La Templanza

El filósofo ateniense Platón (427-347) afirmaba en La República que el fin del hombre en el mundo era asemejarse a Dios practicando la Virtud, que definió en cuatro formas: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Estas cuatro virtudes, llamadas cardinales, pasaron al acerbo de la filosofía griega, y posteriormente romana. El Libro de la Sabiduría, escrito por un autor judío en la helénica Alejandría 100 años antes del nacimiento de Cristo, incorpora varios saberes filosóficos griegos, que juzga adecuados a la fe yahvista (como formas imperfectas pero verdaderas de búsqueda de Dios), y entre ellos las cuatro virtudes cardinales, a las que hace hijas de la Sabiduría.

Si la inteligencia es creadora, ¿quién sino la Sabiduría es el artífice de cuanto existe? ¿Amas la Justicia? Las virtudes son sus empeños, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza: lo más provechoso para el hombre en la vida. Sb 8, 6-7

Tanto por la sabiduría judaica como por la filosofía platónica, la Iglesia ha incorporado en su Magisterio estas virtudes como cristianas, denominándolas virtudes morales, pues aunque no fueron afirmadas expresamente por Cristo, apóstoles tan importantes como san Pablo las mencionan en sus escritos.

Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. Flp 4, 8

Por oposición al vicio, la virtud es la disposición habitual y firme del alma humana a realizar el bien, y las virtudes son perfecciones habituales del entendimiento y la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la fe y la razón. Se dice que el hombre virtuoso es aquel que practica libremente el bien (CIC 1804).

De las cuatro virtudes cardinales, la templanza es aquella que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados (CIC 1809). El apetito es la inclinación natural que tiene la parte material del ser humano hacia la naturaleza que estimula sus sentidos. La respuesta fisiológica y psicológica que despierta ese estímulo produce unos efectos placenteros, incitando la repetición de los mismos en busca de aquella respuesta. Clásicamente se conoce este mecanismo como sensualidad.

Tan discípulo de Sócrates como Platón fue Aristipo, el cual, a diferencia de este, consideraba que el bien se hallaba precisamente en estimular la sensualidad, pues era la única cosa cognoscible, y los placeres el único bien medible. Toda su teoría filosófica (que se dio en llamar hedonismo) giraba en torno a cómo moderar los placeres para que no embotaran los sentidos. Aristipo puso escuela (a diferencia de Sócrates cobraba sus lecciones, y bien caras) con notable éxito, pues heredó el escepticismo de los sofistas y puso las bases al materialismo. Su discípulo Epicuro refinó algo más su doctrina, incluyendo los apetitos intelectuales y queriendo poner puertas al campo de la sensualidad por medio de la evitación del dolor. De forma consciente o inconsciente, nuestra sociedad contemporánea es básicamente hedonista-epicureísta.

Por frente se alza la enseñanza del Antiguo Testamento, que en el libro del Eclesiástico advierte “no te dejes arrastrar por tu deseo y tu fuerza para seguir la pasión de tu corazón” (Si 5, 2) y “no vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena. Si te consientes en todos tus deseos, te harás la irrisión de tus enemigos” (Si 18, 30-31). También en el Nuevo Testamento, san Pablo nos dice que “la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, nos enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad” (Tt 2, 11-12).

En efecto, el dominio de la voluntad sobre los instintos y las pasiones mantiene los deseos en los límites de la vida honesta que Cristo enseña, y nos permite orientar positivamente hacia el bien los apetitos sensibles, hacia una meta más elevada y más acorde con nuestra naturaleza espiritual. La templanza nos sirve para cumplir el mandato cristiano “sed perfectos como vuestro Padre del Cielo es perfecto”.

En teología moral clásica (véase Royo Marín, 479 y ss), la templanza opera principalmente con los dos pecados relacionados con la subsistencia animal del hombre, la alimentación-bebida (gula) y la generación (lujuria). Frente a ellos se emplea la abstinencia (comida) y la sobriedad (bebida) para evitar la gula, y la castidad para evitar la lujuria. Los vicios opuestos a la templanza son la inmoderación (es decir, desbordar los límites de la fe y razón en la cesión a los apetitos), que ofusca al hombre reduciéndole a condición animal, pero también la insensibilidad (eliminar completamente cualquier apetito de subsistencia), que pone en riesgo la subsistencia, y que solo es admisible cuando persigue un fin sobrenatural (por ejemplo, en aquellas personas consagradas enteramente a Dios), y normalmente con unos límites.

