El día que se perdió España (y IV)

Las escaramuzas

El día 24 de julio, tras 5 días de infructuosas negociaciones diurnas y fructuosas conjuras nocturnas, Rodrigo decidió alinear a su ejército y comenzar la batalla. No obstante, hemos de tener en cuenta que para la mentalidad gótica el ataque a una línea enemiga era una empresa difícil y costosa en vidas. Por tanto, primero había que armarse de valor, tratar de reducir la resistencia de los bereberes empleando la infantería ligera, y rezar para que fuesen primero los adversarios los que iniciasen el combate, adquiriendo así ventaja los defensores.

Durante dos días, ambos bandos intercambiaron flechas, dardos, piedras, venablos, insultos y provocaciones, volviendo a su campamento por la noche sin llegar al contacto. Con todos los triunfos en su mano, Tarik no tenía ninguna prisa: su infantería ligera y su caballería se mostró sin duda muy superior a la de los cristianos, y por otra parte, su acuerdo con los viticianos había sido ya cerrado; tendría colaboración entre las filas enemigas cuando llegara el momento. Podía esperar indefinidamente.

Rodrigo, sin embargo, no podía. Seguramente ya le habían llegado rumores del desaliento que cultivaban los viticianos entre todos los hombres del campamento. Si esperaba mucho más, su ejército se habría desbandado antes de entablar combate. Era preciso atacar y obtener una victoria costara lo que costara, para alejar el peligro ismaelita y afirmar su trono ante los suyos.

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La traición y la derrota

La mañana del día 26 de julio de 711, Rodrigo colocó su línea de batalla y ordenó el avance. No iban a haber más dilaciones. Era el momento de mostrar el valor godo y expulsar a los infieles de las tierras de España en nombre de Cristo. Junto al rey, en el centro de la línea, se hallarían sin duda sus familiares más cercanos con sus hombres y la guardia real de spatharii (pese a su nombre, eran también lanceros), en la cual, de creer a la tradición del siglo IX, se hallaba el joven Pelayo, hijo del asesinado duque de Galicia Favila. A los lados se hallaban el resto de nobles adictos, tanto menos cercanos en afecto al rey cuanto más alejados de él físicamente. Entre estos estaba el dux de Bética, Teodomiro. Por último, en los extremos, las levas del norte al mando del obispo Oppas (el primer prelado que conocemos que inaugurara la costumbre hispánica medieval de dirigir tropas en combate) y de su hermano Sisberto, cabezas del partido viticiano. Es imposible saber si los hijos de Vitiza- Agila, Olmundo y Ardabasto- se hallaban presentes en la batalla, aunque es posible, pues los godos templaban a sus hijos en el combate desde bien jóvenes.

Tras el preceptivo griterío inicial, los cristianos se lanzaron al ataque y se trabó la lucha mano a mano. Por desgracia, en este punto no hay mucho que podamos contar. Sólo sabemos que, a poco de iniciado el combate, o tal vez sin siquiera haber entrado en él, todas las tropas viticianas de las alas, a una señal de sus comandantes, sencillamente dieron media vuelta y echaron a correr. Al ver esta defección, las tropas inmediatamente contiguas, desalentadas y probablemente afectadas por los rumores de los días previos, desfallecieron y comenzaron también a huir. Apenas iniciada la batalla, la línea goda empezó a derrumbarse como un castillo de naipes, desde las alas hacia el centro.

Allí combatía el rey con sus más afectos, y al poco se encontró que la mayor parte de su ejército estaba huyendo. Peor aún, los bereberes, bien advertidos de lo que iba a suceder, se abstuvieron de perseguir a los que huían- como era costumbre- y efectuaron una impecable maniobra envolvente, rodeando a los leales al rey. En este punto, el valor de Rodrigo resultó fatal. Si hubiese decidido emprender la huida y reorganizar el ejército en otro punto, es posible que la mayor parte de sus hombres se hubiesen podido salvar, así como la autoridad de un monarca para dirigirlos. En cambio, Rodrigo, decidido a no mancillar su honor con una huida (añadamos que su cobardía hubiese sido una buena excusa para destronarle) y tal vez confiando en que si acababa con Tarik y rompía el centro enemigo aun podría alcanzar la victoria, continuó combatiendo con empeño junto a los suyos. Durante varias horas la hueste real luchó con coraje, en inferioridad numérica y rodeados por todas partes, pero al cabo, vista la inutilidad de la resistencia, también ellos comenzaron a huir. La batalla se había perdido.

