InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Marzo 2013

31.03.13

La Palabra del Domingo .- 31 de marzo de 2013

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

¡Tantas veces estamos ciegos ante el Hijo de Dios que se nos presenta! Debemos mirar mejor a nuestro alrededor para verlo en tantos lugares y en todos los corazones de los hermanos.

Lc 24, 13-35

Biblia

13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, 14y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. 15 Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; 16 pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.

17 El les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido.18 Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» 19 El les dijo: «¿Qué cosas?»

Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; 20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. 22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, 23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. 24 Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»

25 El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» 27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.

28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. 29 Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos.

30 Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. 32 Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» 33 Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» 35Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.

MEDITACIÓN

Muy sintomático es este ejemplo que los discípulos de Emaús nos ofrecen a todos los cristianos. Del todo a la nada casi de inmediato.

Como viene a ser normal, y lógico, la naturaleza del hombre le lleva, nos lleva, a huir del peligro y a no afrontarlo. Cleofás y su compañero huyen, tratan de evitar, quizá, una persecución que acabara con sus vidas como acababa de ocurrir con la de su Señor. Pero, lo que no sabían era que, en ese camino de regreso al pasado, que viene a ser este ir a Emaús, huyendo de la bondad y refugiándose en el anonimato, volverían a encontrarse con su misma vida. Y así fue.

El caso es que estos dos seguidores de Cristo iban discutiendo por el camino. Seguramente irían debatiendo sobre qué había pasado y, sobre todo, qué iba a pasar a partir de ese momento, si lo que aconteció en Jerusalén tenía sentido para ellos y cuál debería ser al interpretación que debían darle. Imagino que sería una discusión apasionada, por el tema de se que trataba, y contenida, en gestos, por miedo a ser descubiertos. Llevaban, dice el texto, un aire entristecido, o, lo que es lo mismo, podemos constatar que estaban afectados por la muerte de Jesús y que eso les llevaba a esa situación de perplejidad en la que se encontraban.

En esto que la voz de alguien, a quien no reconocieron, les saca de su acaloramiento hablador. Era importante, pienso yo, el que no supieron, en un principio quien era para, luego, reconocerlo en el gesto de partir el pan, símbolo primordial en la predicación de Jesús.

La conversación que tiene lugar entre un desconocido, para ellos, Jesús, y los de Emaús, es clara expresión de la relación que muchas veces, puede tenerse con Dios y, entre nosotros, con su Hijo. Cleofás y su acompañante, a pesar de sus dudas, plantean a Jesús una pregunta que, más bien, se la podían haber planteado a ellos mismos. Parece que ellos no habían llegado a comprender muy bien al Mesías y a su mensaje. A pesar de todo lo sucedido, y sobre lo que inquieren a Jesús, se les ha olvidado, lo esencial, muy pronto: tres días después de la muerte física de Jesús ya corren a esconderse y eso que pensaban que era que les traía la salvación, pero no un tipo de salvación como la que ellos querían, sino una salvación espiritual. Ellos deseaban, como otros tantos judíos, un levantamiento de la población bajo los mandos del Enviado, que sería, así, un caudillo militar que arrasara el invasor. Lo que pretendían era la llegada de un Reino nuevo, pero sustentado en el viejo, en el antiguo de Israel.

Sin embargo, aún les quedaba algo de esperanza; no había, por así decirlo, muerto el recuerdo de Jesús. Unas mujeres de las suyas, de sus seguidoras se entiende, decían haber visto el sepulcro vacío a unos ángeles que les habían hablado. Y para confirmarlo, como si pensaran que las mujeres, llevadas por su mayor sensibilidad, habían tenido visiones, unos hombres, algunos de los nuestros, dice el texto, se habían acercado para comprobar que era cierto lo que decían aquellas seguidoras de Cristo. Aquí también podemos apreciar bastante desconfianza propia, por otra parte, de la concepción que, aquella época, se tenía de la mujer. Y Jesús también rompe con esto, con esto también.

Y es que cuando Jesús ha de intervenir, forzado por la situación pues veía que sus discípulos se perdían en los aledaños de la fe, es cuando, haciendo uso de sus conocimientos de las Sagradas Escrituras, les de pruebas inequívocas de que lo que le había sucedido, sin aún decir que era Él, ya estaba escrito. Desde Moisés, pasando por todos los profetas (bien seguro que también Isaías), les relata pasajes en los que se habla del Mesías, el Enviado que tenía que venir, sufrir, entregarse y morir para que el perdón de los pecados se hiciera efectivo, real, cierto.

