Mañana, 5 de abril, se estrena “Cristiada”

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Toda esperanza está en creer, como es cierto, que la vida eterna es un regalo de Dios.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Cristiada

AÑO 2012
DURACIÓN: 142 min.
PAÍS: México
DIRECTOR: Dean Wright
GUIÓN: Michael Love, Dean Wright
MÚSICA: James Horner
FOTOGRAFÍA: Eduardo Martínez Solares
REPARTO Bruce Greenwood, Peter O’Toole, Eva Longoria, Oscar Isaac, Andy Garcia, Bruce McGill,Santiago Cabrera, Rubén Blades, Catalina Sandino Moreno, Eduardo Verástegui, Adrian Alonso, Luis Rosales, Karyme Lozano, Tenoch Huerta, Raúl Méndez, Alma Martinez, Joaquín Garrido, Roger Cudney, Jorge Luis Moreno, Ignacio Guadalupe, Omar Ayala, Andrés Montiel,Mauricio Kuri, Guillermo Larrea, Horacio Garcia Rojas, Israel Islas, Rodrigo Corea, Jake Koenig, Jose Carlos Montes, Simón Guevara, Jorge Urzua

PRODUCTORA: NewLand Films

Estos datos corresponden a una película a la que ha costado mucho venir a España. Se decía que se estrenaría en octubre de 2012 pero ya se sabe que ciertas expresiones de fe no son bien vistas y, seguramente, habrá tenido más de una traba. Pero, gracias a Dios las cosas, aunque tarde, llegan a donde tienen que llegar y se estrena mañana viernes, 5 de abril, con el título de “For Greater Glory” que, perdonen mi mal inglés, debe querer decir algo así como “Para mayor gloria” en referencia a lo que deberíamos decir o dejar por escrito siempre que hagamos algo: Para mayor gloria de Dios que es lo que, exactamente, hicieron aquellos hermanos en la fe.

La película “Cristiada” refleja la lucha de los católicos mexicanos por la defensa de su fe en una época (años veinte del siglo pasado) en la que la gobernación de aquella nación hermana había caído en manos masónicas, terriblemente laicistas y puramente anticlericales, se nos presenta la existencia de miles de mártires que dieron su vida perdonando a sus asesinos y sabiendo lo que debían hacer. No otra cosa que la que hicieron era lo que tenían que hacer.

El tema de aquellos mártires es tratado más que bien por el P. Iraburu en su libro “Hechos de los apóstoles de América” y dedica una parte del mismo, precisamente, a esta expresión de fe y de defensa de la misma. Por eso me permito traer aquí lo que en su día escribí sobre tal tema porque viene más que bien para el caso de esta película que, desde ya, recomiendo ver pues el que esto escribe hace algunos meses (incluso antes de que fuera a ser estrenada en España) pudo ver y disfrutar.

Dije, pues, lo que sigue.

Lo sucedido en México durante los años 1926-1929 es un episodio de la historia de la salvación a tener en cuenta y a no olvidar. Aunque puedan parecer lejanas aquellas fechas, el hecho de que miles de personas dieran su vida al grito de ¡Viva Cristo Rey!, al ahora mismo llega la entrega de tantas vidas en defensa de la fe.

No sin poder olvidar lo que sucedió en los años de persecución religiosa habidos en España durante el régimen de la II República (1931-1939) nos recuerda el P. Iraburu que “unos años antes (1926-1929), también los mártires mexicanos fueron modelo para tantos otros cientos de miles, millones de cristianos aplastados en nuestro siglo por la Revolución en cualquiera de sus formas, liberal o nazi, socialista o comunista” (1). Por eso “Nos interesa, pues, mucho conocer la persecución religiosa en México, y entender bien la respuesta de aquellos católicos admirables, que con su sangre siguieron escribiendo los Hechos de los apóstoles en América” (2).

Pero, si todo tiene un principio, también lo tiene este episodio impresionante de lo martirial.