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¿Dónde está el rey?

En este punto consideramos uno de los grandes misterios históricos de España. Sabemos que el duque Teodomiro y Pelayo lograron escapar, pero ¿qué fue del rey Rodrigo, del cual no tenemos ninguna otra noticia fehaciente? La Crónica mozárabe, el texto más antiguo, se limita a decir que la batalla fue “el fin del rey Rodrigo”, sin especificar si murió en ella, o tras su derrota fue destronado, o más bien que desapareció sin dejar rastro. Parece que esa es la conclusión que debemos adoptar, pues en el resto de relatos aparecen diferentes versiones, algunas muy pintorescas. Por ejemplo, una crónica árabe muy posterior dice que Tarik le cortó la cabeza y se la envió a Muza, pero el resto de textos orientales no la recogen. Una crónica cristiana afirma que logró escapar y dirigió la postrer resistencia goda en Mérida y Segoyuela; otra, que huyó para terminar su vida haciendo penitencia por sus pecados y siendo enterrado en Lusitania. La mayoría, en fin, dicen que (al igual que el último emperador de Constantinopla) no se le volvió a ver ni se pudo hallar su cadáver. Todo el recuerdo que dejó fue el de su caballo Orelia, cuyo cadáver fue visto a orillas de un riachuelo cercano. Sin duda, no hubiese escapado muy lejos de ir montado en él.

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La persecución

Dado el desarrollo de los hechos, es fácil pensar que, exceptuando el grupo más cercano al rey Rodrigo, la mortandad había sido escasa. El grueso del ejército cristiano escapó hacia el Guadalquivir. Si Tarik había tenido hasta este momento una actitud pasiva, esperando que los acontecimientos le pusieran la victoria en bandeja, mostró de inmediato un gran temple. A marchas forzadas persiguió al ejército cristiano en fuga, pasó de largo Sevilla y alcanzó la ciudad de Astigi (Écija), donde tal vez algún influyente noble del partido rodriguista trataba de recomponer las fuerzas. La ciudad fue tomada, no sabemos en qué circunstancias, y los restos del ejército godo derrotados, perseguidos y definitivamente dispersos. Nada quedó ya del poderoso ejército que levantara Rodrigo. Teodomiro se refugió en sus posesiones en Bastetania, y Pelayo junto a sus familiares en Gijón. No sabemos qué nobles pudieron huir y cuales perecerían; quienes serían capturados y se someterían para obtener la libertad.

Desembozada ya su defección, los viticianos acompañaron y ayudaron al caudillo bereber. Urbano Juliano y Oppas fueron los consejeros evidentes de Tarik, puesto que en lugar de iniciar un plan metódico de conquista de plazas importantes, el berberisco se embarcó en una campaña velocísima por medio de territorio enemigo, persiguiendo unos objetivos políticos muy claros. En primer lugar, remontó el gran río y llegó en agosto a las puertas cerradas de Córdoba, la plaza fuerte de la familia de Rodrigo. La ciudad se resistió y los bereberes le pusieron sitio durante 2 meses, sin lograr su rendición.

En ese momento era ya del dominio público la traición de la familia de Vitiza al rey elegido por los nobles. Aunque no tenemos testimonios directos, por los hechos posteriores podemos deducir qué, mientras en las tierras y posesiones de los viticianos se celebró con júbilo la jornada, el resto de clanes nobiliarios cobró gran aversión a los felones que habían violado el juramento de fidelidad hecho al rey. El obispo Oppas comprobó con preocupación que la mayoría de familias nobles no estaban dispuestas a acatar la natural sucesión en su sobrino Agila, el hijo del rey Vitiza, y preparaban una reunión en Toledo para elegir un nuevo monarca que combatiese a los viticianos y a sus aliados extranjeros. Indudablemente, para los godos había estallado una nueva guerra civil, en la que Tarik y sus berberiscos jugaban un papel aparentemente secundario, como mercenarios de un bando. La preocupante ceguera política y la ignorancia de los nobles hispanogodos, tanto los viticianos como sus rivales, en todo este proceso, muestra el alto grado de egoísmo, desconocimiento de política exterior y autismo de la aristocracia hispanogoda contemporánea. Verdaderamente, como afirmaron las crónicas medievales, la invasión sarracena fue un castigo providencial a los vicios y pecados de los godos. Pronto despertarían de su largo sueño.

