La serpiente y la bacteria

De entre todos los animales del campo, la antigüedad clásica consideró siempre a la serpiente como dotada de un intelecto natural. El tratado naturalista Physiologus, que se cree confeccionado en una escuela griega de Oriente alrededor del siglo III, y que pasó a la Edad Media como popular bestiario, otorgaba a la serpiente peculiaridades maravillosas, como el poder de rejuvenecerse al cambiar la piel, o el conocimiento de expulsar su ponzoña antes de beber, para no contaminar el agua y envenenarse a si misma. Con atribuciones de sabiduría en la antigüedad grecorromana, muy particularmente en el campo de la biología, se erigió en símbolo del dios de la medicina Esculapio, de donde ha pasado a los emblemas modernos de la medicina (junto a un bastón) y de la farmacia (junto a una copa).

No sólo en la antigüedad clásica, el propio Jesucristo, según cuenta el Evangelio de san Mateo en su capítulo 10 (versículo 16), cita a la serpiente como animal fronimoi, que en griego significa sabio o precavido. Este pasaje ha sido traducido al castellano con los adjetivos tanto de prudente como de astuto, dos versiones distintas de un mismo adjetivo, y ambas se pueden aplicar al ofidio, aunque siempre en el sentido de sabiduría puramente humana o natural. El Redentor aconsejaba a sus discípulos tener sabiduría y prudencia, como las serpientes, a la vez que la inocencia y mansedumbre de las palomas.

Craig Venter nació en 1946 en Salt Lake City, la capital del estado de Utah. Combatió en Vietnam, y a su regreso obtuvo la licenciatura en biología en 1972, y posteriormente su doctorado, en la Universidad de California, en san Diego. En 1984 ingresó en el National Institute of Health, la agencia gubernamental que agrupa a 27 centros de investigación biomédica de Estados Unidos, donde empleó en genes del cerebro humano una novedosa técnica identificadora de los ARN mensajeros participantes en los procesos de síntesis celular. Junto a Hamilton Smith fundó el Institute for Genomic Research en 1992, y logró la primera secuenciación completa del genoma de un organismo vivo, la bacteria haemophilus influenzae. Venter bautizó a las secuencias de ARN que empleaba con el nombre de EST, emprendiendo un proceso legal para patentarlas. Derrotado en los tribunales, abandonó el sector público y tomó la dirección de la unidad de investigación biomédica de la corporación Applera (una de las mayores multinacionales de biotecnología), fundando la empresa Celera Genomics, en 1998. Un año más tarde saltó a la fama, al arrancar su propio proyecto de genoma humano, al margen del proyecto gubernamental (Human Genome Project, HGP), con propósitos comerciales, y empleando su propia técnica de secuenciación, llamada “shotgun sequencing” (secuenciación-escopeta). Aprovechando que la mayor parte de los genes ya habían sido secuenciados y se hallaban disponibles gratuitamente en el Banco Genómico público estadounidense, Celera empleó su método para completar el mapa del genoma humano antes de que lo hiciera el HGP, con un coste de 300 millones de dólares (frente a los 3000 millones que precisó el proyecto público). Esta carrera investigadora, y los métodos y objetivos empleados, generó no poca controversia, siendo inspiración para crónicas a favor y en contra (James Shreeve, John Sulston), e incluso novelas futuristas (Paul Rabinow). Al comprobar que la ley no le permitía comercializar los resultados, Applera decidió orientar sus esfuerzos hacia el desarrollo farmacológico. Careciendo de experiencia en ese campo, Venter manifestó su oposición a la nueva estrategia, y fue despedido de Celera en 2002. Venter regresó al Institute for Genomic Research, y en junio de 2005 fue cofundador de Synthetic Genomics, una empresa dedicada al uso de microorganismos modificados genéticamente para la producción de fármacos o carburantes (como el etanol o el hidrógeno). Desde 2004, Craig navega alrededor del mundo en su yate Sorcerer II, recolectando ADN de microorganismos, para enviarlos a la sede de su empresa en Rockville, Maryland, con el objeto de acumular toda la información posible sobre el genoma de los organismos de la Tierra. Venter se ve a sí mismo como un nuevo Darwin, y así lo ha manifestado en diversas ocasiones, afirmando que su investigación ambulante permitirá responder preguntas sobre la supervivencia de las especies y la evolución que el biólogo inglés dejó sin respuesta; por cierto que el departamento de Energía de EEUU financia su peculiar periplo.

