CARTA DE UN CURA ARGENTINO A UN ADOLESCENTE CON PAÑUELO NARANJA.

¿Cómo estás?

Mi nombre es Leandro. Soy sacerdote católico, y me gustaría contarte mi historia, porque noto que algunas personas te han dicho mentiras sobre la Iglesia, sobre los curas…

Por eso escribí este relato con parte de mi vida, que es muy parecida a la de otros cientos y miles de curas de Argentina y el mundo. Espero que te pueda servir.

Yo nací en un pequeño pueblo de Entre Ríos, Argentina. Cuando tenía 4 años, mi familia optó por trasladarse de lunes a viernes a una ciudad más grande, para asegurar la educación secundaria de mis hermanas. Tanto en mi pequeño pueblo como en esa ciudad, conocí y formé parte desde siempre de la Iglesia Católica. Conocí a varios sacerdotes, a monjitas y a laicos comprometidos.

En todos mis años de infancia y adolescencia, sólo recibí de ellos buenos ejemplos, buenos consejos. Y si algo malo hubo, es tan grande la proporción de bien que lo otro ya se ha desdibujado…

Pero ahora voy “al grano". Mi papá tenía una empresa, pequeña, pero bastante pujante. Vi a mi viejo madrugar durante años, sin tomarse vacaciones, sólo deteniendo su actividad casi excesiva los domingos. Así aprendí la cultura del trabajo, y desde los 6 años, empecé a ir a trabajar con sus empleados. Cada fin de semana, al volver a mi pueblo, y en las vacaciones de verano e invierno, pasaba mis tardes y a veces las mañanas en los galpones de pollos, con el objetivo de tener mi plata… para mis gastos. Además, hacíamos pequeños trabajitos, como cortar el pasto, lavar el auto, ordenar el depósito, atendiendo el bazar de mi mamá… siempre trabajando.

Con el paso del tiempo la empresa quebró y fue necesario buscar alternativas. No concebía, desde entonces, ser simplemente un “mantenido”. Así, mientras continuaba colaborando en la atención del negocio de mi mamá, busqué trabajo en un aserradero, donde pasábamos cuatro horas y media en época de clases y nueve en vacaciones realizando un exigente trabajo manual.

Yo era un joven común: jugaba al fútbol, escuchaba música, pasaba tiempo con mis amigos. Con la única diferencia, tal vez, de haber tenido el privilegio de conocer el amor de Dios.

En ese contexto, sentí el llamado de Jesús a ser sacerdote.

Sentí una fuerza interior que me impulsó a dejarlo todo PARA SERVIR A DIOS Y A MIS HERMANOS. Un impulso tan grande, tan plenificante, tan luminoso, tan reconfortante, que jamás se borró de mi mente y mi corazón. Trabajar para Dios y para su Reino, ayudar a la gente a ser feliz en este mundo y en el otro, anunciar que esta vida es el hermoso pero difícil comienzo de una vida más grande y perfecta, que se prolonga en la eternidad. Eso.

No decidí hacerme cura por una frustración, porque una chica no me dio bolilla, porque no sabía qué hacer de mi vida. No fui captado por una secta que me oprimió o me presionó, no fui sometido a ningún lavado de cerebro ni manipulación. Elegí libremente, con gozo y con paz.

Es más, y a riesgo de sonar un poco agrandado, quiero contarte que en varios de los años de mis estudios he tenido el mejor promedio de mi promoción. Me gustaban las matemáticas, las ciencias sociales, la comunicación. Soñé con ser contador, profesor de historia y periodista deportivo. Pero decidí responder al llamado de Dios sabiendo que de ese modo elegía un estilo de vida digno pero sobrio. Tengo amigos y compañeros que viven en el exterior, otros que han hecho carreras de grados y posgrados, y hoy procuran y tienen un excelente pasar económico, propiedades, cuentas corrientes abultadas… Yo, pudiendo tener todo eso, renuncié, y, ¿sabés por qué? Por amor, y para servir a Dios y a la gente.

Y me da un poco de risa y un poco de tristeza leer que algunos dicen que “van por la separación de la Iglesia y el estado y los curas VAN A TENER QUE TRABAJAR”.