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La toma de Toledo

Alertados por las noticias de resistencia en muchas partes de España, los viticianos apresuraron a Tarik a dirigirse rápidamente a Toledo para evitar la proyectada reunión de magnates godos. Dejando una fracción de su ejército sitiando Córdoba, el liberto y Urbano Juliano cruzaron Sierra Morena y se dirigieron al norte a finales de octubre de 711. Por delante marchó el obispo Oppas, con la misión de facilitar sus objetivos. La capital era mayoritariamente rodriguista, pero al presentarse tan de improviso el ejército musulmán frente la ciudad indefensa, cundió el miedo. Muchos huyeron, como el metropolitano Sinderedo que marchó a Roma. Otros se dejaron seducir por las promesas del obispo Oppas y pactaron con su facción. Algunos, al fin, intentaron presentar resistencia. Con la colaboración de aquellos unidos al bando viticiano, los judíos de la ciudad (oprimidos por las leyes godas durante casi un siglo) abrieron las puertas y Tarik conquistó Toledo sin lucha el 11 de noviembre de 711. Habían pasado seis meses y medio desde que desembarcara en Gibraltar, y tres y medio desde que venciera a Rodrigo en el Lago de la Janda. Para los parámetros altomedievales, una auténtica guerra relámpago. Su éxito se entiende mejor si somos conscientes de la colaboración fundamental que obtuvo de una parte de los godos.

La pérdida de la capital fue fundamental. A partir de este momento el reino godo entró en un proceso cierto de descomposición, pues los clanes nobiliarios resistentes no encontraron la forma y el lugar para ponerse de acuerdo y elegir otro rey. La ausencia de una dirección firme en la resistencia fue determinante. A partir de ese momento, la lucha contra los invasores se haría de forma dislocada, espasmódica e ineficaz.

Tarik entró en la ciudad y se sentó en el trono de los godos, mientras sus tropas ocupaban todas las puertas y puntos clave de la capital. A las peticiones de Oppas y los viticianos- tal vez aconsejado por Urbano Juliano, que con posterioridad se mostraría el principal consejero de los árabes- rechazó coronar a Agila como rey de España, y se comportó en todo como el conquistador que era. Por ejemplo, saqueó la cámara del tesoro real, tomando las famosas coronas de oro de los reyes visigodos que darían lugar a la leyenda de la habitación de Toledo (probablemente se trataría de coronas votivas) y guardando para sí la más preciada pieza del mismo, la llamada “mesa de Salomón”, un mueble chapado en plata y oro que el emperador Tito había obtenido del saqueo de Jerusalén, y Alarico ganó al conquistar Roma en 410.

La historia no recoge la reacción inmediata de Oppas al ver que sus supuestos colaboradores habían decidido imponer sus propias ambiciones. Mientras permanecía en Toledo tratando de negociar de nuevo con los ismaelitas, ordenó a sus partidarios proclamar a Agila II como rey allí donde gobernaban, tratando de imponer una política de hechos consumados (por ese motivo sería condenado a muerte por Muza un año después, aunque no sabemos si la sentencia llegó a ejecutarse). Tenemos varias monedas del joven Agila acuñadas en diversas ciudades de la parte marítima de la Tarraconense y Septimania (Tarragona, Gerona, Narbona) a partir de finales de 711. La fragmentación y anarquía se apoderaban de España mientras la noticia de que la capital del poderoso reino hispano había caído llegaba a todos los rincones de la península y viajaba hasta el norte de África y Damasco.

Desalentados y traicionados por los judíos (que colaboraron con el invasor), los defensores de Córdoba rindieron la ciudad en diciembre de 711. Fue el primer pacto de vasallaje y tributo a cambio de conservar sus leyes, religión, magistrados y bienes que conservamos entre hispanogodos y musulmanes. A partir de ese momento, atomizada la resistencia hispana, los invasores hicieron rápidos progresos. En 712 Muza cruzó el Estrecho con unos 10.000 árabes. Tanto juntos como por separado, Tarik y Muza emprendieron varias campañas en las que no faltaron resistencias, sitios y batallas, pero sobre todo abundaron rendiciones pactadas. Los árabes obligaron a abdicar a Agila II en 714 y terminaron sus conquistas peninsulares rindiendo Pamplona en 717. Para ese año, los dos conquistadores ya no estaban en España, habían marchado a Damasco a rendir cuentas a Al Walid, acusados de corrupción por haberse quedado con objetos de saqueo que pertenecían por ley al califa.

