InfoCatólica / Mar adentro / Archivos para: Julio 2019, 19

19.07.19

Llamaron a la policía… (1er Crónica Laosiana)

Llamaron a la policía… (1er Crónica Laosiana)

Estamos misionando en Laos, buscando las tribus paganas que, según los reportes -principalmente, protestantes, aún no oyeron el Evangelio. Estamos llevando a cabo la “Cuenta Regresiva Misional” (CRM), que comenzamos en la fiesta de la Epifanía del Señor del 2018 y que, simplemente, consiste en hacer el primerísimo anuncio del Evangelio en las pocas etnias (no más de 500, estimamos) que parece que aún no oyeron la Buena Nueva de la Salvación (cfr. Mt 24, 14).

Vinimos a Laos porque, según nuestra investigación -que basamos principalmente sobre los estudios protestantes, Laos es el país que, después de China e India, cuenta con el mayor número de tribus o etnias que, aparentemente, jamas oyeron el Evangelio. 

Ayer llegamos a la tribu Tchaho. Hoy llegamos a la tribu Alu. También hoy tuvimos un primerísimo contacto con la tribu Akha, y más precisamente con los Akha Noukouy, cuyas mujeres usan muy bellos vestidos, pero cuando hace calor pueden pasearse, sin problema, con el torso al descubierto. 

Estamos agotados. No es momento de balances. Estamos en plena guerra. Hoy debemos volver a Phongsali, que es una ciudad con un aeropuerto que tiene cuatro vuelos internos por semana.

Hay mucho para contar, pero prácticamente no tenemos fuerzas para escribir. El tema es que si no escribimos ahora, muchas cosas las olvidaremos ya que la vida misionera implica un alud abundatísimo de experiencias, aventuras e historias, donde los lugares, personajes y acciones se pueden multiplicar sin cuenta.

Nuestra misión se localiza en el extremo noroeste de Laos, la ex-Indochina. 

Llegamos a Laos hace varios días pero aún no hallamos tiempo para sentarnos, menos aún para sentarnos a escribir, salvo el primer día en el cual tuvimos que escribir sobre otra cosa pendiente. Ahora, a bordo de la 4×4, mientras anochece en las montañas indochinas, resistiendo la tendencia de los ojos a cerrarse, principiamos a escribir estas notas a caballo. Como siempre, habría mucho para escribir, pero sólo tenemos tiempo para escribir unas pocas cosas.

Como unos amigos españoles, y unos amigos de amigos, adoptaron espiritualmente las tribus laosianas que aparentemente no oyeron el Evangelio, vinimos a Laos a predicarles sabiendo que el terreno ya está sembrado por las plegarias de quienes las adoptaron “in spiritu”.

Las tribus de la lista eran muchas y no habíamos tenido tiempo de estudiar sobre ellas. Por eso, cuando llegamos a Laos, junto con un amigo francés -que es quien, por tres semanas, acompaña a quien escribe estas líneas- hicimos un rápido estudio y dividimos las etnias en tres zonas: las de norte, las del centro y las del extremo sur. Nos pareció que debíamos comenzar por el norte o, mejor por el extremo noroeste -que es donde se encuentran muchas de las tribus de la lista-. Entre las tribus del norte, decidimos empezar por la tribu Tchaho, pues nos pareció la más necesitada y una de las más paganas y remotas. 

Desde el punto de vista eclesial, estamos en el medio de la nada, en las periferias más extremas, ya que la tribu Tchaho está a unas quince horas de viaje de la sede del Vicariato Apostólico de la zona. El sacerdote, estimamos, más cercano estará a unas diez horas de viaje, pero, de todos modos, en principio, ningún sacerdote, ni nativo (casi no hay) ni extranjero está autorizado por el gobierno para predicarle a estas tribus. Son tribus remotísimas, desconocidas y paupérrimas que viven en las montañas, en zonas donde hasta hace poco no había caminos y, por tanto, eran casi totalmente inaccesibles. Hoy, en principio, hay unos senderos de tierra, o barro, ya que el gobierno quiere controlarlas y, a su vez, limitar o prohibir la producción de opio, cultivo este que es muy antiguo en estas zonas. En las tribus, aun se halla un importante índice de opiómanos. 

Finalmente, después de ciertos preparativos y a pesar de grandes obstáculos, y habiendo obtenido el permiso de la jerarquía eclesiástica local, pudimos llegar a Phongsali, que es el centro (¿o periferia?) desde donde se puede partir a las tribus del noroeste laosiano. En Phongsali contratamos, por un día y medio, una ínfima agencia turística -que está casi sin trabajo por la ausencia total de turistas, al menos en esta época del año, donde hace un calor tropical infernal-, que nos permitió lograr algo muy difícil: localizar las tribus en un mapa y llegar a ellas. El dueño fue un nativo con un espíritu rabiosamente comerciante (o, mejor dicho, con un espíritu de ladrón), pero sabía donde encontrar las tribus, 

Así fue que llegamos a los dominios de la tribu Tchaho, que mora a tres horas de China (tres horas a pie). 