En primer lugar, porque ni yo ni la inmensa mayoría de los sacerdotes recibimos un solo peso del Estado. Vivimos de lo que nuestros fieles nos dan, voluntariamente. Vivimos de las colectas de Misa, de las intenciones, de los aportes materiales que hacen las familias. Algunos de nosotros da clases para subsistir. En muchas parroquias para llegar a fin de mes se hacen empanadas, rifas y bingos. ¿De qué separación Iglesia-Estado me hablás?

Y si bien hay varias maneras en que las parroquias están organizadas, en la mayoría de los casos administramos los sacramentos y atendemos a la gente sin exigir jamás una remuneración.

En este tiempo donde todo tiene un precio y una tarifa, ¿sabés cuántas horas hemos pasado escuchando las penas y angustias de madres, esposas, hijos… sólo por amor? ¿Cuántas horas visitando a enfermos, a personas solas, sólo por amor? ¿Cuántas horas compartiendo con niños y adolescentes, dando charlas, aconsejando, poniendo el oído… sólo por amor?

Porque –en segundo lugar- los curas trabajamos, no te quepa ninguna duda. Es cierto que cada uno tiene sus ritmos, que hay estilos diversos y cualidades diferentes. Pero te puedo asegurar que la mayoría de los sacerdotes que conozco, con nuestras limitaciones y fragilidades, ganamos el pan con el sudor de nuestra frente. Tenemos días de descanso y vacaciones, claro que sí, pero elegimos estar al servicio en muchos días y ocasiones donde la mayoría puede descansar. El trabajo sobre las personas, el trabajo de guiar, de instruir, de acompañar, de consolar… el trabajo de ayudar a formar una comunidad, a perdonar, a crecer, a ilusionarse con un proyecto de vida… te aseguro que es mucho más intenso y agotador que las nueve horas en el aserradero clavando cajones. Pero infinitamente más capaz de hacer feliz a alguien.

Yo no voy a negar los errores, pecados y delitos cometidos por curas a lo largo y a lo ancho del mundo y de la historia. No me interesa responderte ahora sobre esto, porque es sólo una táctica para desviar la atención cuando no se tienen argumentos. Repudio y detesto absolutamente toda forma de violencia verbal, psicológica o física, todo abuso, toda manipulación cometida por miembros de la Iglesia. Pero no es el caso de la mayoría de los sacerdotes del mundo. Somos pecadores, pero intentamos servir.

Así lo decidí cuando tenía 14 años, más o menos como vos ahora. Así lo decidimos, libremente, quienes hoy intentamos ser pastores en esa Iglesia que te han enseñado a odiar, pero que te ama.

¡Cuánto me gustaría que pudieras conocer al mismo Dios Vivo y Verdadero que fascinó mi corazón! ¡Cómo te arrepentirías de haber pensado y dicho tantas macanas! 
Él te está esperando, y seguramente, algún día llegarás ante Él. Su Madre tiene reservadas hermosas caricias para tu vida.

P. Leandro Bonnin

14 comentarios

  
cecilia de la vega
EXCELENTE!!! HASTA LAS LAGRIMAS...
10/08/18 1:00 PM
  
pedro de madrid
Este es el verdadero sacerdote que deja todo para que sus hermanos en Cristo puedan llega a comprender que existe la eternidad, que la vida es un camino corto, de lo que hoy, muchísimas almas reniegan y en esta vida les va bien. Que Dios le bendiga a usted y su familia
10/08/18 5:15 PM
  
Ricardo de Argentina
Ignorancia pura y dura, Padre, y por lo tanto atrevida.
Si un cura deja su ministerio y se pone a trabajar las 8 horas (que pronto serán 6) con todos los beneficios propios de los trabajadores manuales, humanamente hablando es que se ha sacado la lotería.

Si algo podemos asegurar sin temor errar, es que los portadores de tales pañuelos no tienen ni idea de lo que están publicitando.
10/08/18 5:55 PM
  
maru
Hoy solo hay una supina ignorancia y un odio exacerbado contra la Iglesia Católica. Gracias Padre, por su hermoso testimonio de vida, de la vida de un sacerdote. Qué Dios lo bendiga!!!
10/08/18 9:01 PM
  
Silvia Liliana Sueyro
Excelente carta padre Leandro.!!!!!!!!!!! Cuanta razón a la sin razón. Siga rezando por nosotros y por los desquiciados!!!!!!!!!!!
10/08/18 9:22 PM
  
Daniel Iglesias
Muy buena carta. Muchas gracias, Padre Leandro.
11/08/18 11:56 PM
  