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Conclusiones

La toma de España por el califato árabe fue una de las conquistas más rápidas de la historia antigua; ya vimos que eso fue principalmente posible por la colaboración de parte de la población del reino (viticianos y judíos, aunque por motivos bien distintos). Solo las baldías tierras de vascones, cántabros y astures fueron dejadas de lado, y ciertamente los musulmanes tendrían tiempo de arrepentirse amargamente de esa dejación. Mientras tanto, el territorio ocupado se organizó como un nuevo emirato, el de Al-Andalus, sirviendo de plataforma incluso para un intento de penetración en el corazón de Europa en la década de 720, que tuvo su punto final en la batalla de Poitiers (año 732) en la que fueron vencidos por el mayordomo franco Carlos Martel, hijo de Pepino de Hersital. En la provincia gala de Septimania vivió sus últimos años el reino godo, al ser elevado un oscuro rey llamado Ardo, que gobernaría en Narbona desde 714 hasta 719, cuando fue derrotado y depuesto por los musulmanes. Los condes godos de Carcasona y Nimes se rindieron en 725 poniendo fin al reino visigodo.

En el imaginario de la expansión árabe, la toma del rico reino hispano siempre fue tenida como uno de sus más brillantes episodios, sobre todo porque con el tiempo, el emirato -luego califato- de Al-Andalus fue considerado como un centro de saber, cultura y riqueza con pocos parangones en toda la historia del mundo árabe. Fue el auténtico jardín occidental del islam, y todavía hoy los musulmanes piadosos suspiran por su pérdida (España es el único territorio islamizado que ha abandonado esa fe en todo el mundo).

La población hispanogoda, sojuzgada por un sistema prefeudal con grandes desigualdades, debilitada por hambrunas y plagas, una vez consumada la derrota aceptó con gran mansedumbre el estado de cosas, prefiriendo pactar con los invasores para conservar su fe y costumbres. No pocos nobles godos se sometieron a los musulmanes de buen grado para conservar sus posesiones (comenzando por los viticianos, que acabaron por acatar el dominio califal a cambio de recuperar las 3.000 fincas arrebatadas por Rodrigo a su familia, siendo servidores fieles de los emires de Córdoba). La única excepción fueron los astures y vascones, pero estos eran tenidos por todos los habitantes de la península por montañeses medio salvajes, y hay que esperar al éxito del reino leonés un siglo después para que se empiece a reivindicar la epopeya de Pelayo y sus astures (la Crónica mozárabe ni siquiera los cita).

Los judíos obtuvieron muchas prebendas y la proscripción de las leyes que les impedían practicar su fe, a cambio del apoyo prestado a los conquistadores. Se calcula que hasta finales del siglo VIII la mayoría de la población del emirato era cristiana, pero los hijos de los derrotados se fueron convirtiendo al islam, de forma sincera o interesada, pues de esa forma podían alcanzar cargos oficiales y librarse del pago del impuesto a los infieles. Para el siglo IX la mayoría de la población ya era musulmana, y en el siglo X los cristianos, llamados mozárabes, constituían minorías poco importantes, que acabaron por desaparecer en su mayor parte con las invasiones africanas de almorávides, almohades y benimerines. Estos mozárabes conservaron la memoria del antiguo reino godo, y al hacérseles insoportable la vida bajo el dominio de los emires- por los desprecios y las persecuciones a los que periódicamente eran sometidos-, emigraron en buen número hacia el norte, para vivir en el pujante reino de León, al que aportaron toda su herencia, su espiritualidad, su odio al infiel y su reivindicación de aquel reino godo perdido en la jornada de Guadalete.

Los cristianos de España tardaron casi ocho siglos en recuperar la península de manos de los musulmanes. Fue una empresa titánica, de muchas generaciones, de muchas victorias, derrotas, muertes y lágrimas, que marcó la forma de ser hispana y la visión que de los musulmanes y los norteafricanos (los “moros”) tuvieron en lo sucesivo. Esta empresa no hubiese sido posible sin una gran espiritualidad, y un acendrado sentido de arrepentimiento y penitencia por sus pecados, como se puede ver en época temprana en el discurso que la Crónica de Alfonso III pone en labios del rey Pelayo [3]. El espíritu de Cruzada marcó para siempre a España, con una fe profunda en Jesucristo y una influencia fundamental de la Iglesia y la religión (en la sociedad, en la cultura, en las costumbres, en la política), así como una gran devoción a la Virgen y los santos (como Santiago, acogido como patrón de las Españas durante la fase leonesa de la Reconquista), que alcanzó más allá de la toma de Granada y se proyectó en la gran aventura americana; y que de hecho ha identificado a nuestro pueblo como la gran nación católica de Occidente hasta hace apenas 40 años, los de la progresiva apostasía de España.

