Louis Pasteur

Louis Pasteur nació en la comuna de Dole, departamento de Jura, en la región del Franco Condado (Francia) el 27 de diciembre de 1822, siendo el tercer hijo del humilde curtidor y ex-sargento napoleónico Jean Joseph Pasteur y su esposa Jeanne-Etienne Roqui. Fue bautizado en la Colegiata de Notre-Dame de Dole el 15 de enero de 1823. Siendo aún niño los suyos se establecieron en la vecina ciudad de Arbois en 1830.

Curiosamente en la escuela destacó por sus cualidades artísticas, mientras obtenía resultados mediocres en ciencias naturales y química. Su aspiración, tras concluir en 1840 sus estudios de bachillerato en el Collège Royal de la capital regional Besançon, pasaba por convertirse en profesor de arte. Dadas sus aptitudes, su padre hizo un esfuerzo y le envió a la prestigiosa École Normale Supérieure de París donde, tras un primer intento fallido, concluyó sus estudios en 1847, doctorándose en la Facultad de Ciencias de París. Allí descubrió su vocación por las ciencias y se empapó de los valores ilustrados y laicistas propios de la institución.

Comenzó como profesor de Física en Dijon, obteniendo poco después la plaza en Estrasburgo, donde ejerció de 1848 a 1853. El 29 de mayo de 1849 casó con Marie Ann Laurent, hija del rector de la facultad alsaciana. Con ella tendría 5 hijos, de los cuales solo 2 le sobrevivirían. El resto murieron de fiebre tifoidea, y Pasteur nunca ocultó que ese hecho vital fue el principal impulso para orientar su carrera hacia la química y la microbiología. Marie fue un sostén fundamental para su marido. Según su principal discípulo, Emile Roux, “ella era la mejor colaboradora de Louis Pasteur“. Escribió muchos de los textos del sabio a su dictado, y le ayudaba con los artículos científicos. Su profunda religiosidad fue determinante para que Pasteur retomara la fe católica de su juventud.

Sus primeros logros científicos los obtuvo en el campo de la cristalografía, el mismo año de 1849, cuando descubrió que los cristales del ácido tartárico producido en la naturaleza solo polarizaban la luz hacia la derecha, mientras los crsitales sintéticos polarizaban en ambos sentidos, anulándose. Así resolvió un misterio que había intrigado a los químicos hasta entonces: por qué sólo el ácido tartárico natural era capaz de polarizar la luz. Este hallazgo le valió la Legión de Honor en 1853 y la medalla Rumford en 1856. En 1854 fue nombrado decano de la nueva Facultad de Ciencias de Lille, y en 1856 en administrador y director de estudios científicos de la École Normale Supérieure de París, donde había estudiado en su juventud.

Sus trabajos sobre fermentación le permitieron demostrar que estaba causada por el crecimiento de microorganismos, fenómeno debido a la biogénesis (Omne vivum ex ovo) y no a la generación espontánea. Si bien ambas teorías sobre el origen de la vida eran ya muy antiguas, fue Pasteur el primero que resolvió la cuestión de forma científica. En su experimento expuso al aire durante días varios frascos con caldo hervido, pertrechados con diversos filtros para las partículas conocidas más pequeñas. Ningún microorganismo creció en ellos hasta que los frascos fueron rotos, confirmando que los infusorios provenían del exterior y no se generaban espontáneamente en cualquier medio favorable, y demostrando definitivamente la teoría germénica. Publicó su trabajo ante la Academia de Ciencias de París en 1861 y fue elegido para la misma un año más tarde. Junto al alemán Robert Koch, Pasteur es considerado el padre de la bacteriología.

Basándose en sus descubrimientos sobre la fermentación del vino o la cerveza, inventó junto a Claude Bernard un proceso para destruir en líquidos (como la leche) la mayor parte de las bacterias y mohos por medio de elevadas temperaturas. El primer test con éxito tuvo lugar el 20 de abril de 1862. En su honor el procedimiento pasó a la posteridad con el nombre de “pasteurización“.