Bases de la persecución religiosa

En 1821, a través del Plan de Iguala, se decide la independencia de México de España. Pues “ya en 1855, se desata la revolución liberal con toda su virulencia anticristiana, cuando se hace con el poder Benito Juárez (1855-72), indio zapoteca, de Oaxaca, que a los 11 años, con ayuda del lego carmelita Salanueva, aprende castellano y a leer y escribir, lo que le permite ingresar en el Seminario. Abogado más tarde y político, impone, obligado por la logia norteamericana de Nueva Orleans, la Constitución de 1857, de orientación liberal, y las Leyes de Reforma de 1859, una y otras abiertamente hostiles a la Iglesia” (3). Pronto, pues, se inicia la persecución en contra de la Iglesia católica y, por tanto, de los mismos fieles.

Es más, la legislación de aquel tiempo atentaba, directamente contra muchos aspectos relacionados con la Iglesia católica. Así “Se establecía la nacionalización de los bienes eclesiásticos, la supresión de las órdenes religiosas, la secularización de cementerios, hospitales y centros benéficos, etc. Su gobierno dio también apoyo a una Iglesia mexicana, precario intento de crear, en torno a un pobre cura, una Iglesia cismática” (4).

Y, como no vaya a pensarse que el pueblo creyente mexicano iba a quedarse mirando para otro lado cuando se perpetraban actos tan deshonestos y tan vulgarmente impiadosos, ya se levantó, como sucedería luego en La Cristiada, en contra de tanto desafuero. Así, “Todos estos atropellos provocaron un alzamiento popular católico, semejante, como señala Jean Dumont, al que habría de producirse en nuestro siglo” (5), porque “tuvo un precedente muy parecido en los años 1858-1861. También entonces la catolicidad mejicana sostuvo una lucha de tres años contra los Sin-Dios de la época, aquellos laicistas de la Reforma, también jacobinos, que habían impuesto la libertad para todos los cultos, excepto el culto católico, sometido al control restrictivo del Estado, la puesta a la venta de los bienes de la Iglesia, la prohibición de los votos religiosos, la supresión de la Compañía de Jesús y, por tanto, de sus colegios, el juramento de todos los empleados del Estado a favor de estas medidas, la deportación y el encarcelamiento de los obispos o sacerdotes que protestaran. Pío IX condenó estas medidas, como Pío XI expresó su admiración por los cristeros” (6).

Tras aquel periodo laicista y claramente anticatólico, la república hermana de México tuvo que sufrir gobiernos que no cejaron en la persecución religiosa por el sólo hecho de “hacer cumplir las leyes que existen” (7) que son palabras de quien será el causante mayor de la denominada Cristiana y que no es otro que el general Plutarco Elías Calles (1924-1929) ante lo cual sólo se puede recordar que las tales normas eran, exactamente, las que eran y, en efecto, tenían el sentido que tenían y que no era otro que perseguir la creencia en Dios.

Las gotas que colman el vaso

Si bien el cristiano, aquí y allí católico, tiene el mandato de soportar las persecuciones en recuerdo de aquello que dijo Cristo sobre que serían perseguidos sus discípulos, la verdad es que la que se había perpetrado contra el creyente mexicano desde el mismo inicio de la independencia de su nación había colmado, seguramente, el vaso de la paciencia de un pueblo humilde y pobre.

Cuando, dadas las circunstancias por las que pasaba la Iglesia católica mexicana y tras la aplicación “exacta” de la ley laicista por parte del Presidente Calles y sin haber hecho el más mínimo caso a la Carta pastoral de los obispos mexicanos de fecha 25 de julio de 1926 en la que se decía que “ese Decreto y los Artículos antirreligiosos de la Constitución sean reformados”, el 31 de julio de aquel mismo año se ordenó la “suspensión del culto público en toda la República” (8), el pueblo creyente tuvo que creer y estar en seguridad de que había llegado el momento.

