Serie “Caminando con Jesucristo” - 11. - Conformados a Cristo - Obrar la verdad

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Muchas son las veces que se han hecho comentarios o meditaciones a los Evangelios; muchos los autores, entre ellos santos y otros estudiosos que han dedicado su atención al contenido de determinados momentos de la vida pública de Jesucristo, Dios que, encarnado, vivió entre nosotros. 

Así, quien surgió del Jordán glorioso y aclamado por su Padre para, de forma inmediata, adentrarse en el desierto de las tentaciones del Maligno y surgir liberado de tan nigérrimo yugo dio más que motivos para que, a lo largo de los siglos muchas páginas se hallan escrito sobre aquellos acontecimientos claves para la historia de la humanidad. 

Cristo, aclamado como quien tenía que venir en su entrada gloriosa en Jerusalén en el inicio de su Pasión es el mismo que, años antes, acudiera con sus primeros discípulos a la boda de Caná. Allí su madre, María esposa de José, le conminó a que dejase su anonimato y acudiera en rescate de aquellos sus primeros beneficiados con el hacer de su corazón; allí también se sometió a su autoridad al convertir aquellas tinajas en el vino que, para entonces, ya escaseaba en la celebración nupcial. 

Los primeros pasos de Jesús tuvieron mucho de enseñanza para aquellos discípulos que todo dejaron para seguirle. Si el discípulo amado siguió, a la voz del Bautista, al cordero de Dios, el resto de sus compañeros de viaje espiritual no dudaron en no mirar hacia atrás y dejaron, cada cual según su oficio u ocupación, la tarea que hasta entonces les había hecho ganar la vida para hacer lo propio con la eterna haciéndose pescadores de hombres. 

Hemos procedido como Dios nos ha dado a entender, en el buen sentido de la palabra, en el quehacer misterioso pero real de Jesús, Dios entre nosotros que es lo que, de una forma o de otra, ha marcado la historia sucesiva del hombre y ha cumplido lo que de Él recogía lo que denominamos Antiguo Testamento y que no es más, ni menos, que la manifestación, por escrito, de la inspiración del Espíritu Santo en manos de sus autores y que, por eso mismo de ser anticipación de la venida de Cristo, es Verdad con Él. 

No es menos cierto, por otra parte, que los primeros pasos de Cristo en compañía de sus discípulos, no están exentos de aprendizaje por parte de los mismos. Por eso, en tanto en cuanto no eran capaces de asimilar la doctrina de perfección de la Ley de Dios que había venido a transmitir el Maestro, no cejaron en tratar de llevarse a sus corazones la impresión de que los momentos que estaban viviendo eran algo más que el hecho de acompañar a una persona especial porque, al menos eso sí pudieron comprender, no les quiso engañar al decirles que tenía palabras de vida eterna y que, si prestaban atención, a lo mejor eran capaces de fijar en su alma algunas de ellas. 

A partir de ahora, pues les dejamos con un acercamiento, seguramente personal pero no por eso ajeno a mi prójimo, de lo que Jesús supuso, ya entonces, para los que todo dejaron de lado para seguirlo y se hace la recomendación de sentirse como inmerso en las diversas situaciones a las que se va a hacer referencia para aprehender, de primera mano, lo que pudieron sentir aquellos que escuchaban a Jesús y hacer, de su enseñanza, una perfecta forma de vida. 

Al fin y al cabo, el camino que recorrió el Hijo de Dios es el mismo que nosotros debemos anhelar recorrer. Es más, el destino del mismo, la vida eterna, es exactamente el mismo.

