Serie Fundación GRATIS DATE – El Apocalipsis según Leonardo Castellani (y II) – El Apocalipsis como drama, de Alfredo Sáenz, S.J.

GRATIS DATE

Escribir de la Fundación GRATIS DATE es algo, además de muy personal muy relacionado con lo bueno que supone reconocer que hay hermanos en la fe que tienen de la misma un sentido que ya quisiéramos otros muchos.

No soy nada original si digo qué es GRATIS DATE porque cualquiera puede verlo en su página web (www.gratisdate.org). Sin embargo no siempre lo obvio puede ser dejado de lado por obvio sino que, por su bondad, hay que hacer explícito y generalizar su conocimiento.

Seguramente, todas las personas que lean estas cuatro letras que estoy juntando ya saben a qué me refiero pero como considero de especial importancia poner las cosas en su sitio y los puntos sobre todas las letras “i” que deben llevarlos, pues me permito decir lo que sigue.

Sin duda alguna GRATIS DATE es un regalo que Dios ha hecho al mundo católico y que, sirviéndose de algunas personas (tienen nombres y apellidos cada una de ellas) han hecho, hacen y, Dios mediante, harán posible que los creyentes en el Todopoderoso que nos consideramos miembros de la Iglesia católica podamos llevarnos a nuestros corazones muchas palabras sin las cuales no seríamos los mismos.

No quiero, tampoco, que se crean muy especiales las citadas personas porque, en su humildad y modestia a lo mejor no les gusta la coba excesiva o el poner el mérito que tienen sobre la mesa. Pero, ¡qué diantre!, un día es un día y ¡a cada uno lo suyo!

Por eso, el que esto escribe agradece mucho a José Rivera (+1991), José María Iraburu, Carmen Bellido y a los matrimonios Jaurrieta-Galdiano y Iraburu-Allegue que decidieran fundar GRATIS DATE como Fundación benéfica, privada, no lucrativa. Lo hicieron el 7 de junio de 1988 y, hasta ahora mismo, julio de 2013 han conseguido publicar una serie de títulos que son muy importantes para la formación del católico.

Como tal fundación, sin ánimo de lucro, difunden las obras de una forma original que consiste, sobre todo, en enviar a Hispanoamérica los ejemplares que, desde aquellas tierras se les piden y hacerlo de forma gratuita. Si, hasta 2011 habían sido 277.698 los ejemplares publicados es fácil pensar que a día de la fecha estén casi cerca de los 300.000. De tales ejemplares, un tanto por ciento muy alto (80% en 2011) eran enviados, como decimos, a Hispanoamérica.

De tal forman hacen efectivo aquel “gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,8) y, también, “dad y se os dará” (Lc 6,38) pues, como es de imaginar no son contrarios a las donaciones que se puedan hacer a favor de la Fundación. Además, claro, se venden ejemplares a precios muy, pero que muy, económicos, a quien quiera comprarlos.

Es fácil pensar que la labor evangelizadora de la Fundación GRATIS DATE ha des estar siendo muy grande y que Dios pagará ampliamente la dedicación que desde la misma se hace a favor de tantos hermanos y hermanas en la fe.

Por tanto, esta serie va a estar dedicada a los libros que de la Fundación GD a los que no he hecho referencia en este blog. Esto lo digo porque ya he dedicado dos series a algunos de ellos como son, por ejemplo, al P. José María Iraburu y al P. Julio Alonso Ampuero. Y, como podrán imaginar, no voy a traer aquí el listado completo de los libros porque esto se haría interminable. Es más, es mejor ir descubriéndolos uno a uno, como Dios me dé a entender que debo tratarlos.

Espero, por otra parte, que las personas “afectadas” por mi labor no me guarden gran rencor por lo que sea capaz de hacer…

El Apocalipsis según Leonardo Castellani (y II), – El Apocalipsis como drama, de Alfredo Sáenz, S.J.

El Apocalipsis

Como ya dijimos en el artículo anterior, las partes correspondientes al, digamos, “desarrollo” del Apocalipsis merecían ser desarrolladas en artículo aparte por lo que suponen de importante para el creyente. No es que las otras partes del libro de Alfredo Sáenz S.J. no sean importantes (que lo son) sino que era conveniente ir más despacio al respecto de las que se traen, ahora mismo, a estas páginas.