Es bien cierto que, como dice el P. Iraburu “la reacción del pueblo cristiano al quedar privado de la Eucaristía y de los sacramentos, al ver los altares sin manteles y los sagrarios vacíos, con la puertecita abierta…” (9) no se la esperaba nadie, incluso, ni siquiera, algunos Obispos. Todo, sin embargo, recuerda, palabra por palabra, a lo que dijeron aquellos mártires de Abitinia del siglo III (304) cuando, al pretender, sus captores que abandonaran la Santa Misa, expresaron su fe diciendo aquellas palabra que han pasado a la historia como expresión de fe: “sine domenico non possumus” o, lo que es lo mismo, no podemos vivir sin la Eucaristía.

Alzamiento cristero

Empezó, pues, el alzamiento de los cristeros en agosto de 1926, y “para darle unidad de plan y de acción, se puso la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, fundada en marzo de 1925 con el fin que su nombre expresa, y que se había extendido en poco tiempo por toda la república” (10).

¿Qué pasa en Roma?

Es seguro que Pío IX estuviera preocupado por lo que pasaba en aquella parte de la cristiandad católica. Por eso publica (18 de noviembre de 1826) la encíclica “Iniquis afflictisque” en la que dice, entre otras cosas que “Ya casi no queda libertad ninguna a la Iglesia [en México], y el ejercicio del ministerio sagrado se ve de tal manera impedido que se castiga, como si fuera un delito capital, con penas severísimas” (11). Tiene, también, en cuenta a la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa cuando dice, de ella, que se extiende “por toda la República, donde sus socios trabajan concorde y asiduamente, con el fin de ordenar e instruir a todos los católicos, para oponer a los adversarios un frente único y solidísimo” (12).

Pero el Santo Padre tiene en su corazón a todos aquellos que entregan su vida por su fe. Por eso escribe que “Algunos de estos adolescentes, de estos jóvenes -cómo contener las lágrimas al pensarlo- se han lanzado a la muerte, con el rosario en la mano, al grito de ¡Viva Cristo Rey! Inenarrable espectáculo que se ofrece al mundo, a los ángeles y a los hombres” (13).

En realidad, lo que entonces sucedió fue que aquellos hombres católicos (sin olvidar el papel de la mujer católica en aquella guerra de liberación) “se echan al monte, como Francisco Campos, ‘a buscar a Dios’” (14).

Por otra parte, Jean Meyer, en su obra “La Cristiada” y, en concreto, en el volumen I de la misma hace una descripción de aquello que sucedió en la guerra cristera. José María Iraburu se refiere a la misma diciendo lo divida en “estas fases:

-incubación, de julio a diciembre de 1926;

-explosión del alzamiento armado, desde enero de 1927;

-consolidación de las posiciones, de julio 1927 a julio de 1928, es decir, desde que el general Gorostieta asume la guía de los cristeros hasta la muerte de Obregón;

-prolongación del conflicto, de agosto 1928 a febrero de 1929, tiempo en que el Gobierno comienza a entender que no podrá vencer militarmente a los cristeros;

-apogeo del movimiento cristero, de marzo a junio de 1929;

-licenciamiento de los cristeros, en junio 1929, cuando se producen los mal llamados Arreglos entre la Iglesia y el Estado” (15).

Mientras tanto, “La desesperación del gobierno se iba acrecentando a medida que pasaban los meses, y se veía incapaz de vencer -en palabras del gobernador de Colima- ‘las hordas episcopales de fanáticos que engañados por la patraña clerical se han lanzado a la loca aventura de restaurar el predominio de los curas” (16) que es una meridianamente clara de poder apreciar hasta dónde llegaba el odio del gobierno represor de la fe católica.

¿Cuál fue, pues, el resultado de la guerra?

Cuantitativamente hablando, se calcula que en ella murieron 25.000 o 30.000 cristeros, por 60.000 soldados federales que es un triste balance para tener que sofocar el odio laicista de un pensamiento masónico.

Dice el P. Iraburu que malamente se le puede llamar arreglos (Iglesia católica-Presidente Portes Gil) a los llamados “Arreglos” con los que se llegó al final de la guerra cristera. Urdidos con la intervención de los Estados Unidos de América y llevados a cabo en un régimen, casi, de secuestro (incomunicados los intervinientes en aquellos arreglos en un vagón de tren) resultado, fue, seguramente, agridulce para la causa cristera pues podría dar la impresión de que tanta muerte no había servido para nada.

