Serie Fundación GRATIS DATE“El abandono en la divina Providencia”, de Jean-Pierre de Caussade

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Hacer el bien por los hermanos en la fe en materia de formación espiritual ha de producir gran gozo en el Padre Dios.

Y, ahora, el artículo de hoy.

GRATIS DATE

Escribir de la Fundación GRATIS DATE es algo, además de muy personal muy relacionado con lo bueno que supone reconocer que hay hermanos en la fe que tienen de la misma un sentido que ya quisiéramos otros muchos.

No soy nada original si digo qué es GRATIS DATE porque cualquiera puede verlo en su página web (www.gratisdate.org). Sin embargo no siempre lo obvio puede ser dejado de lado por obvio sino que, por su bondad, hay que hacer explícito y generalizar su conocimiento.

Seguramente, todas las personas que lean estas cuatro letras que estoy juntando ya saben a qué me refiero pero como considero de especial importancia poner las cosas en su sitio y los puntos sobre todas las letras “i” que deben llevarlos, pues me permito decir lo que sigue.

Sin duda alguna GRATIS DATE es un regalo que Dios ha hecho al mundo católico y que, sirviéndose de algunas personas (tienen nombres y apellidos cada una de ellas) han hecho, hacen y, Dios mediante, harán posible que los creyentes en el Todopoderoso que nos consideramos miembros de la Iglesia católica podamos llevarnos a nuestros corazones muchas palabras sin las cuales no seríamos los mismos.

No quiero, tampoco, que se crean muy especiales las citadas personas porque, en su humildad y modestia a lo mejor no les gusta la coba excesiva o el poner el mérito que tienen sobre la mesa. Pero, ¡qué diantre!, un día es un día y ¡a cada uno lo suyo!

Por eso, el que esto escribe agradece mucho a José Rivera (+1991), José María Iraburu, Carmen Bellido y a los matrimonios Jaurrieta-Galdiano y Iraburu-Allegue que decidieran fundar GRATIS DATE como Fundación benéfica, privada, no lucrativa. Lo hicieron el 7 de junio de 1988 y, hasta ahora mismo, julio de 2013 han conseguido publicar una serie de títulos que son muy importantes para la formación del católico.

Como tal fundación, sin ánimo de lucro, difunden las obras de una forma original que consiste, sobre todo, en enviar a Hispanoamérica los ejemplares que, desde aquellas tierras se les piden y hacerlo de forma gratuita. Si, hasta 2011 habían sido 277.698 los ejemplares publicados es fácil pensar que a día de la fecha estén casi cerca de los 300.000. De tales ejemplares, un tanto por ciento muy alto (80% en 2011) eran enviados, como decimos, a Hispanoamérica.

De tal forman hacen efectivo aquel “gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,8) y, también, “dad y se os dará” (Lc 6,38) pues, como es de imaginar no son contrarios a las donaciones que se puedan hacer a favor de la Fundación. Además, claro, se venden ejemplares a precios muy, pero que muy, económicos, a quien quiera comprarlos.

Es fácil pensar que la labor evangelizadora de la Fundación GRATIS DATE ha des estar siendo muy grande y que Dios pagará ampliamente la dedicación que desde la misma se hace a favor de tantos hermanos y hermanas en la fe.

Por tanto, esta serie va a estar dedicada a los libros que de la Fundación GD a los que no he hecho referencia en este blog. Esto lo digo porque ya he dedicado dos series a algunos de ellos como son, por ejemplo, al P. José María Iraburu y al P. Julio Alonso Ampuero. Y, como podrán imaginar, no voy a traer aquí el listado completo de los libros porque esto se haría interminable. Es más, es mejor ir descubriéndolos uno a uno, como Dios me dé a entender que debo tratarlos.

Espero, por otra parte, que las personas “afectadas” por mi labor no me guarden gran rencor por lo que sea capaz de hacer…

Y ahora el libro de hoy

“El abandono en la divina Providencia” , de Jean-Pierre de Caussade

El abandono en la divina Providencia

El P. José María Iraburu y Beatriz Aguerrea traducen, para la Fundación Gratis Date, el que, en su origen, se tituló “L’Abandon à la Providence divine envisagé comme le moyen le plus facile de santification” obra de Jean-Pierre de Caussade (1675-17451) que (Introducción, p. 3) “ingresa en la Compañía de Jesús en Tolosa, en 1693, y a partir de 1715 se dedica a la predicación y a la enseñanza, viviendo sucesivamente en varias residencias. Entre 1729 y 1739 es asidua su relación con las religiosas de la Visitación de Nancy, y dirige su casa de ejercicios desde 1733”.

A esta obra, llama el P. Iraburu (en la Introducción)“obra imperfecta, ante todo, porque se trata principalmente de un conjunto de cartas ocasionales de dirección espiritual o de fragmentos de instrucciones” pero, a la vez, “obra genial” porque (p. 4) “Parece cierto, sin embargo, que el Padre de Caussade, por especial don de Dios, ha vivido personalmente y ha expresado con genial elocuencia la santificación diaria del momento presente, la fuerza santificante de las pequeñas cosas de cada día, en las que la fe ha de captar continuamente la ordenación bondadosa de la Providencia divina”.

