Serie El Mal, el Diablo, el Infierno - Un necesario Epílogo

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Hay temas espirituales que son más difíciles que otros. Es decir, mientras que hablar, por ejemplo, del Padre Nuestro o del Ave María resulta gozoso y a cualquiera le gusta, hacer lo propio con el Infierno, el Mal o Satanás no es plato de gusto de nadie o de casi nadie.  

Sin embargo, hacer como si no fueran importantes o, simplemente, no existieran tales temas es expresión de grave irresponsabilidad. Y si hablamos de un católico, la cosa pasa de simple irresponsabilidad a clara culpa que ha de causar, debería, grave escándalo. 

En realidad, resulta extremadamente curioso que viendo el mundo en el que nos encontramos (y cada época en el que se encontraba) dudar, siquiera, de la existencia del Mal es síntoma claro de vivir muy aislado de la realidad o, lo que es peor, de querer crearse un mundo donde, como suele decirse con error, “todo el mundo es bueno”. Y es que sabemos que, en efecto, no todo ser humano está tocado por la bondad como es fácil apreciar y comprobar. 

El Mal, al contrario de lo que podía pensarse, existe desde aquel Principio en el que Adán y Eva deambulaban felices y contentos de haberse conocido por las praderas del Paraíso. Entonces tomó forma de serpiente, pero bien podía haberla tomado de otro animal o criatura. 

El caso es que todos sabemos lo que entonces pasó. Y que, desde aquel momento, el pecado (ejemplo puro del mismo Mal) entró en el mundo para no irse ni nunca ni jamás. 

El Mal, por tanto, existe y es bien cierto que en demasiadas ocasiones aceptamos las tentaciones que nos viene de su padre, el Demonio, llamado Satanás, Belcebú y de otras tantas maneras. Y por ser el progenitor del Mal, procura hacer todo el daño que puede porque su intención, la verdadera intención del Ángel caído por egoísmo y falta de amor es hacer todo lo posible para que los hijos de Dios se alejen de su Padre y caigan en las malvadas manos de quien todo lo intenta para hacernos caer en sus tentaciones. 

Todo esto, el Mal y el Demonio, colaboran entre sí porque son verdaderos miembros del club de los alejados del Todopoderoso. Por eso procuran llevar a todos los posibles hacía sí. 

El problema, a tal respecto, radica en que quieren que caigamos en la fosa de la que nunca se sale y de la que tanto escribió el salmista. 

Y esta es la tercera pata de este taburete desde el que no se ve el Cielo sino, al contrario, lo otro; algo sobre lo que elevarse para caer hondo, muy hondo. 

Sabemos que “lo otro” tampoco es tema, hoy día, de predilección en las homilías y, ni siquiera, en muchos libros. Y es que el Infierno, que existe, no gusta a nadie. Bueno, a casi nadie porque siempre hay quien, dejándose llevar por el Demonio y por su hijo el Mal encantado se encuentra de caer en tal estado espiritual o lugar que es el Infierno. 

Seguramente este tema parece el que menos cabe prestar atención. Y esto lo decimos porque a nadie le gusta hablar del Infierno por mucho que el Infierno debería estar en las conversaciones de todos aquellos que se quieran salvar y gozar de la vida eterna. 

En realidad, una cosa es hacer como si esto no tuviera importancia y otra, muy distinta, creer que no tiene importancia. Y, ciertamente, muestra gran ceguera quien pretenda borrar el Infierno con el único expediente personal de hacer como si no existiera para que no exista. 

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El Infierno es un destino bien terrible. Es cierto que se lo busca cada uno o, por decirlo de esa forma, la condena al mismo no la impone Dios porque nos tenga manía sino porque ha habido un olvido muy grande de su Amor y un asentimiento al Mal más absoluto. Vamos, que quien es condenado al Infierno se lo ha ganado a pulso y no ha querido que otra cosa pase. 

El Infierno es, ¡quién lo puede dudar!, algo así como la parte negra de nuestra existencia de hombres. Dios, que nos quiere mucho (nos ha creado y mantiene en el mundo) no desea para nosotros un destino tan terrible como el castigo eterno y que nunca termine. No. Prefiere para nosotros el Cielo, pero sabe que muchas veces lo vamos a rechazar. Pero también sabe que es algo que nosotros aceptamos, al parecer, como algo bueno no siéndolo. 