Desde hace unos años, Venter está empeñado en la consecución de un cromosoma artificial a partir de elementos químicos, como paso previo a la primera forma de vida artificial (creada por el hombre). En junio de 2007 anunció en la revista Science Express el trasplante exitoso de un ADN de mycoplasma mycoides en el citoplasma (célula sin núcleo) de un mycoplasma capricolum. Ambas bacterias fueron empleadas porque su ADN es de los más simples y fáciles de manejar que se conocen (el mycoplasma genitalium es el organismo vivo y autorreplicante conocido con menor número de genes sintetizadores de proteínas, tan sólo 485). La bacteria huésped comenzó a sintetizar las proteínas que su ADN implantado expresaba. Ese mismo octubre, Venter anunció en una entrevista al diario The Guardian que su equipo había sintetizado una versión modificada del cromosoma único del mycoplasma genitalium usando sustancias químicas. La modificación consistió en eliminar todos aquellos genes cuya existencia (en las pruebas efectuadas por el equipo investigador) habían resultado ser “innecesaria”, esto es, aparentemente no eran precisos para la supervivencia de la célula.

A partir de este prometedor punto, la investigación se ralentizó un tanto, y en julio de 2009, Venter llegó a un acuerdo con Exxon Mobil para producir hidrocarburos a partir de algas fotosintéticas (que convierten el CO2 en combustible), con una financiación de 600 millones de dólares. Durante 10 años, 20 personas han empleado 40 millones de dólares sólo en este proyecto concreto.

Por fin, el 20 de mayo de 2010, el propio Craig informaba en la revista Science del éxito de su grupo, que había conseguido incorporar el genoma modificado y sintetizado químicamente de la bacteria mycoplasma mycoides dentro de una mycoplasma capricolum. A diferencia del experimento de junio de 2007, una de las cientos de colonias cultivadas había logrado sobrevivir y reproducirse con el nuevo genoma de mycoplasma mycoides modificado. Según los autores, todas y cada una de las secuencias del ADN fueron sintetizadas por ordenador a partir de los compuestos químicos básicos (los pares de bases que forman la cadena de ADN). La diferencia con la simple clonación se debe a que se supone que el material genético que lleva a cabo la síntesis y reproducción celular no ha sido simplemente tomado de otra célula ya existente, sino “diseñado” en laboratorio. Esto se demuestra por pares de bases introducidos en el genoma que no existen en la naturaleza, y que funcionan como “marcas de agua” o más bien “garantías de autenticidad” que indican la procedencia del genoma (sin duda con vistas a la patente futura). El sistema del equipo de Venter se ha comparado a desmontar un mecano y montarlo de nuevo, introduciendo modificaciones.

En el artículo completo de Gibseon et al, se describe la fabricación de ADN sintético, la aportación realmente novedosa de este experimento, en cuatro pasos, desde la síntesis de pequeños fragmentos (ensamblados en una bacteria escherichia coli), que son combinados en cadenas progresivamente más largas por técnicas enzimáticas in vitro y luego empleando recombinación in vivo en la bacteria saccharomyces cerevisae. Pronto surgieron complicaciones, y los investigadores hubieron de modificar una y otra vez su ADN sintético para que el huésped anulara sus numerosos sistemas de incompatibilidad y restricción. A pesar del cuidadoso y prolongado proceso, sus dos secuencias finales de genoma (una por cada equipo de trabajo) diferían entre sí en 95 pares de bases. El listado de errores, cambios en la técnica y fallos es casi interminable, conforme los autores iban sufriendo fracasos (sin duda, sirve en parte como explicación a porqué se tardaron más de 2 años en completar un proceso que en octubre de 2007 parecía inminente).
El siguiente paso será crear una bacteria con un genoma modificado (diseñado por ordenador) para realizar una función específica, que sintetice las proteínas deseadas para llevarla a cabo y que sea estable y autorreproducible. Esta bacteria aún no existente ya tiene nombre, mycoplasma laboratorium. Este salto no es pequeña cosa, si tenemos en cuenta que los propios investigadores manejaron tal cantidad de variables a corregir y fallos inexplicables (que reducían dramáticamente al 20 o al 10% el número de éxitos en cada escalón) o la comprobación de que una variación de 1 entre un millón de pares de bases en un gen esencial provoca su inactivación, que ellos mismos confiesan que no saben a ciencia cierta porqué la colonia que sobrevivió y se reprodujo lo hizo, y las que perecieron, no. Todo esto sin olvidar que estamos hablando de una célula procariota (infinitamente menos compleja que las células eucariotas que forman los seres vivos superiores, animales y plantas).