La observación de contaminación en las bebidas le llevó a la conclusión de que los microorganismos que infectaban a los animales y humanos eran causantes de patologías. Antes de Pasteur, los médicos no sabían con seguridad porqué aparecían las enfermedades que hoy conocemos por infecciosas, y se pensaba que las condiciones locales, la humedad, el frío, incluso efluvios invisibles a los que se llamaba “miasmas", eran capaces de provocarlas por si mismos. La lectura de los trabajos de Pasteur sobre su teoría contagiosa inspiró al británico Joseph Lister la introducción delas medidas antisépticas que a partir de 1867 salvarían millones de vidas, sobre todo en la cirugía, cuya principal causa de mortalidad eran las infecciones perioperatorias. Es difícil comprender hoy en día, en que los procedimientos invasivos o quirúrgicos exitosos son una rutina, el increible avance que eso supuso para la ciencia médica.

El listado de aportes a la ciencia de Pasteur parece interminable: desde el descubrimiento y curación de una plaga que afectaba al gusano de seda provocando una catástrofe a la industria de la seda en 1865, hasta el descubrimiento de la anaerobiosis (la capacidad de algunos microorganismos de vivir sin oxígeno). Sin duda el más conocido y curioso ocurrió mientras investigaba el cólera del pollo (causada por la bacteria- nombrada así en su honor- Pasteurella Multocida), en los últimos años de la década de 1870. Esta enfermedad habitualmente letal, provocaba graves pérdidas a los granjeros. En su instituto cultivaba la bacteria y la inoculaba en pollos, esperando hallar una cepa débil que le permitiera criar un suero inmunizante. Antes de marcharse de vacaciones en 1880, ordenó a su ayudante Charles Chamberland que inoculara varios animales con un nuevo cultivo. Su ayudante recordó el encargo un mes más tarde, cuando el profesor estaba a punto de regresar, y se apresuró a inocular el cultivo, que presentaba signos de deterioro. Al volver de sus vacaciones, Pasteur se encontró a los pollos presuntamente infectados en perfecto estado de salud, salvo unas ligeras molestias y fiebre. Chamberland confesó su incuria y se dispuso a matarlos y empezar de nuevo, pero Pasteur ordenó volver a inocularlos, esta vez con cultivos frescos. Los animales de laboratorio soportaron perfectamente la versión virulenta de la bacteria, sin desarrollar la enfermedad. Pasteur dedujo correctamente que las bacterias debilitadas habían despertado una forma atenuada de infección, inmunizando al animal ante la forma virulenta. Se trata de uno de los ejemplos más clásicos de serendipia (hallazgo científico casual) de la historia de la ciencia.

Durante toda la década de 1880 aplicó este conocimiento para obtener cepas debilitadas de ántrax, creando las primeras vacunas sintéticas de la historia (la vacuna para la viruela había sido descubierta por Jenner en 1796, pero hasta Pasteur se debían buscar cepas débiles naturales), inaugurando la era de la inmunización masiva. De hecho, fue el propio Pasteur quién las bautizó como “vacuna” en honor a los experimentos de Jenner con ese ganado. Patentó su sistema basado en la exposición del Bacillus Antracis al oxígeno, descubriéndose años más tarde en sus notas de laboratorio que la primera cepa la había obtenido usando la oxidación con dicromato de potasio, un método descubierto por su rival, el cirujano veterinario Jean Joseph Henri Toussaint. Estó creó gran polémica (que dura hasta la actualidad) sobre la legitimidad moral del sabio francés en este descubrimiento. Empleando el mismo método junto a su alumno Emile Roux, obtuvo en 1885 la primera vacuna contra la rabia. Dos años más tarde fue el primer director del flamante Instituto Pasteur de París, convertido de inmediato en la institución dedicada a la investigación y tratamiento de enfermedades microbiológicas más avanzada del mundo (todavía hoy está entre las más importantes).