Vayamos, pues, con cada una de tales partes pues, no estando exentas de misterio no podemos decir que no sean importantes.

3. El Apocalipsis como drama

Dice Alfredo Sáenz, S.J. que (p. 12) “El P. Castellani lo escruta con toda la inteligencia y la inspiración del teólogo y del poeta que es a la vez”. Y se refiere, exactamente, a lo que supone la lucha entre el bien y el pues, no olvidemos, que de esto trata el último libro de la Biblia.

Pues bien, en esta parte del libro, su autor nos habla, sucesivamente, de Cristo y el Dragón, de la Primera y Segunda Bestias, de las Tres Ranas, del Pequeño Resto y , para finalizar, de la Mujer Coronada.

Sobre Cristo y el Dragón que son, digamos, las figuras que aparecen en el “telón de fondo” de este crucial drama, frente al primero (Señor de la Historia) se sitúa (p. 12) “El Dragón, el denomino, el abanderado de las fuerzas del mal”. Anda, digamos, auxiliado, por las dos Bestias, la del Mar y la de la Tierra que son, precisamente, de las que trata, a continuación, el autor de este libro.

Al respecto de las Bestias, la Primera de ellas se dan en llamar Anticristo y la Segunda, Pseudoprofeta y actúa como (p. 19) “brazo derecho del Anticristo”. Ambas Bestias, pues, tienen un objetivo común y que es que venza el Mal sobre el Bien.

Sobre el Anticristo, título que se ha ido aplicando, a lo largo de la historia, a diversas personas (Nerón, Diocleciano e, incluso, el hereje Lutero al mismo Papado) dice Alfredo Sáenz, S. J. que “Castellani parece sostener una suerte de manifestación gradual del Anticristo. Las Siete Trompetas del Apocalipsis, que simbolizan siete grandes jalones heréticos en la historia de la Iglesia, aludirían a siete sucesivos Anticristos, en el sentido en que habla Juan en su epístola, precursores del Último, al cual preparan sin saberlo, acumulativamente. A medida que se aproximan al ‘Hombre de Pecado’, las herejías van creciendo en fuerza y malignidad. La primera trompeta representaría el arrianismo; la segunda, el Islam; la tercera, el Cisma Griego; la cuarta, el Protestantismo. Aquí se produce una especie de paréntesis, que se puede advertir también en los otros Septenarios antes de la última terna; un águila vuela por lo alto del cielo y amenaza: ‘Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra’… (Ap 8, 13). Es el aviso de que la catástrofe se avecina. La quinta trompeta sería la Revolución francesa, con su Enciclopedismo. La sexta, el enfrentamiento de los Continentes, la guerra como institución permanente. Y así llegamos a los umbrales del fin, de la época en que se atentará directamente contra el primer mandamiento, la época del odio formal a Dios, el pecado y herejía del Anticristo.”

El problema del Anticristo, de quién es o será, de quién se ha opuesto a su aparición desde que se conoce que ha de jugar un papel importante en la historia de la humanidad o, incluso de cuál será su sede, es tema de gran calado que el P. Castellani trata con profusión.

El caso de que el Anticristo aún no haya aparecido en la realidad misma de la humanidad (independientemente de que se le haya atribuido tal nombre a determinadas personas o instituciones, como hemos dicho arriba) tiene su causa, da tenor de lo sostenido por el P. Castellani, en la cristianización del Imperio Romano que, de una u otra forma, y con el sentido de ser discípulo de Cristo, ha ido, mal que bien, sobreviviendo hasta principios del siglo XIX con la aplicación implacable de la doctrina provinente de la Revolución Francesa. Otros creen, por eso mismo que el “katejón” (obstáculo) es, por tanto, la misma Iglesia.