A este respecto, dice José María Iraburu que “Puede afirmarse, pues, que los dos Obispos de los Arreglos con Portes Gil no cumplieron las Normas escritas que Pío XI les había dado, pues no tuvieron en cuenta el juicio de los Obispos, ni el de los cristeros o la Liga Nacional; tampoco consiguieron, ni de lejos, la derogación de las leyes persecutorias de la Iglesia; y menos aún obtuvieron garantías escritas que protegieran la suerte de los cristeros una vez depuestas las armas” (17).

Así, sin embargo, se escribe la historia de la fe en Cristo…

Espíritu cristero

Hay que reconocer que los creyentes católicos mexicanos (y, en una medida muy importante, el resto de catolicidad) tuvieron que soportar una serie de legislaciones hechas, expresamente, para atacar a la religión católica. Así, desde que se implantó (1917) la educación laica (antes de la respuesta cristera a la represión) nada bueno podía esperarse de aquel régimen político.

Y, sin embargo, “En entrevistas, crónicas y cartas de cristeros causa admiración comprobar la calidad doctrinal, bíblica y poética de sus expresiones. Todo lo cual contradice abiertamente el menosprecio de algunos pedantes acerca de la veracidad del cristianismo entre los indígenas de América. Los cristeros, concretamente, tenían en sí toda la fuerza de quien sabe estar haciendo la voluntad de Dios. ‘Conscientes de hacer la voluntad de Dios, dice Meyer, los cristeros podían resistir todos los descalabros militares, todas las desdichas espirituales y hasta la más terrible de todas: los arreglos y el poco apoyo clerical’ (289). Esa fidelidad a la voluntad de Dios providente les hacía inquebrantables” (18).

Además, la práctica religiosa ya puede imaginarse que, en unas personas que se habían levantado en armas por su religión, no podía ser menos que admirable. Así, “La guerra fue para muchos cristeros como unos ejercicios espirituales continuados. La misa sobre todo era, cuando había sacerdote, lo más apreciado por los cristeros, el centro de todo, cada día. Más aún, ‘en los campamentos cristeros, cuando esto era posible, el Santísimo Sacramento estaba expuesto, y los soldados, por grupos de quince o veinte, practicaban la adoración perpetua. La comunión frecuente era la regla… Los sacerdotes que permanecían con los cristeros se pasaban el tiempo confesando, bautizando, casando, organizando ejercicios espirituales y haciendo misiones’” (III,278) (19).

Se resume, podríamos decir, el espíritu cristero en la consideración que se tenía del poder civil y de la obediencia a Dios. Si hoy día es más que probable que el sometimiento al primero se haga a costa de respetar lo que Dios quiere, en aquel tiempo, recio de lucha y de entrega, se conocía bien, “en primer lugar, el deber moral de obedecer a las autoridades civiles, pues ‘toda autoridad procede de Dios’, pero también sabían que «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres», cuando éstos hacen la guerra a Dios. Veían claramente en la persecución del gobierno una acción poderosa del Maligno” (20). ¡Oh tempora, oh mores!, deberíamos decir.

En cuanto al martirio de aquellas personas entregadas a su fe, todo lo que se diga siempre será poco. Incluía, además, no pocas veces, el humor (no negro sino, más bien, blanco”. Así lo recoge el P. Iraburu: “’¡Qué fácil está el cielo ahorita, mamá!’, decía el joven Honorio Lamas, que fue ejecutado con su padre (III,299). ‘Hay que ganar el cielo ahora que está barato’, decía otro (298). Norberto López, que rechazó el perdón que le ofrecían si se alistaba con los federales, antes de ser fusilado, dijo: ‘Desde que tomé las armas hice el propósito de dar la vida por Cristo. No voy a perder el ayuno al cuarto para las doce’ (302) (21).

