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18.07.09

La Palabra del Domingo - 19 de julio de 2009 - Como ovejas sin pastor

biblia


Mc 6,30-34. Andaban como ovejas sin pastor.

30 Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
31 El, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer.
32 Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
33 Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.
34 Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

COMENTARIO

Reconocer a nuestro Buen Pastor

1.-Como Jesús los había enviado a predicar y a comunicar la Buena Noticia al resto de sus contemporáneos, aquellos enviados tenían, por decirlo así, que rendir cuentas al Maestro. Y así lo hacen.

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Opus Dei: "'Camino': el camino de la Fe"

NOTA PREVIA

Como administrador del Blog “Mera Defensa de la Fe” comunico a las personas que tengan algún interés en comentar alguno de mis artículos que, en lo sucesivo, no se admitirá ninguno que pueda llevar, implícita o explícitamente, blasfemia o insulto grave contra la Iglesia católica. Cualquier comentario que incurra en tan grave acto será borrado de inmediato. Construir, aunque sea con la crítica, es una cosa… destruir es algo muy distinto y que no puede admitirse.

El artículo de hoy es el siguiente:

Opus Dei: “‘Camino’: el camino de la Fe”

Serie “El Camino de la Fe”

San Josemaría

El Camino de la Fe - 5
A pleno corazón

El corazón, a un lado. Primero, el deber-
Pero, al cumplir el deber,
pon en ese cumplimiento el corazón: que es suavidad
”.
Camino, Capítulo 5, punto 162.
San Josemaría

El corazón, como sabemos, no es sólo órgano que bombea sangre al resto del cuerpo sino, en una interpretación espiritual, el espacio donde habita el Espíritu (“¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, que tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1) y, yendo más allá, la forma más natural de diferenciar entre lo que nos conviene como hijos de Dios y lo que no es, sino, una visión luminoso, pero falso, del mundo.

San Josemaría distingue, con perfección serena, entre lo que es aceptar nuestra naturaleza (y la filiación divina que se deriva de ello) y dejarse dominar por la mundanidad.

Entre lo que es la aceptación de nuestra naturaleza como hijos de Dios y la mundanidad, lo mundano (que tantas veces nos aleja de Dios-Padre) existe, como dice S. Josemaría “un hilillo sutil” (2). Si lo rompemos accedemos al camino que “te hace tropezar y aún caer” (3).

Entre una realidad y la otra, nos dice el autor, “!Qué patentes los obstáculos¡…”(4) pues son evidentes aquellos que nos permiten evadirnos de las ataduras del mundo.

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