En realidad, la figura del Anticristo viene configurada con un poder que será temible aunque tenga (p. 16) “modestos orígenes” y (p. 16) “llevará a cabo una síntesis mundial de todos los adversarios del cristianismo, tanto en Oriente como en el Occidente”. Por eso Castellani (p. 16) “dice que logrará realizar una especie de contubernio entre el capitalismo y el comunismo. Ambos buscan lo mismo, el mismo Paraíso Terrenal por medio de la ‘técnica’, en orden a la deificación del hombre. La ideología que los une es común: la de la inmanencia, el paraíso en la tierra, el hedonismo sin límite. ‘La sombría doctrina del ‘bolchevismo’ –escribe– no será la última herejía, sino su etapa preparatoria y eufórica, ‘mesiánica’. El bolchevismo se incorporará, será integrado en ella». Esta amalgama del Capitalismo y el Comunismo en una unidad englobante será justamente la hazaña del Anticristo. ‘Se arrodillarán ante él todos los habitantes de la tierra’ (Ap 13, 8).” De todas formas, e independiente de las características propios del Anticristo y de su poder (. 16) “lo importante es que el Misterio de Iniquidad, encarnado en un cuerpo político dotado de inmensos poderes, se encarnará en aquel Hombre de satánica grandeza, plebeyo genial y perverso, de maldad refinada, a quien Satanás comunicará su poder y su acumulada furia”.

En realidad, Castellani define más que bien a todos aquellos que se reunirán entorno al Anticristo porque los llama (p. 17) “oneworlders” o sea ‘mundounistas” que no es otra cosa que lo que hoy se llama Nuevo Orden Mundial y fomentarán su poder sentando la premisa basa en querer una paz de alcance mundial que, como sabemos, es un anhelo de la humanidad. Pues alrededor de la figura del Anticristo tal concordia se hará, eso dirán aquellos que le defiendan, posible, por fin.

Pero, como hemos dicho arriba, existe una Segunda Bestia, el Pseudoprofeta, que hará todo lo posible para que se cumpla la voluntad del Anticristo.

Pues bien (p. 20) “la principal labor que llevará a cabo esta Segunda Bestia será la adulteración de la religión. Las Dos Bestias representarían así el poder político, la primera, y el instinto religioso del hombre, la segunda, vueltos ambos contra Dios. Lo afirma de manera terminante: ‘Cuando la estructura temporal de la Iglesia pierda la efusión del Espíritu y la religión adulterada se convierta en la Gran Ramera, entonces aparecerá el Hombre de Pecado y el Falso Profeta, un Rey del Universo que será a la vez como un Sumo Pontífice del Orbe, o bien tendrá a sus órdenes un falso Pontífice, llamado en las profecías el ‘Pseudoprofeta’. No que la Iglesia perderá la fe, pero sí se verá gravemente afectada. Todas las energías del demonio estarán concentradas en pervertir lo que es específicamente religioso. Al demonio no le interesará matar, sino ‘corromper, envenenar, falsificar’”.

Por eso, no extraña que crea el P. Castellani que, hoy día, el mundo está más que preparado, dice (p. 21) “ablandado” para que el Pseudoprofeta haga la labor que tiene encomendada realizar porque (p. 21) “Quizás estemos en esos momentos terminales, en los tiempos que corresponden a la Iglesia de Laodicea, una Iglesia tibia, ni fría ni caliente, con barnices de cristianismo, con ropajes de fe católica, pero signada por el convencionalismo y la rutina. Una Iglesia a la que Dios amenaza con vomitar de su boca. No dice: ‘te vomitaré’ sino ‘comenzaré a vomitarte’ (Ap 3, 16), amenaza que, según Castellani, corresponde a la ‘gran apostasía’ anunciada por Pablo y el mismo Cristo. Por suerte el vómito no se consumará. Los que resistan o hagan penitencia se salvarán. Será la época de la parábola de la cizaña. Cuando llega el tiempo de la siega es cuando la cizaña se parece más al trigo. Por eso Cristo, al ver el mundo futuro desde aquel montículo de Jerusalén desde donde se divisaba el Templo, profetizó la Gran Tribulación Final, así como la decadencia de la Iglesia en su fervor, e incluyó en la profecía parusíaca, como typo de ella, la caída de la Sinagoga y el Templo, sobre todo en razón del fariseísmo que corrompió a la Sinagoga y es el mayor mal de la Iglesia actual”.

Todo esto, claro, la labor del Pseudoprofeta y del mismo Anticristo, tiene, un caldo de cultivo. En una sociedad fuertemente cristiana donde el ser del cristianismo está fuertemente arraigado no es de esperar que tanto uno como otro tengan mucho que hacer, pues serán otros los horizontes de la misma y el Mal no pueden vencer. Sin embargo, como bien sabemos, las cosas no son de tan buen color. Entonces, cuando eso suceda, en el cristianismo se producirá una adulteración. ¿Cómo será eso?