Ante esto, estos discípulos de Emaús comienzan a reencontrarse con la figura presente de Jesús, y con ese quédate con nosotros, síntoma de que su presencia les era agradable y que su conversión volvía a tomar forma, empieza a abrírseles los ojos.

Como les había dicho en la última cena, el pan, su cuerpo, entregado por todos, fue el instrumento del cual se sirvió para que aquellos discípulos, duros de corazón, le reconociesen y, abriendo los ojos del alma se diesen cuenta, en ese mismo momento, que cuando les hablaba de los profetas algo les decía que aquello que, aquel desconocido, les decía les remitía a Él mismo. Y que aún no habían descubierto, dentro de ellos, que ese arder del corazón tenía una razón exacta.

Y entonces, se ven en la imperiosa necesidad de contar de comunicar lo sucedido, retornar a la fe que tenían y volver a Jerusalén. Han perdido el miedo, y quieren hacérselo saber a los suyos.

Por su parte, los otros discípulos, los apóstoles más los que les acompañaban, les confirma que estaban en lo cierto: Jesús había resucitado, como dijo, que la aparición a las mujeres era cierta porque, para confirmar su retorno, también se había aparecido a Simón, que su esperanza no estaba rota sino que permanecía incólume, totalmente vigorosa, preparada para ser anunciada.

Los de Emaús, por su parte, les hacen partícipes del descubrimiento que hacen, de la apertura de sus ojos, que estaban retenidos, de que, al partir el pan, signo inequívoco de quien lo hacía, habían reconocido las manos, el rostro, la mirada del Maestro. Así, alegres por eso vieron como, en ese mismo instante, una vez se les rebeló la Verdad, Jesús desaparecía, había cumplido su misión. Y eso es lo que les transmitían, para hacerles ver que, desde ese momento, Jesús sería, para todo el mundo, en una universalidad comprensible, la Palabra de Dios viviente en nuestros corazones y que, en la Eucaristía, su presencia es, siempre, real.

PRECES

Por todos aquellos que no reconocen a Cristo en sus vidas.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no se dejan interpelar por el Hijo de Dios

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a ver a Jesucristo en nuestras vidas.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán

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30.03.13

Serie P. José Rivera - Adviento

Por la libertad de Asia Bibi.
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Esperar la llegada de Cristo no es propio, sólo de un determinado momento. El Hijo de Dios ha de nacer, cada día, en nuestro corazón.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie P. José Rivera
Presentación

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se empieza a escribir esta serie sobre sus escritos.

Nace don José Rivera en Toledo un 17 de diciembre de 1925. Fue el menor de cuatro hermanos uno de los cuales, Antonio, fue conocido como el “Ángel del Alcázar” al morir con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936 en plena Guerra Civil española en aquel enclave acosado por el ejército rojo.

El P. José Rivera Ramírez subió a la Casa del Padre un 25 de marzo de 1991 y sus restos permanecen en la Iglesia de San Bartolomé de Toledo donde recibe a muchos devotos que lo visitan para pedir gracias y favores a través de su intercesión.

El arzobispo de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, inició el proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998. Terminó la fase diocesana el 21 de octubre de 2000, habiéndose entregado en la Congregación para la Causas de los Santos la Positio sobre su vida, virtudes y fama de santidad.

Pero, mucho antes, a José Rivera le tenía reservada Dios una labor muy importante a realizar en su viña. Tras su ingreso en el Seminario de Comillas (Santander), fue ordenado sacerdote en su ciudad natal un 4 de abril de 1953 y, desde ese momento bien podemos decir que no cejó en cumplir la misión citada arriba y que consistió, por ejemplo, en ser sacerdote formador de sacerdotes (como arriba se ha traído de su Biografía), como maestro de vida espiritual dedicándose a la dirección espiritual de muchas personas sin poner traba por causa de clase, condición o estado. Así, dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales y, por ejemplo, junto al P. Iraburu escribió el libro, publicado por la Fundación Gratis Date, titulado “Síntesis de espiritualidad católica”, verdadera obra en la que podemos adentrarnos en todo aquello que un católico ha de conocer y tener en cuenta para su vida de hijo de Dios.