Nada de ello hubiese sucedido de no ser por la jornada aciaga de Guadalete.

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[3] Acercóse hasta él el obispo Oppa y le dijo [a Pelayo]: -“No ignoras, hermano, que toda España cuando estaba instituida bajo el régimen de los godos y con su ejército unido, no fue capaz de contener el ímpetu de los ismaelitas. Entonces, ¿cómo podrás defenderte tú en ese agujero de la montaña? Atiende mi consejo y cambia tu ánimo y voluntad, y la paz con los árabes te permitirá muchos beneficios y disfrutar tus bienes”. A lo cual [respondió] Pelayo: -“No haré sociedad ni amistad con los árabes ni me dejaré subyugar por su imperio. ¿Tú no ignoras que la Iglesia de Dios es comparable a la luna que se oculta por un tiempo y luego torna a su primera plenitud? Confiamos por la misericordia Divina en que desde este monte que estás viendo se restaurará y salvará [volverá la salud] a España y al ejército y a la nación de los godos, para que se cumpla en nosotros la palabra profética que dice: -“Los trataré con la vara de sus iniquidades y con el azote de sus pecados, mas no les privaré de mi misericordia”. Y de la misma manera que aceptamos, por merecida, la severidad de la sentencia [igualmente] aguardamos la misericordia, la restauración de la Iglesia, Nación y Reino, y por ello despreciamos a esa muchedumbre de paganos por la que no sentimos ningún temor”. Crónica de Alfonso III (versión ad Sebastianum), acerca de la batalla de Covadonga.

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11 comentarios

  
Ano-nimo
Luis:

Interesantísimo; una gran serie. Muchas gracias por habernos dado a conocer este periodo crucial de nuestra historia. Desde luego, sí que pareció un auténtico castigo por los pecados de los godos.

Un cordial saludo.
26/07/11 9:21 AM
  
Luis I. Amorós
Estimados lectores: con motivo de mis vacaciones estivales no voy a poder entrar a moderar la bitácora en un par de semanas. Durante ese tiempo, los comentarios quedan en estado de moderación previa. Santas y felices vacaciones.
29/07/11 2:13 PM
  
Víctor P.S.
Enhorabuena por tu trilogía sobre la derrota de don Rodrigo y la invasión árabe. Tristemente, el permanente estado de confrontación entre españoles -a nivel regional y político- nos permite ver cierta analogía con los hechos que relatas.

Que disfrutes de tus vacaciones.

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Muchas gracias, don Víctor.
31/07/11 11:57 PM
  
Spania
Me ha encantado el relato, con muchos detalles y muy bien explicado.
Sólo un matiz, los territorios cantábricos estaban totalmente integrados en el Reino católico de Toledo.Hay muchas pruebas de ello:
Primero la intensa romanización de estos territorios, sólo consta una rebelión popular en el territorio (que a pesar de ser popular y no nobiliaria puede deberse a muchas razones)los restos visigodos son suficientemente importantes como para acreditar un control estable (necropolis, iglesias...)
Esta constatado que en las ultimas decadas del s.VII existían ocho ducados en el reino dos más que antes, y estos dos eran los Ducados de Asturias y Cantabria.El Duque godo Pedro une sus dominios a los de Pelayo, si los astures no querian tener nada que ver con los godos porque hacen esto?Constan en las cronicas los hechos del padre de Pelayo Favila, el duque de Asturias.
El simbolo que en la batalla de covadonga eleva Pelayo es la cruz visigoda,el simbolo de los Reyes godos catolicos que se usa como bandera en la guerra (ordo quando rex cum exercitu ad prelium egreditur)Esta cruz será usada como emblema nacional preheraldico por los Reinos de Pamplona y asturias.
Todas las tradiciones y cultura creadas en Toledo se mantienen en Asturias: Las leyes y el derecho godo (que se mantendrá en uso en algunos casos casi hasta el s.XIX),la liturgia visigotica(hasta la imposicion del rito romano, aun asi no fue posible eliminarlo del todo Y AUN PERDURA EN TOLEDO Y EN LEON,el arte prerromanico visigotico,la letra gotica(tipo de escritura),todos los hechos desde mediados del s.VII se cuentan por la era hispanica en el reino, cosa que continua en Asturias.La antroponimia de Asturias es en un 90% germanica, un 5% romano-griega y otro 5% cristiana, nada de antroponimia astur alternativa.En asturias no existe otro pueblo que el Español o godo que con sus peculiaridades regionales existió en toda España
06/02/12 9:22 PM
  
