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13.01.17

"Arrepentite, carajo, arrepentite"

ArrepentiteAunque aprendimos que de los cinco “pasos” de la Confesión el “Arrepentimiento” es el segundo, en realidad debemo decir que es el primero, tanto en cuanto al tiempo como en la importancia.

Porque lo que motiva el examen de conciencia es haber recibido –y aceptado- inicialmente la Gracia del arrepentimiento, de la “contrición”, como llama la enseñanza de la Iglesia a este “acto” tan importante.

 

El arrepentimiento es mucho más que un “paso”: es como el alma del sacramento de la Reconciliación. Si no te arrepentís de corazón, es inconsistente y falaz cualquier “propósito de enmienda”, no tiene sentido la confesión material de los pecados, y la absolución del sacerdote no tiene ninguna validez.

Más aún: confesarse sin tener nada de arrepentimiento –ni siquiera un poquito- haría de esa confesión una farsa y una burla a Dios. Si es conciente, podría llegar a ser una confesión sacrílega, una ofensa a la Santidad del Todopoderoso. Por eso es tan importante que nos arrepintamos de corazón.

Siempre recuerdo una anécdota que solía contar un compañero de Seminario, según la cual una señora, afligida porque su esposo estaba gravemente enfermo y se había alejado de Dios, cuando él convalecía lo tomaba repetidas veces de la ropa y le decía, una y otra vez “¡arrepentíte, carajo, arrepentíte!”

Más allá de la expresión poco elegante, ella era conciente de que todo el óceano infinito de la Misericordia de Dios, ofrecida de manera gratuita al hombre –no merecemos el perdón…- puede quedar estéril y “frustrada” si el hombre se cierra, si no le permite al Señor entrar, y sanar, y perdonar.

Por eso la Palabra de Dios y la Iglesia –y yo, en esta ocasión- te dicen siempre: “arrepentite, arrepentíte”

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