Serie Huellas de Dios .-6.- En perfecto estado de revista

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Presentación de la serie

Huellas de Dios

Las personas que no creen en Dios e, incluso, las que creen pero tienen del Creador una visión alejada y muy distante de sus vidas, no tienen la impresión de que Quién los mira, ama y perdona, puede manifestarse de alguna forma en sus vidas.

Así, cuando el Amor de Dios lo entendemos como el actuar efectivo de quien no vemos puede llegar a parecernos que, en definitiva, poco importa lo que pueda hacer o decir Aquel que no vemos, tocamos o, simplemente, podemos sentir.

Actuar de tal manera de permanecer ciego ante lo que nos pasa y no posibilitar que Dios pueda ser, en efecto, alguien que, en diversos momentos de nuestra vida, pueda hacer acto de presencia de muchas maneras posibles.

En diversas ocasiones, por tanto, se producen inspiraciones del Espíritu Santo en nuestro corazón que muestran la presencia de Dios de forma firme y efectiva. Las mismas son, precisamente, “Huellas de Dios” en nuestras vidas porque, en realidad, nosotros somos su semejanza y, como tal, deberíamos encontrar a nuestro Creador, sencillamente, en todas partes.

No es algo dado a personas muy cualificadas en lo espiritual sino posibilidad abierta a cada uno de nosotros. Por eso no podemos hacer como si Dios estuviera en su reino mirando a su descendencia sin hacer nada porque cada día, a nuestro alrededor y, más cerca aún, en nosotros mismos, se manifiesta y hace efectiva su paternidad.

Las huellas de Dios son, por eso mismo, formas y maneras de hacer cumplir, en nosotros, la voluntad de Creador que, así, nos conforma para que seamos semejanza suya y, en efecto, lo seamos porque, como ya dejó escrito San Juan, en su primera Epístola (3, 1) es bien cierto que, a pesar de los intentos de evadirse de la filiación divina, no podemos preterirla y, como mucho, miramos para otro lado porque no es de nuestro egoísta gusto cumplir lo que Dios quiere que cumplamos.

Sin embargo, el Creador no ceja en su voluntad de llamarnos y sus huellas brillan en nuestro corazón siendo, en él, la siembra que más fruto produce.

6.- En perfecto estado de revista

Recuerdo que un día, yendo al trabajo fui testigo de una escena natural que me impresionó: cinco avecillas (concretamente estorninos) se encontraban alineadas, sobre un tendido eléctrico, tan perfectamente que parecía que alguien las hubiese colocado haciendo uso de algún medio de medición humano.

Sin embargo, esta disposición, digamos, física, me llevó a pensar que también puede aplicarse, esto, a la vida de los cristianos porque, en realidad, nosotros también tenemos que estar en perfecto estado de revista para cuando Cristo vuelva.

Una vez dijo Jesús (y así lo recoge san Lucas en 12, 39-48) algo que ha de resultar esencial para estar, por lo mismo dicho, en perfecto estado de revista. Y fue: “Tened en cuenta que si el amo de casa supiera a qué hora iba a venir el ladrón, estaría en guardia y no dejaría que asaltaran su casa. Estad preparados también vosotros, porque a la hora que menos penséis vendrá el hijo del hombre”.

Y tal es un consejo que no podemos dejar pasar.

Así, podemos estar preparados, para no olvidar lo que tal cosa significa, cumpliendo la voluntad de Dios. Tal cumplimiento encierra o, mejor, contiene, una serie de comportamientos materiales y espirituales que no podemos desdeñar.

Por ejemplo, estar preparados en perfecto estado de oración quiere decir, exactamente, lo que quiere decir: no abandonar tal práctica porque, en realidad, es lo que nos pone, hablando en plata, en contacto directo con Dios.

Por ejemplo, estar preparados en perfecto estado de servicio quiere decir, precisando más, tener la vista puesta en aquella escena de la última cena en la que Jesús lava los pies a sus discípulos y luego les dice que eso, exactamente eso, es lo que ellos debían hacer uno con otro que era servir.

Por ejemplo, estar preparados en perfecto estado de perdón quiere decir, lógicamente, ejercer esa voluntad (tan difícil, a veces) de la que Jesús era perfecto Maestro. Por tanto, ante la ofensa sólo puede caber el perdón y ante la ofensa que nosotros cometamos, sólo cabe pedir el mismo perdón que tenemos que dar (incluso ofrecer cuando la tozudez del ofensor sea grande)

Por ejemplo, estar preparados en perfecto estado de entrega a las necesidades ajenas quiere decir ir más allá del servicio señalado arriba porque, más que nada, conviene poner el corazón (nuestro) a los pies de los demás para que su vida sea mejor (en frase similar a una escrita por San Josemaría) y más llevadera. Aunque esto sea, a veces, difícil de llevar a cabo, nadie ha dicho (y si lo ha dicho debería saber que no es cierto) que ser cristiano, que seguir a Cristo, sea fácil porque no fue fácil su vida, como sabemos.

Así, bien podemos saber de qué forma podemos, debemos, estar preparados porque, cuando sea (en el momento escatológico que Dios quiera y tenga preparado) se nos van a pedir cuentas de, por ejemplo, los talentos entregados a cada cual por el Padre; se nos demandará qué hemos hecho de nuestra vida y nuestro Ángel Custodio (siempre a nuestro lado), en muchas ocasiones, va a tener muchos problemas para defendernos porque, a pesar de sus inspiraciones y sus avisos, seguimos, como dijo Pablo, haciendo lo que no queremos y no lo que queremos (es decir, el mal y no el bien)

Eleuterio Fernández Guzmán

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1 comentario

  
Juan Mariner
El símil del Servicio Militar está muy bien encontrado.
27/08/12 9:55 AM

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