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17.09.11

En los altares - San Pancracio

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San Pancracio

En Asia Menor, en concreto en Frigia, nació Pancracio. Sus padres eran nobles pero no cristianos y, en concreto, su padre de nombre Cleonio, era conocido del emperador Diocleciano.

Quedó huérfano de padre a los siete años y marchó a vivir con Dionisio, hermano de su padre y, por tanto, tío suyo. El ejemplo de vida de su pariente fue modélico para el joven y, juntos, se trasladaron a Roma cuando Pancracio tenía 10 años de edad.

Como los caminos por los que el Señor nos llama son desconocidos por nosotros y por cualquiera nos puede llegar la evangelización y el conocimiento del Reino de Dios y de su salvación, fue un criado cristiano de Pancracio y Dionisia el que les llevó la Palabra del Creador y les acercó a su Sabiduría.

Se convirtieron y el servidor ayudó a que ellos vinieran a ser, también, servidores del prójimo y pasaran a formar parte del pueblo mártir cristiano que, en aquellos tiempos, sufría la nueva persecución de la pagana Roma con su emperador a la cabeza.

Los efectos del bautismo fueron inmediatos: se desprendieron de muchos de sus bienes y los entregaron a los más necesitados.

Además, aquel criado que les ayudó a descubrir a Dios los puso en contacto con el Santo Padre.

Pero el Mal escucha a mucha distancia y no tardó Diocleciano en tener conocimiento de la conversión de Pancracio y Dionisio y ni corto ni perezoso (para lo malo) hizo llamar a Pancracio cuyo padre, según hemos dicho arriba, era conocido del emperador y extrañar, a lo mejor, que de un padre pagano pudiese salir alguien cristiano.

Es de suponer que Diocleciano quisiera que renegase Pancracio de su fe y que le ofreciese bienes mundanos y otras dádivas para que tal cosa hiciese. Contaba, a lo mejor, con el hecho de que en su vida el joven, de 14 o 15 años entonces, no había sido siempre cristiano y que el poco tiempo que llevaba de serlo podía hacerle pensar otra cosa distinta a la decisión que había tomado. Ignoraba el emperador que la Fe, cuando arraiga en el corazón de un hijo de Dios que busca al Padre, es difícil de erradicar… ni siquiera, menos si el arraigo ha sido profundo, por la fuerza.

Pancracio resistió las acometidas de tan gran perseguidor de los discípulos de Cristo y se negó a renunciar a su fe. El resultado de tal negativa es el conocido y no fue otro que la sentencia de muerte decretada por Diocleciano.

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