Eppur si muove - ¿Qué dirían, hoy día, Pablo y Pedro a más de uno?

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

No está nada mal poner al día el pensamiento de nuestros maestros. Es la única manera de ver nuestros errores.

Y, ahora, el artículo de hoy.

San Pedro y San Pablo

Mañana mismo, 29 de junio, celebra la Iglesia católica, a San Pedro y San Pablo, Apóstoles. Aquellos dos, verdaderos pilares de la Esposa de Cristo (uno desde el principio y el otro un poco después pero no con menos ímpetu sino con más) mantienen su ser y estar hoy mismo. Esto es, además, señal de que fueron y son instrumentos de Dios y, por eso mismo, nunca pasan ni de moda ni de nada.

La Iglesia católica ha caminado mucho desde que Jesucristo entregara las llaves de la misma a san Pedro. Sin embargo, hay muchos hermanos en la fe (al menos algunos pero ruidosos) que creen que el camino se ha recorrido pero que, actualmente, no se sigue por el que lleva derecho hasta el definitivo Reino de Dios.

Estos creyentes no dudan en zaherir a quien es su madre espiritual. Ni cesan, tampoco, de ofrecer alternativas a su funcionamiento cuando no misma realidad.

Pero, por ejemplo el padre Cantalamessa (Predicador de la Casa Pontificia), en el comentario al evangelio de la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo de 2008 dejó dicho algo que, en cuanto a la unidad, resulta de todo punto importante: “Algo que podemos hacer desde ahora y todos es allanar el camino a la reconciliación entre las Iglesias, comenzando por reconciliarnos con nuestra Iglesia”.

¿Cuántos, de los díscolos católicos no empiezan por reconciliarse con su Iglesia, la católica? A estos les diría san Pablo que deberían mejorar su actitud de cara a la Esposa de Cristo porque, de seguir con su forma de actuar, ni siquiera se podría plantear otro tipo de unidad si falta la de un mismo con su Iglesia.

Pero es que, además, el caso es que existen, entre nosotros, hermanos en Cristo, determinadas actitudes que no concuerdan mucho con el Magisterio de la Iglesia ni con la Tradición y que están, como poco, algo alejadas, de verdad, de la Esposa de Cristo porque, en realidad, no les gusta ni lo que hace ni lo que dice ni lo que siente la Iglesia en la que nacen, crecen y aman.

¿Qué les diría, por ejemplo, san Pedro; por ejemplo, San Pablo?

Seguramente que actuando, de facto, contra el Magisterio y contra la Tradición no van a conseguir más que sembrar cizaña entre los fieles católicos. Que así, además, no se llega a ningún buen puerto sino, en todo caso, a un buen abismo espiritual.

Por otra parte, qué no decir de la denominada “jerarquía eclesiástica” contra la que proclaman su necesidad de cambio muy profundo cuando no claman por su desaparición. ¿Qué diría san Pedro, por ejemplo, primer Papa?

Pues, seguramente, lo mismo que Benedicto XVI, que, cuando era conocido como Joseph Ratzinger, en la conferencia titulada “¿Por qué permanezco en la Iglesia?” dijo que

“Por eso una iglesia, una comunidad que se hiciese a si misma, que estuviese fundada sólo sobre la propia gracia, sería una contrasentido. La fe exige una comunidad que tenga poder y sea superior a mí y no una creación mía ni el instrumento de mis propios deseos”.

No cabe, pues, comportarse de forma caprichosa con el devenir de la Iglesia católica: ni con sus normas, ni con sus dogmas ni con sus procederes jerárquicos. Baste, pues, la obediencia.

Pero, además, ¿qué diría, por ejemplo, san Pedro a los que tergiversan el sentido de la Eucaristía? Seguramente, que no deberían seguir con una actitud tendente a destruir lo que Jesús hizo y dijo en aquella cena, la Última Cena y que sirvió, desde entonces, para que lo trajéramos, realmente (“Tomad, este es mi cuerpo”; luego, “Esta es mi sangre de la Alianza”, dijo) en cada consagración, en cada Santa Misa y no de forma supuesta, por ejemplo.

Como podemos ver, san Pedro y san Pablo tendrían que llevar a cabo una labor grande que es, exactamente, la misma que hicieron entonces, cuando vivieron entre nosotros. Y es que, para algunos, no parece que haya cambiado nada y siguen, erre que erre, en sus errores.

Eleuterio Fernández Guzmán

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1 comentario

  
Juan Mariner
"La fe exige una comunidad que tenga poder y sea superior a mí y no una creación mía ni el instrumento de mis propios deseos", yo creo que este pensamiento de Benedicto XVI lo define todo: no hace falta decir nada más a los díscolos católicos.
28/06/13 11:01 AM

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