InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Junio 2013, 11

11.06.13

Un amigo de Lolo - Perdonarse y saber perdonar

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Colaborar con los planes que Dios tiene para nuestras vidas es una buena forma de saber que, en verdad, sí los tiene para nosotros y no nos ha olvidado.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Perdonarse y saber perdonar

“Dios sin perdón, pastel sin azúcar ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (821)

Entre las virtudes que el ser humano creyente tienen como buenas para su existencia y sin las cuales su fe viene mucho a menos, el saber perdona no es una de las menores ni de las menos importancia.

Nuestro Maestro y Señor Jesucristo supo ejercitarse mucho en el perdón. Es más, su gimnasia espiritual incluía, cada día y varias veces, como para dar ejemplo, perdonar a más de uno que lo había ofendido. Por eso cuando le preguntaron que cuántas veces se tenía que perdonar a un hermano no dijo cuatro o cinco (que, para un ser humano corriente suele ser mucho y suficiente) sino “setenta veces siete”. Si hacemos una simple cuenta, con calculadora o a mano alzada, vemos que son muchas veces las que hay que perdonar a quien nos ofende y que, en este particular caso y en esta virtud, el hecho de perdonar, toda paciencia es poca.

Es bien cierto que el perdón, primero a nosotros mismos y, luego, a nuestros hermanos (o no) en la fe que, de una manera o de otra nos hayan causado algún tipo de malestar (espiritual o material) requiere tener mucho en cuenta lo que supone de apertura del corazón cuando perdonamos y, sobre todo, lo que supone de manifestación de tenerlo de carne y no de piedra. Además, es la mejor manera de demostrar que las ofensas las apuntamos en agua y lo bueno del prójimo en piedra, para que no se olvide.

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