Y a eso, precisamente, dedica Jean-Pierre de Caussade este libro.

Dice de Caussade que (p. 7) “Dios habla hoy como ayer” y que, el caso, es saber escucharlo pues, de otra forma, entendemos nosotros, de poco nos ha de servir que hable o no hable. Pone, por ejemplo, a la Virgen María como ejemplo (valga la redundancia) de lo que es abandonarse a Dios y a su Providencia y nos recomienda dejarnos (p. 8) “llevar por Dios en cada instante” como forma de escuchar al Padre que, con los gemidos inefables de su Espíritu, se dirige a nosotros.

A este respecto hace el autor del libro una distinción entre que el alma viva en Dios o que Dios viva en el alma. Es en el segundo caso cuando (p. 10) “Es ya Dios quien obra en el alma” y es, según aquel, el estado espiritual (p. 10) “de Jesús, de la santísima Virgen y de San José”.

¿Cómo, pues, nos podemos abandonar a la divina Providencia?

Jean-Pierre de Caussade, en el Capítulo III de su libro (p. 15 de esta edición) dice que hay que “seguir lo que se presenta como moción de la gracia, sin apoyarse ni un sólo momento en las propias reflexiones, razonamientos o esfuerzos. Hay que tener presente todo esto, pero para el momento en que Dios venga, sin realizar opciones propias. Dios nos da su voluntad, ya que en este estado Él vive en nosotros. En efecto, la voluntad de Dios ha de ocupar aquí el lugar de todos nuestros apoyos ordinarios.”

Cabe pues, es necesaria en estos especiales casos, una (p. 15) “docilidad a la voluntad de Dios” que nos determine a seguir su divina Providencia y que se resumen en el hecho de que (p. 20) “el alma, sin apego a nada, debe abandonarse en el seno de la Providencia, seguir constantemente el amor por el camino de la cruz, de los deberes ciertos y de las mociones indudables”.

Es decir, que el abandono en la divina Providencia supone tres tipos de realidades espirituales que consisten en seguir:

-La cruz.

-Aquello que es deber cierto y exacto.

-Mociones que la divina Providencia hace a quien se abandona a ella.

Por otra parte, el título del capítulo VIII de L’Abandon dice mucho de lo que supone tal abandono. Dice que “Hay que sacrificarse a Dios por amor al deber. Fidelidad para cumplirlo y parte del alma en la obra de la santificación. Dios hace todo el resto Él solo”.

En realidad (p. 39) “El abandono comprende en el corazón todas las maneras posibles de fidelidad, porque estando el propio ser entregado a la voluntad de Dios, y hecha esta cesión de sí mismo por puro amor, afecta a todas las operaciones posibles de ese beneplácito divino. Así el alma en cada instante se ejercita en un infinito abandono, pues todas las condiciones y maneras posibles están comprendidas en su virtud”. Por eso (p. 46) “hay que santidad en la medida en que amamos la voluntad de Dios, y cuanto más amamos la ordenación y voluntad divina, cualquiera que sea la naturaleza contenida en su ordenación, tanto más santos somos”.

Santidad, pues, tiene mucho que ver con abandonarse a la divina Providencia. Para eso hay tres deberes que cumplir pues, como dice Jean-Pierre de Caussade (pp. 46-47) “Hay un primer deber, referente a lo necesario, que es obligado cumplir. Un segundo deber es el del abandono y la pura pasividad. Y hay un tercero que requiere un corazón sencillo, dulce y suave, es decir, movilidad del alma al soplo de la gracia, que le mueve a hacer todo, y por la que ha de dejarse llevar, obedeciendo sencilla y libremente sus mociones. Y para evitar engaños, nunca Dios deja de dar a las almas sabios guías, con discernimiento para señalar la libertad o la reserva que convienen al seguir esas inspiraciones.

Pues bien, es el tercer deber el que propiamente excede toda ley, toda forma y toda manera determinada. Es el que hace que este designio sea tan extraordinario y singular, es el quien regula sus oraciones vocales, sus palabras interiores, el sentimiento de sus facultades y la luminosidad de su vida, ciertas austeridades, este celo, aquella prodigalidad total de sí mismo hacia el prójimo. Y como todo esto pertenece a la ley interior del Espíritu Santo, nadie se lo ha de imponer y prescribir a sí mismo, ni desearlo, ni quejarse de no tener estas gracias que nos permiten procurar esas virtudes no comunes, ya que ellas, en una u otra circunstancia, deben surgir sólo por la voluntad de Dios”.

