Tomó la palabra Jesús y dijo: ‘¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?’ 19 Y le dijo: ‘Levántate y vete; tu fe te ha salvado.’”

COMENTARIO

La salvación es para todos: Palabra de Dios

La verdad es que sentirse miembro del pueblo elegido por el Creador para ser salvado ha de ser algo muy bueno. Eso, al menos, pensaban los que pertenecían al pueblo judío. Se sentían muy afortunados, ¡y lo eran!, por estar en el corazón de Dios y ser, así, quienes iban a ocupar las praderas del definitivo Reino del Todopoderoso.

Eso, en verdad, era más que cierto. Y, sin embargo, tuvo que cambiar mucho la situación por la que pasó aquel pueblo elegido para que Dios se viese obligado en enviar a su Hijo engendrado y no creado para que la salvación, ahora sí, pudiese recaer sobre la humanidad toda que, no olvidamos, ha creado el Padre.

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12.10.13

Hispanidad y fe

Hispanidad.

Que el día 12 de octubre se celebre, al menos en España (aunque cada vez con menos intensidad y devoción política) el que es llamado de la “Hispanidad” ha de querer decir algo. En realidad ha de querer decir que en un momento determinado, y llevados por barcos de este lado del charco y del Reino de Castilla en el siglo XV unos esforzados compatriotas supieron hacer algo más que decir “tierra a la vista”. Es más, con aquella visión se abría un mundo no sólo económico sino, yendo mucho más lejos, una inmensa obra espiritual.

Pues bien, no se me ocurre mejor homenaje a tantas y tantas personas que colaboraron en la evangelización de América que recordar esto que sigue.

Descubrir y evangelizar

En algunas ocasiones se ha criticado el hecho mismo del descubrimiento de América. A lo mejor se piensa que hubiera sido mejor que la situación se hubiera quedado como estaba antes de que Cristóbal Colón llegara a las tierras hermanas. Eso, claro, no se puede saber pero, como es más que posible que de no haberlo hecho el navegante que lo hizo al servicio del Reino de Castilla lo hubiera hecho otra persona favoreciendo a algún otro Reino, tenemos por bueno lo hecho.

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