Un amigo de Lolo - Decálogo del periodista -3-

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Por otra parte, el Decálogo del periodista que escribió Lolo nos informa, a todas aquellas personas que, de una u otra forma, nos dirigimos a los lectores, que hay una forma cristiana de comportarse y aunque a veces podamos incurrir en ciertas extralimitaciones, la intención final ha de ser la que refiere el beato Manuel Lozano Garrido.

Decálogo del periodista según Manuel Lozano Garrido, Lolo

3.- Cuando escribas lo has de hacer: de rodillas para amar; sentado para juzgar; erguido y poderoso, para combatir y sembrar

Hay formas y formas de escribir y formas y formas de sentirse atraído por lo que se escribe y, desde ahí, poder dirigirse a unos posibles lectores. Cada cual hace, a este respecto, lo que Dios le da a entender y hace rendir este concreto talento de la mejor manera posible. Y algunas personas, como por ejemplo el Beato Lolo, hacen de la pluma (forma clásica de llamar al método de escritura) algo especial y gozoso y sirven, además, de ejemplo a los que pretendemos decir alguna que otra cosa. Son luz que hacen ver, entre la tiniebla del mundo, el camino que nos lleva al definitivo Reino de Dios.

Hay formas físicas pero, también y sobre todo, hay formas espirituales de encarar el mundo y lo que pasa y en tal se refleja el qué de cada uno de nosotros.

Si se escribe de pie pueda dar la impresión, quizá, de que se está en estado de nervios y como esperando salir, en cualquier momento, a hacer determinada tarea. No hay convencimiento de que se puede llegar a conclusión alguna que pueda ser válida si se está en lo que no se está. Escribir de pie es saberse candidato a la nada y al vacío porque no hay tranquilidad ni sosiego en tal estado físico ni se puede esperar, de quien así se encuentra, otra cosa que no sea evasión. Otra cosa es escribir erguido, como luego veremos.

Pero también se puede escribir sentado. Es una forma que, por ordinaria, nada parece que se le pueda echar en cara porque cualquiera entiende y sabe que es una que lo es adecuada. Y, sin embargo, también puede llegar a través de la misma el exceso de conformidad y de tranquilidad mal entendida porque cuando se está sentado se está, la mayoría de las ocasiones, en exceso descansado y la molicie espiritual puede apoderarse de nuestros corazones aunque, en todo caso, nos sirva para juzgar las situaciones que vemos, escuchamos que pasan o nos llegan.

Debe haber, por tanto, una forma de escribir de la que puede obtenerse un fruto más dulce a los ojos y oídos de Dios.

Definida está la misma por Lolo: de rodillas.

Escribir de rodillas es estar en plegaria continua porque así ora quien se quiere dirigir a Dios con ansia de hijo que busca a su Padre. Por eso, de rodillas está quien sustancia su situación con Quien lo creó y espera hacer de su parte lo que pueda para ser salvado como bien dijo el de Hipona. Y se escribe así, además, cuando se está en seguridad de ser contemplado por el Creador que todo lo hizo y todo lo mantiene y a quien no se puede defraudar con conveniencias y actuaciones sustentadas en el respeto humano. De rodillas es escribe, aún sin así ponerse, cuando somos quienes adoramos a Dios con aquello que, en concreto, hacemos.

Y, sobre todas las cosas, hay una forma de escribir que nos muestra hacia dónde debemos ir como hijos de Dios que reconocen tal filiación divina que es aquella en la que, por una parte, combatimos y, por otra, sembramos.

Combatir el buen combate de la fe (cf 1 Tm 6, 12) es la forma correcta que tiene un hijo de Dios de hacer lo mejor que pueda su trabajo en materia de comunicación y de relación con el prójimo. Y hacerlo sabiéndose descendencia divina facilita mucho las cosas porque reconociendo tal verdad nos sabemos herederos de la vida eterna y tal es la mejor manera de poner en cada sílaba el acento que corresponde poner a quien así se reconoce. Por eso se escribe o, mejor, hay que escribir, bien erguido, mirando hacia Dios.

Pero, por otra parte, no podemos olvidar, que se escribe no para hacer algún que otro equilibrio sobre el papel (aunque sea éste electrónico) y quedar bien hilando alguna que otra idea. Se escribe, al contrario, para hacer lo posible para que la siembra del Sembrador se extienda a los pobres amanuenses del espíritu que con torpeza pero con ansia de mejora emborronamos, a veces, el deber que nos corresponde como hijos de Dios y donde, a veces, la caridad ha cedido el lugar que le corresponde en el corazón, a la sílaba torcida.

Sembramos para que, con tal don dado por Dios, alguna vez el fruto de tal siembra sea algo de lo que se pueda decir, verdaderamente, que ha valido la pena lo hecho. Al fin y al cabo, damos gratis lo que hemos recibido gratis y tal forma de actuar es llevar las cosas a su justo medio que no es el de la conformidad sin más sino, al contrario, el de la contrariedad con todo lo que se oponga a la voluntad del Creador.

Y es que, en realidad, así somos hijos suyos.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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