Eppur si muove - ¿Católicos mundanos?

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

La luz de Dios no nos es dada para que la ocultemos. Nuestros talentos son, pues, para el prójimo.

Y, ahora, el artículo de hoy.


-Pero ¿cree ud. que hay católicos mundanos?

-¿Que prefieran lo que les ofrece el mundo a su fe?

-Sí, de esos.

-¡Ufff!...

“Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo”.

El Evangelio de San Juan recoge, en el versículo 16 de su capítulo 17, esto que dijo Jesús en la Última Cena en lo que muy bien podríamos denominar discurso escatológico pues hablaba de lo que hay más allá de este mundo y pedía al Padre por los que el Creador le había entregado como su grey.

Esto, digamos, queda meridianamente explicado en la propia vida del Hijo de Dios porque aún sabiéndose ser humano que vive entre seres humanos, sabía que debía dar cumplimiento a una voluntad que era superior a la suya y que no era otra que la del Todopoderoso. Es decir, sabía que era hombre, perfecto hombre, pero que también era Dios, perfecto Dios según hace explícito el Símbolo Atanasiano.

Pues bien, esto que, al parecer, es sencillo de entender (y teniendo como ejemplo a Jesús, más aún) no acaba de ser asumido por muchos cristianos, aquí católicos, que creen que su deber es estar a bien con el mundo, adaptarse al mismo para ver si acepta la Bestia mundana su entrega voluntaria y pasar, si eso es posible, desapercibido.

¿Qué le propone el mundo al hijo de Dios?

Sencillamente, le propone entregarse a la mundanidad y a aceptar la marca de la Bestia en la frente (lo que piensa) y en la mano (lo que hace). Pero, para eso, el católico ha de dejar de hacer efectiva su fe en muchos aspectos como, por ejemplo,

-El sentido moral cristiano.

-Lo tocante al aborto, que se ha de aceptar como algo normal y corriente.

-Lo referido a la manifestación de su fe, que debe no ser llamativa sino disimulada.

-Lo que tiene que ver con el comportamiento de católico ante la castidad.

-Tener como no bueno el pudor y lo pudoroso.

-El apoyo, de la forma que sea, del protestantismo.

-La participación en la política apoyando a partidos que se manifiestan, con sus actos, en contra de la fe católica y hacerlo por un supuesto “mal menor” cuando el daño causado es muy y muy mayor.

Y así podríamos estar mucho rato porque le comportamiento de los cristianos “mundanos” tiene muchas aristas y muchas formas de manifestarse.

Tenemos, sin embargo, que escuchar lo que los maestros enseñan acerca de lo que la fe tiene de bueno y de práctico.

Dice el. P. Iraburu en “De Cristo o del mundo” (publicado por Gratis Date) que

“Lo primordial es que los cristianos primeros conocen que el mundo no sólo es efímero, sino pecador, y con frecuencia altamente peligroso. Marcado por el pecado, y más o menos sujeto, como está, al demonio, es inevitable su hostilidad, a veces asesina, hacia la Esposa de Cristo. Sólo el Cordero de Dios, que «quita el pecado del mundo», puede purificarle con su sangre y sacarle de su abismo. Hay que guardarse, pues, del mundo; pero evangelizándolo, tratando de salvarlo, aunque en ello se arriesguen las vidas.

Ahora bien, únicamente pueden evangelizar el mundo quienes están libres de su fascinación, aquellos que no lo temen ni tampoco lo desean con avidez; es decir, aquellos que en Cristo lo han vencido por la fe (1Jn 4,4). Llama la atención en este sentido que, siendo los cristianos primeros tan pocos, frecuentemente tan pobres e ignorantes, y siempre tan oprimidos, no se aprecia, sin embargo, en ellos ni un mínimo complejo de inferioridad ante el mundo, el mundo greco-romano, tan culto y poderoso entonces, y tan lleno de prestigios humanos.”

En realidad, los católicos sabemos que Dios, que nunca nos falla ni nos olvida, está siempre con nosotros. Por eso, al final del libro citado, el P. Iraburu expone acerca de lo que, de verdad, debería importarnos:

“¿Cuáles son las esperanzas de los cristianos sobre este ‘mundo’, tan alejado de Dios, tan contrario a sus pensamientos y caminos?… Nuestras esperanzas no son otras que las promesas de Dios en las Sagradas Escrituras, donde los autores inspirados aseguran una y otra vez: «todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor, y bendecirán tu Nombre» (Sal 85,9; +Tob 13,13; Sal 85,9; Is 60; Jer 16,19; Dan 7,27; Os 11,10-11; Sof 2,11; Zac 8,22-23; Mt 8,11; 12,21; Lc 13,29; Rm 15,12; etc.). Nos anuncia y promete el Señor que «habrá un solo rebaño y un solo pastor» (Jn 10,16), y que, finalmente, resonará formidable entre los pueblos el clamor litúrgico de la Iglesia:

‘Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios, soberano de todo; justos y verdaderos tus designios, Rey de las naciones. ¿Quién no te respetará? ¿quién no dará gloria a tu Nombre, si sólo tú eres santo? Todas las naciones vendrán a postrarse en tu presencia’ (Ap 15,3-4).

Siendo ésta la altísima esperanza de los cristianos, no tenemos ante el mundo ningún complejo de inferioridad, ni nos asustan sus persecuciones, ni nos fascinan sus halagos, ni nos atemorizan los zarpazos de la Bestia, azuzada y potenciada por el Diablo, que ‘sabe que le queda poco tiempo’ (Apoc 12,12). Sabemos, en efecto, los cristianos que al Príncipe de este mundo «le queda poco», y por eso mismo no tenemos ni siquiera la tentación de establecer con el mundo complicidades oscuras de acción o de omisión.”

En realidad, lo peor que le puede pasar a un católico es que el mundo lo acepte como tal porque, entonces y según es el mundo, la mundanidad y lo mundano, bien podemos decir que el católico ha dejado de serlo y se ha entregado en manos de la Bestia.

Aunque esto, lo reconozco, a lo mejor es una opinión demasiado católica.

Eleuterio Fernández Guzmán

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1 comentario

  
Liliana
Hay muchos católicos mundanos, dicen creer en Dios, pero caen fácilmente en el pecado y quedan atrapado en el, porque no conocen o no creen que Cristo, es el Redentor, a través de su Iglesia perdona setenta veces siete.
El creyente católico reconoce ser pecador y sabe que puede liberarse porque conoce quien es Cristo, el Hijo de Dios vivo.
De la Iglesia toda, depende alejar todo obstáculo que no deje pasar la luz, porque parece que falta poco para que vengan los Ángeles a separar la paja del trigo.

22/02/13 3:12 PM

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