InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Julio 2013, 17

17.07.13

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

Por la libertad de Asia Bibi.
……………………..

Por el respeto a la libertad religiosa.
……………………..

Enlace a Libros y otros textos.
……………………..

Panecillos de meditación

lama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

El tiempo que nos ha tocado vivir nos ha sido dado por Dios. No hagamos como si no nos interesase lo que pasa a nuestro alrededor.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

Presentación del artículo del P. Pablo Cabellos .

Es muy cierto eso de que “de bien nacidos es ser agradecidos”. Por eso, el autor del artículo trae a colación, ahora que se ha conocido que pronto el que fuera Prelado del Opus Dei, Álvaro del Portillo, va a subir a los altares en calidad de beato, su relación con el P. Álvaro.

Es lógico que en una relación entre personas se produzcan situaciones que, llamadas anécdotas, determinen como es cada cual. Así, las relacionadas con su labor de conductor del P. Álvaro del Portillo en Roma dan a entender que el pronto beato era, como se diría para que todo el mundo lo entendiese, un “buen hombre” y, además, un “hombre bueno” además de muy bien formado intelectualmente.

Destaca, por otra parte, el P. Pablo Cabellos, la lealtad del sucesor de san Josemaría en el Opus Dei. Y eso es lo que se pide de cada uno de nosotros: que seamos leales a la Santa Madre Iglesia. Y hacerlo, como hacía, según dice el autor de este artículo, como si fuera lo más natural del mundo. Al fin y al cabo, al creyente católico se ha de ser normal serlo con su Madre la Iglesia.

Y, ahora, el artículo del P. Pablo Cabellos Llorente.

La lealtad como estilo

Pablo Cabellos Llorente

Recientemente, fotografié esta súplica de san Josemaría, escrita de su puño y letra en 1970: Madre mía y Señora mía de Torreciudad, Reina de los ángeles, mostra te esse Matrem, y haznos buenos hijos: hijos fieles. Al recibir la noticia de la aprobación del milagro que posibilita la beatificación de Don Álvaro del Portillo, vinieron a mi mente estas palabras porque siempre he pensado en él como el hijo más fiel del fundador del Opus Dei y, por supuesto, de la Iglesia.

El mismo día de la citada noticia, desde monseñor Echevarría a varios cardenales, todos resaltaban esa virtud en el Obispo del Portillo. Y no precisamente por ser un lugar común, sino porque destacaba con una claridad meridiana. Con verdad y un cierto sentido del humor, monseñor Escrivá de Balaguer le dedicaba en 1949 un ejemplar de Camino con estas palabras: Para mi hijo Álvaro, que, por servir a Dios, ha tenido que torear tantos toros. Esa “lidia” fue su fiel acompañamiento al fundador en toda clase de circunstancias, entre las que no faltaron las incomprensiones, calumnias, escaseces, el dolor de una guerra, el hambre de una posguerra, la búsqueda de un molde jurídico adecuado al Opus Dei y tantas cosas más.

Recuerdo que el día de su Santo de 1974, mientras estaba ausente, san Josemaría nos decía más o menos estas palabras: yo querría que le imitaseis en muchas cosas, pero sobre todo en la lealtad. Afirmaba también que había puesto muchas veces sus espaldas para cargar con los “palos” destinados al fundador.

Tuve la fortuna de llevarlo muchas veces en coche a diversos dicasterios de la curia romana, especialmente al de la Doctrina de la Fe, del que era consultor, o a otros lugares, por ejemplo, al dentista. Siempre que le resultaba posible -era lo habitual- me avisaba el día anterior y me indicaba lo que duraría la gestión, para que me organizase del modo que me conviniera. En bastantes ocasiones, pensé en temas de conversación que le ayudaran a descansar pero, inevitablemente, era siempre él quien me entretenía con una amabilidad encantadora y, por supuesto, no exenta de un trasfondo formativo. Tenía dos temas preferidos: la Iglesia y san Josemaría. Por medio de anécdotas, me ayudaba a crecer en estos amores, que llevaba clavados en el alma.

Leer más... »