27.09.17

Corrección filial de un pobre párroco al padre Fortea

Al igual que muchos lectores de Infocatólica, durante años consideré al padre Fortea una verdadera auctoritas. Normalmente sus escritos solían expresar la fe de la Iglesia y al estar habitualmente vestido con la sotana y dedicarse al oficio de exorcista -publicando también obras de demonología- inspiraba respeto y una sensación de seriedad, y uno “sentía” que podía confiar.

Con el paso del tiempo, algunas de sus intervenciones han comenzado a mostrar algunas grietas, alcanzando en estos dos últimos años manifestaciones que me producen mucho asombro. 

No pretendo de ninguna manera atacar su persona ni juzgar sus intenciones, ni mucho menos cuestionar todo el bien que ha hecho y seguramente seguirá haciendo. Pero como su figura es ampliamente reconocida y como algunos se apoyan en sus opiniones para fundar las propias, creo que es bueno poner de manifiesto algunos errores de no poca importancia.

Quizá el padre Fortea llegue a leer este escrito aunque, según se infiere de una de sus últimas entradas, la palabra de un pobre párroco de provincia como yo no tenga demasiado peso. No obstante, quizá ayude a otros a pensar.

En relación a esa mencionada entrada, y sin entrar en el tema de la carta, creo que el padre comete un error importante y da un mal ejemplo a todos sus lectores: en lugar de analizar y rebatir, al menos someramente, los argumentos, simplemente desprestigia a los firmantes de un texto por no tener suficientes “títulos” u ocupar “cargos” de relieve. Incurre en una de las falacias más pueriles que existen. Aunque luego afirme que el texto tiene un tono “jocoso", al menos para un lector sin rebusques, manifiesta un notorio grado de ironía y -en la materialidad del texto al menos- falta de caridad.

Pero ahora me quiero ocupar de sus afirmaciones en la penúltima entrada. Allí ejemplifica lo que a su entender es botón de muestra de un “período de reflexión” en la Iglesia sobre la sexualidad, de una puerta que ahora está abierta y antes estaba cerrada.

 
Pongo un ejemplo: Un chico de 35 años y su novia de 32 años, llevan trece años de noviazgo. Ambos hubieran querido casarse hace mucho tiempo, hace más de un decenio. Se aman fielmente, se aman con un cariño que no merma desde hace tanto tiempo. Pero ninguno tiene trabajo, sólo breves trabajos temporales mal pagados. Cada uno de ellos vive en casa de sus padres, en un pequeñísimo dormitorio compartido con otro familiar. Viven en una situación que conforme se acercan a los cuarenta años no tiene visos de cambiar de ninguna manera.
¿Es esta situación totalmente equiparable sin más a la fornicación? Evidentemente, no. ¿El confesor debe amenazarles con la condenación eterna si siguen en esta situación? A mi humilde entender, no.
 
En la argumentación hay, en primer lugar, un recurso clásico de aquellos que -antes desde fuera de la Iglesia y ahora desde dentro- promueven cualquier cambio de paradigma moral: plantear un caso “lacrimógeno", apelar a los “sentimientos", provocar “compasión", para exigir una apertura.
 
En segundo lugar, es patética la caricaturización que hace de los confesores. ¿Qué sacerdote cuando alguien viene a confesar estos pecados, simplemente los “amenaza con la condenación eterna"? Evidentemente es una falacia -plantea un falso dilema: aprobar el pecado o solamente amenazar con las penas del infierno- que lleva a una conclusión completamente falsa. Se trata, como en su artículo anterior, de ridiculizar a quien piensa o actúa diferente.
Los sacerdotes que tratamos diariamente de llevar a los fieles a la santidad, acompañándolos en sus procesos personales, podemos e intentamos unir la caridad, la simpatía, la cordialidad, con el anuncio, también en el confesonario, de la verdad moral enseñada por la Iglesia. Se le puede decir a la persona -sin necesidad de hablarle siempre del Infierno, aunque esto algunas veces no vendría mal- que están viviendo en pecado mortal y que sin arrepentimiento sincero no puede recibir la absolución ni comulgar. Se aprovecha ese momento -como nos enseña el Vademecum de confesores- para iluminar la conciencia, dando razones y motivaciones, y recordando la enseñanza de Cristo. Y todo esto se le dice, por caridad.
Si estos novios no conviven bajo el mismo techo -es decir, sus relaciones no son ya habituales y asumidas como tales- y luchan por vivir la castidad poniendo los medios, pueden recibir la absolución.
 