Spania
En la Marca Española creada por los francos,se mantiene el pueblo godo o hispano como asi lo reflejan las cronicas que diferencian claramente entre francos y godos, y a pesar de que pierden buena parte de su cultura gotica, su identidad y el derecho godo lo mantienen siempre, por lo que desde un inicio Cataluña y sus habitantes se diguen identificando como españoles, de hecho el termino medieval Español no es de origen castellano (no existe ningun otro etnonimo que termine en -ol)En las zonas de los dialectos ibero romances(aragones,navarra,castellano,asturiano,gallego y portugues)eistía la forma Españon antes de que por el prestigio literario de las lenguas provenzales(como el catalan)se adoptara dicho término.
En cambio solo en Pamplona existe otro pueblo diferenciado además del godo.Alli el 50% mas o menos de la antroponimia es particular, de origen vascon(garcia, Iñigo,jimeno) aunque tambien llevan nombres godos(Galindo,Toda son muy populares)y otros como Velasco que son mezcla goda vascona(Vela + la particula euskerica -ko) y vela viene del nombre godo Vigila.
A pesar de ello en pamplona sigue existiendo un elemento godo que se funde con el vascon, quedando en algunos ambitos culturales eclipsado por el vascon como el de la antroponimia y ciertas costumbres. Pero la liturgia goda, el derecho,la era hispanica, la cruz visigoda como simbolo real,el uso del liber ordum...muestran que también alli estaba presente el reino godo.
06/02/12 9:31 PM
  
Spania
Es muy curioso como en Pamplona con un elemento popular vascon muy importante su identidad vascona sea nula de hecho es el primer lugar de lengua euskerica k olvida el termino vascon para definirse y sus historiadores buscaran en el ducado de Cantabria el origen del Reino. En su primera memoria historiografica, el Codice de Roda (970) se identifican totalmente con la monarquía goda.En unas miniaturas aparecen los reyes Sancho Garces II junto a la Reina Toda y su hermano Ramiro(otro nombre germanico muy popuar en Pamplona)situados DEBAJO de las representaciones de los Reyes creadores del derecho godo: Chindasvinto Recesvinto y Egica. Es más en esta misma cronica no solo se hacen descender de los visigodos si no que ponen a los reyes asturianos como el eslabon necesario para hacerse descender directamente de los Reyes godos.
Y ademas no solo no se autodefinen como Vascones si no que en la obre "de laude Pampilone"(alabanzas a pamplona) Se pone a los vascones como enemigos de Pamplona.Lo cual muestra que en el aspecto identitario la identidad vascona antigoda desaparecio por completo y quedo absorvida por la identidad reconquistadora gotica.

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LA

Gracias por sus comentarios en este y los otros artículos de la serie. Una única puntualización que querría hacerle es que yo no he hallado ninguna obra contemporánea en la que se citen los ducados de Asturias y Cantabria, sino únicamente en obras posteriores astur-leonesas (que por su origen merecen una fiabilidad limitada en este punto, ya que el significado político del término "ducado" varió en la edad media con respecto al original romano, que era el que empleaban los visigodos). Le agradecería que me dijese dónde podría encontrar un texto godo que hablase de esos dos ducados. Gracias.

Un saludo
06/02/12 9:38 PM
  
Spania
A Luis Amoros:

la existencia de la antigua provincia Asturiensis consta por esta serie de datos históricos:

1)San Valerio del Bierzo escribió su vida autobiográfica en la segunda mitad del siglo VII, el Ordo Querimonie, y dice que era originario de la provincia «Asturiensis», lugar de «espesísimas malezas, ásperas y fragosas»;
2)el Cosmógrafo de Rávena, anónimo del siglo VII, señala Asturia como una de las ocho (antes sólo eran seis) provincias de Hispania;
3)las actas del XIII Concilio de Toledo registran la presencia de ocho Duces Provinciae, dos más que en otras épocas;
4)la crónica de Alfonso III, en su versión Rotense, dice que los árabes colocaron gobernadores al frente de todas las provincias: «Per omnes prouincias Spanie prefectos posuerunt». Munuza fue el prepósito puesto al frente de la Asturiensis.
La existencia de este ducado es aceptada desde hace ya tiempo por los historiadores del reino visigodo. la novedad ahora es que Pelayo podría ser hijo del Dux Asturiensis, Faffila: la Crónica Albeldense, crónica redactada en Oviedo en tiempos del rey asturiano Alfonso III el Magno, dice que el Dux Faffila —o Favila— era el padre de Pelayo y que fue muerto a manos de Witiza en tiempos del rey godo Égica.