A tal respecto dice Alfredo Sáenz, S. J. que “consintiendo la Iglesia, ella también –en su sector adúltero, se entiende–, a las tres tentaciones del desierto que en su momento Cristo supo rechazar. Una Iglesia abocada a lo temporal, polarizada en ello, en la adquisición de los bienes terrenos, en la distribución abundante de pan. He aquí la primera tentación. Una Iglesia en busca de renombre, que emplea sus poderes religiosos para alcanzar prestigio y ascendiente, que reemplaza la contemplación por la agitación burocrática. Tal la segunda tentación. Y la tercera: una Iglesia al servicio de los que son poderosos, buscando el reino en este mundo, con los medios más eficaces, que son hoy los satánicos”. Así, pues, dice a continuación que “A este ‘naturalismo religioso’ o ‘aloguismo’, Castellani lo sintetiza así: ‘Es el ideal de la Añadidura antes que el Reino, o la Añadidura sin el Reino, o el Reino Milenario desde ya y sin Cristo, es decir, el cristianismo expurgado de la cruz de Cristo y de su Segunda Venida’”.

En cuanto a las Tres Ranas, es decir a lo que el Apocalipsis dice al respecto en 16. 13-14-16 cree el P. Castellani que son (p. 23) “el liberalismo, el comunismo y el modernismo” que, como bien sabemos, siguen, todos ellos, más que vigentes y lacerantes.

Y, sin embargo, aún percibiendo en este panorama un futuro no muy halagüeño quedará un “Pequeño Resto” que será, digamos, el grupo de aquellos que no se han sometido a las Bestias y, digámoslo así, no se han dejado señalar en la frente (en lo que piensan) y en la mano (en lo que hacen ) por sus señales maléficas y perversas, no dejándose dominar por el Mal. En realidad (p. 25) “Serán contados, decíamos, los que resistan. Porque las situaciones de heroísmo, sobre todo de heroísmo sobrehumano, son para pocos” (¡Ay, gran verdad!). Pero algunos, o muchos, formarán parte de tal Resto.

Y, como actuación propia del Anticristo, (p. 26) “Abolirá de modo completo la Santa Misa y el culto público durante 42 meses, 1.260 días. Impondrá por la fuerza, por el control de un estado policíaco y por las más acerbas penas, un culto malvado, que implicará en sus actos apostasía y sacrilegio; y en ninguna región del mundo podrán escapar los hombres a la coacción de este culto. Tendrá por todas partes ejércitos potentes, disciplinados y crueles. Impondrá universalmente el reino de la iniquidad y de la mentira, el gobierno puramente exterior y tiránico, una libertad desenfrenada de placeres y diversiones, la explotación del hombre, y su propio modo de proceder hipócrita y sin misericordia. Habrá en su reinado una estrepitosa alegría falsa y exterior, cubriendo la más profunda desesperación…
La caridad heroica de algunos fieles, transformada en amistad hasta la muerte, sostendrá en el mundo los islotes de la fe; pero ella misma estará de continuo amenazada por la traición y el espionaje. Ser virtuoso será un castigo en sí mismo, y como una especie de suicidio…”

Pero, como decimos, aún quedarán quienes no se sometan a tales Bestias. Por eso dice el P. Castellani que (p. 25) que “Su único apoyo”, refiriéndose a los mismos “serán las profecías. El Evangelio Eterno (es decir, el Apocalipsis) habrá reemplazado a los Evangelios de la Espera y el Noviazgo; y todos los preceptos de la Ley de Dios se cifrarán en uno solo: mantener la fe ultrapaciente y esperanzada… Los fieles de los últimos tiempos sólo se salvarán por una caridad inmensa, una fe heroica y la esperanza firme en la próxima Segunda Venida”.

La Mujer Coronada

Como era de esperar, dedicamos una especial atención al personaje que en Apocalipsis denomina de tal forma. En concreto, en el capítulo 12, 1-2 se dice que (p. 26) “’Un signo magno apareció en el cielo. Una mujer vestida de sol y la luna debajo de sus pies. Y en su cabeza una corona de doce estrellas. Y gestaba en su vientre y clamaba con los dolores de parto y con el tormento de dar a luz”.

