Beato Manuel Lozano Garrido - “Lolo, libro a libro”- Amar el sufrimiento (I)

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”

 

Amar el sufrimiento (I)

 

El capítulo XXVI de “El sillón de ruedas” lo dedica Lolo a un tema muy tratado por nuestro Beato: el sufrimiento. Y tal es así que lo titula “Amar el sufrimiento”.

Nosotros, por eso mismo, vamos a dedicar las semanas que Dios nos dé a entender al mismo por creer que tiene una importancia más que destacada.

Empecemos, por tanto.

 

“Señor:

¿Recuerdas a Sebastián, el retrasado que gangueaba el ‘Ave María’ aquella noche?

Sus dedos torpes, deformes, alucinantes -como estos míos que vela la lente de la costumbre- los he tenido ahora sobre los labios, cosiéndome la plegaria.

Día por día, con sol y con niebla o  bajo la lluvia opresiva de otoño, he anticipado en el umbral de cada mañana una palma mendicante, tendida a Ti como destinatario.

Me repugna poner cifras junto a esta espontaneidad cordial de la oración, pero Tú solo sabes cuántas veces se ha repetido esta pirotecnia de los cielos y yo estaba siempre con la misma frase y la misma voz gastada del ciego en las esquinas o el mutilado tras el platillo o el pañuelo suplicante” (El sillón de ruedas, p. 310)

 

Para quienes lean esto y no tengan conocimiento de quién es el “Sebastián” al que se refiere el Beato Manuel Lozano Garrido, digamos que fue un compañero de viaje a Lourdes.

En efecto, el número de mayo de 1958 de la revista “Cruzada”, a la sazón, órgano de los jóvenes de acción católica de Linares (Lugar de nacimiento y muerte de Lolo) llevaba un reportaje de título “Aquí Lourdes: la fe, la caridad y la esperanza tienen su capital: Lourdes” firmado, cómo no, por Manuel Lozano Garrido porque el mismo había hecho un viaje junto a su hermana Lucy en calidad de enfermera.

Pues bien, en un momento determinado, nos dice Lolo esto:

“Una voz inició el Avemaría y todos le secundamos. El coro armonizaba con la fuerza de la esperanza. Sólo una voz desentonaba: Sebastián, el retrasado que balbucía torpemente su plegaria. Era un recitar monocorde, babeante, que debía conducir a la risa y que, en cambio, acongojaba sin regateos.”

Pues bien, el Sebastián al que se refiere, y que refiere al Señor, Lolo, seguros estamos que es el mismo.

Resulta de todo punto impresionante que Lolo se ponga, en el nivel del sufrimiento, al mismo nivel que el propio de Sebastián. Y es que nuestro hermano en la fe católica equipara los dedos del primero, con los suyos, así, deformes o, digamos, que inútiles para muchas tareas. Sabía, más que bien, Lolo (después de unos años de enfermedad progresiva) que el sufrimiento era su compañero de sillón o de cama y que bien podía decir que lo referido a Sebastián le era aplicable a él mismo.

En realidad, cuando algo se cose es porque no se quiere que se desprenda de allí donde se ha cosido. Y eso es lo que hace Lolo con el recuerdo de Sebastián que sí, tendrá dedos torpes y deformes pero esos mismos dedos torpes y deformes han hecho de hilo conductor para con Dios y a través de una oración que ha quedado, así, cosida en el corazón de quien ora, en este caso, Lolo, sufridor y sufriente hijo de Dios.

Como bien nos dice Lolo nunca ha dejado de dirigirse a Dios, de forma perseverante porque, como buen hijo que es del Creador y Todopoderoso, sabe que siempre escucha el Padre a quien con amor y humildad se dirige a Su corazón.

Pide como aquel que, por Dios, pide a Dios por él mismo y por sus semejantes y que, a fuerza de ser escuchado por El Señor, obtiene frutos espirituales sin cuento y sin límite.

Manuel Lozano Garrido sabe muy bien que Dios ha sido con él pródigo en gracias y dones. Por eso nos dice eso de que en el cielo, repetidamente, una “pirotecnia” que no puede ser otra cosa que ruidosa manifestación de comprensión por parte del Padre hacia su hijo y siervo Manuel.

Ciertamente, Lolo, en su humildad, no quiere dirigirse a Dios como si le presentase una relación de oraciones hechas y salidas de su corazón o un, a modo, de informe espiritual que tuviese que ser recibido por el Todopoderoso como quien remite uno que lo sea mundano a su jefe. No. Lolo sabe que, muy a pesar de la manifestación de Amor de parte de Dios hacia él (que debía reconocer como real y efectiva) siempre se tenía como alguien monótono, que pide siempre de la misma forma o como aquel que, al fin y al cabo, pide, casi, “profesionalmente” (si se nos entiende esto que queremos decir).

Sin embargo, nosotros sabemos que al Padre no podía parecerle la plegaria de Lolo nada de eso sino, al contrario, una fuente de gozo espiritual que llegaba, precisamente, hasta la eternidad donde el Dios del Cielo tiene su morada.

Ama, pues, Lolo, el sufrimiento porque se sabe escuchado por Dios. Y no, a lo mejor, especialmente escuchado sino, eso, simplemente escuchado como quien hace lo propio con alguien que sabe que lo quiere.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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