J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – Cuando la pérdida es ganancia

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“Así debe ser!, ¡así debe ocurrir!, cuando las cosas importantes, las cosas realmente importantes, están en peligro, alguien debe perderlas, alguien debe sacrificarse para que sus seres queridos, sus amigos y su pueblo las conserven”.

Rodrigo Álvarez Zenteno, “Dos respuestas al final del camino”

en “Tolkien: raíces y legado”.

 

No hay duda alguna, lo dijo nuestro profesor, que él había tomado conciencia de que había escrito una obra católica cuando revisó El Señor de los Anillos. En un principio, no había tenido tal intención pero, como era de esperar en un hombre de fe profunda y arraigada en su corazón, le salió lo que debía salir…

Hay muchos temas que podríamos traer aquí sobre la influencia de su catolicismo en una obra tan extensa (felizmente extensa, podemos decir) como es El Señor de los Anillos. Pero hay uno que muestra el fin mismo de la vida de quien sabe que debe sacrificarse por los demás hasta, si es necesario, dar su vida por todos. Y es, exactamente, lo que hizo Jesucristo. Y el profesor de Oxford nos muestra tal posibilidad en más de una ocasión, con más de un personaje y muestra y demuestra que sí, que eso es posible y que, a veces, es la única salida ante una determinada situación.

El título de este artículo, el que dedicamos al mundo de Tolkien, tiene todo ver con lo que supone, en efecto, darse para el prójimo que es, y al cabo, una característica típica de quien no piensa, en exclusiva, en sí mismo sino que tiene en cuenta las necesidades ajenas. Es bien cierto que a eso se le suele llamar solidaridad en grado sumo pero nosotros preferimos otro término, caridad, que encierra algo más que entregarse por una causa porque supone tener un sentido último para hacer eso. Y es en esto hay algo más que simple altruismo…

Bueno. El caso es que, según decimos, en la obra de J.R.R. Tolkien abundan estos casos y a ellos nos referimos ahora. O si no a los personajes en sí a las situaciones en las que ha predominado el olvido de sí.

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Cuando Frodo se despide de Sam en los Puertos Grises no es poco lo que se dicen. El segundo, incrédulo ante la situación que le presenta al ver como su amo (así lo llama aunque nosotros sabemos que ahí hay algo mucho más profundo que una relación simplemente laboral) no está seguro de las razones por las que Frodo, hijo de Drogo, se va a marchar, vía mar, con aquel barco de los Elfos.

Frodo, como no puede ser de otra forma, ha de explicar a Sam las razones de todo aquello. Y es que él ha luchado por La Comarca. Sí, lo ha hecho y, sobre todo, lo hizo desde que comprendió que de salir vencedor el Mal de aquella Guerra del Anillo es bien cierto que su amada y querida tierra personal y familiar acabaría bajo la bota de Morgoth y acabaría siendo una tierra baldía, un lugar donde la Sombra acamparía por sus respetos.

Aquello le hace creer a Frodo que, si es preciso, ha de dar su vida por aquella tierra donde había pasado toda su anterior vida él mismo y todos sus antepasados. Y sí, nos viene a decir que en los momentos en los que todo puede perderse… a lo mejor es mejor que alguien lo pierda todo para que otros lo ganen todo. Y eso es lo que hace nuestro Hobbit: dar, entre comillas, su vida, para que otros puedan gozar de ella.

La entrega absoluta que hace Frodo de su propia existencia es tan grande que ya nunca volverá a La Comarca sino que partirá para siempre hacia aquel destino, por otra parte, tan anhelado por tantos como son las Tierras Imperecederas que, por muchos siglos que hay pasado desde que fueran subcreadas no es poco cierto que siguen siendo el destino más querido por todos en la Tierra Media.

¡Y qué decir de Gandalf!

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Este Maiar sabe que en un momento determinado en el que está luchando contra el Balrog en Moria es más que posible que aquello le acarree la muerte. Y es que sabe del poder de aquel monstruo del mundo antiguo. Y, sin embargo, se enfrenta al mismo y, entonces, con aquel “¡Huid, insensatos!” que les espeta a sus asombrados compañeros que ven aquella terrible escena, lanza aquel último grito antes de caer al vacío. Y, aquello, aunque sepamos que luego volvería como “Gandalf el Blanco” no es poco cierto que aquella lucha era un claro ejemplo de dar su vida para que otros la salvaran. Y sólo el discurrir de la obra haría salir de nuevo, con vida, a nuestro mago antes gris.

También podríamos hablar de Boromir, de la raza de los hombres. Y es que aquel que quiso el anillo e intentó quitárselo a Frodo, dio su vida con honor para defender a los más insignificantes (no por poco importantes, claro está), pero valerosos, de los que formaban aquella Compañía: Pippin y Merry. Y da su vida para que aquellos dos pequeños amigos salven la suya. Y la salvan, como sabemos.

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Todo aquí, como podemos ver, es entrega puramente voluntaria en bien del prójimo pues nadie impele, obligando, a quien dar su vida por demás sino que son ellos mismos los que, a imagen de Jesucristo, dan la suya para que el prójimo la conserve o, como en muchos de estos casos, conserven su forma de vida, su tan amada forma de vida.

Es bien cierto que no siempre hay quien quiera hacer eso, dar su vida por los demás, pero no es poco cierto que, como ha querido nuestro profesor de Oxford, estaba dispuesto a que en su obra sí hubiera quien supiera que era más importante la vida ajena que la suya propia y que debía hacer todo lo posible, o imposible incluso, para que eso pudiera llevarse a cabo.

Aquí, sin duda, siempre prevalece la esperanza y la esperanza es el quicio sobre el que hacer que algo termine bien y no se enrede en las aguas o tinieblas del Mal. Todo a cambio de uno mismo… para que ganen otros. Todo, pues, aquí, es pura y exacta ganancia.

 

  

   

 

Eleuterio Fernández GuzmánErkenbrand de Edhellond  

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy: 

Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos. 

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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