Serie “Un selfie con la Virgen María - 4- ¿Cómo nos presentamos al selfie?

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 Un selfie con la Virgen María                         Un selfie con la Virgen María

No podemos negar que muchas veces nos sorprenden los inventos que el hombre, con la ayuda inestimable de los dones de Dios, es capaz de llevar a cabo. Por eso estamos donde estamos en este siglo XXI y no nos hemos quedado quietos en aquellos primeros momentos de nuestra creación. Podemos decir, y no nos equivocaremos, que el Padre nos dio un corazón, además de limpio (aunque luego pasó lo que pasó) muy proclive a hacer rendir las neuronas. 

Haciendo de esto algo de humor negro, hasta el pobre Caín hizo algo impensable con una quijada de animal. Le dio uno uso que, con toda seguridad, no era el que tenía destinado a tener. Y es que el hombre, hasta en esto, es capaz de hacer algo nuevo con lo viejo. 

Esto, de todas formas, lo dejamos escondido (esto sí), bien escondido, debajo de algún celemín para que se vea lo mínimo posible y no dar malas ideas a nadie… 

En fin. El caso es que, como decimos, somos capaces de inventar lo inimaginable. Hasta hay quien dice que algunos tratan de descubrir la inmortalidad. Y es que esto ha sido, desde que el hombre es hombre, el sueño inalcanzable de todo aquel que no sabe dónde tiene su límite y, sobre todo, el de quien ignora, al parecer, que el único que es eterno de toda eternidad es Dios quien, no por casualidad, nos ha creado a cada uno de nosotros con el concurso de nuestros asustados padres terrenos. 

De todas formas, todo lo que, al ser inventado, sirva para el bien de la humanidad ha de tener en refrendo, la aprobación, de todo aquel que se sabe hijo de Dios y quiere, como es lógico, que las cosas vayan mejor si es que eso supone que vayan por el camino trazado por Dios para su descendencia humana. Y es que hay quien, inventando, no hace más que equivocar parte de la senda y se sale de ella con algún que otro mal pretexto de egoísmo personal. Pero a tales personas no va dirigido esto, aunque, bien pensado, a lo mejor podrían cambiar el rumbo y volverse a situar en el camino de ladrillos como si se tratase del mítico Mago de Oz sabiendo, eso sí, que su destino es mucho mejor que la de aquel grupo escaso de amigos bien extraños. 

Cuando en la famosa zarzuela se dice aquella famosa frase de “es que las ciencias avanzan que es una barbaridad” no nos sorprende nada que quisiesen referirse a inventos puramente humanos. Y es que aquellos, en aquellos antiguos tiempos, aún tenían mucho que conocer y cada apertura del conocimiento era como abrir una ventana hacia un futuro que, cada día, se presentaba más sorprendente. Sin embargo, nosotros no nos referimos a eso sino a otro tipo de inventos que tienen todo de espiritual aunque pudiera parecer que no hacemos, sino, uso de algo que está echando su cuarto a espadas en cuanto acercamiento entre personas o, simplemente, acontecimientos en los que queremos estar presentes de una forma tan directa que pareciera que no queremos perdernos ninguno de ellos. 

Nos referimos, claro está, a la utilización de la técnica fotográfica para dejar constancia de nosotros mismos en tal o cual situación. Y sí, nos referimos al palabro inglés que, de uno mismo, un en sí mismo, hace una realidad presente: el selfie. 

Alguien puede decir que estamos algo equivocados porque ¿qué tiene que ver con la fe cristiana, aquí católica, esto de tal tipo de imágenes? 

Sin embargo, no queriendo contrariar tal pensamiento, podemos decir que podemos hacer uso de tal avance de la técnica para hacernos, eso, un selfie, pero con alguien muy especial para nosotros. Y es que si hay alguien que no esté de acuerdo en hacerse uno con la Madre de Dios, digamos, en directo, que levante la mano y lo diga. Y no decimos que tire la primera piedra porque siempre puede haber quien tenga afición a echar, sobre los demás, sus culpas propias… 

Todo lo dicho hasta ahora, ahí arriba, es para animarnos a usar tal técnica pero aplicándola a una hipotética sesión fotográfica que, de improviso, nos pudiera surgir. Y no queremos referirnos a ningún tipo de aparición de la Virgen María (la Madre sabe qué hacer a tal respecto) sino a una imaginaria situación que se nos pudiese presentar sin nosotros haberlo esperado. 

De todas formas, no podemos negar que nuestra Madre del Cielo estaría más que dispuesta a tal tipo de situación pues ¿qué mejor para Ella que siempre nos quiere cerca que tenernos a tan escasa distancia del alma? 

Por cierto, si un selfie, ordinariamente, se hace, digamos, de improviso, casi sin pensarlo (como decimos arriba), aquí vamos a hacer uno que, en esto, es totalmente innovador: vamos a pensar más que bien qué supone el mismo, cómo nos presentamos nosotros ante la cámara del alma y cómo, por fin, se presenta la Virgen María con su Niño en brazos. Y es que en esto, también Ella nos permite hacer cosas distintas…

4 - ¿Cómo nos presentamos al selfie?