En una entrevista ofrecida a través de Skype, Venter afirmó que el descubrimiento es “un arma potentísima para decidir qué hacer en el campo de la biología. Estamos desarrollando el uso de algas capaces de capturar CO2 y transformarlo en hidrocarburos, de forma que se pueda procesar en las refinerías ya existentes. Las nuevas técnicas de genómica sintética nos permitirán desarrollar algas que tengan las propiedades que queremos que tengan. De igual modo, podremos crear sustancias alimenticias, limpiar agua o crear antibióticos más rápidamente. Creo que lo más importante es que estamos entrando en una nueva era científica limitada sólo por nuestras imaginaciones”.

Lo primero que habría que considerar es la inexactitud y excesivo optimismo de la expresión “crear vida”, o “la molécula de Dios”, que han empleado algunos medios generalistas, más preocupados de un titular rimbombante que de describir la realidad. Los elementos con los que se sintetizan los pares de bases no los crean los investigadores. Tampoco inventan las enzimas necesarias para recombinarlos, ni sacan de la nada las bacterias escherichia coli y saccharomyces cerevisae que deben completar el proceso in vivo. Todos esos elementos estaban ahí, y lo que realmente llevan a cabo los experimentadores es su empleo de una forma novedosa, siendo por tanto mucho más exacta la definición de “genoma sintético” que ellos emplean. Sin duda no carece de mérito el ser los primeros en sintetizar ADN y lograr que sea viable, pero está muy lejos de ser una “creación de vida”, más exactamente los investigadores han tomado una “plantilla” existente y han introducido modificaciones en ella. No sería prudente dejarnos llevar por el optimismo del biólogo-empresario que ha puesto en marcha este proyecto, el cual tiene evidentes motivos para que este experimento sea considerado un hito con éxito futuro asegurado.

Venter (mejor que nadie) es consciente de las limitaciones del camino que su equipo ha emprendido. El coste de su investigación, para lograr un ADN autorreplicable, en la célula más simple que se conoce, obliga a buscar un rendimiento económico inmediato. De ahí que, pese a que filósofos de todo tipo se hayan lanzado a especular con la modificación del ADN humano que este experimento permitiría, su autor, con más realismo, promocione ante inversionistas energéticos la posibilidad de que su mycoplasma laboratorium (todavía no existente), pueda sintetizar hidrocarburos o reciclar deshechos con su genoma sintético patentado.

Y es que si algo revela esta investigación es que la complejidad del ADN es infinitamente mayor de lo que pueden suponer aquellos que ya sueñan con manipularlo, para convertirse en pequeños creadores. Se puede confirmar aquella intuición de que los investigadores apenas han terminado de desmontar el reloj del origen de la vida, y todavía no conocen completamente su funcionamiento, y ya se están lanzando a volver a montarlo de una forma que se pueda patentar y rentabilizar. En realidad, la historia de Syntethic Genomics y la creación de bacterias sintéticas para lucrarse con su metabolismo, recuerda poderosamente a la de InGen y la fabricación de dinosaurios clonados con fines recreativos, ya plasmada en la novela “Parque Jurásico” de Michael Crichton, nada menos que en 1990. De forma casi profética el autor planteaba las terribles consecuencias de fabricar apresuradamente aquello que se podía fabricar para venderlo, sin saber como se iba a comportar.

