Libros de Lolo: "Las golondrinas nunca saben la hora”

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Aquellos que creen que tienen ante sus ojos una realidad y no la quieren comprender son mucho peor que aquellos que no pueden comprenderla porque no pueden verla.

Y, ahora, el artículo de hoy.

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Presentación de la serie:

Manuel Lozano Garrido, más conocido como “Lolo”, beato de la Iglesia católica, es más que conocido en este blog de InfoCatólica porque el que esto escribe lleva unos meses prestándole la atención, no toda, la que se merece.

Lolo escribió, a lo largo de su vida, una serie de libros que, en el número de 9, traen a la actualidad misma de ahora mismo, una realidad espiritual profunda, llena de luz y de gozo en Dios y, sobre todo, son expresión de un ser cristiano como tiene que serlo un hijo de Creador y que es siendo consciente que se es y gozando con ello.

Pues bien, esta serie va a estar dedicada, si Dios quiere y Dios mediante, a traer aquí cada uno de los libros escritos por aquel joven de Linares (Jaén, España) que supo, a lo largo de una trabajosa vida física cultivar un corazón sano y lleno de todo aquello que tantas veces nos falta a los que no nos podemos mirar en su espejo físico pero sí, y mucho, en el espiritual.

Por otra parte, voy a seguir, para la publicación de las recensiones, el mismo orden que siguió Lolo para publicarlos.

4.- Las golondrinas nuncan saben la hora (Manuel Lozano Garrido, “Lolo”)

Las golondrinas nunca saben la hora

Las golondrinas nunca saben la hora

Título: Las golondrinas nunca saben la hora
Autor: Manuel Lozano Garrido, “Lolo
Editorial: Edibesa
Páginas: 282
Precio aprox.: 5,75 €
ISBN: 84-8407-131-6
Año edición: Lo puedes adquirir en Editorial Edibesa o dirigirte a la Asociación Amigos de Lolo

Este libro es muy especial. No sólo porque en él se exprese, de forma directa, el momento en el que “Lolo” acaba de perder la vista que le quedaba sino porque es un diario en el que hay tanto de maravilloso que con dificultad va a poder ser traído todo a estas páginas internáuticas. Su lectura es, pues, obligatoria para todo católico y se recomienda desde ahora mismo.

Este es el libro que hace el número cinco de los publicados por “Lolo“. Como los estamos trayendo según el orden de escritura y publicación por parte del Beato Manuel Lozano Garrido, eso quiere decir que en el tiempo fue el que hizo cinco de los publicados por el periodista santo.

Este libro abarca un periodo muy extenso de la vida de “Lolo”. En concreto, recoge lo que quiso hacer así en este diario desde el 2 de junio de 1961 al 1 de julio de 1965 o, lo que es lo mismo, más de cuatro años de la existencia del Beato de Linares (Jaén, España). Y eso, claro, da para mucho y mucho se ve reflejado en sus casi trescientas páginas, a cual más interesante, más gozosa y más llena de luz e iluminación para todo el que quiera, en verdad, ver iluminada su existencia espiritual.

Seguramente este libro queda enmarcado a la perfección por su principio y por su final. Al principio, esta cita de Teresa de Jesús: “Cuando menos veo, más creo”; al final, esta del autor mismo: “Ya es noche, siempre de noche. Que sea, en cambio, mediodía también en mi corazón”.

¿Qué es eso que nos dice “Lolo”?

Cuando una persona es capaz de asumir la ceguera (además de lo que él ya tenía encima), y lo hace de una forma que parece que le resulta, incluso, gozosa la misma (nunca pierde la esperanza no de ver sino de tener la propia esperanza en algo mucho mejor) es fácil estar seguro que el texto que a lo largo de aquellos años escribió iba a ser fruto de muchos frutos. Y así es.

Cuando en el mismo libro se encuentran el “Decálogo del periodista” (p. 170) y las “Campanadas” (12) que a la hora del último día del año de 1964 escribe (p. 196) a cada cual más luz y más fe, a uno sólo se le puede ocurrir que aquel hombre que dictaba este libro a punto de perder del todo la vista (esto sucede el 17 de mayo de 1963 según se recoge en la página 131 cuando dice “Antes notaba los bultos y las manchas oscuras de los cuadros, pero ahora ni eso” era un instrumento en manos de Dios y hacía bien su trabajo.

Todo lo que se diga de bueno de este libro será poco. Es luz para quien quiere darse cuenta de que la enfermedad no es siempre una fosa en la que se cae para no salir; esperanza para quien se sienta perdido; gozo de amar al mundo desde un sillón de ruedas, lugar tan escueto que hace inmenso lo que desde allí se siente; y, en fin, manifestación de fe exacta, perfecta, limpia, grande, hermosa también.

Por eso, de este libro no quiero decir nada objetivo que no sea la certeza de estar ante una obra de arte que emociona por muchos momentos y hacer llorar en tantos otros… porque hay rincones de privilegio donde se escribe desde la poesía de un corazón generoso y una mano que, aún sin poder, dibuja en el tiempo que nos ha tocado vivir una luz carente de superficialidad y sí de profundo hacer en el alma de quien lee sus muchos iluminantes párrafos y sus muchos acercares a las cercanías de Dios. Presente, el Padre, certifica “Lolo” que quiere “latir con fuerza en los pensamientos, en las ansias, en los ideales, y que toda esa sustancia de amor que significa la sangra se derrame a borbotones por las acequias de la generosidad y lleve su calor, su vitalidad y su riqueza a todas las criaturas del universo” (p. 89). Y a fe que lo consigue no quedándose corto nunca sino llenándonos de su ilusión y de su generoso ser, santo de toda fama de la santidad que Dios da a quien quiere aceptar su presencia.

Pero “Lolo”, además, sabe que “la fe nos dice que la última risa es siempre la de la esperanza” (p. 58). Esto nos certifica, además, una sabiduría basada en la propia experiencia y, al igual que las golondrinas que, en efecto, nunca saben la hora, para ellas, para Manuel Lozano Garrido, “es sólo ‘hoy’, ‘este momento’: sol, risa, vuelo, canciones; para allá, para acá, únicamente hoy” (p. 32). Y así vive, con el hoy como instrumento esencial de una vida llena de Dios y de amor por el prójimo.

Y, entre tanto dolor y tanto sufrimiento asumido con gozo, la petición principal a Dios: “Tú, Señor, riéganos cada mañana con la única agua que puede apagar la sed, y acaricia nuestras copas cada tarde con el dorado sol de la Gracia” (p. 180).

Por otra parte, se podrían decir muchas más cosas de este libro porque es inacabable en cuanto a recomendaciones. Por eso recomiendo su lectura a todo ser humano que quiera tener un corazón, verdaderamente, de carne, donde quepa toda ilusión y todo buen sentir.

Eleuterio Fernández Guzmán

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