Tercero: la parte más complicada y errónea del citado ejemplo es la afirmación: “¿Es esta situación totalmente equiparable sin más a la fornicación? Evidentemente, no.”
 
Es una afirmación falaz, porque da a entender a cualquier desprevenido, que la fornicación sería otra cosa, y que esta situación “no se puede equiparar” a ese pecado.
 
Esto es -evidentemente- una falacia. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña con claridad lo que la Tradición, fundada en la Escritura, ha enseñado desde siempre: 
 

2353 La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y educación de los hijos.

El padre Fortea contradice directamente la enseñanza de la Iglesia. Si esos novios se unen carnalmente fuera del matrimonio, cometen fornicación: nada más que decir.

Como estos viven en las casas de sus respectivos padres -y no bajo el mismo techo- si llegan a la confesión con arrepentimiento y propósito de enmienda, y con deseo de evitar las ocasiones de nuevas caídas, el sacerdote puede absolver, confiando también que la gracia misma del sacramento -y la sagrada Comunión que podrán recibir- los ayudará a decidirse por vivir las exigencias de la castidad.

Lo que nunca puede hacer un sacerdote es negar la existencia de ese pecado. Ni mucho menos autorizar a pecar.

Por último, la parte a mi entender más peligrosa del artículo es aquella en la cual plantea que “la total ruptura entre esas dos realidades -ley objetiva y realidad social- crea puntos de fricción (tan difícilmente sostenibles por algunos sujetos) que deben ser atendidos uno por uno.” Cuando dice “atendidos uno por uno", en realidad se refiere a la relajación de las exigencias morales, y no a otra cosa.

Si este principio se acepta, traería como consecuencia que la Iglesia no tiene otro camino más que seguir la agenda que le presenta el mundo. Sería la negación en la práctica de la naturaleza humana y sus bienes específicos, y la relativización de la Palabra de la Escritura como Palabra revelada.

Lo que me asombra de este planteo, en el cual la “realidad social” se presenta como si fuera algo casi sagrado e intocable, es la falta de perspectiva histórica. ¿O acaso olvidamos que el clima moral del Imperio Romano en tiempos de Pablo y la Iglesia naciente era más o menos el de hoy? Si los Apóstoles hubieran elegido esta manera de razonar, poco y nada hubiera quedado del mensaje de Cristo, completamente contracultural. La Iglesia naciente no evitó la confrontación con el error y el pecado: se erigió en una fuerza sanadora y liberadora, al servicio del hombre, convencida de la verdad y de la novedad de las enseñanzas de Cristo.

Así actuaron también los misioneros cristianos en todas las épocas. Siguiendo ese principio erróneo que acabo de señalar, los jesuitas en América hubieran aceptado la poligamia, el infanticidio y los sacrificios humanos, las torturas y la esclavitud. Pero no evitaron los puntos de fricción: confiaron en la fuerza de la verdad y en el poder de la Gracia.

En el fondo, esa acaba siendo la última y gran cuestión: ¿creemos en el poder de la Gracia?

PD: Desconozco el motivo, pero la parte final de mi artículo inicial se borró, así que tuve que escribirla nuevamente, y ciertamente no quedó igual.

PD 2: Pueden seguir mis publicaciones diarias en la página de facebook Padre Leandro Bonnin

14.09.17

Curso básico sobre el Nuevo Testamento en youtube

Gracias a la generosidad de Fray Nelson Medina, las sencillas catequesis sobre el Nuevo Testamento que voy compartiendo día a día a través de whatsapp están también disponibles en youtube.

Les dejo el enlace del canal donde las pueden ir encontrando. Les recuerdo que son catequesis muy sencillas, sin ánimo de erudición, sino con la intención de dar a conocer lo más básico de cada libro del Nuevo Testamento. Las primeras catequesis toman temas introductorios, siguiendo el Catecismo de la Iglesia Católica.