Es más, apuntilla lo que dice al respecto de la necesidad de cumplir, para abandonarse a la divina Providencia aportando lo que tiene por pensamiento propio y que debería ser el de muchos creyentes en Dios Todopoderoso. Lo dice en las página 47 y 48 de esta edición de Gratis Date y es “Pienso yo que si las almas que aspiran a la perfección conocieran bien y practicaran esta doctrina, se evitarían muchos trabajos. Y lo mismo digo de las personas del mundo. Si conociesen las primeras el mérito escondido en sus deberes diarios y en las actividades propias de su estado; y si las segundas entendieran que la santidad consiste muy principalmente en cosas pequeñas, de las que no hacen caso, creyéndolas insignificantes al efecto -pues se han hecho de la santidad unas ideas asombrosas que, por muy buenas que sean, no hacen sino perjudicarles, pues la limitan a lo brillante y maravilloso-; si todas, unas y otras, comprendiesen que la santidad consiste en todas las cruces providenciales de cada momento, las inherentes al estado propio; y que todo eso que no tiene nada de extraordinario puede conducir a la más alta perfección, y que la piedra filosofal es la obediencia a la voluntad de Dios, que transforma en oro divino todas y cada una de sus ocupaciones… ¡qué felices serían! Cómo entenderían que para ser santo no es necesario sino hacer lo que hacen y sufrir lo que sufren. Cómo verían que eso que ellas dejan perder y estiman en nada bastaría para adquirir una santidad eminente”.

Nada, pues, más sencillo de entender aunque, quizá, difícil de llevar a cabo si prima en nosotros otro tipo de comportamiento más mundano y carnal.

Al respecto de lo que es, de lo que supone, abandonarse a la divina Providencia, lo bien cierto es que (p. 63) “El secreto de la espiritualidad está en amar a Dios y servirle, uniéndose a su santa voluntad en todo lo que hay que hacer o sufrir”.

Jean-Pierre de Caussade tiene como principal motivo de este libro difundir que es necesario, y muy importante, dejarse llevar por Dios en cuanto a lo que su divina Providencia tiene para nosotros previsto y, en efecto, nos ofrece. Para eso, claro, hace falta tener una voluntad dada a cumplir la que es de Dios y, en fin “ver al Señor en todo lo que sucede” (p. 63) pues, a tenor de lo que es ser descendencia divina (en todos los seres creados por el Señor tal realidad es más que cierta) “Todas las criaturas viven en la mano de Dios. Los sentidos no ven otra cosa que la acción de la criatura, pero la fe cree en la acción divina y la ve en todo. La fe ve que Jesucristo vive y obra en todo el curso de los siglos, y que el menor instante y el más pequeño átomo contienen una porción de esta vida oculta y de esta acción misteriosa. La acción de las criaturas es un velo que cubre los profundos misterios de la acción divina” (p. 63).

En realidad, para quien tiene fe y sabe que abandonarse a la divina Providencia (p. 65) “La voluntad de Dios dispone en cada momento el instrumento que conviene, y el alma sencilla, sostenida por la fe, encuentra todo bien y no desea ni más ni menos de lo que tiene. Bendice, pues, en todo momento la mano divina, que derrama suavemente sus aguas tan santificantes en el fondo del alma; y así recibe con igual dulzura a los amigos y a los enemigos, pues ésa es la forma que tiene Jesús de tratar como instrumento divino a todas las cosas.

En esa actitud espiritual no se necesita de nadie, y sin embargo de todos se necesita. Hay que recibir la acción divina, cuya ordenación es en todo necesaria, según su calidad y naturaleza, y corresponder con dulzura y humildad”.

Pero por mucho que se pueda decir sobre el abandono en la divina Providencia lo más sencillo, para comprender lo que esto es y supone para un creyente católico, es poner un ejemplo que lo diga todo al respecto de lo que es “eso” del abandono. Lo tenemos muy cerca y no tenemos que recorrer grandes espacios espirituales para encontrarlo. Es el propio Jesucristo, Hijo de Dios y hermano nuestro, en quien tenemos al perfecto abandonado en Providencia de su Padre.

Y es que como recomendación casi final de este libro, escribe Jean-Pierre de Caussade que (p. 73) “si queréis vivir evangélicamente, vivid en pleno y puro abandono a la acción de Dios. Jesucristo es la fuente de este abandono, y «Él era ayer, es hoy mismo y lo será eternamente» [Heb 13,8], para continuar siempre su vida y no para recomenzarla. Lo que Él hizo, hecho está, y lo que resta, lo va haciendo en todo momento. Cada santo recibe una parte de esta vida divina. Jesucristo es siempre el mismo, aunque sea diferente en cada uno de sus santos. La vida de cada santo es la misma vida de Jesucristo, es un Evangelio nuevo”.

Y emulando a san Juan decimos que en este libro hay muchas otras cosas que son dichas por el autor de mucha importancia. Si se hubieran descrito aquí mismo no cabrían en esta serie. Por eso recomendamos encarecidamente su pronta lectura.

Amén o sea, así sea.

Eleuterio Fernández Guzmán

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