Los Tchaho hablan el idioma Tchaho, que no se parece en nada al laosiano (lengua oficial del país) y que, a falta de alfabeto, usa los caracteres chinos. De todos modos, muchos Tchaho, especialmente los hombres, entiende el laosiano, hablado por nuestro guía. Para nuestra sorpresa, algunos Tchaho, hablan chino básico, por lo que pudimos comunicarnos bastante bien, sin depender del guía, que fue nuestro principal enemigo, ya que hizo todo lo posible para que no prediquemos. 

Quisimos quedarnos dos semanas con los Tchaho, pero, al cabo de un día y medio, debimos volver a Phongsali ya que nuestro guía nos dijo que él pidió permiso al gobierno solamente por dos días. En un día y medio no se puede hacer mucho, pero de todos modos, fueron horas muy intensas.

Lo primero que hicimos fue saludar a la gente en el dialecto local (diciendo “mi gong”), pero prácticamente nadie nos respondía, Luego, tuvimos un encuentro con el jefe, pero no mostró nada de alegría con nuestra visita. Como nos dijo el guía, todos los jefes de las tribus hoy dependen del Partido Comunista, que, por medio de un sistema muy corrupto, aún, gobierna Laos. Ésto es terrible para la evangelización ya que cuando se visita una tribu, lo primero que hay que hacer es visitar al jefe y todo debe pasar por medio de él, pero, he aquí el drama, el jefe es, de algún modo, un lacayo de la tiranía comunista y el comunismo laosiano, fiel a los principios del satanista Karl Marx, prohíbe el proselitismo cristiano. De todos modos, a pesar de su inicial frialdad, el jefe nos autorizó a visitar al chamán (o “mopi”), que es el lider espiritual de la tribu. 

Mientras esperábamos que el mopi vuelva de sus faenas rurales, rezamos la Misa y algo más en la habitación que nos asignaron para dormir, la cual se encontraba en la casa de la hija del jefe. 

Bastó que empecemos la Misa para que empiece una batalla de raros ruidos y de odiosas molestias, lo cual nos pareció muy lógico ya que la nuestra fue la primer Misa jamás celebrada en los dominios de la nación Tchaho. Si tenemos en cuenta que los Tchaho son animistas, como todas, o casi todas, las tribus de montaña de la zona, nos podremos dar una idea de la guerra preternatural que implicó la Misa. En efecto, los niños con sus gritos, los chanchos con sus guarridos y las personas que, como locos, golpearon las puertas (que cerramos con traba) durante toda la Misa conformaron un circo que hizo muy difícil rezar. Una de las personas que, con más ahínco, golpeaba la puerta, cuando le abrimos, entró a buscar un balde y un serrucho, que no sabemos porqué habían puesto al lado de nuestro colchón. 

La hija del jefe y otra doña se indignaron con nuestra misa y llamaron a la policía. 

El guía turístico estaba furioso y nos vino a imprecar acusándonos de haber rezado “sin respetar la cultural local”. 

Nos dispusimos a pasar un día o una temporada en la cárcel. Los hombres y las mujeres se juntaron a discutir sobre nosotros. Habían diversas opiniones, todas ininteligibles para nosotros. Esperamos en nuestra habitación, rezando el santo Rosario, con paz y alegría. 

Cada vez que oíamos un motor, pensábamos que podía ser la policía comunista. Fue una experiencia interesante. Nos ofrecieron comida, pero la rechazamos. Estábamos a una hora de viaje (en auto) de la ruta. Estábamos realmente en el medio de la selva, rodeados por una tribu y nuestro indignado guía, esperando la llegada de policía, a quienes, según nos dijo el guía, íbamos a tener que pagarles los costos del viaje (la gasolina del patrullero, etc). Era de noche y el calor era insoportable. Esperamos tranquilos rezando el Rosario. 

Al fin de cuentas, terminados los debates de los nativos, se nos dijo que el problema policial iba a ser tratado al día siguiente. Respondimos que queríamos volver a la ciudad de Phongsali y dejar la tribu ya que Dios, en Mt 10.14, nos dice lo siguiente: “Cualquiera que no los reciba ni oiga sus palabras, al salir de esa casa o de esa ciudad, sacudan el polvo de sus pies”. Acto seguido, salimos de la casa, nos sacudimos el polvo de nuestro calzado, y pusimos los bolsos en la 4×4. Entonces, compungido, vino el jefe y nos pidió que nos quedásemos, nos sonrió y nos invitó a cenar. 

Accedimos a la invitación y compartimos una agradable cena donde empezamos a aprender el dialecto Tchaho, traduciendo desde el chino. 

(Continuará)

Padre Federico, S.E.

Misionero en tierras paganas,

18-VII-19, Laos