Y, como no podía ser de otra forma en unos católicos que daban su vida de la forma como la daban, “La alegría estaba también siempre presente, como es lógico, en estos hombres que se estaban jugando la vida por Cristo, pasando indecibles miserias y penalidades. En crónicas y escritos siempre hay huellas de alegría y de humor. Cuenta Ezequiel Mendoza que su papá, en una ocasión, jugándose la vida, se quedó sosteniendo una puerta de campo, para que escapara un grupo de cristeros. Los federales le disparaban una y otra vez, sin atinarle. Así que él, sin soltar la puerta, ‘como enojado volvió su cara y regañó al enemigo, dijo: ‘Pendejos, tirar para acá, parece que no ven gente’” (Testimonio 37) (22).

Dice Jean Meyer, al respecto de la “espiritualidad bíblica y tradicional” (23) que tenían los cristeros, que “Hemos quedado asombrados por el número y la exactitud de las citas bíblicas. La idea de un pueblo católico ignorante de la Biblia no es válida para el campesino mexicano de esta época. En los caseríos lejanos de la parroquia se la leía de pie, o más bien se formaba círculo en torno de aquel que sabía leer” (307) (24).

Y, en cuanto a la religión de los cristeros, esto (también de Meyer):

La religión de los cristeros era, salvo excepción, la religión católica romana tradicional, fuertemente enraizada en la Edad Media hispánica. El catecismo del P. Ripalda, sabido de memoria, y la práctica del Rosario, notable pedagogía que enseña a meditar diariamente sobre todos los misterios de la religión, de la cual suministra así un conocimiento global, dotaron a ese pueblo de un conocimiento teológico fundamental asombrosamente vivo. A Cristo conocido en su vida humana y en sus dolores, con los cuales puede el fiel identificarse con frecuencia, amado en el grupo humano que lo rodea: la Virgen, el patriarca San José, patrono de la Buena Muerte, y todos los santos que ocupan un lugar muy grande, completamente ortodoxo, en la vida común, se le adora en el misterio de la Trinidad. Esta religión próxima al fiel la califican de superstición los misioneros norteamericanos (protestantes y católicos) y los católicos europeos no la juzgan de manera distinta» (307). Sin embargo, ‘el cristianismo mexicano, lejos de estar deformado o ser superficial, está sólida y exactamente fundamentado en Cristo, es mariológico a causa de Cristo, y sacramental por consiguiente, orientado hacia la salvación, la vida eterna y el Reino. Durante la guerra, los santos se retraen notablemente hasta su propio lugar, mientras se manifiesta el deseo ardiente del cielo’” (310) (25).

Y, para terminar no sólo lo referido a La Cristiada sino, en general, a toda América hispana, traemos aquí las palabras que dejó escritas Fray Toribio de Benavente, llamado “Motolinía” por su vida sencilla y pobre, y que nos aporta el P. Iraburu. Explican muchas cosas y muchos comportamientos fieles que no deberían ser olvidados.

Dicen lo siguiente:

“¡Oh, México que tales montes te cercan y coronan! ¡Ahora con razón volará tu fama, porque en ti resplandece la fe y evangelio de Jesucristo! Tú que antes eras maestra de pecados, ahora eres enseñadora de verdad; y tú que antes estabas en tinieblas y oscuridad, ahora das resplandor de doctrina y cristiandad» (Hª de los indios III, 6, 339). ‘Pues concluyendo, digo: ¿quién no se espantará viendo las nuevas maravillas y misericordias que Dios hace con esta gente?… Estos conquistadores y todos los cristianos amigos de Dios se deben mucho alegrar de ver una cristiandad tan cumplida en tan poco tiempo, e inclinada a toda virtud y bondad. Por tanto ruego a todos los que esto leyeren que alaben y glorifiquen a Dios con lo íntimo de sus entrañas; digan estas alabanzas que se siguen, según San Buenaventura: “Alabanza y bendiciones, engrandecimientos y confesiones, gracias y glorificaciones, sobrealzamientos, adoraciones y satisfacciones sean a vos, Altísimo Señor Dios Nuestro, por las misericordias hechas con estos indios nuevos convertidos a vuestra santa fe. Amén, Amén, Amén’” (26).