Pueden seguir también mis publicaciones cotidianas en mi página de facebook   https://www.facebook.com/padreleandrobonnin/

Aquí, la primera catequesis

1.09.17

Catequesis diaria sobre la Biblia por whatsapp

Mes de la bibliaA partir de hoy, 1 de septiembre, y con ocasión del mes de la Biblia, voy a grabar un audio diario con una catequesis sobre la Sagrada Escritura, que compartiré por whatsapp.

El Programa es el siguiente. Los primeros 4 días será de introducción a los temas bíblicos clasicos: revelación, Escritura y Tradición, inspiración, verdad de la Escritura, formación del canon, etc.

Luego haré una introducción general al Nuevo Testamento y a continuación dedicaré una catequesis a cada uno de los libros (del NT, se entiende)

Si te interesa recibirlo, envía un mensaje de whatsapp al +54 9 343 4721344

Y te recomiendo vivamente ver este video del Monasterio del Cristo Orante, que es una preciosa enseñanza sobre la Lectio Divina, tema que muchas veces es mencionado pero pocas veces con la hondura y belleza con que se lo hace aquí.

En el mismo canal encontrarás otros videos de gran calidad sobre el arte de la oración, especialmente de la oración con la Escritura.

29.08.17

¿Cómo realizar un momento de adoración con NIÑOS?

Este texto fue preparado para los docentes de las escuelas donde soy capellán, pensando en cómo introducir a los alumnos -niños y jóvenes- en la adoración al Santísimo. Me pareció oportuno compartirlo, ya que puede ayudar a vivir esos momentos no sólo en el ámbito de la Escuela Católica sino también en la catequesis parroquial y en los movimientos y grupos de pastoral infantil.


“El Maestro está aquí y te llama” (Jn 11, 28)

Algunas recomendaciones para realizar un momento de Oración con niños y jóvenes en el Oratorio de la Escuela.

 

Niños adorando

El presente texto tiene como finalidad ayudar a los docentes a realizar un momento de Oración-Adoración con niños y jóvenes en el Oratorio de una Escuela Católica.

Las sugerencias generales necesitan ser adaptadas y adecuadas a la realidad concreta de cada grupo, sea del nivel inicial, primario o secundario.

 

El testimonio del docente

Un elemento muy importante es que la fe y el amor se transmiten no sólo ni principalmente con palabras y discursos. Antes de las palabras, podemos decir que la conciencia de la Presencia Real de Jesús se comunica por el contacto vital entre el educador y los alumnos.

La unción y reverencia con que los docentes realicen la genuflexión (saludo a Jesús Eucaristía doblando la rodilla derecha hasta tocar el suelo), la piedad con que se hace la señal de la Cruz, la actitud y el porte reverente y sosegado, la verdad e intensidad de las palabras que se utilicen, crean un clima idóneo para todo momento de oración con los alumnos. Un docente que mira con amor el Crucifijo, que tiene un gesto de ternura cariñosa hacia una imagen de María, que manifiesta reconocer en el Sagrario la Presencia Real, educa a sus niños o jóvenes en la fe casi sin proponérselo.

 

Leer más... »

24.08.17

Pilar Sordo y la Iglesia del Siglo XXI

En estos días di con un video de Pilar Sordo, la reconocida psicóloga y conferencista chilena, titulado: “Los adolescentes del Siglo XXI”. (Atención: no estoy proponiéndola como modelo de vida ni avalando todas sus opiniones en todos los temas, sólo remito al contenido de éste video)

Con su estilo pasional, divertido y profundo a la vez, va describiendo las inconsistencias de los padres modernos, que son la causa de la peculiar forma de ser de los adolescentes en la actualidad. A pesar de la utilización de lenguaje vulgar, recomiendo vivamente el video a padres y educadores por el enorme cúmulo de verdades impopulares allí contenidos.

 

Del video me llamaron la atención algunas expresiones. Da a entender que uno de los graves problemas y decisivos obstáculos para la formación de niños y jóvenes es que el principal objetivo de los padres modernos es “caerle bien” a los hijos, “complacerlos”.