De esta forma se explicarían muy satisfactoriamente muchos particulares acerca del origen del reino de Asturias y acerca del propio Pelayo. Se sabe que los duques eran, en los últimos tiempos del reino visigodo, «cabezas de redes de dependencias protofeudales en sus ducados». Así se explica por qué Pelayo buscó refugio en Asturias, entre la clientela de su padre, cuando Vitiza, el asesino de Favila empuña el cetro real. Debe recordarse que la Crónica Albeldense consigna que Pelayo buscó refugio en Asturias, huyendo de Vitiza, no de los musulmanes: «Pelayo reinó el primero en Asturias, en Cangas, dieciocho años. Este, como arriba dijimos, expulsado por el rey Vitiza de Toledo entró en Asturias». También se entienden las propiedades fundiarias de Pelayo en Tiñana, que constan en el testamento de Alfonso III, así como la del lugar en Brece donde se hallaba cuando los enviados de Munuza tratan de apresarlo (Crónica Rotense). Se comprende mejor también el hecho de que Munuza deseara a la hermana de Pelayo como esposa (Crónica Rotense): de esa forma entroncaría con la descendencia de la última autoridad legítima en Asturias, la del Dux Favila.

La misma existencia de una provincia Asturiense reduce considerablemente las posibilidades para el posible ducado de Favila: no podría ser el de Gallaecia ni tampoco el de Cantabria porque Pelayo hubiera buscado refugio en aquellas tierras y no entre los astures, con los clientes de su padre, astures que no son otros que los habitantes de la Asturiensis. Así, de acuerdo a estos autores la resistencia de Pelayo sería la de un antiguo núcleo del reino de Toledo: el levantamiento y la resistencia finalmente triunfante de una de sus provincias contra el poder musulmán. Es preciso matizar un poco esta visión, pues estas provincias, en manos de sus duques, experimentaban una tendencia centrífuga, protofeudal, en los últimos tiempos de la monarquía visigoda, y de no haber existido la invasión musulmana, se habría consumado seguramente la disgregación del reino:

De esta forma el camino hacia la disgregación del centralizado reino toledano en auténticos Principados territoriales feudales parecía ya completamente abierto a principios del siglo VIII. Tan sólo el accidente de la invasión del 711 sería capaz de impedirlo, aunque sólo momentáneamente si bien se mira.

(Luis A. García Moreno Historia de la España Visigoda, Madrid, 1989.)

La propuesta de Pelayo hijo del Dux Asturiensis Favila fue hecha, antes que estos historiadores, por Eloy Benito Ruano, hoy académico de número de la Real Academia de la Historia.
07/02/12 3:19 AM
  
Spania
Sobre la Cruz visigoda como emblema "nacional" de Toledo, Asturias y Pamplona:
http://hispanismo.org/historia-y-antropologia/14581-el-primer-simbolo-de-espana-la-cruz-visigoda.html#post99084

http://audema.academia.edu/JorgeMorindePablosLateAntiquityVisigothicKingdomandAlAndalusArchaeology/Papers/1064839/La_imagen_de_la_realeza_en_el_reino_visigodo_de_Toledo_a_traves_de_la_iconografia_y_la_epigrafia

http://www.unizar.es/artigrama/pdf/03/2articulos/1.pdf

Sobre los origenes hispanogodos del Reino de Pamplona hay muchas obras escritas por buenos historiadores, aqui uno de los muchos textos que Armando Besga Marroquin ha escrito sobre ello:
http://www.vallenajerilla.com/berceo/rioja-abierta/sanchoIII/sanchoIIImayor.htm
07/02/12 3:26 AM
  
Spania
Perdon le he mandado el link de la pagina que trata sobre la cruz visigoda con el ultimo post.Este es el link correcto:

http://hispanismo.org/historia-y-antropologia/14581-el-primer-simbolo-de-espana-la-cruz-visigoda.html
07/02/12 3:29 AM
  
Spania
A L.Amoros:

¿Qué le han parecido los argumentos basados en crónicas pre conquista islámica, que demuestan la existencia de dos ducados más en las últimas etapas del Reino (cantabria y asturias)centrandome en demostrarle sobre todo la existencia del de Asturias y las pruebas de que Pelayo era descendiente de dicho duque?
Espero que cuanto menos le haya motivado a la reflexión.
Un cordial saludo
10/02/12 2:49 AM
  
Luis I. Amorós
Hola, Spania. Siento el retraso en contestar.