¿Que problemas éticos plantea manipular el ADN, sea para repararlo tanto como para recombinarlo de forma artificial con un objeto? Lo primero que hay que decir es que el ADN no es más (ni menos) que el sofisticadísimo guión o director de orquesta de la célula y, por caminos que aún no han sido bien explicados, del individuo (por ejemplo, aun no sabemos porqué las células de un organismo complejo expresan una función contenida en el ADN y anulan el resto). Es tan material como el resto del cuerpo, y no debemos sacralizarlo o temerlo. El ADN de una bacteria “es” bacteria, y las objeciones éticas a su manipulación son las mismas que se harían a la de una bacteria. Por tanto, por innovador que sea el método, sintetizar un ADN bacteriano para que recicle residuos no es diferente, cualitativamente, a cruzar vacas hasta obtener una raza que dé el doble de leche. Del mismo modo que el criador bautiza a la raza de perro especializada que ha logrado obtener, Venter puede ponerle el nombre que le parezca a la bacteria manipulada que su equipo pueda dar a luz en el futuro. El único barro que como cristianos no debemos manipular es el humano, porque fue el elegido por Dios para infundir el alma de cada persona, el resto forma parte de las bestias del campo que se nos han otorgado como dominio.

Hecha esta salvedad, persisten las dudas acerca del hecho en sí de manipular un elemento tan fundamental, y tan desconocido aún, para la ordenación y transmisión de la vida como el ADN. El mismo dilema ético que está convirtiendo a los alimentos manipulados genéticamente (popularmente llamados transgénicos) en materia de controversia ética importante. No podemos dejar de lado las consideraciones éticas de la doctora Margaret Sommerville que citaba Juanjo Romero en su artículo de mayo a propósito de este tema en el blog De Lapsis: en primer lugar, la incertidumbre que genera la manipulación a un nivel tan profundo de la vida. ¿Qué efectos puede tener el crecimiento y multiplicación de una bacteria, creada con un fin, pero cuyo comportamiento a largo plazo se desconoce por completo (de nuevo el dilema jurásico)? Resulta mucho más ético y maduro aplicar restricciones a la investigación, aunque su avance sea más lento, cuando de sus consecuencias se puede derivar un daño potencial y lo que es peor, imprevisible. En segundo lugar, la necesidad de una investigación en concreto ¿Resulta necesario el objeto de crear bacterias sintéticas para fines determinados? Todos sabemos que la lucha contra la contaminación del agua, el uso racional de energía o la fabricación de fármacos no se hallan limitados por falta de bacterias sintéticas, sino por el uso irresponsable de los medios ya disponibles. ¿No resulta más urgente corregir las injusticias, aplicar controles, e inculcar responsabilidad y generosidad a la sociedad, antes que tratar de fabricar otro nuevo artículo para hacernos la vida más cómoda, teniendo en cuenta el riesgo que eso comporta? En tercer lugar, la ética de la complejidad citada por la doctora Somerville: los medios técnicos de que disponemos contemporáneamente no tienen parangón alguno cualitativa ni cuantitativamente en la historia, en cambio la actitud moral que guía su uso no parece haber progresado en la misma medida. La impresión es que algunos investigadores, particularmente los más reconocidos, buscan ante todo la vanidad de la fama y la avaricia de la ganancia monetaria, ahondando en el materialismo que ya nos destruye y ahoga.

En el relato del libro del Génesis, no es por casualidad que el ángel Malo tome la forma de una serpiente para inducir al hombre a tomar la fruta del discernimiento del Árbol de la ciencia del Bien y del Mal antes de haberse saciado del fruto de todos los árboles de la Sabiduría. La sabiduría natural yerra cuando reclama una autonomía moral al margen de los valores establecidos por el Creador, creyendo que con ese acto “seremos como dioses”, y así no necesitaremos a Dios. Cuando los seres humanos, llevados de la vanidad y la codicia, nos preocupamos solamente del Plus Ultra, sin sopesar las consecuencia de nuestros actos, Yahvé no necesita hacer caer fuego del cielo para castigarnos: los resultados de nuestros propios pecados con frecuencia son la más severa de las penitencias.