Pero, seguramente, lo que más acredita la fama de santidad del P. José Rivera es ser considerado como “Padre de los pobres” por su especial dedicación a los más desfavorecidos de la sociedad. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1987 escribía acerca de la necesidad de “acelerar el proceso de amor a los pobres” que entendía se derivaba de la lectura de la Encíclica Redemptoris Mater, del beato Juan Pablo II (25.03.1987).

En el camino de su vida por este mundo han quedado, para siempre, escritos referidos, por ejemplo, al “Espíritu Santo”, a la “Caridad”, a la “Semana Santa”, a la “Vida Seglar”, a “Jesucristo”, meditaciones acerca de profetas del Antiguo Testamento como Ezequiel o Jeremías o sobre el Evangelio de San Marcos o los Hechos de los Apóstoles o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías, de las cuales o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías.

A ellos dedicamos las páginas que Dios nos dé a bien escribir haciendo uso de las publicaciones que la Fundación “José Rivera” ha hecho de las obras del que fuera sacerdote toledano.

Serie P. José Rivera
Adviento

Adviento

Para escribir sobre este libro del P. José Rivera nos hemos tomado la libertad de dividir el mismo en dos partes. En realidad bien podrían haberse hecho en una sola pero siendo dos tiempos de los llamados “fuertes” el Adviento y la Navidad los que trata el sacerdote toledano y por mucho que puedan entenderse unidos por su lógico devenir, nos ha parecido mejor que en dos días distintos sea expuesto el contenido de cada uno de ellos.

Este primer artículo está dedicado, por lógica temporal y preceder al otro tiempo, al Adviento.

En su Diario, en concreto, el 15 de diciembre de 1974, escribe el P. José Rivera, se nota que con gozo, esto:

“Entremos yo y todos los que Dios me ha confiado en el Adviento. Tiempo de gracia peculiar. Esperemos realmente su venida, la arremetida especialmente intensa de su Amor sobre nuestro egoísmo disimulado, disfrazado de mil modos. Y esperemos en primer lugar una intensificación de sus iluminaciones para discernir nuestros disfraces de sus confortaciones, para dejarnos desnudar de ellos”

Por lo tanto, para el P. Rivera el tiempo de Adviento es uno que lo es de carácter muy especial. Lo entiende como un tiempo en el que debemos hacer lo posible y lo imposible para ser nosotros mismos y evitar ser lo que no debemos ser. Si Dios va a venir al mundo, nosotros no podemos presentarnos ante Él de una forma no admisible.

Pero poco antes (1) se dice que “Llegados al tiempo del Adviento, D. José vive intensamente la esperanza cristiana en todos sus matices, esa inquebrantable esperanza, para la que encuentra siempre motivos, no solo para su vida y su deseo de santidad, sino también para la santidad de los otros. Cualquier situación, cualquier circunstancia, cualquier dificultad es siempre ‘tiempo de Dios para la esperanza’”.

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29.03.13

La muerte que da la vida eterna

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Cristo entregó su vida para que cumpliese lo que estaba escrito. No deberíamos olvidar nunca que se escribió para nuestra salvación.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Cruz y vida eterna

“No quiera Dios que me gloríe sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo”.

En la Epístola a los Gálatas, San Pablo (6,14) nos hace partícipes de una verdad sin la cual, el discípulo de Cristo, no puede caminar por el mundo hacia el definitivo Reino de Dios manteniendo que lo es: la cruz de Jesús la que ha de complacer nuestra propia existencia y, según ella, obrar en nuestro devenir.

Hagamos, ahora, como recomienda San Josemaría, e imaginemos como que estamos entre los testigos de la Pasión, de los últimos momentos de vida humana de Nuestro Señor Jesucristo. Así, viviremos, de nuevo, lo que fue una muerte aceptada por Cristo pero no, por eso, menos inmerecida.

Atormentada el alma, el cuerpo demudado de espanto,
vuelto el rostro hacia Dios y su espíritu ansioso, ya, por hallarlo,
llega Jesús al Calvario, monte Gólgota llamado,
lugar donde se designó fuera crucificado.

Ya se tumba sobre el madero, sobre la cruz estirado;
ya coloca, a ambos lados, sus martirizados brazos.

Avanzando, sin espera, para cumplir la sentencia,
clavan con saña las manos a la sufrida madera,
clavándole los pies cerca de la ensangrentada tierra.

A su lado dos ladrones esperan la muerte cierta.

