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11.04.18

Gastar mi vida para su Gloria

Finalizo con esta entrega las entradas en las que he ido desglosando la oración de consagración de mi sacerdocio, que compartí hace unos días.
 
Las anteriores meditaciones:   
 

X.  Utilízame como cosa, posesión e instrumento tuyo. En tus manos tengo la certeza de cumplir la voluntad del Padre, de gastar mi vida para gloria suya, extensión del Reino de Cristo, y para tu regocijo. Madre, soy todo tuyo, y todo lo tuyo me pertenece, in saecula saeculorum.

A la Madre Teresa de Calcuta le gustaba decir: soy un lápiz en las manos de Dios. Así quería destacar que toda la obra la hacía el Creador, que ella era sólo instrumento. El único mérito que ella podía tener era, naturalmente, dejarse utilizar, ofrecer la menor resistencia posible. Decir siempre que sí.

Madre querida, tan solemne como sencillamente, quiero entregarme a Ti, no para descansar en tus manos, sino para que me uses, una y otra vez, para realizar en mí la obra de Dios, para que otros puedan conocerlo y amarlo. Quiero ser instrumento, intentando adecuarme cada vez mejor a la misión sacerdotal, pero sin olvidar jamás que todo lo bueno proviene del Vos y no de mí, que debo aprender a dejarme utilizar sin resistencias, sin temores, sin querer protagonismos excesivos.

Tengo la certeza, la sólida e inquebrantable certeza, de que, si no me suelto de tus manos, si no cierro mis oídos a tu maternal voz, puedo cumplir la voluntad del Padre con fidelidad. Quiero despojarme de mi propia libertad para hacer sólo su plan, su proyecto, su designio, y estoy seguro de que así será en la medida en que permanezca muy unido a vos.

Quiero gastar mi vida, sin guardarme nada, sin reservarme por las dudas, sin cuidarme más que lo mínimo que indica la caridad para conmigo mismo, para que muchos otros puedan descubrir el único amor perfecto, el que no falla, el que es capaz de transformar vidas. Porque la gloria de Dios es el hombre viviente, y quiero que esa vida en abundancia pueda ser experimentada por todos mis hermanos.

Quiero gastar mi tiempo en esta tierra como un soldado fiel de Cristo Rey, que en los Ejercicios Espirituales me dijo con prístina claridad: el que quiera venir conmigo, ha de vivir y sufrir como yo, para luego gozar junto a Mí.

Quiero extender tu Reino en el mundo, que es tu Iglesia, amándola y sacrificándome por ella, trabajando junto a mis hermanos sacerdotes, en comunión con el Papa y mi obispo.

Quiero vivir y morir así, Reina mía, y quiero hacerte sonreír; quiero regocijar tu Inmaculado Corazón, afligido tan a menudo por mis pecados y los de mis hermanos; quiero alegrar tu alma, quiero ser para Vos -como lo sos para mí- fuente de consuelo.

Madre, soy todo Tuyo, y todas mis cosas son tuyas, por los siglos de los siglos. Amén.

2.04.18

El fundamento de nuestra Esperanza

Yo sé que muchas veces la vida se te hace cuesta arriba. Que te duelen las piernas de tanto caminar, la cabeza de tanto pensar sin encontrar solución, el corazón de tanto intentar amar…

Yo sé que existen noches oscuras, muy oscuras, en las que nada -pero NADA- se ve con claridad, donde llegas a dudar de todo y de todos…

Yo sé que hay circunstancias donde el alma se siente fría, donde la esperanza parece muerta, donde como un altísimo paredón se te aparece a los cuatro lados y te sientes sin salida, sin posibilidades…

Y sé que algunas veces, estando incluso rodeado de gente, te puedes sentir solo, profundamente solo, abrumadoramente solo.

Pero yo sé, yo creo, yo tengo una certeza es es capaz de tranfigurar todas estas situaciones.

Yo sé, yo creo, yo tengo la certeza de que Cristo ha resucitado. Ha conocido cada una de las angustias humanas, cada traición posible, cada desencanto, cada fracaso… Ha pasado la experiencia de ascenso y del cansancio, de la noche más espesa y tenebrosa que existe, del abandono y de la

 soledad.

Pero al tercer día ha resucitado. Al tercer día ha vencido. Al tercer día la luz, la paz, la alegría, se instalaron definitivamente en el corazón de la historia humana.

Pascua significa que si decidís agarrarte fuertemente a Jesús, él te hace partícipe y te asocia a su Victoria.

Pascua significa que vos también, “al tercer día” -es decir pronto, muy pronto, porque el tiempo es nada ante la eternidad- podrás experimentar esa Victoria de modo perfecto.

Pascua significa que con la mirada en Él, con el corazón en él, con la confianza en él, encontrás descanso a tus cansancios, luz para tus noches, y un AMOR, un amor perfecto que trasciende e invade todas tus soledades.

Pedile a la Madre que hoy te muestre el rostro de Jesús Resucitado. En su mirada hay suficiente Paz para vivir y morir felices.

Feliz Pascua de Resurrección!!!