InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Diciembre 2012, 08

8.12.12

Siempre, desde siempre, Inmaculada

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Seguramente es difícil decir sí a Dios si eso supone decir no a la comodidad que supone no creer en Él.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Inmaculada Concepción

Madre castísima,
Madre inviolada,
Madre y virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable…

En las Letanías dedicadas a la Virgen María decimos, entre otras verdades, que la Madre de Dios es Inmaculada. Lo decimos en la seguridad de que es cierto porque antes de que se estableciera como dogma por parte de la Iglesia católica (Bula Ineffabilis Deus del Papa Pío IX) el pueblo cristiano era consciente de que esto era y sólo podía haber sido así.

La Santísima Virgen sólo pudo haber sido concebida sin mancha alguna. Y no podemos defender otra cosa.

Es conocido que aquellos que se apartaron de la Iglesia católica y pretendieron reformarla, desde aquel no tan lejano siglo XVI, tienen de María un sentido distinto y no la consideran Inmaculada. No les parece que cuando el Ángel, en la Anunciación, la llama “llena de gracia” (Lc 1, 28) quiera decir que la gracia ha de alcanzar hasta su misma concepción.

Para aquellas personas que somos fieles de la Iglesia católica, heredera directa del mandato de Cristo a Pedro de llevar, por el mundo, su Iglesia, que María sea Inmaculada y así se la considere, es algo que, a lo largo del tiempo, ha venido sosteniendo la Esposa de Cristo. Y lo ha sostenido porque, ciertamente, hay una verdad grande en tal verdad.

Así, por ejemplo, en los mismos textos sagrados que tenemos por buenos y benéficos para nuestro espíritu se deduce, con cierta perspicacia, la especial concepción de María. Dice, por ejemplo, en Génesis (3, 15) donde se establece una enemistad perpetua entre el Mal y el Bien, siendo el primero la serpiente y el segundo, la mujer (aquí María, nueva Eva como se deduce de 1 Cor 15, 22 cuando escribe San PabloPues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo” al desatar el nudo causado por la primera Eva) que dará a luz un hijo que aplastará la cabeza de la instigadora de que el mal entrara en el mundo. Promesa, pues, de salvación desde muy pronto en las Sagradas Escrituras.

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