Vale la pena, más que seguramente, hablar y escribir sobre unos temas que tan olvidados están hoy día. Al menos, que no se diga de nosotros que hicimos como el avestruz (si es que eso hace, pero por si lo hace) que, para no ver el peligro, esconde la cabeza bajo tierra o, lo que es más probable, debajo del ala. Pero, claro, de nada le sirve cuando lo mejor habría sido enfrentarlo o huir. Quedarse como si nada… eso nunca resulta conveniente. 

Un necesario Epílogo

 

A lo largo de las páginas del libro que aquí traído hemos divisado algo que, de tenerloen cuenta, nos hará mucho bien. Y es que percibir el Mal, darse cuenta de que quien lo maneja es un Ángel caído y que nos quiere llevar a su ardiente terreno, sólo puede sernos útil, venirnos muy bien y, al fin y al cabo, ayudarnos a no caer ni en uno ni en manos del otro. 

Verdaderamente, que hoy día no se predique mucho acerca del Mal es un claro síntoma de pérdida de lo que supone la Verdad. Y es que quien no conoce lo que pasa no llegará nunca a darse cuenta de lo que puede perderse. 

Sin embargo, cualquiera puede ver que hay una serie de temas que son poco tenidos en cuenta. Seguramente por miedo (demasiado respeto humano hay en eso y comportamiento políticamente correo) a “asustar” a los fieles católicos. 

Aquí hemos traído los que son, seguramente, más preteridos en documentos y homilías dominicales o diarias. Así, tanto la propia existencia del Mal, de quien lo origina (el Diablo) y el final a que estamos abocados (el Infierno) de no darnos cuenta de eso de lo que no quieren hablarnos, ha sido el objeto de unas páginas en las que hemos pretendido abrir los ojos de aquellos a los que se los tengan cerrados. 

¿Quiere decir eso que hay algún tipo de confabulación para no hablar de estos temas? 

Sobre esto es de creer que eso, así dicho, no ha de ser verdad. Sin embargo, sí que se da una especie de reparo porque, en demasiadas ocasiones, hay quienes creen que pueden preservar de no se sabe qué consecuencias a los fieles. Sin embargo, es bien errado este criterio. 

De hablar del Mal sólo puede  obtenerse gran fruto. No es menor la advertencia que sobre el mismo podemos tener para evitar caer en él. 

De hacer lo mismo con el Diablo, Satanás o, simplemente, el Ángel caído, podremos estar avisados de eso que pueda pasarnos y que tuviera como origen a quien, pudiendo amar a Dios prefirió vivir en rebeldía y en franca oposición al Todopoderoso a sabiendas de que era, y es, Todopoderoso y que nada puede hacer contra Él. Por eso, se dirige a la criatura de Dios hecha a su imagen y semejanza porque es consciente de que contra la misma sí puede hacer mucho… o algo. 

De todas formas, con ser esto importante, no podemos dejar de pensar sobre lo que supone, primero caer en la tentación que el Mal pueda plantearnos y, luego, hacer lo mismo con el Príncipe de este mundo. Y es que es algo que, de bien pensarlo (aunque sea un poco) nos debería caer en la cuenta de que las puertas del Infierno son muy anchas y hay muchas formas de entrar por ellas. Por eso decimos que al Infierno se va porque es nuestro ser, con nuestra actitud voluntaria, el que determina que se nos abra de par en par la entrada al lugar de donde no se sale y donde sólo hay sufrimiento sin gozo alguno y fuego total sin consuelo alguno. 

En realidad, lo apenas dicho en las escasas páginas del libro aquí traído debe hacernos ver lo que es obvio para todo creyente de criterio y de fe arraigada: Dios nunca nos abandonará pero es posible que nosotros prefiramos al Mal al Bien. Y es que quien no quiere ver siempre será ciego. 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Negar el Mal y la existencia del Diablo es el camino seguro para caer en las manos del Maligno. 

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