Raquel D. Catequista
Felicitaciones, Padre! Dios los guarde siempre!
Qué mirada de odio la de esa adolescente! ... Me recuerda a "Olivita" la sencilla campesina de Garagoa Colombia a quien JESÚS le reveló que los niños desde los tres años estaban ya pecando... y si no se arrepentían, al infierno!
Dios bendiga a la Iglesia y San José Casto Custodio, encienda en la juventud deseos de santidad! Que La Sagrada Familia nos mueva a vivir hoy santamente!
12/08/18 1:45 AM
  
Grace del Tabor- Argentina
¡ Excelente su carta, Padre!
Me emocionó !😭 😇
12/08/18 5:42 AM
  
Monica
Dios le bendiga. Muchas gracias
12/08/18 8:49 AM
  
María-Ar
Exelente testimonio. Dios, nuestro Señor, anime a esos corazones duros.
+
12/08/18 5:41 PM
  
María de las Nieves
Bendiciones por su excelente testimonio y según lo iba leyendo sentía que mi corazón se expandía al converger la gracia de la llamada del Señor ,su esfuerzo humano ,su fidelidad a su llamado ,su obediencia para ser su Sacerdote eterno ,su Misión al servicio de los fieles y de todos los hombres.

Necesitamos sacerdotes como Ud ,verdaderos ,sinceros ,coherentes y fieles servidores de la Palabra ,sabiendo cuál es el camino y destino final.
Gracias P.Leandro y gracias infinitas al Señor por su Elección y a su Madre Santísima ,nuestra Madre que seguro que tuvo mucho que ver en elegirlo para ser Ministro de su Hijo y Unigénito del Padre eterno.
13/08/18 1:29 AM
  
Jorge Cantu
Muchas gracias Padre, por su inspirador testimonio.

La retórica incendiaria, a la par engañosa y pervertidora de los grupos de poder anticristianos (feministas, ateos, materialistas, consumistas, liberales, anarquistas, masónicos, homo y pansexualistas, neomalthusianos, marxistas, etc.) tristemente son de fácil digestión para muchos jóvenes ingenuos.

Agregar la pobre presencia católica en los ámbitos de influencia en la opinión pública y la menguada credibilidad de la Iglesia como institución por pecados reales o inventados de sus miembros.

Quiera el Señor suscitar clérigos y seglares, santos líderes de opinión.
13/08/18 3:45 AM
  
Jorge Cantu
La niña de la imagen está claramente poseída. Ignoro si es el demonio de la mentira, el de la ira o el de la glotonería, o los tres a la vez ;)

Por cierto, la insinuación a manera de insulto de que los sacerdotes no trabajan es tan boba que debe habérsele ocurrido a alguna feminista de nuevo ingreso a la logia, con más iniciativa que cerebro.
13/08/18 4:04 AM
  
Stella Maris
Con gran tristeza soy testigo del intento de destrucción de la Iglesia, de sus valores, de los valores morales, de la familia y de todo lo que sea sagrado. Desde mi lugar de trabajo puedo observar que es lo que se quiere lograr desde los medios de comunicación, Universidades, Centros de altos estudios, influídos por medios internacionales (podríamos incluir la masonería). Se comenzó a gestar, en nombre de la LIBERTAD , ese odio hacia lo religioso. Puedo darme cuenta que muchos de mis compañeros levantan la bandera de las LIBERTADES PERSONALES, la mujer con su liberación y emancipación del patriarcado, el machismo, etc. obteniendo así una forma de limpiar sus consciencias. Sabiendo que cometen pecados en sus vidas, tratan de limpiarlos, destruyendo a quienes denuncian que sus formas de vida no son lo que Jesús enseñó y una vez que acallan estas voces, llevando a muchos hermanos hacia su posición, justifican su forma de vivir, buscando anular la voz de sus consciencias. Destruís la Iglesia, vivís contento, Materialismo, hedonismo, individualismo, relativismo, banderas que se levantan en nombre de la libertad. La Vírgen anunció que el Señor dió rienda suelta al demonio para que actúe en esta época, realidad que podemos cofirmar. Dios bendiga a todos los Sacerdotes, hijos amados de María, y a toda la Iglesia. Oremos y pidamos al Señor que siempre esté con nosotros en nuestra barca que el la Iglesia.
14/08/18 1:55 AM

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