La sabiduría natural del Hombre, cuyo emblema reptiliano orna el emblema de las ciencias biológicas, es buena y necesaria como el mismo Cristo recomienda a sus discípulos, pero no es suficiente para saber obrar correctamente. Agotemos antes el fruto de todos los árboles de la Sabiduría, antes de comenzar a soñar en poder discernir el Bien del Mal por nuestra propia cuenta, y recordemos que sólo Uno nos puede dar el fruto del Árbol de la Vida.

La serpiente era el más astuto de los animales del campo que Yahvé Dios había hecho. Y dijo a la mujer: “¿cómo es que Dios os ha dicho: no comáis de ninguno de los árboles del jardín?”. Respondió la mujer a la serpiente: “podemos comer de los frutos de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: no comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte”. Replicó la serpiente a la mujer: “de ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”
Libro del Génesis, 3. 1-5

PD: Este artículo está dedicado a mi lectora y amiga Ana, que me sugirió tratar el tema y me ha proporcionado algunos de los materiales que en él empleo. Muchas gracias.


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7 comentarios

  
Ano-nimo
Luis:

Muchas gracias a ti por todo (me he quedado sin palabras). Tras una lectura rápida, te tengo que felicitar por el artículo, que es muy bueno e interesante. Después te comento.

Un cordial saludo.
08/07/10 2:22 PM
  
Ano-nimo
Luis:

Totalmente de acuerdo con tus conclusiones, pero por ejemplo en lo que se refiere a la aplicación de restricciones a la investigación, aunque sería lo deseable, no creo se esté por la labor, sobre todo teniendo en cuenta que ética y ciencia ya hace tiempo (hablo en general) que se separaron, de tal manera que son los beneficios económicos los que marcan las directrices.
El punto dos y tres que señalas, van de la mano. Si la sociedad hubiera tenido un desarrollo moral parejo al desarrollo de la ciencia, creo que no sería necesario ni mencionar el punto dos. Pero no, más bien parece que a mayor desarrollo tecnológico y calidad de vida, mayor imbecilidad moral (lo siento, pero no puedo llamarlo de otra manera, ya que muchos no es que sean inmorales conscientes de que lo son. Es que son amorales, igual que los animalitos, y cada vez más).

Y, lo estamos comprobando, esa autonomía "moral" (que en realidad es un hago lo que quiero y me da la gana) suele acabar en "es una opinión tan válida como cualquier otra"; es decir, un relativismo que inevitablemente conduce al peor de los fascismos.

Así que aunque sea una simple bacteria manipulada, no me hace ninguna gracia; y como la opinión que tengo de los seres humanos no puede ser peor, pese a que digan que es para un buen fin, señalo que "de buenas intenciones está el infierno lleno".

Un cordial saludo.
08/07/10 4:14 PM
  
jorge
Creo que la opinión vertida tiende a confundir en lugar de aclarar. Arriba a conclusiones equívocas sobre juicios incompletos.

No basta corregir las injusticias, aplicar controles, e inculcar responsabilidad y generosidad a la sociedad, para no contaminar el agua, usar mejor la energía o producir mejores fármacos. El descubrimiento de la penicilina, gracias al Staphylococcus aureus, no se debe a ninguna de la razones previas, ni tampoco las levaduras del pan ni del vino, tan valiosos para la sociedad. No se fabrican nuevos artículos sólo para hacernos la vida más cómoda, sino para resolver continuos problemas y restricciones, muchos de ellos que ponen la vida en peligro. Que hay riesgos que afrontar, sí, pero se deberá seguir adelante si los beneficios para la sociedad entera son mayores.

El uso consiente de los seres vivos (ya sean macroscópicos o microscópicos) para el beneficio de la sociedad no es un acontecimiento reciente. El fermento del mosto de la uva, es decir el vino, es un fruto de ello. También lo son el pan, los quesos, el yogurt, la penicilina, las vacunas, etc, es decir un sin número de aplicaciones que hoy disfrutamos gracias al empleo creativo y consiente de los organismos vivos dados por Dios para nuestro señorío, que debe ser sabio.