¿Quién es tal mujer?

A tenor de lo que sostiene (p. 26) “Los exégetas han aplicado este texto, algunos a la Santísima Virgen, otros a la Iglesia o a Israel. A la Santísima Virgen no parece cuadrarle del todo, al menos directamente, por lo de los ‘dolores de parto’, de que careció, si bien no deja de ser legítimo aplicárselo figurativamente, como lo hace la liturgia y el arte cristiano”. Y, para el P. Castellani (p. 27) “las dos mujeres del Apocalipsis, la Prostituta, que cabalga la Bestia roja, y la Parturienta, vestida del sol de la fe, pisando la luna del mundo, representan la religión en sus dos polos extremos, la religión corrompida y la religión fiel. Una prostituta no se distingue esencialmente de una mujer honesta. Sigue siendo mujer, no se vuelve bestia, si bien San Juan la describe montada sobre la Bestia. Las dos mujeres son hermanas, nacidas de una misma madre, la religión, o mejor, el instinto religioso, inerradicable en el ser humano. Representan las Dos Ciudades de San Agustín, en el paroxismo de su enfrentamiento teológico.”

Pues bien, cuando la Mujer estaba apunto de dar a luz (p. 28) “un fiero Dragón rojo se detuvo delante de ella con la intención de devorar a su hijo; pero el ‘hijo varón’ (Ap 12, 5), apenas nacido, fue llevado al Trono de Dios para regir a todas las naciones con el cetro mesiánico. El Dragón, lleno de furia, persiguió a la mujer, mas el Señor le dio dos alas como de águila, con que voló al desierto donde sería alimentada durante 1260 días (cf. Ap 12, 13-14). La soledad significa quizás el abandono y desprecio de los neófitos por parte de los judíos no convertidos y del ingente mundo apóstata que los rodea. Al fracasar en su intento, el Dragón ‘se fue a hacer guerra a los otros de su semilla’ (Ap 12, 17). Pareciera suponerse que hay dos grupos de ‘hijos de la Mujer’, los judíos convertidos, y nosotros, los cristianos de la gentilidad; los judíos neófitos y los cristianos viejos”.

Y, entonces, se produjo un combate en las alturas…

4. La victoria de Cristo y el Milenio

El Apocalipsis nos marca, digamos, una senda por la que ha caminar la historia de la humanidad o, digamos, un suceder que sin duda se ha llevar a cabo. Si bien es más que posible que podamos hacernos idea, más o menos, de cuándo podrá suceder eso y de si hoy día existen síntomas de que estamos más cerca de tal momento que hace unos siglos o unos años, la verdad es que cuando lleguen tales momentos para la humanidad creyente, cuando mayor sea la persecución y la Gran Apostasía esté en su apogeo, se cumplirá lo que dice, en 19, 11, el último libro de la Biblia: “Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco; el que lo monta se llama ‘Fiel’ y ‘Veraz’; y juzga, y combate con justicia”.

En fin… se trata de Cristo, que vuelve para vencer y proclamar la victoria del Bien sobre el Mal pues (31) “’Apresada fue la Bestia, y con ella el Pseudoprofeta…, los dos fueron arrojados vivos al lago de fuego que arde con azufre’ (Ap 19, 19-20). En cuanto a los demás, ‘fueron exterminados por la espada que sale de la boca del que monta el caballo, y todas las aves se hartaron de sus carnes’ (ibid. vers. 21)”.

Se produce, entonces, la Primera Resurrección que será la de aquellos (p. 31) “’los que fueron decapitados por el testimonio de Jesús, y todos los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen, y no aceptaron la marca en su frente o en sus manos’ (Ap 20, 4). Quizás sea precisamente por ello que recibirán este privilegio y galardón peculiar, ya que soportaron la lucha más terrible. No en vano decía San Agustín que ‘los mártires de los últimos tiempos serán los más grandes de todos, porque los primeros mártires lucharon contra los Emperadores, pero los últimos combatirán con Satanás mismo’. Los que sostuvieron el peso más arduo de la lucha recibirán un premio que no será común a los otros muertos, y es el privilegio de poder sentarse en el trono para juzgar, que según el uso de la Escritura es sinónimo de regir y gobernar el mundo, juntamente con Cristo, a quien, por haberse humillado hasta la muerte, le fue dado el poder reinar sobre todo el mundo y juzgar a todos los hombres. En cambio los impíos e impenitentes, que caerán con el Anticristo, no resucitarán para acompañar al Señor en la victoria que seguirá a su Parusía. Es la cizaña reservada hasta la siega para ser luego quemada (cf. Mt 13, 30)”.