  

11. - Conformados a Cristo - Obrar la verdad

 

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Jesús mantiene una conversación con Nicodemo en la que se plantean cosas que este destacado judío no llega a entender: salvación, agua, Espíritu, nacer de nuevo… 

En este nacer de nuevo se encuentra la clave de toda la predicación del Mesías. Para alcanzar el reino de Dios, que ha había llegado a ellos, era preciso acabar con el hombre viejo, dejar atrás esas prácticas que hasta entonces habían llevado a cabo y ser, así, una raíz nueva que arraigase en la tierra que Dios dio a su pueblo. Pero esto no era entendido por Nicodemo. Y la verdad, es que no es de extrañar. ¿Cómo puede uno nacer siendo viejo? (Jn 3, 4), pregunta el importante miembro de la comunidad. Otra vez, como tantas otras veces, se impone la humana visión sobre las cosas. Claro está que el Enviado no se refería, en sentido estricto, a volver al seno materno sino a ser otro hombre, a tener otra naturaleza, otra actitud ante las cosas de la vida. Al fin y al cabo, lo que pretendía Jesús era hacer comprender a Nicodemo que el discurso escatológico, es decir que lo era referido al más allá, se podía aplicar al ahora, a su ahora, a su ya, a su misma persona. 

Y es en este contexto cuando Jesús explica lo relacionado con la salvación, la posibilidad de ver la luz y, siguiéndola, conocer el reino de Dios. 

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En el capítulo 21 de Números, concretamente entre sus versículos 8 al 9, se narra el hecho que es causa de que Jesús explique a Nicodemo. Dios encomendó a Moisés la labor de hacer una serpiente para que, el levantarla, fuera mirada por los que podían resultar afectados por enfermedad y, así, ser curados y, en cierto modo, salvados. Y dijo Yahveh a Moisés hazte un Abrasador y ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá.» Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida, pues, según dice este texto del Antiguo Testamento, Dios, viendo la falta de fe que tenía su pueblo, le envió serpientes para someterles a una prueba. 

Cabe pensar que el Mesías se refiere, con su levantamiento, por una parte, a la parte física de su Pasión, levantado en la cruz, pero, sobre todo, entiendo, a la parte espiritual: Jesús asciende a los cielos. Así, con esto, el que cree, aunque sea con aquella terrible prueba y con este gozoso hecho (la ascensión) y necesitado, como siempre, de pruebas de esa divinidad, podrá salvarse, alcanzará la vida eterna. Pero era necesario éste, y así se lo indica a Nicodemo para que entienda.

Con relación a este texto recordamos, ahora, una expresión que se utiliza de una forma no del todo adecuada. Se suele decir que en el justo medio está la virtud. Sin embargo, la frase completa es que ahí está la virtud, en el justo medio, si los extremos son malos. Y Dios amó tanto al hombre, hasta el extremo, que entregó a su único hijo, como dice Juan en su Evangelio. Es decir, que en este caso, el extremo era mejor que el justo medio, que hubiera una entrega sometida a la pura conveniencia. Y es que para Dios todo es posible, hasta esto. 

Y ese para que no perezca del texto facilita una gran pista  con relación a nuestra conducta. Conocer a Jesús, seguirlo, hacer lo que Él dice, etc., con recomendaciones de Dios que se encuentran implícitas en lo que dice Juan. Para tener vida eterna se hace necesario, imprescindible, recurrir al ejemplo del Mesías, a su quehacer, a su diario vivir. Contemplándolo y siguiéndolo es como podremos alcanzar esa soñada, anhelada y deseada eternidad. Y ahí está la salvación, la redención, el perdón.

En dos ocasiones escribe Juan dando a entender que el reino de Dios ha llegado ya pues si su Ley se aplica es que, sin duda, ya está presente, y lo hace con referencia al juicio que recae sobre aquel que quiera, o no, formar parte de esa divina propuesta de pertenencia al mismo. 

Por una parte se indica qué hay que hacer para no ser juzgado, entendiendo, de lo que sigue, que quien es juzgado es porque necesita ser juzgado. Por lo tanto, creer es, y resulta, indispensable para no verse sometido al juicio de Dios sin poder presentar tal aval espiritual. Así, cuando se ama porque se cree, se acepta porque se cree, se tiene compasión por los demás porque se cree, se permanece fiel a la Palabra de Dios porque se cree. Entonces, y sólo entonces, se puede evitar esa forma de manifestación de la voluntad de Dios. 

