La Palabra del Domingo - 29 de septiembre de 2019

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Lc 16, 19-31

 

“19 ‘Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. 20 Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, 21 deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. 22 Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue  sepultado. 23 ‘Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24 Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo  y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.’ 25 Pero Abraham le dijo: ‘"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. 26 Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros.’ 27 ‘Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento.’ 29 Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.’ 30 El dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.’ 31      Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite.’”

 

 

COMENTARIO

 

Lázaro y Epulón como ejemplo

  

Este texto evangélico que escribió el médico San Lucas es muy conocido. En realidad, como suele suceder, ha sido leído muchas veces en la Santa Misa, ha sido escuchado otras tantas veces por aquellos hermanos en la fe que han acudido a ellas y, como es de esperar, muchas otras veces será leído y escuchado. Lo que puede pasar es que, a lo mejor, no es entendido del todo. 

Aquí hay algo muy sencillo: hay un hombre rico y hay un hombre pobre, muy pobre. Y la Santa Biblia, como para dejar las cosas claras (y teniendo en cuenta la importancia que el pueblo judío da al nombre) al hombre rico ni siquiera le pone nombre. Y, teniendo en cuenta que es Cristo mismo quien da constancia de tal texto… podemos imaginar lo que quería decir con eso. 

De todas formas, como el hombre quiere manejar datos palpables, se le ha dado el nombre de Epulón a tal rico porque el significado de tal palabra tiene que ver con el hombre que come mucho o disfruta comiendo y Cristo dice que era uno que todos los días daba espléndidas fiestas donde se hartaba de comer… 

Pues bien, los paralelismos entre Epulón y Lázaro y nosotros mismos saltan a la vista. No obstante, Cristo no habla por hablar sino que hay que sacarle toda la punta que se pueda a sus palabras porque son santas, porque son Palabra de Dios. 

En el mundo siempre ha habido Lázaros y Epulones. Es decir, la riqueza y la pobreza han existido siempre y, seguramente, seguirá existiendo. Hasta ahí nada que objetar porque, como se diría popularmente, es lo que hay. Es más, Jesús ya dijo que a los pobres siempre los tendríamos con nosotros. Y, para que haya pobres… tiene que haber ricos. 

Bueno. Nosotros, que podemos ser de los unos o de los otros podemos situarnos, porque ya sabemos qué pasó entonces, en un lugar privilegiado (de cara al corazón de Dios). Es decir, que como esto lo hemos leído muchas veces y escuchado otras muchas veces no podemos llegar a ser tan de corazón duro como para no darnos cuenta de lo que quiere decir el Hijo de Dios: hay ricos (o, simplemente, más pudientes que otros más pobres; no sólo muy ricos sino, por decirlo pronto, de un nivel medio pero frente a los más necesitados) y hay pobres. Si somos de los primeros… ¿qué haremos? 

El ejemplo lo tenemos más que puesto en primer lugar: Epulón fue al Infierno (sin medias tintas) mientras que Lázaro fue al Cielo. Pero ¿fue al Cielo sólo por ser pobre? No. Fue al Cielo porque supo soportar su pobreza y ponerse en manos de Dios. Y, por otra parte, ¿Epulón fue al Infierno por ser rico? No. Fue al Infierno por no saber ser rico y no favorecer con su riqueza a quien estaba ¡en el portal de su casa! 

Pero eso podemos aplicárnoslo cada uno de nosotros. Si bien no tengamos tantos bienes como tenía Epulón, seguramente estaremos en una situación (de ser el caso, claro está; de eso se trata) mejor que otros muchos que, sabemos, están mucho peor que nosotros. Entonces… podemos hacer como hizo Epulón o hacer algo muy distinto: echar una mano, ver en el pobre a Cristo o, en fin, hacer como que creemos en lo que creemos. 

El caso es que Jesús hasta nos avisa de algo terrible: ni siquiera aunque un muerto resucite se convencerán muchos de lo que, en verdad, les conviene: aplicar la ley del amor y de la misericordia. Y es que Cristo resucitó y aún hay quien no cree ni en el uno ni el otro.

Y así estamos: ciegos y más que torpes para con nuestra vida eterna; Epulones las más de las veces; Lázaros sólo en teoría.

 

PRECES 

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que abusan de sus egoísmos.

 

Roguemos al Señor.

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que se empeñan en no escuchar a Dios.

 

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

 

Padre Dios; ayúdanos a escucharte.

 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto. 

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

 

Eleuterio Fernández Guzmán 

   

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos. 

Panecillo de hoy: 

Palabra de Dios; la Palabra.

 

Para leer Fe y Obras.

 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.  

1 comentario

  
José Luis (OFS)
Una reflexión sobre estos versículos:
Lc 16,
29 Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.’ 30 El dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.’ 31 Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite.’”

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Tienen a Moisés y a los profetas, que los oigan.
Nosotros como bautizados también los tenemos, pero especialmente todas las enseñanzas de la Sagrada Biblia; las enseñanzas de Jesús, de los Apóstoles y de la Santa Madre Iglesia Católica. Cuando ponemos atención a todo esto, meditando frecuentemente la Palabra de Dios, salimos ganando, de la oscuridad de nuestra ignorancia, entramos en el conocimiento de Dios. Oír, leer, meditar pero acompañado de la oración perseverante y los sacramentos.

Cuando un cristiano comienza a estudiar la Palabra de Dios, está en camino de una conversión sincera. Porque nadie puede convertirse si no es con ayuda de la lectio divina. Siempre guiado por la Iglesia, ya que el Espíritu Santo sabe como educar y guiar a la Iglesia de Dios, sin el más mínimo error.

También nosotros, como he referido, tenemos a Moisés, conocemos los mandamientos de Dios, y que importante poner en práctica. Los mandamientos divinos son suaves, no son incómodos, nos da plena libertad, nos da vida. Los santos profetas del Antiguo y Nuevo Testamento, porque Jesús también es Profeta de los profetas, y sus palabras siempre se cumplen. Las palabras de Jesús son palabras de vida eterna y nos prepara para la Vida eterna.

En el versículo 31, si no oyen a Moisés, a los profetas. Si no oímos a Jesucristo ni a la Iglesia Católica, hemos venido y trabajado en vano en este mundo, algo seco, que se ata, como el leño seco, para luego echarlo al fuego para que arda.
Debemos permanecer muy atento. Pues meditar la Palabra de Dios, no murmurar contra la Iglesia Católica nos ayuda a vivir en Gracia de Dios y no cometemos pecados graves.

Ayudar a los pobres, siempre en atención a Cristo. Pero la mejor ayuda es confortarles tambien que vayan conociendo el mensaje del Señor, para que ellos alimenten su espíritu, alimenten su fe si son cristianos. Los pobres también tienen derechos a conocer al Señor, no callarnos, no silenciar a Jesús, "te doy esta limosna", pero la limosna, debe seguir con la esperanza del Señor. No debe separarse. Es lo que pienso. La limosna solo puede ayudar al cuerpo, pero también los pobres tienen un alma a lo que deben salvar. Y desde Cáritas, también puede ofrecer lo más valioso a los pobres que es la fe en Jesús y la vida de Gracia.
29/09/19 11:43 AM

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