Es que con Torres Queiruga no podía haber acuerdo

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En un principio nos hicieron creer que se le había prohibido al teólogo progre Torres Queiruga hablar de lo suyo en Bilbao. Sabia decisión hubiera sido porque no es bueno que a quien puede hacer daño con su labia o verborrea se le permita que lo haga y se le facilite el camino. Otros foros más de acuerdo con su doctrina escasamente católica puede tener esta persona para platicar sobre su particular visión de la fe que dice tener.

Lo que pasa es que, en realidad, no se dijo que no podía hablar sino que debía hacerlo en determinadas circunstancias como, por ejemplo, que lo hiciera estando presente otros teólogos que no fueran de su cuerda. Y eso es lo que va a pasar dentro de unos pocos días. Esto ya lo aclaró el Director de este portal religioso, Luis Fernando Pérez Bustamante, en artículo escrito a propósito para que nadie se llevase a engaño pues una cosa es una cosa y otra, otra.

Era extraño que se hubiera llegado a un acuerdo con un teólogo como Torres Queiruga porque eso no es admisible ni para el obispo de Bilbao, Monseñor Iceta ni para nadie que se precie de ser católicos y tenga su fer por algo importante para su vida. Y, claro, lo que no puede ser no puede ser y, como sabemos, es imposible.

No puede haber acuerdo con Torres Queiruga porque cuando un teólogo dice, sobre la Resurrección de Cristo, lo que dice y escribe lo que escribe.

Por ejemplo cuando escribe (sobre la Resurrección en el Epílogo de su libro “Repensar la resurrección”) que

“y de los textos resulta que esa convicción firme, esa fe en la resurrección actual de Jesús y en la permanencia de su misión se gestó y se manifestó en vivencias extraordinarias de su nuevo modo de presencia real, que, en aquel ambiente cargado de una fortísima emotividad religiosa, los protagonistas interpretaron como ‘apariciones’”


Esto quiere decir que, en realidad, aunque la figura de Cristo haya sido, y sea, importante en la historia de la humanidad, aquel episodio de la Resurrección no fue más que algo creído por sus discípulos llevados por tal momento de emoción espiritual. Y esto es negar, en sí, la misma Resurrección de Cristo. Vamos, que se inventó para adaptar a las creencias de aquellas personas que seguían a Cristo.

Y eso, como es más que sabido, se opone a lo que dicen las Sagradas Escrituras. Es decir muchos tuvieron ilusiones (María Magdalena en Jn 20, 1; otras mujeres más en Mt 28, 9,10; San Pedro Pedro, en Lc 24, 34; otros dos discípulos, en Lc 24, 13-32; diez apóstoles, en Lc 24, 33-49; Tomás y a los otros apóstoles, en Jn 20, 26-30; siete apóstoles, en Jn 21; todos los apóstoles, en Mt 28, 16-20; quinientos hermanos, en 1ª Cor 15, 6; Santiago, en 1ª Cor 15, 7 o, por terminar, San Pablo, en 1ª Cor 15, 7) y que nuestra fe no pasa de ser la continuación de algo imaginado pero no cierto y esto contradice, con toda evidencia y sin tener mucho más que decir, aquello escrito por San Pablo en, otra vez más la Primera Epístola a los Corintíos (15, 14) cuando dijo “Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe”.

Y eso es bastante fácil de entender y convierte, además, lo escrito por Queiruga en algo impresentable para un católico e inadmisible para un teólogo.

Pero él insiste en su tesis cuando dice que “Hasta el punto de que, por esa misma razón, incluso se reconoce de manera casi unánime que no puede calificarse de hecho histórico” porque no le debe parecer real la resurrección de Jesucristo a pesar, como hemos dicho arriba aportando ciertas pruebas que no pueden ser todas “inventadas”, de lo que muchos vieron y oyeron.

A este respecto del querer o haber imaginado la Resurrección como respuesta a situación muy especial y concreta, el beato Juan Pablo II, en una Catequesis de 25 de enero de 1989 titulada, precisamente, “La Resurrección como hecho histórico que afirma la fe” dejó dicho que

“Estas hipótesis parecen implicar un prejuicio de rechazo a la realidad de la resurrección, considerada solamente como ‘el producto’ del ambiente, o sea, de la comunidad de Jerusalén. Ni la interpretación ni el prejuicio hallan comprobación en los hechos. San Pablo, por el contrario, en el texto citado recurre a los testigos oculares del ‘hecho’: su convicción sobre la resurrección de Cristo, tiene por tanto una base experimental. Está vinculada a ese argumento ‘ex factis’, que vemos escogido y seguido por los Apóstoles precisamente en aquella primera comunidad de Jerusalén. Efectivamente, cuando se trata de la elección de Matías, uno de los discípulos más asiduos de Jesús, para completar el número de los ‘Doce’ que había quedado incompleto por la traición y muerte de Judas Iscariote, los Apóstoles requieren como condición que el que sea elegido no sólo haya sido ‘compañero’ de ellos en el período en que Jesús enseñaba y actuaba, sino que sobre todo pueda ser ‘testigo de su resurrección’ gracias a la experiencia realizada en los días anteriores al momento en el que Cristo (como dicen ellos) ‘fue ascendido al cielo entre nosotros’ (Hech 1, 22).”