Es decir, así sea.

Me reitero en todo y recomiendo, mucho, que vayan a verla si es que tienen algún cine cerca donde poder hacerlo.

NOTAS

(1) Hechos de los apóstoles de América – La Cristiada (L.-C.), p. 505.
(2) Ídem nota anterior.
(3) L.-C., p. 506.
(4) Ídem nota anterior.
(5) Ídem nota 3.
(6) Ídem nota 3.
(7) Esto fue lo que dijo el Presidente Calles a petición de los Obispos mexicanos en el sentido de derogar la legislación antirreligiosa de México.
(8) L.-C., p. 509.
(9) Ídem nota anterior.
(10) Ídem nota 8.
(11) L.-C., p. 511.
(12) Ídem nota anterior.
(13) Ídem nota 11.
(14) L.-C., p. 513.
(15) L.-C., p. 513-514.
(16) L.-C., p. 514.
(17) L.-C., p. 516.
(18) L.-C., p. 521-522.
(19) L.-C., p. 522.
(20) L.-C., p. 523.
(21) L.-C., p. 523-524.
(22) L.-C., p. 524.
(23) Ídem nota anterior.
(24) Ídem nota 22.
(25) L.-C., p. 525.
(26) Ídem nota anterior. El ultimo texto se encuentra en “Hª de los índios” II, 11, 283 de Fray Toribio de Benavente, Motolinía.

Eleuterio Fernández Guzmán

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10 comentarios

  
Juan Carlos
Desde su campaña política para la presidencia del país, Calles hizo gala de violentos pronunciamientos anti-religiosos, aunque nadie se imaginaba la feroz persecución de los católicos y su Iglesia, posteriormente sello nacional e internacional de su régimen.

Algunos de los seguidores de Calles en los gobiernos estatales abrieron fuego reduciendo el número de sacerdotes y poniendo como condición el ser casados para poder ejercer su ministerio, lo cual fue rechazado en forma generalizada. No obstante, se las arreglaría para que tres sacerdotes firmaran un manifiesto desconociendo al romano pontífice y creando la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, a cargo de un buen señor apellidado Pérez, al que se le dio el tratamiento de Patriarca, y proporcionándoles a los cismáticos templos utilizados por los católicos. Eran de esperarse las confrontaciones cuando los luteros indígenas pretendieron oficiar en ellos.

Pero nada de ello sería comparable a los ultrajes de conciencia y atrocidades de todo tipo cometidas contra los católicos que estaban por venir, durante el gobierno más arbitrario y sangriento de la historia reciente de México. A su lado contaría poco la bestialidad del huertismo, pues Huerta fue sólo un cavernario al margen de la Constitución, y Calles se cubriría con la ley para cometer sus atrocidades.

04/04/13 3:32 AM
  
hidaspes
Entre "Cristiada", "Un Dios prohibido" y "October Baby", últimamente el séptimo arte me está deparando muy buenas nuevas como católico. ¿Asistimos, quizás, a un nuevo, activo, entretenido y prolífic sector industrial de cine católico, capaz de proporcionar un entretenimiento sano a grandes grupos de clientes? Dios lo quiera, el cine es un instrumento de evangelización tan válido como otros, particularmente interesante por la forma atractiva y directa de hacer llegar el mensaje de paz y amor de Cristo.
04/04/13 10:03 AM
  
Luis López
He observado en los trailers de TV que no se cita a esta película por su nombre en castellano, "Cristiada", y que no se hace la más mínima referencia a la religión, aludiendo simplemente a un a mera lucha por la libertad.

Los distribuidores de estos trailers parecen lelos. Una abstracta lucha por la libertad en un lejano país como Mexico no interesa a casi nadie. Pero una defensa heroica de la fe cristiana sí. Y eso es lo que moverá la taquilla.