Después se producirá el reinado de Cristo “por mil años” (Ap 20, 3,6). Esta realidad se trata, seguramente, no de un período de tal tiempo sino de un espacio de tiempo muy extenso (atendemos, aquí, al significado simbólico que tienen los números en las Sagradas Escrituras y que nos hace entender que el número, muchas veces, no quiere significar el número que dice ser sino que viene a representar un periodo de tiempo más o menos extenso) u que, a tenor de lo sostenido por el P. Castellani (p. 32) “coloca esos mil años de que habla el Apocalipsis (cf. 20, 2-7) entre dos resurrecciones, la primera de las cuales, a que se refieren los versículos 4-6, se atribuye sólo a los justos, y la segunda y general, que se menciona en los versículos 12-13, se reserva para el juicio final”.

Es fácil preguntarse, por gozo de saber, que cómo ha de ser el Reino de Cristo y, claro, su reinado. Pues bien (p. 35) “Sabemos de cierto que la Iglesia no cambiará sustancialmente, ni en su régimen, ni en su doctrina, ni en los sacramentos, si bien alcanzará en todo ello sublime perfección.

Será un Reino verdaderamente universal, cumpliéndose así las profecías veterotestamentarias: ‘A él se le dio el poder, la gloria y el reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán’ (Dan 7, 14); ‘le adorarán todos los reyes de la tierra, todas las naciones le servirán’ (Ps 71, 11). Será un Reino de justicia y de paz (cf. Is 60, 18; 32, 17; Ps 71, 3). Será un Reino de prosperidad, consecuencia de la paz y la justicia (cf. Ez 34, 26-27; Os 2, 23-24; Am 9, 13). Será sobre todo un Reino de amor, en que Dios se mostrará especialmente afectuoso con los hombres (cf. Is 66, 12-13)”.

Y la paz, aquí sí será verdadera y no como la que propondrá, de terror y sometimiento, el Anticristo y su adlátere el Pseudoprofeta.

5. El último remezón

“Cuando se terminen los mil años –prosigue el texto revelado–, será Satanás soltado de su prisión y saldrá a seducir a las naciones de los cuatro extremos de la tierra, a Gog y a Magog, y a reunirlos para la guerra, numerosos como la arena del mar’ (Ap 20, 7-8).
No sabemos por qué tendrá que ser soltado de nuevo Satanás, comenta Castellani. Algunos opinan que aunque el demonio haya sido ligado, y por ende las tentaciones graves se encuentren amenguadas, el hombre no estará inmune de entibiarse. Es cierto que las manifestaciones frecuentes de Cristo y de sus santos fomentarán singularmente las virtudes, pero con todo, el hombre es veleidoso, y no hay cosa que a la larga no le infunda desgano. La paz, la tranquilidad y la abundancia de aquel tiempo podrán suscitar incuria o desidia, de modo que las pasiones se vuelvan a encender y se multipliquen las faltas, tornándose raras las apariciones de los santos. Será preciso trillar de nuevo el campo de las almas. El esplendor anterior, inficionado por la tibieza, requerirá una última purificación.”

Habrá, por lo tanto, una segunda, digamos, batalla entre el Bien y el Mal que asegurará, ya por siempre, la victoria de Cristo pues (p. 37) “trátase, por consiguiente, de dos guerras diferentes, la del Anticristo, antes de comenzar el Milenio y la de Gog y Magog, a su término”.

Y, por fin, según lo escribe San Juan los versículos 1 y 2 del capítulo 21 del Apocalipsis, “Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya. Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo” pues entendemos que ya no existirá, de la misma forma, la tierra o el mar sino que, tras la purificación que sufrirá lo que quedará será una restauración absoluta o, lo que es lo mismo, una vuelta al primer mundo, antes del pecado original.

“Ciérrase el Apocalipsis con el Cielo Eterno, o sea el Mundo de la Visión Beatífica”.

Amén.

Leer la primera parte

Eleuterio Fernández Guzmán

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

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