No conformes con el agravio que le estaban infiriendo
el ropaje se reparten despojándolo de su dueño,
dejando el cuerpo de Cristo de las vestiduras desprovisto,
incrementando la desvergüenza de tan grande sacrilegio.

Cuelga del central madero cartel para su escarnio,
nombrándolo de los judíos rey para reírse de tal cargo,
porque no quiso Pilatos modificar lo que había dicho
en un infausto momento, acobardado y vencido.

Queriendo Cristo llegar hasta el último momento,
entregado a su futuro y sin limitar el tormento
rechaza el bebedizo para el dolor mitigado,
no acepta aquella mirra que le ofrece aquel soldado,
mas pronuncia ese ruego a su padre destinado:
¿por qué me has abandonado?; sabido ya que antes,
en Getsemaní orando, entregó la vida a su Dios,
que fuera lo que su voluntad hubiera pensado.

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28.03.13

Pudiera parecer que este Jueves no brilla más que el sol, pero...

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Panecillo de hoy:

El amor a los hermanos, todos somos hijos de Dios, es algo más que una recomendación porque es, exactamente, expresión del Amor de Dios en nosotros.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Amor fraterno


Hay un dicho religioso que dice “Tres jueves hay en el año que brillan más que el sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y el jueves de la Ascensión”
. Hoy día, las cosas han cambiado porque la secularización de la sociedad ha procurado que estos días luzcan lo menos posible.

Sin embargo, para los creyentes católicos las cosas no son, no deberían ser, así porque nuestra fe nos dice que tales días del año nos traen a la actualidad algo que, por desgracia, está bastante olvidado y que tenemos que hacer presente para que se sepa, al menos, que nosotros no olvidamos lo que nos importa.

El Jueves Santo, justo a mitad de la Semana Santa, es, también, el día dedicado al Amor Fraterno, así escrito, con mayúsculas.

En la Epístola a los Hebreos, recomendaba su autor (13, 1) esto: “Permaneced en el amor fraterno”. Y abundaba en algo de lo que eso quería decir (13, 2-3): “No os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles. Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también vosotros tenéis un cuerpo”.

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27.03.13

¡Qué cosas tiene el Sr. Arzobispo!

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Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Creer que se tiene fe y demostrarlo es la forma más directa de poner a Satanás en el sitio que se merece.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Arzobispo de Oviedo

El que esto escribe tiene la mejor opinión del actual Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes O.F.M. Desde que le escuchaba, hace ya algunos años, en unos comentarios que hacía poco antes de las seis de la mañana en la COPE (radio española), mucho me agradó lo que decía porque se notaba que no era artificio sino que, en efecto, era como decía y decía como era.

Siempre está bien que en la Iglesia católica, la que fundó Cristo y de la que entregó las llaves a un pecador como era Pedro (pecador porque mintió negando a Jesús) haya pastores que lo sean de verdad, que no se avengan a lo que dice el mundo o le bailen el agua a las más diversas mundanidades incluso aunque, eso dicen cuando lo dicen ellos o los que les secundan, traten de sembrar donde no crecerá nunca nada que no sea tergiversación de la fe católica.

Pues eso, que Sanz Montes parece persona de fiar en materia de fe y a la que se tiene que tener en cuenta porque, con toda seguridad, llegará aún más lejos que donde ahora está que, por cierto, ni es mal lugar ni mala diócesis sino todo lo contrario. Pero, claro, si uno a lo mejor no ha de buscar, para que no se diga que se es egoísta o egocéntrico, la mejora personal que pudiera parecer traída por el orgullo, no es menos cierto que habrá quien lo crea útil para cargos eclesiales de mayor calado pastoral. Y eso será cuando Dios quiera que sea pero, seguro estoy de eso, que será.

Pero… en fin, tenía que haber su pero porque no todo van a ser rosas ni flores bonitas y de buen olor.

Tengo que decir que el Arzobispo de Oviedo ha demostrado ser un santo varón y una buena persona con paciencia abundante pero también ha demostrado que en materia de política es, digamos, demasiado inocente.

Pues no va el buen hombre y dice que está “enormemente sorprendido al comprobar como después de casi un año y medio de gobierno conservador aún no se han puesto en marcha los trámites necesarios para modificar la Ley del Aborto”. Y se refiere, claro, al Ejecutivo (porque permite que se ejecute la sentencia de muerte legal y legalizada contra muchos miles de nasciturus) de Mariano Rajoy, abortator, el hombre de las tenazas o, también, disimulator, el mira-para-otro-lado.

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