Veo que su párrafo para apoyar la existencia de la provincia Asturica y Cantabria esta tomado de esta dirección o de otra que a la que copia

Las pruebas que aporta adolecen de algunos defectos:

1) La crónica de Alfonso III es un siglo y medio posterior a los hechos, y no nos vale como fuente contemporánea.

2) El cosmógrafo de Rávena (cap 42), cita ocho provincias hispanas (y excluye la Septimania): Calletia (Galicia), Autrigonia, Lusitania (que llama "Lysitania"), Hispalis, Betica, Iberia, Asturia y Aurariola. En esta división, el Cosmógrafo divide la Cartaginense en dos (Autrigonia y Aurariola), la Bética en otras dos (Betica e Hispalis), le cambia el nombre a la Tarraconensis por Iberia; cita a Asturica pero no a Cantabria.
Ninguna de estas modificaciones aparece en los documentos contemporáneos. Asimismo, el texto que conservamos es sobradamente conocido que está corrompido por interpolaciones posteriores de copistas medievales, y ese sea probablemente el motivo (de hecho, se sabe que Aurariola fue el nombre de un territorio en lo que hoy es Murcia y Alicante que durante casi un siglo estuvo gobernado por señores godos cristianos durante la primitiva dominación árabe). Por todas estas razones, no es considerado un documento fiable para establecer la división provincial hispana en el siglo VII.

3) No he podido acceder a la autobiografía de Valerio del Bierzo. De todos modos, se trata de un texto místico que revela una personalidad profundamente espiritual, no un texto geográfico. Decir que uno ha nacido en una antigua región tribal no significa automáticamente que esta fuese ducado.

4) No he podido obtener todavía las actas del XIII concilio de Toledo. Si pudiera enlazarme una dirección, o facilitármelas le estaría agradecido. Aunque firmaran 8 duques, eso no necesariamente querría decir que hubiese ocho provincias (los ex-duques podían firmar con su antiguo cargo), ni que una de ellas fuese Asturias.

El último documento contemporáneo, que yo recuerde, que cita duques provinciales hispanos es la "Historia Rebellionis Paulus adversus Wambam", que comento en este artículo. Es ligeramente posterior al manuscrito primitivo del Cosmógrafo de Rávena, y de origen hispano, por lo que su fiabilidad es muy superior. En ella se cita al dux Tarraconensis Ranosildo (duque de la Tarraconense). No hay ninguna provincia "Iberia", ni se cita un ducado Asturico que hubiese tenido que desgajarse principalmente de esa provincia, a la que correspondería en teoría buena parte de su territorio.

Contrariamente a lo que afirma el texto en el que se basa, la mayoría de los autores modernos considera que los godos no modificaron la división provincial romana, y que el título de duque de Cantabria con el que las crónicas de los siglos IX y X después llamarían a Pedro (el consuegro de Pelayo) haría más bien referencia a una cualidad de caudillo o jefe militar de los cántabros, y no a un duque visigodo.

La tradición de Favila, padre de Pelayo, es posterior en más de dos siglos a los hechos. Siempre se ha considerado que Favila sería el dux de Gallecia, donde Vitiza fue nombrado en su sustitución, y allí el entonces príncipe le abrió la cabeza con un bastón tras una discusión por causa de su mujer. No olvidemos que la provincia romana de Gallecia no correspondía exactamente a la actual Galicia, sino que también abarcaba la parte más occidental de las actuales provincias de Asturias y León, hogar donde vivían los astures. No es preciso pues que existiera una "provincia asturica" para que Favila y Pelayo tuviesen posesiones y familia entre los astures.
Por otra parte, los historiadores árabes llaman a Pelayo "Belay el gallego". Resulta difícil establecer divisiones provinciales en base a testimonios tan posteriores y poco fiables.

Un cordial saludo.
10/02/12 8:56 PM

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