Actualmente existen numerosos mecanismos de sensualidad directa. Satisfacción de apetitos, bien por medio de agentes externos, normalmente sustancias químicas que conocemos como “drogas” que pueden tratar de desinhibir (alcohol), calmar el dolor (opioides), estimular (nicotina, cocaína, anfetaminas), provocar alucinaciones sensoriales (los diversos ácidos), animar (marihuana) o sedar (barbitúricos o benzodiacepinas). Satisfacción de apetitos a base de estimular repetidamente la secreción de agentes químicos internos, por medio de actividades de riesgo (adrenalina) o el coito (endorfina). También existe una forma psicológica de satisfacción de apetitos a base de la búsqueda de recompensas psíquicas provocadas por una tendencia a la que retroalimentan, generando un círculo vicioso. Hay numerosos ejemplos, desde la ludopatía hasta la vigorexia, y todas ellas se estudian como trastornos del comportamiento en psiquiatría. Se han establecido algunas bases genéticas que pueden generar una mayor predisposición a ciertas adicciones, pero ninguna de ellas se considera actualmente causante per se de las mismas.

Existen asimismo sensualidades intelectuales (pues la materia es tanto cuerpo como mente), como la contemplación de la belleza, el estímulo intelectual, el afán de discusión o la perfección técnica de un arte humano, cuya satisfacción encauzada moderadamente hacia un orden elevado y útil, redunda en un bien, pero cuyo empleo repetido como un fin en si mismo no conduce sino a una ataraxia estéril en los deberes del hombre hacia Dios y hacia sus hermanos.

Ciertamente el mecanismo de “estímulo-recompensa” acaba por aparecer casi en cualquier tipo de adicción, convirtiendo un acto esporádico en un hábito de vida. En moral lo llamaríamos una satisfacción sensual recurrente, proveniente del pecado, que termina por conducir al vicio.

Podemos recapitular afirmando que tanto la enseñanza magisterial como la propia experiencia humana nos muestran que poner el corazón en los apetitos, o dejarse arrastrar por ellos inmoderadamente, llega a convertir al hombre en esclavo de sus propias pasiones. La templanza es virtud humana que nos permite dominar la sensualidad, liberándonos de la esclavitud del pecado y permitiéndonos servir a nuestro único señor verdadero: Dios.

Nada hay para el sumo bien como amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, lo cual preserva de la corrupción y de la impureza del amor, que es lo propio de la templanza. San Agustín, De moribus Ecclesiae Catholicae, 1, 25

Debe el cristiano (y cualquier hombre que se tenga a sí mismo por racional) perseverar en el ejercicio del bien, amar el decoro de la práctica virtuosa y comprender la importancia de la vergüenza propia. Todas estas armas nos ayudan en nuestra observación vigilante de nuestros propios apetitos, para comprender cuando nos están dominando, en lugar de servirnos. La moderación es la medida y el servicio a un bien superior el objeto de la templanza. Evitar hábitos que racionalmente sabemos dañinos para nuestra salud corporal y espiritual, practicar ocasionales renuncias para asentar con solidez nuestra libertad (por ejemplo, el ayuno, que no es únicamente oración de los sentidos sino elevación espiritual) y por supuesto, la oración pidiendo templanza, pues no hay virtud natural que no pueda ser auxiliada sobrenaturalmente.

Del mismo modo que esta teología de lo cotidiano y humano es válida para cada hombre, lo es también para las sociedades, pues la promoción pública de la templanza evita muchos males y gana muchos bienes para cualquier comunidad humana.

El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios. San Gregorio de Nisa. De Beatitudinibus, oratio 1

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6 comentarios

  
Ano-nimo
Luis:

Excelente artículo; es realmente bueno y hace recapacitar. Bueno, volveré a dejar el tabaco y ya sé el método que voy a utilizar para no volver a recaer.

Un cordial saludo.