Aunque sabemos que teólogos como Torres Queiruga tienen cierta manía al que fuera Papa polaco porque, por ejemplo, tenía las cosas tan claras como las aquí expresadas, las cosas son como son y como algunos quieren que sean.

Abunda en lo dicho por el beato Juan Pablo II el Santo Padre Benedicto XVI. En el Mensaje de Pascua de Resurrección de este año 2011 dijo, por ejemplo, que

“La resurrección de Cristo no es fruto de una especulación, de una experiencia mística. Es un acontecimiento que sobrepasa ciertamente la historia, pero que sucede en un momento preciso de la historia dejando en ella una huella indeleble. La luz que deslumbró a los guardias encargados de vigilar el sepulcro de Jesús ha atravesado el tiempo y el espacio. Es una luz diferente, divina, que ha roto las tinieblas de la muerte y ha traído al mundo el esplendor de Dios, el esplendor de la Verdad y del Bien”.


Es decir, ni hay hecho imaginativo ni efecto espiritualizado de los sentimientos de los discípulos ni nada que se le parezca sino, en todo caso, Resurrección real e histórica ante la cual sobra todo tipo de especulaciones o teorías ajenas a la Verdad porque, como ha escrito Jorge Loring, SJ.

“La resurrección de Cristo es un hecho que ha sucedido en la realidad. Aunque no haya habido propiamente ningún testigo del hecho de la resurrección, en cuanto tal, es histórica en razón de las huellas dejadas en nuestro mundo y de las que dan testimonio los Apóstoles”.


Y así podríamos estar mucho, pero que mucho rato. Nos queda la convicción de que la Resurrección de Cristo fue un hecho histórico y que, por eso mismo, sus discípulos pasaron de tener miedo a lanzarse al mundo a transmitir la Buena Noticia. De haber visto un fantasma poco efecto les podría haber causado. Sin embargo, el mismo Jesucristo les disuade de tal idea. Lo recoge San Lucas en su evangelio (24, 39-43)

“’Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo.’ Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: ‘¿Tenéis aquí algo de comer?’ Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos.”

¿Mentía San Lucas cuando esto escribió? ¿También mintieron aquellos apóstoles que escribieron sobre la Resurrección?

Ante todo esto Torres Queiruga dice que los ultracatólicos lo “calumnian” porque para el la verdad ha de ser algo peligroso de aceptar y como una especie de insulto a su imaginativa y creativa teología. Y, aunque calumniar no se le calumnia, una buena denuncia por heterodoxismo sí que le podría venir bien.

Por eso, que acudan a las charlas de Torres Queiruga teólogos ortodoxos (otra cosa, por cierto, no puede ser un teólogo católico que se precie de serlo) es algo muy bueno para la sana doctrina porque no está bien que quien pretende escandalizar a los pequeños en la fe (y a los grandes) lo haga sin contra alguna que es, por cierto, la forma más común que tienen de actuar tales personas. Pero acuerdo, lo que se dice acuerdo, con tal señor no cabe ni en broma.

Eleuterio Fernández Guzmán

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4 comentarios

  
Koko
Celebro tu artículo. Muy bueno e interesante.


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EFG


Gracias, Koko. Es que hay cosas que difícilmente se pueden entender y, menos, compartir.
06/12/11 1:54 AM
  
ANASTASIO
La fe de la Iglesia católica en la resurrección no cabe en la interpretación presentada por Queiruga (cf. Benedicto XVI) y su metodología teológica radica en el subjetivismo hermeneutico irrelevante. ¡De "calumnias" nada! Es que Queiruga no da en el clavo por más que se revuelva.
Pero lo más lamentable son, a mi juicio, las actitudes de los Directores del Instituto teológico. Seamos sacerdotes primero y "teólogos" despues.
06/12/11 10:56 AM
  
Forestier
Es que algunos de estos señores metidos a teólogos, son unos artistas frustrados, pues quiene proyectar sus descontroladas y subjetivistas imaginaciones en el marco de la Revelación, y claro, se les va un poco la "olla" por senderos de iluminadas fantasías.
06/12/11 9:38 PM
  
Teologúmeno
No entro a valorar tu opinión sobre Andrés Torres Queiruga, pero hay hechos objetivos que niegas, supongo que desconocimiento más que por intención. Torres Queiruga no pone en cuestión ninguna de las verdades fundamentales de la fe, es un teólogo perfectamente ortodoxo, aunque su forma de intentar hacer comprensibles esas verdades pueda ser discutida (en mi caso, yo no comparto todas sus posiciones). Sobre el tema concreto de la resurrección, fíjate bien en el texto suyo que estás citando, él habla de "vivencias" y de "presencia real" de Jesus en medio de ellos, que, no teniendo un lenguaje apropiado para poder expresarlas, usaron los recursos literarios que tenían a mano, como el lenguaje de "apariciones". La fe dice que ellos realmente se encontraron con el Resucitado, experimentando su presencia viva en medio de ellos, y Torres Queiruga es eso precisamente lo que trata de expresar para alguien con los esquemas de pensamiento del mundo de hoy, no de hace 2000 años. Ahora bien, si para ti los relatos evangélicos son como reportajes históricos que describen literalmente hechos empíricos, allá tú, pero ningún cristiano está obligado a aceptar eso. Y si no, muéstrame un texto del magisterio que diga eso, y yo te mostraré cientos de citas del teólogo Joseph Ratzinger (ahora Benedicto XVI), que van en la dirección que yo te indico.
13/12/11 4:59 PM

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