A ver si dejamos de una vez de avergonzarmos de nuestra fe.
04/04/13 10:15 AM
  
MH
Hay una película muy interesante del director de origen irlandés John Ford que también trata el tema de la persecución religiosa en México, con Henry Fonda y Dolores del Río, basada en la novela de Graham Greene "El Poder y la Gloria";


El fugitivo (1947)

«En un país sudamericano, un sacerdote se enfrenta al gobierno, que ha prohibido la religión y hace públicas todo tipo de disposiciones anticlericales. La policía le sigue a todas partes y él se retira a un país vecino, pero vuelve a cruzar la frontera, haciéndose pasar por campesino, para darle los últimos sacramentos a un bandido moribundo... (FILMAFFINITY)»

http://www.youtube.com/watch?v=hinI_ZrMw-0&feature=player_embedded

04/04/13 12:22 PM
  
Mario Saladich
¿Asi que parecen lelos, eh?
Vamos que estáis encantados de que alguien se avenga a rascaros la tripa. Pero eso si; que quede bien claro: lelos ellos.
¡En fin!
04/04/13 1:08 PM
  
Maga
Detrás de toda esta persecución estuvo la maldita Masonería.
04/04/13 1:52 PM
  
cleme
Vayan a verla no quedaran defraudados. Un gran saludo desde Mexico.
04/04/13 6:49 PM
  
Luis López
Mario, llamo lelos a los que han promocionado esta película con un trailer tan ridiculo por su nula intuición comercial. Porque más vendería en taquilla presentar la película como lo que es, una epopeya cristiana, que como una mera y abstracta lucha por la libertad de conciencia.

Por si Vd. no lo sabe, los cristianos -que aún somos muchos- estamos deseando ver productos de calidad que traten directamente de nuestra fe.
04/04/13 7:13 PM
  
Mario Saladich
Es verdad que cristianos todavía sois muchos, al menos de una manera formal. Lo que ya no es tan verdad es que al conjunto de los teóricos cristianos les interesen habitualmente las cuestiones religiosas más que otras más mundanas. Y lo que es decididamente falso es que la generalidad de los espectadores, cristianos o no, se pirre más por una epopeya de corte religioso, que por otra que narre una lucha épica por la libertad (aun en abstracto y situada en un lejano país que, según Luis, no interesa a nadie.)

Y así lo entienden, parece, estos señores de la distribuidora cuya presunta intención debe ser, digo yo, promocionar adecuadamente el film por encima de otras consideraciones morales. Aunque claro; siendo lelos...

Aparte de esto; yo esperaré a verla para decir si tiene más de lo uno, o de lo otro.

Un saludo
04/04/13 8:57 PM
  
Alf_3
Película muy apegada a lo que sucedió. Ya no continúa con lo posterior. Termina con los 'Arreglos' de la Jerarquía Católica Mexicana, que obligó a los laicos Católicos a entregar las armas, cuando el movimiento ya era 'cívico-político-militar, y nunca dependió de la jerarquía. Hubo más muertos después de los arreglos, que antes: en total de la gesta, casi un millón. La venganza de Plutarco Elías Calles, fue terrible.
Es un hoor para México haber precedido a la persecución de España, por 10 años. Aunque la mexicana se debió gracias a la educación religiosa previa, de la Madre Patria.
En youtube existe mucha información fidedigna sobre este asunto, lástima que nadie ha subido la película completa, o no se han conseguido los derechos. Hay varios otros documentales y/o películas cortas.
Hace unos días hubo otro artículo sobre Cristiada aquí en InfoCatólica, en donde se mencionó el documental en youtube:"La Cruz el perdón y la gloria", sobre la Guerra Civil Española. Ayer lo ví. ¡Qué objetividad! Nada de apasionamientos, pero mucha realidad.
Estas son 2 muestras, de las varias persecuciones a nuestar Iglesia del siglo XX. Tal odio no puede venir más que del demonio. Han pasado 20 siglos y no se rinde. Ni se rendirá, pero menos Jesucristo en sus militantes, aunque aparentemente seamos menos proporcionalmente.
Viva nuestro Rey, nuestra Iglesia y nuestro Papa.
04/04/13 11:09 PM

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