No estoy de acuerdo en vuestras conclusiones, sin embargo creo que es necesario resaltar que el trabajo de los "investigadores" citados no tiene nada de científico. Sin ninguna metodología clara y racional será difícil que logren algún resultado positivo. Una experimentación sin rumbo e incierta estará condenada la fracaso.

Venter y sus amigos de Syntethic Genomics tienen más de alquimistas que de científicos.

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LA

Hola, Jorge. Sin duda, no carece de interés que una bacteria pueda realizar de forma económica una función, aunque esta ya se pueda hacer actualmente. Con todo, la diferencia entre el experimento de Venter y la penicilina, es que en este caso estamos modificando un ADN, un mecanismo que aún no comprendemos del todo. No sabemos, literalmente, cómo se va a comportar el organismo sintetizado. Eso supone un riesgo lógico, y el beneficio que se puede obtener no es seguro que valga la pena. En mi opinión, la balanza no está equilibrada hacia un sentido racional, lo único que impulsa a avanzar por ese camino más rápido de lo que la prudencia dicta es el afán por "ser el primero" y el posible beneficio económico.

Tampoco me parece justo llamar alquimista al equipo de Venter. Sin duda, ha presentado públicamente su proceso y ha explicado su metodología, y cuando otros equipos lo verifiquen, se podrá considerar un avance científico.
09/07/10 8:09 AM
  
Catholicus
Ana,
No debes tener mala opinión de los seres humanos.Eso es protestante.El hombre es bueno en su naturaleza, creada a imagen y semejanza de Dios. El hombre es bueno, solo que está marcado por la concupisciencia desde el pecado de Adan, y tiene cierta tendencia hacia el mal, pero sigue siendo bueno.
09/07/10 10:09 AM
  
Ano-nimo
Jorge:

Comparto lo que te señala LA. Además, en muchas ocasiones el progreso tecnológico no ha surgido como consecuencia de las buenas intenciones; más bien todo lo contrario. De hecho, no han sido pocos los que han tenido lugar como consecuencia de las guerras; es decir, el obtener un arma mucho más letal y mortífera. De acuerdo en que todo depende del uso al que se destine, pero respecto a las intenciones por las que se hace...salvo honrosas excepciones, que seguro también existen, me parece que a muchos no les importa ni un pimiento el bien de la humanidad, sobre todo a los que lo financian pues no se puede olvidar que quien invierte no suele hacerlo por filantropía, precisamente; más bien lo que se busca es el máximo beneficio y, sinceramente no creo que les importen demasiado las consecuencias.

Un cordial saludo.
09/07/10 2:44 PM
  
Ano-nimo
Catholicus:

Sí, ya ví en el test que puso LF que debo ser una protestante de remate...¡en fin!. Sin negar la bondad que en el fondo pueda existir, lo cierto es que no veo motivos para ser tan optimistas respecto a la naturaleza humana después de la caída -por supuesto me refiero a la naturaleza con independencia de la Gracia, sin ella-. Pero como no es el tema del artículo, mejor lo dejamos.

Un cordial saludo.
09/07/10 4:23 PM
  
Catholicus
No, no, en el fondo y en la superficie.El hombre es todo bueno, sólo que expuesto al mundo y sus pasiones, esa tendencia heredada como castigo ("en el pecado se lleva la penitencia"), le llevan a caer en en el mal y en el error. Pero sigue siendo bueno, con o sin gracia aparte. Esto dicho de la naturaleza, que quiere decir que rascando, rascando, se puede "salvar" al más malvado de los malvados, aunque ahí ya sí, hacen falta toneladas de gracia.

Y sí, es descriptivo del protestantismo clásico - no el de ahora- lo de ser triste y apagado. Y viene de esa teología errada que inunda a las almas de ese pesimismo existencial y falta de "alegría cristiana" (léase católica).

Queremos una Anita_Ms católica, alegre y optimista que de sal a la tierra.

:-)
09/07/10 8:05 PM

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