Dado que ésta es su principal meta–si es que se puede llamar así a esa irracional actitud- muchos padres modernos suelen ser incapaces de sostener un “NO” ante sus hijos si éste les hace perder “popularidad” ante ellos. Los niños descubren este mecanismo y logran manipular cada vez más la endeble voluntad de sus mayores, hasta lograr tomar el control de cada situación. Los padres siguen empeñados en ser “amigos”, “compinches” y “cómplices” de sus hijos cuando esto –dice Pilar- no reviste ningún mérito.

El verdadero mérito es ser padres, y eso implica –así lo expresa ella- “ser jodidos”, decir muchas veces “no", poner límites.

Ser padres implica soportar estoicamente que el hijo en la adolescencia o incluso antes le diga “papá/mamá: te odio. Todos los demás papás o mamás son mejores que vos”

El adulto formado y consistente sabe resistir sin inmutarse, al menos externamente, esta tormenta, convencido de que el “no” para su hijo es una forma de amor. No se asusta. No se desespera. Aunque el hijo llore, patalee, grite, amenace, el papá/mamá que tiene convicción se sostiene.

 

Pensaba en esto durante estos días aciagos donde todo parece indicar que hay quienes, en la Iglesia, están decididos a tomar el camino de la inconsistencia.

Parece estar de moda el pensamiento según el cual la Iglesia ya no debe ser Madre y Maestra, sino “amiga, compinche o cómplice” de todo lo que el hombre de hoy quiera hacer.

Parece estar de moda asustarse ante el reclamo de los “hijos” -aunque la referencia a ellos y su sufrimiento parece ser sólo una excusa, un camuflaje de los propios “reclamos"-, y estar dispuestos a modificar toda enseñanza y toda norma que pueda caer impopular o parecer demasiado exigente. Incluso si estas enseñanzas proceden con toda claridad de quien es el único Maestro, nuestra Cabeza y Fundador, Cristo.

Parece estar de moda en la Iglesia querer “caerle bien” a todos, justificándolo todo, atenuando toda responsabilidad, minimizando lo que nuestro Maestro condenó, sonriendo ante el pecado. Todo con tal de evitar el odio del mundo.

 

¿Hemos olvidado acaso que Jesús dijo: “Si el mundo los odia, recuerden que también me ha odiado a mí” (Jn 15, 18)?

¿Hemos olvidado las dos últimas bienaventuranzas de Mateo, o, más aún –en las bienaventuranzas de Lucas- las palabras duras que el Señor dice a aquellos a quienes todos alaben y honren (cfr Lc 6, 26)?

La inconsistencia mostrada por algunos pastores, que parecen avergonzarse de la Tradición y hasta de la mismísima “rigidez” de un tal Jesús, no sólo conducirá a la ruina espiritual a muchos de sus hijos, sino que, además, acabará por debilitar y hacer completamente prescindible a la Iglesia misma.

¿Para qué existe ya la Iglesia, si no hay un camino, si todos los caminos conducen a la misma parte, o, más bien, a ninguna? ¿Para qué existe la Iglesia, si la Gracia de la que ella es portadora ya no es capaz de sanar y elevar al hombre, haciéndolo eludir el pecado, mostrado hoy con descaro como inevitable?

Una Iglesia así merece el repudio, merece “ser pisoteada por los hombres” (Mt 5, 13), como la sal que ha perdido ya definitivamente su sabor. No es de extrañar que a medida que avanza el “permisivismo” eclesial, ella y sus símbolos y sus tesoros más valiosos son objeto de burla y profanación.

 

Pilar Sordo dice que ésta “es la única generación de padres que ha tenido miedo a los padres y tiene miedo –terror- a los hijos”.

Muchas veces veo una Iglesia dominada y paralizada por el miedo al mundo, por el miedo a los hombres, por el miedo a la opinión pública.

Pero -a diferencia esta vez de lo señalado en la conferencia- me temo que en nuestra generación eclesial hay algunos que han perdido el único temor importante: el temor del Padre, el temor del Señor.