InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Mayo 2013, 25

25.05.13

Serie P. José Rivera - La Belleza y la Verdad

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Dios nos ha donado muchas bondades que podemos tenerlas por no recibidas. Luego no queramos sostener que, al contrario, las amamos.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie P. José Rivera
Presentación

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se empieza a escribir esta serie sobre sus escritos.

Nace don José Rivera en Toledo un 17 de diciembre de 1925. Fue el menor de cuatro hermanos uno de los cuales, Antonio, fue conocido como el “Ángel del Alcázar” al morir con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936 en plena Guerra Civil española en aquel enclave acosado por el ejército rojo.

El P. José Rivera Ramírez subió a la Casa del Padre un 25 de marzo de 1991 y sus restos permanecen en la Iglesia de San Bartolomé de Toledo donde recibe a muchos devotos que lo visitan para pedir gracias y favores a través de su intercesión.

El arzobispo de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, inició el proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998. Terminó la fase diocesana el 21 de octubre de 2000, habiéndose entregado en la Congregación para la Causas de los Santos la Positio sobre su vida, virtudes y fama de santidad.

Pero, mucho antes, a José Rivera le tenía reservada Dios una labor muy importante a realizar en su viña. Tras su ingreso en el Seminario de Comillas (Santander), fue ordenado sacerdote en su ciudad natal un 4 de abril de 1953 y, desde ese momento bien podemos decir que no cejó en cumplir la misión citada arriba y que consistió, por ejemplo, en ser sacerdote formador de sacerdotes (como arriba se ha traído de su Biografía), como maestro de vida espiritual dedicándose a la dirección espiritual de muchas personas sin poner traba por causa de clase, condición o estado. Así, dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales y, por ejemplo, junto al P. Iraburu escribió el libro, publicado por la Fundación Gratis Date, titulado “Síntesis de espiritualidad católica”, verdadera obra en la que podemos adentrarnos en todo aquello que un católico ha de conocer y tener en cuenta para su vida de hijo de Dios.

Pero, seguramente, lo que más acredita la fama de santidad del P. José Rivera es ser considerado como “Padre de los pobres” por su especial dedicación a los más desfavorecidos de la sociedad. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1987 escribía acerca de la necesidad de “acelerar el proceso de amor a los pobres” que entendía se derivaba de la lectura de la Encíclica Redemptoris Mater, del beato Juan Pablo II (25.03.1987).

En el camino de su vida por este mundo han quedado, para siempre, escritos referidos, por ejemplo, al “Espíritu Santo”, a la “Caridad”, a la “Semana Santa”, a la “Vida Seglar”, a “Jesucristo”, meditaciones acerca de profetas del Antiguo Testamento como Ezequiel o Jeremías o sobre el Evangelio de San Marcos o los Hechos de los Apóstoles o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías, de las cuales o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías.

A ellos dedicamos las páginas que Dios nos dé a bien escribir haciendo uso de las publicaciones que la Fundación “José Rivera” ha hecho de las obras del que fuera sacerdote toledano.

Serie P. José Rivera
La belleza y la verdad

La Belleza y la Verdad

En el Prólogo de “La Belleza y la Verdad” se nos pone sobre la pista de otra realidad más del P. José Rivera y es que

“Don José Rivera es un hombre, un sacerdote, que mientras caminó sobre la tierra significó el ansia de totalidad de los hombres, mas no como construcción babélica sino en ese obediente y activo dejarse santificar por Dios. Don José recibió entonces de lo Alto un don especial e intenso para percibir la armonía, la proporción, la belleza. Un don que le capacitó para descubrir las relaciones íntimas de todos los aspectos de la obra de Dios. Y gozó como pocos hombres pueden gozar en esta tierra. Él mismo lo confiesa en sus cuadernos de estudio: ‘Todo el tiempo música. Primero en el magnetófono, Strawinsky. He gustado de nuevo el Apolo, el pájaro de fuego, el beso del hada, petruska. Ahora, concierto por radio: Mozart y Beethoven. Se reitera el pensamiento de que estoy muy bien dotado para disfrutar de la vida’ (23-2-1969)”.

Ciertamente, el P. José Rivera tenía un sentido de la belleza, don de Dios al mundo, que lo hacía especialmente preparado para gozar de ella. Y es que tiene constancia de que “la belleza es también atributo divino. Se entra en relación amorosa auténtica con ella, cuando se entra en ella como tal atributo: es decir, cuando se entra en relación personal con las Personas divinas, soberanamente bellas. De ahí que, de nuevo, concluya que el santo es, necesariamente, creador de belleza: artista. Y la creación meramente natural es una creación muy pálida, muy poco bella, por muy duro que parezca el juicio” (1). Y es que la Belleza y la Verdad tiene una relación más que directa.

Establece, por eso mismo, una relación estrecha entre Belleza y Santísima Trinidad, a Quien considera sumamente Bella, Belleza por excelencia. Por eso tiene por seguro que el mero comportamiento natural, de un andar por casa y sin tener en cuenta lo sobrenatural, no deja de ser un comportamiento meramente animal pues no hay belleza en el mismo sino simple cumplimiento de un hacer propio de un ser vivo. Al contrario, es decir, llevando una vida santa, santificar nuestra vida, es una forma agradecida de manifestar el don que Dios nos entrega, este especial don, y que la mayoría de las veces, hacemos de menos.

En realidad, el don de Dios consiste en proporcionar Belleza a su creación no pasa desapercibido para el P. José Rivera. Por eso dice que “Igualmente es patente que todo es bello, y que en todo podemos columbrar, al menos, la belleza de Dios. Y aquí tenemos uno de los sentidos de la connaturalidad con el universo: todo él, y cada uno de nosotros, participamos de esta belleza infinita, y por ello podemos sentirnos en la hondura -que es donde se realiza tal participación- parientes de las demás personas e incluso de las cosas todas. Sería un tema de alta categoría, el de la asunción y goce de la propia belleza” (2).

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