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14.09.08

La Palabra del Domingo - 14 de septiembre de 2008

biblia

Jn 3:13-17

13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, 15 para que todo el que crea tenga por él vida eterna. 16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El texto del Evangelio de Juan corresponde a una conversación que mantiene Jesús con Nicodemo que, en su totalidad, es la siguiente y que conviene tener presente para no perder, digamos, el hilo de la conversación y tenerlo, todo, como dicho por el Jesucristo:

8 El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.”
9 Respondió Nicodemo: “¿Cómo puede ser eso?”

10 Jesús le respondió: “Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? 11 “En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. 12 Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? 13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, 15 para que todo el que crea tenga por él vida eterna.16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.

19 Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
20 Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras.21 Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.

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Juan Pablo II Magno - Laicos

Magp

Es más que reconocido que desde que se celebrara el Concilio Vaticano II, el papel que el laico ha desempeñado en el seno de la Iglesia católica ha sido creciente, importante y destacado.

Por eso, era de esperar que Juan Pablo II Magno dedicara, por decirlo así, un documento importante a las personas que, de forma interesada (en la evangelización y la transmisión de la Palabra de Dios) dedican su tiempo y vida a quien, en verdad, aman y sienten: la Iglesia.

El día 30 de diciembre de 1988 (ahora, pues, se van a cumplir 20 años de tal fecha) Juan Pablo II Magno, en el undécimo año de su pontificado, dio luz a la Exhortación Apostólica Post-Sinodal “Christifideles Laici” (CL desde ahora) relativa, por cierto, a la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo.

Por tanto, bien sabía el Papa polaco que el papel que tenía que desempeñar el laico lo tenía que llevar a cabo tanto en el mismo seno de la Iglesia como en el mundo donde, por amar al prójimo, se encuentra presente la misma.

El número 64 de tal Exhortación viene a fijar, por decirlo así, la importancia del laico: “Es particularmente importante que todos los cristianos sean conscientes de la extraordinaria dignidad que les ha sido otorgada mediante el santo Bautismo”.

Por tanto, es importante reconocer en tal Sacramento de iniciación cristiana un punto importante de inflexión de nuestra vida: somos cristianos, por lo tanto, no podemos olvidar tal dignidad.

Pero continúa diciendo, en el mismo número citado arriba, que “Por gracia estamos llamados a ser hijos amados del Padre, miembros incorporados a Jesucristo y a su Iglesia, templos vivos y santos del Espíritu”.

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