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LA

Bueno, pues ya sabes a quién va dedicado y por qué...

un cordial saludo
24/09/11 1:05 PM
  
Ano-nimo
Luis:

Pues muchas gracias, eres un gran amigo.

Un abrazo.
24/09/11 2:59 PM
  
Ricardo de Argentina
Muy buen artículo.
Sirve de maravillas para demostrar que todos los problemas actuales (desde la inseguridad hasta la obesidad, desde la ruptura familiar hasta las drogas) tienen origen en las filosofías dominantes, básicamente epicureístas - hedonistas.

_¡Sr. Político, Sr. Político!
_¿Si?
_Tengo la solución a los problemas que aflijen a todos ustedes.
_¡Pues venga! ¿Y cuál es?
_ Es una solución filosófica.
_¡Ay! ¿Y cuál es esa solución?
_Hay que preguntársela a los que saben
_ ¡Ay ay! ¿y quiénes son los que saben?
_ Pues muchos. En primer lugar, los católicos que conocen la DSI.
_¡Ay, ay, ay! ¡Vete al .....
(Editado)

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LA

Bueno, Marco Aurelio quiso implantar el imperio de los filósofos y se pasó toda su vida combatiendo militarmente a los bárbaros. Los regentes de hoy en día han preferido entregarse a la filosofía de los bárbaros. Gracias por tu participación.
24/09/11 4:15 PM
  
rastri
-Me ha gustado sí. Y mucho. Muy raro en mi...

-Y aquí el porqué de su motivo o razón; Cómo para unos, bueno es lo que Platón dice; Y para otros lo que Aristipo y Epicuro entienden.

-¿Será que Platón como maestro no supo hacerse entender; O será que los otros, sus dicípulos, no quisieron entender.

-¿Es templanza amar a Dios sobre todas las cosas, o es justicia?
-¿Quién es Dios: el que es y está dentro de este mundo; el que es y está fuera de este mundo? ¿Este mundo que palpo y siento, es Dios; O es el que no palpo y siento?

-Dicen que el fin no justifica los medios. Y cuando el fin está justificado: ¿ Acaso todo medio que conduce a un fin justificado: no se justifica en su propio fin?

-¿O no hay fin que por sí mimo esté justificado?

-Dios dice: -No matarás.- Y viene otro y dice si no moris no resucitaréis.

- Dos fines hay en la vida del hombre, cada cual se justifica en su motivo o razón de ser: Uno que es limitado -dios mundo tiempo-;Y otro que es ilimitado -Dios cielo espacio-:

-Pues si la templanza es, ese indiferente punto medio -vómito- que el ilimitado reclama: ¿Cabe afirmar que todo lo que es es virtud para uno, no lo es para otro. Y viceversa?

Y a saber quién, escogiendo y esgogido, llama o es llamado. Y no se equivoca de lado para justificar el medio en razón de su fin. O ser templado en la indiferencia que es vómito.

-Pues al día llegado dice: (Apocalipsis 11,6-7):

Ellos tienen poder de cerrar el cielo para que lluvia no caiga,los días de su ministerio profético y tiene poder sobre las aguas para tornarlas en sangre y para herir la tierra cuantas veces quisieren. Cuando hubieren acabado su testimonio,la bestia, que sube del abismo les hará la guerra, y los vencerá y los quitará la vida.

25/09/11 10:44 AM
  
Carmen
Luis, aparte de felicitarte por tan excelente post, quisiera que me hagas el favor de avisar a Ana MS. He hecho limpieza en contacto y se ha borrado su nombre. Obviamente no era mi intención.
Si no tienes inconveniente avísala o mandame su email.

Gracias.
25/09/11 11:09 AM
  
Sebastián
Buen articulo, muy informativo por cierto. Gracias por compartirlo pero quisiera aclarar por favor, que en donde escriben que la marihuana "anima" es al contrario, las drogas se clasifican en Depresoras y Animadoras, en las depresoras están todas las que bajan el ritmo del SNC entre ellas la marihuana, alcohol, cigarrilos etc. De nuevo gracias por el buen articulo, muy util (:

Saludos desde Antigua Guatemala
03/07/14 9:48 PM

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