 

Seguramente, nadie que pueda leer esto se presenta a una sesión fotográfica de cualquier forma sino que lo hace lo mejor que puede. Es decir, como es lo natural querer aparecer de forma adecuada. Lo mejor es que acudamos, entonces, de forma adecuada y presentable. 

Sin embargo, cualquiera podría argumentar que en el selfie las cosas no son así. Y queremos decir, que suele ser un “aquí te pillo, aquí te mato” y que, por lo general, no se prepara una toma de imágenes de tal jaez. 

El caso es que este selfie es muy especial. Tan especial es que estamos preparando lo mejor posible el mismo. Por eso hemos visto cómo acude la Virgen María y, también, que la misma se muestra muy cercana a nosotros, sus hijos. Y que eso, además, es más que bueno para este tipo de técnica fotográfica. 

Pero es que, por si eso no fuera ya suficiente, hemos comprobado que existen unas causas más que fundadas que nos hacen anhelar aparecer junto a la Madre de Dios. 

En realidad, con esto queremos decir que el selfie, este en concreto, no es nada repentino sino que, al contrario, lo estamos viendo poco a poco, como quien ve venir una ocasión para fotografiarse pero la ve venir de lejos… 

Y en eso estamos cuando llegamos a algo que es esencial. Y es que nuestro selfie tiene mucho de espiritual y, como es de esperar, una cosa no es lo mismo que otra cosa o, para que se nos entienda, que no vamos a aparecer junto a la Virgen María de cualquiera forma. 

Decimos arriba, más bien preguntamos, si llevamos el alma limpia para fotografiarnos con aquella joven judía que quiso ser nuestra Madre del Cielo. Y decimos joven porque, como luego veremos, su hijo quiere aparecer con nosotros y es más que joven… Vamos, que es un niño, el Niño Jesús. Y no podemos permitir que Dios, al que también contemplaremos más tarde, vea que las cosas no son como deben ser. 

Lo que queremos decir con todo esto es si nos presentamos con corazón limpio. Y en esto, estamos de acuerdo con que así seremos si:

 

1. Somos misericordiosos con los hermanos.  

2. Actuamos sin maldad.  

3. Nos acercamos a María con verdad.  

4. No tenemos hipocresía en el corazón.  

5. Decimos sí cuando es sí y no cuando es no.

  

A esto podríamos añadir más pero, básicamente, presentarnos ante María para posar junto a nuestra Madre requiere, como mínimo, eso. 

Justamente hablamos de corazón limpio porque, independientemente del sentido básico de tal palabra (órgano del cuerpo humano) tiene un claro sentido espiritual que es donde hacemos radicar la intimidad del ser humano, allí de donde nacen, como diría Jesucristo, “las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias.” (Mt 15, 19) Y no podemos decir que sea poco importante que pueda estar corrompido por las muchas caídas en las que solemos incidir a lo largo de nuestra vida. Y es que eso haría decir a Jeremías (17, 9) que “El corazón es lo más retorcido; no tiene arreglo: ¿quién lo conoce?” a sabiendas de que sólo lo conoce Dios, que lo ha creado y mantiene.

Pero ahora, ahora mismo, debemos estar y permanecer limpios de corazón pues, de otra forma, el selfie iba a salir difuminado porque ¿al lado de la Virgen María puede haber quien no brille por tener su corazón en condiciones?

Vayamos, de todas formas, a lo concreto.

Nosotros podemos limpiar el corazón con este Salmo. Es el 51 (1-19) y muestra el conocimiento que tenía el salmista sobre el ser del hombre y sobre su corazón. Y como es inspiración divina, nos viene la mar de bien para este nuestro particular caso:

“Cuando el profeta Natán le visitó después que aquél se había unido a Betsabé.

Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame.

Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Por que aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas.

Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre.

Mas tú amas la verdad en lo íntimo del ser, y en lo secreto me enseñas la sabiduría.

Rocíame con el hisopo, y seré limpio, lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Devuélveme el son del gozo y la alegría, exulten los huesos que machacaste tú.

Retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas.

Crea en mí, oh Dios, un puro corazón, un espíritu firme dentro de mí renueva; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu.

Vuélveme la alegría de tu salvación, y en espíritu generoso afiánzame; enseñaré a los rebeldes tus caminos, y los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, Dios, Dios de mi salvación, y aclamará mi lengua tu justicia; abre, Señor, mis labios, y publicará mi boca tu alabanza.

Pues no te agrada el sacrificio, si ofrezco un holocausto no lo aceptas.

El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias.”

