InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Septiembre 2013, 06

6.09.13

Eppur si muove - ¿Apóstatas disimulados?

Negar la fe de Jesucristo recibida en el bautismo - Dicho de un religioso: Abandonar irregularmente la orden o instituto a que pertenece.- Dicho de un clérigo: Prescindir habitualmente de su condición de tal, por incumplimiento de las obligaciones propias de su estado.

Tales son tres de las acepciones que recoge el Diccionario de la Academia Española de la Lengua para el verbo “apostatar”. En general, podemos ver que supone, el hecho mismo de apostatar, el apartarse de la fe que se dice tener y hacer, en realidad, como si no se tuviese.

La apostasía es triste. Lo es porque, en primer lugar, se hace de menos a Dios que, a través de su Hijo Jesucristo, quiso que nos confirmáramos en una fe que supone, nada más y nada menos, que el establecimiento de una relación fluida no sólo con el Creador (así, dicho en general) sino con “nuestro” Creador, Quien nos dio la vida y, además, otra serie de gracias, dones y libertades. Pero, en segundo lugar, apostatar de la fe que se dice tener supone caminar, voluntariamente (a nadie se le puede obligar a hacerlo como vemos en los muchos mártires que han sido y son) por el mundo sin la compañía de Quien tanto nos ama. Y eso, se diga lo que se diga, sólo puede ser fuente de pérdida personal y, en fin, como diría Chesterton, seguir cualquier cosa que se nos ponga por delante o poner nuestro corazón en vasijas rotas y no firmemente constituidas por el Amor de Dios.

Apostatar es, por eso mismo, manifestación de no tener bien asentada, en el corazón, la creencia que, hasta entonces, nos sostenía y no haber asimilado lo que significa ser hijo de Dios (¡y lo somos! como dice san Juan en su Primera Epístola, 3,1).

Pero la apostasía es, también, ciega.

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