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Así cree el que ha aceptado que Jesús es el Emmanuel, Dios entre nosotros y, así, creído en el Nombre del único hijo de Dios. Esa persona que ha permitido que esa realidad anide en su corazón y ha, por eso, cambiado su proceder adaptándolo a lo predicado por el Mesías; esa persona, digo, sin duda será salvada, entrará en la vida eterna, después, y, ahora, podrá disfrutar de las delicias que el Padre entrega, como primicias de su gloria, al sentir salvado su corazón y encontrarse en ese estado de gracia que permite descubrir, en cada circunstancia de la existencia, la mano amorosa de Dios. 

Por el contrario, quien no acepta el Nombre del único hijo de Dios, esa persona que prefiere, en la cotidianidad de su existencia, negar u obviar esa realidad, ya está juzgado. Y esta expresión, ya está juzgado, dice mucho de la intervención de Dios en el mundo nuestro. Como el Creador y Sumo Hacedor tiene conocimiento de todo espacio temporal, acredita ese omnipresente poder juzgando, en su tiempo, en su ya, lo que para nosotros ha sido pasado, o presente. Así, juzga desde siempre, la increencia, cuando se ha tenido la posibilidad de conocer a su único hijo ya que cuando no se ha tenido esa posibilidad no se puede ser encausado en este particular juicio dirigido a nuestro interior, a nuestro corazón. 

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La otra ocasión de lo que, en la conversación entre Nicodemo y Jesús, se deriva la presencia del reino de Dios entre nosotros, la encontramos cuando indica, el segundo al primero, que la causa del juicio está en que, al venir la luz al mundo, y ser propuesta a sus habitantes, estos prefirieron, y prefieren hoy mismo, la oscuridad, las tinieblas, el otro lado de la vida. Aquí, cuando se propone lo bueno y se acepta lo malo porque es más apropiado para nuestra vida de hombres o porque creemos que para nuestra realidad es bueno lo que, en realidad, es malo porque resulta contrario a la Ley de Dios, se actúa muy en contra de lo dicho por Jesucristo y, además, también en contra de lo que está inscrito en nuestros corazones, como ya dijera Pablo en su Carta a los Romanos. Mucho más cuando somos creyentes y no gentiles que era a los que se refería, en este caso, el apóstol de los mismos. 

Y por eso, aunque entendamos que no lo es para nuestro entendimiento ralo y alicorto, es cuando caemos, inevitablemente, en la falsedad y, así, somos reos de culpabilidad, acusados en el juicio de Dios. Y así no podemos ir a la luz, porque allí, serían censuradas nuestras obras y, lo que es peor porque esto sí es constatable, no podemos sentir esa luz ahora, en este devenir nuestro. 

Por el contrario, para que en el Reino, en la luz, aquello que hacemos sea contemplado con amor y sea entendido como ejemplo de proceder correcto, hemos de obrar la verdad. Obrar la verdad es actuar, voluntariamente, o tácitamente sin esa voluntad pero con idéntico resultado, adecuando nuestro comportamiento a la única y verdadera Ley de Dios que Jesús completa y da verdadero cumplimiento. Así, y sólo en ese caso, podremos alcanzar, sin dudas obstaculizadoras, el reino de Dios, llegar a su luz, habitar en sus praderas viendo, siempre, el rostro del Padre y careciendo, entonces, de importancia, virtudes como la fe y la esperanza ya que, al ser así no necesitaremos tener la primera al ver a Dios y, tampoco, la segunda, pues ¿qué esperaremos, mejor, entonces? 

Y esto,  que está en nuestras manos, no podemos dejarlo escapar.

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Cristo caminó por el mundo con ansia de decirnos que debíamos seguirlo.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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