Eppur si muove - Aborto: sobre pecados y delitos

El tema de la pederastia de algunos miembros de la Iglesia católica está sirviendo para algo más de lo que sus impulsores (no siempre, por cierto, verdaderos defensores de la dignidad de la persona) querían. Es más, están llevando a tener que discernir entre dos realidades que no son, por supuesto, lo mismo: pecado y delito y a considerar que, en determinados casos una cosa y la otra no son tan diferentes como se piensa.

Es bien cierto que una cosa es un delito y otra, muy distinta, un pecado. Esto, que no se le escapa a nadie tiene, sin embargo, alguna que otra matización que no podemos dejar escapar.

Hace poco el Arzobispo de Madrid Antonio María Rouco Valera ha dicho que “Nos duelen en el alma los graves pecados y delitos cometidos por algunos sacerdotes” porque comprende que, en muchas ocasiones el pecado y el delito van, sencillamente, de la mano. Y no sólo en este caso, claro.

¿Qué se ha de tener más en cuenta, el pecado o el delito?

La Iglesia católica distingue bastante bien que una cosa es lo que se denomina ámbito religioso-moral y otra el ámbito político-legislativo y, a pesar de que muchos pretendan hacer correr la especie según la cual la Esposa de Cristo, a través de sus pastores, pretende que los pecados devengan delitos civiles, la verdad es que ni eso es verdad ni, sobre todo, puede serlo.

Hay un tema, sin embargo, el aborto, en el que la diferenciación entre una realidad civil y otra espiritual cobra importancia. O, mejor, la inexistencia de tal diferenciación.

El número 2258 del Catecismo de la Iglesia Católica dice que “La vida humana es sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin”.

Por eso continúa diciendo que “Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente”.

Esto, así dicho, parece bastante elemental y no hace falta ningún tipo de entendimiento especial para llegar a la conclusión de que la vida humana es, desde el momento de la fecundación, respetable y protegible.

Se puede entender, también, que de parte de quien no es creyente esto dicho aquí por parte de la fe católica poco importa. Sin embargo, eso sería como tratar de cerrar los ojos siendo de día y pretender que se crea que es de noche.

Por lo tanto, lo que es pecado sólo puede ser, en este caso, delito.

Si no se piensa esto sería conveniente, en tal caso, responder a la pregunta de si es posible entender que matar a un ser humano indefenso sea algo más que un pecado, que lo es. Es, sin duda alguna, un delito de una gravedad tal que pretender que no lo sea es dejar al nasciturus ante un peligro de verse abocado a una muerte segura porque determinado pensamiento no cree que el pecado, en este caso, pueda ser, además, delito.

Y, sin embargo, en España se ha sobrepasado el nivel de separación entre el pecado y el delito civil al haber considerado oportuno la aberrante decisión de tener, al aborto, como un “derecho” de la mujer que lleva en su seno a disponer de un ser humano distinto a ella como si fuera, en realidad, una cosa prescindible.

Así, si la vida humana es sagrada” y “sólo Dios es Señor de la vida” no podemos resignarnos, los cristianos, aquí católicos, a que lo que es un flagrante pecado deje de ser un flagrante delito civil porque no cabe, aquí, separación entre una realidad y la otra.

Por otra parte, hay una diferencia fundamental entre la justicia humana y la justicia divina: mientras que en la humana la confesión de un delito conlleva un castigo, en la divina, la confesión de un pecado conlleva el perdón.

Quizá, por eso, un católico sabe qué es más importante en materia espiritual y qué, también, ha de respetar en el orden civil porque sabe lo que dijo Jesucristo sobre Dios y el César pero no olvida, o no ha de olvidar, que en materia de aborto, las cosas son muy distintas.

Otros, sin embargo, prefieren zaherir al pecado porque prefieren no tener, sobre sus espaldas, la responsabilidad que supone ser creyente y llevar tal creencia a sus vidas y, así, por ejemplo, acabar atribuyendo el derecho de matar como si eso pudiera ser posible.

¿Pecado o delito civil?

En el aborto, seguramente, el pecado tendría que ser delito civil. De otra forma, la barbarie está asegurada.

Eleuterio Fernández Guzmán

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1 comentario

  
mujer
La despenalización del aborto a estas aturas de las circunstancias y más allá del grupo feminista, debería ser un hecho.
Toda mujer puede y debe decir sobre su cuerpo, a nadie le gustaría abortar pero lamentablemente hay momentos en los que resulta imprescindible. De hecho en esos países existe el aborto de forma ilegal que por cierto es muy costoso y las mujeres de bajos recursos no pueden acceder y por lo tanto caen en ámbitos poco favorables, mientras otras mujeres que cuentan con el dinero suficiente abortan sin ningún tipo de problema y así van muriendo mujeres por abortos mal hecho o no terminados.
22/12/10 9:26 PM

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