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20.01.17

Hacia la primera iglesia en la Zona del Yeti

I.- Si miramos hacia el norte, nuestro puesto de Misión es la última frontera de la Iglesia. Al menos, hasta donde sabemos.

Más arriba de nuestro espectro misional no hay ninguna institución católica.  Y ningún católico. Es que estamos en la Meseta Tibetana…

Pasado el Tíbet Chino, hay una franja correspondiente a la pagana Mongolia y luego se asoma la inmensidad rusa y el Polo Ártico. En la franja mongola no creo que haya nada de Catolicismo (espero equivocarme) y después no sé. De todos modos, en Rusia, los católicos son poquísimos.

Si miramos hacia el sur, hay una zona inmensa sin católicos sólo interrumpida por una mínima ciudad donde hay una decena de familias fieles, luego de la cual hay que andar horas hasta llegar a la primera parroquia, la cual ostenta una cifra pequeña de hijos de Dios.

Hacia el este, si uno avanzase, no se encontrará ningún católico ni en figurita, pues está el implacable Tíbet Chino y, un poco más al sur, el Reino paganísimo de Bhután.

Hacia el oeste, hay una parroquia perdida, aunque creo que está al sudoeste y, salvo ese “islote", no hay nada de Catolicismo hasta que se llega a Nepal, país en el cual hay un solo Obispo, lo cual es índice del bajísimo número de católicos.

Por eso, nuestra zona misional no sólo es la última frontera sino que es una isla, una isla en medio de las inmensidades de la paganía idolátrica. En los papeles pertenece a una diócesis, pero es una pertenencia cuasi-teórica. En la práctica, es tierra de nadie. Es tan tierra de nadie que la nuestra es la zona específica sobre la que se montó el mito del Yeti, el abominable hombre de las nieves, bestia que nunca existió pero que es lo suficientemente evocativa para darse una idea de lo remoto del lugar.

La zona exacta del Yeti, según los carteles del camino, está dos horas al norte de nuestra base misional. Es una zona tan restringida que nadie puede entrar más de un 24 horas. Y, como no nos podemos bilocar y aun no tenemos vehículo, no podemos ir allí sino esporádicamente.

Nos fuimos un poco del tema, pero no vino mal ya que las líneas escritas nos sirven para hacer lo que el Capitán de Loyola llamaba, la “composición de lugar".

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