Un corazón contrito”. Dios busca en nosotros, sus hijos, no pocas cosas buenas pero goza cuando nuestro corazón se arrepiente del mal causado, del pecado en el que ha caído y ha ensuciado el templo del Espíritu Santo que es. Por eso necesitamos, primero, conocimiento del mal y, luego, contrición por haberlo hecho. Y, entonces, tendremos el corazón limpio para posar junto a la Virgen María pues ya sabemos eso acerca de que los limpios de corazón son bienaventurados y verán a Dios.

Nosotros debemos aparecer ante María, por ejemplo:

-      No habiendo ensuciado la vida del prójimo con dimes y diretes, habladurías, etc., porque luego es difícil limpiar el aceite derramado a forma de eso que decimos.

-      No habiendo juzgado a la manera humana pues eso, juzgar, ya lo hace Dios.

-      Habiendo sanado y reparado el mal hecho.

-      No habiendo sido orgulloso.

-      No habiendo sido egoísta.

-      Siendo alegre.

-      Habiendo pedido perdón por los pecados cometidos.

-      No queriendo recibir recompensa por lo bien hecho al prójimo (“Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial”, en Mt 6,1).

Y todo esto se resume en: habiendo amado. Y resulta curioso que, siendo tan pocas palabras, puedan significar tanto de cara a nuestra presencia espiritual. Es más, que son cruciales lo tenemos por fe y por doctrina bien nuestra.

Abundemos en esto del corazón del ser humano como espacio espiritual donde radica lo mejor y lo peor del mismo y que, como decimos, debemos limpiar todo lo mejor que podamos si es que queremos que nuestra suciedad espiritual no se nos vea. Curiosamente, con no ser física suele ser más evidente que la que se puede disimular con jabón y ropa limpia. Y es que nuestro corazón se refleja en una forma de ser y de hacer que no puede, siempre, disimularse y suele acaecer que, en los momentos que más necesitamos un corazón puro no sea, precisamente, lo que podamos presentar.

El corazón del hombre es fuente de bienes, pero también de males para sí y para los demásLa purificación requiere esfuerzo y entrega a esa causa de limpieza tan querida por Diostan querida que considera bienaventurados a aquellos que lo mantengan limpio, que huyan de las negritudes que afean el proceder del hijo de Dios, porque según dice el Salmo 39 (9) “llevo tu instrucción en mis entrañas” y, con esa instrucción, asentada en el amor hacia Dios (Amarás a tu Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu poder –Primer Mandamiento de la Ley de Dios-) y hacia los demás (y a tu prójimo como a ti mismo) se podrá alcanzar la meta de todo hijo del Creador: ver a Dios. Y en esto, la Virgen María juega un papel más que importante.

Eso es, digamos, la teoría, pero ¿cómo llevar a la práctica esto?

Cristo, en su fundamental labor de llevar a cabo el cumplimiento de la Palabra de Dios, realiza aquello que Ezequiel dijera (36,26) de que iba a darnos un corazón nuevo y que nos revestiría de un nuevo espíritu.

Pero es que, además, ante tanta falsedad existente en el pueblo elegido, hace efectivo ese “os quitaré vuestro corazón de piedra y os daré un corazón de carne” porque la piedra no siente por el otro, ni padece por el hermano, ni puede superar su estado de firmeza obligada, mientras que la carne, sinónimo de vida, acumula riquezas de amor y sabe entender de palabras y acciones, de luchas y de pérdidas. Como dice Orígenes “¡Qué grande es el corazón del hombre¡!Qué anchura y capacidad, con tal que sea puro¡” (Orígenes, Hom. 21 sobre San Lucas).

De todas formas, no podemos negar (según vemos en nosotros mismos y sin necesidad de acudir a otros ejemplos) que el hombre siente apego por el hombre y apego por las cosas que tiene, que desea o que anhela; que somos esencialmente emocionales y que, por esto, es fácil que el corazón caiga y vuelva a caer.  Y eso lo ensucia mucho y puede hacer que presentemos, ante María, una mala cara y un peor seno del Espíritu Santo.

Sin embargo, llevando a cabo una adecuación entre nuestra voluntad y la voluntad de Dios, mediando su Gracia, exigiéndonos cordura en el proceder, permaneciendo fieles en la caridad (ley suprema del Reino de Dios) y sintiendo amor a la verdad (CIC, 2518), esa Verdad que Jesús, hermano nuestro y Dios encarnado, manifestó en su vida ordinaria, en el taller de José, y diaria vivencia con los que eran sus semejantes, podremos ver a Dios cara a cara y ser semejantes a Él (CIC, 2519).

Pero nosotros, decimos, queremos estar junto a la Virgen María de forma que no se nos pueda afear la conducta que hayamos podido llevar a cabo antes de tan gozoso momento. Por eso queremos presentarnos al selfie limpios de corazón y con toda mancha del mismo erradicada (de raíz, pues) de forma que la Virgen María pueda mirarnos a los ojos del alma y decir, de nosotros, que somos dignos hermanos de su hijo.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

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Panecillo de hoy:

Seguro que la Virgen María accede a hacerse con nosotros el selfie. Y es que es Madre, no lo podemos negar, muy consentidora con sus hijos.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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