En 1868 había sufrido un primer infarto cerebral que le dejó hemipléjico durante un tiempo, atemperando por cierto su carácter, tenido por autoritario. Recibió numerosas distinciones: en 1870 la Asamblea nacional le otorgó una recompensa por su carrera, en 1874 la medalla Copley por sus descubrimientos sobre fermentación, en 1878 gran oficial de la legión de Honor, en 1883 la medalla al mérito agrícola. En 1882 fue nombrado miembro de la Academia Francesa. En su discurso de aceptación dijo: “En cuanto a mí, que juzgo que las palabras progreso e invención son sinónimos, me pregunto en nombre de qué descubrimiento nuevo, filosófico o científico, se puede arrancar al alma humana estas altas preocupaciones [refiriéndose a la existencia de Dios, mencionada líneas atrás en dicho discurso]… me parecen ser de esencia eterna, porque el misterio que envuelve el universo y del cual éstas emanan es él mismo eterno por naturaleza“.

Algunos autores han querido discutir la religiosidad de Pasteur. Lo cierto es que, volcado en sus trabajos científicos, no cultivo en exceso su espíritu durante su juventud, pero siempre fue fiel católico. Suya es la célebre frase “Un poco de Ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima” (parafraseando a Bacon: “Poca filosofía aparta de la religión, pero mucha filosofía conduce a ella”). A partir de 1885 los infartos cerebrales se repitieron, disminuyendo sus facultades, y apartándolo de la investigación activa. Mientras los homenajes se sucedían en los últimos años de su vida (por ejemplo la República organizó un jubileo triunfal por su 70 aniversario en 1892), Louis Pasteur profundizó en sus devociones (particularmente la oración) acompañado de su piadosa esposa. Murió el 28 de septiembre de 1895 en Villeneuve-l´Étang, en un anexo del Instituto Pasteur, con un rosario entre las manos, velado por su esposa durante toda la noche. Embalsamado, fue depositado en un sepulcro en la catedral de Notre-Dame. Por deseo de su familia, en 1896 fue trasladado a una cripta en el Instituto Pasteur. Más de 2.200 calles de Francia y muchas de ex-colonias galas llevan su nombre, así como un cráter marciano y una abreviatura en la clasificación científica de los vegetales.

Se cuenta una ilustrativa anécdota a propósito de este Pasteur de los últimos años. En un viaje en tren se hallaba rezando un rosario. En el departamento entró un joven universitario librepensador que al ver al anciano entregado a sus piadosas oraciones le dijo “¿por qué en vez de rezar, no aprovecha el tiempo para aprender y formarse un poco más? Yo puedo enviarle algún libro para que se instruya". Louis le sonrió y le dio su tarjeta diciendo “le estaría muy agradecido si me enviara el libro a esta dirección". Al ver que había estado reconviniendo por su ignorancia al sabio más ilustre de Francia, el joven enrojeció hasta las orejas. Pero Pasteur no le hizo ningún reproche: era un buen consejo el de instruirse y el anciano siempre estaba dispuesto a escuchar a quién pudiera enseñarle algo más.

Y siguió rezando el rosario.


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10 comentarios

  
Ano-nimo
Luis:

Muchas gracias por el artículo; me ha encantado de principio a fin. Destacaría las frases de Pasteur y de Bacon: “Un poco de Ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima” y “Poca filosofía aparta de la religión, pero mucha filosofía conduce a ella”.
Así son las cosas.

Un cordial saludo.
05/05/11 3:33 PM
  
ciudadano
La anecdota, aún siendo conocida, no deja de ser divertida y aleccionadora.
En mi vida profesional he tenido la oportunidad de relacionarme con un número importante de los llamados miembros de la comunidad univerisitaria, profesores y catedráticos.
De entre ellos un buen número siguen allí porque Dios no pasa lista todos los dias. Estos suelen ser aquellos que para explicar una cosa sencilla utilizan argumentos verdaderamente complicados.

Otros realizan su trabajo docente y de investigación de una forma digna.

Hay otro grupo, un grupo pequeño, diriamos el de los sabios. No por que sepan más sino porque siempre están dispuestos a aprender algo más, incluso de quienes sabemos muy poco. Una de las cosas llamativas de estas personas es que estando al nivel de lo que denominamos como sabios, son capaces de ponerse al nivel de quien les escucha y explicar las cosas complicadas de una forma sencilla.
05/05/11 3:50 PM
  
Ricardo de Argentina
He aquí un notable ejemplo de "emprendimiento familiar": los niños muertos motivaron a sus padres vivos a dedicar sus días a evitarles a otros semejante desgarrón.

Muy buena la biografía, muchas gracias.
05/05/11 7:16 PM
  
Johan Liebhart
En cuanto a mí, que juzgo que las palabras progreso e invención son sinónimos, me pregunto en nombre de qué descubrimiento nuevo, filosófico o científico, se puede arrancar al alma humana estas altas preocupaciones
Porque tu lo dices...podía perfectamente estar hablando de otra cosa.
Pero Pasteur no le hizo ningún reproche: era un buen consejo el de instruirse y el anciano siempre estaba dispuesto a escuchar a quién pudiera enseñarle algo más.

Y siguió rezando el rosario.

La espiritualidad nada tiene que ver con la religiosidad.

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LA

¿Nada... nada?
07/05/11 1:05 PM
  
Ano-nimo
Yo no sé que les pasa ultimamente a nuestros queridos ateos, que más que ateos, parecen extraterrestres.

Un cordial saludo.
08/05/11 3:10 PM
  
Ano-nimo
Luis:

Una cuestión (quizás le interese a más gente). Había oído que la palabra "vacuna" procedía de que fué gracias al ganado vacuno por lo que se llegó a una serie de conclusiones, basadas en la viruela de la vaca, que de alguna forma (bueno, por el ordeño), contagiaba a quienes las ordeñaban y que estos padecían la viruela de forma muy suave, de tal manera que eran los únicos que no sufrían la viruela humana cuando ésta hacía estragos pos ahí. No sé si será verdad.

Un cordial saludo.

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LA

En efecto, Jenner dedujo la posibilidad de una infección atenuada que protegiera de la forma activa del germen al comprobar que los ordeñadores de vaca no padecían viruela durante las grandes epidemias de la misma, ya que la contraían de forma leve durante su trabajo.
Un cordial saludo
08/05/11 3:14 PM
  
Chimo Vice
Liebhart, tus prejuicios ideológicos ofuscan tu capacidad de raciocinio.

Pasteur padre de la bacteriología y uno de los grandes científicos franceses de todos los tiempos estaba rezando el Rosario, oración a la Virgen, Madre de Dios hecho Hombre. Esa es la realidad, y puesto que lo hacía en un lugar tan inusual como es un tren hay que concluir que es muy probable que lo rezara con bastante frecuencia en su casa, con su familia o en su comunidad parroquial.

12/05/11 2:00 PM
  
Peret
La ciencia y la religión auténticas son lo mismo. La primera sólo busca la verdad del ser humano y del mundo en que vivimos. Sólo la religión "interesada" reivindica el Fin del Mundo catastrófico, el castigo eterno y todas las bobadas habidas y por haber. Espero que este siglo llegue al fin de la cuarta frontera, nuestro cerebro, puesto que allí está la respuesta a casi todo.

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LA

Cristo el único interés que tiene es nuestra salvación. Y el precio a pagar por ello es... amar a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Parece caro, pero es mucho más barato que vender el alma por conseguir el éxito o el dinero.

Por cierto, si nuestro mundo es incomparablemente grande, e incomparablemente complejo... ¿porqué algo tan pequeño e imperfecto como el cerebro va a tener todas las respuestas? Más bien abrámonos a la realidad de la pequeñez de nuestro entendimiento. Aprendamos a aprender.
17/04/12 3:36 PM
  
MaJo
esto articulo me sirvió para mi tarea de ciencias. Esta buenisimo. gracias por ponerlo : No saben de la que me salvaron, y esta bien interesante.

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LA

Gracias a ti por tus palabras.
Un saludo
30/01/13 3:34 AM
  
Fedra
Gracias por el artículo muy descriptivo. Quisiera saber cuál es la fuente de la cual toma la frase: “Un poco de Ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima” . Creo que la ciencia y la religión van de la mano, a pesar de que muchos intentes separarlas.
Saludos cordiales
27/02/15 1:43 PM

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