22.07.11

La auténtica María Magdalena

LA MAGDALENA, APOSTOLA APOSTOLORUM

RODOLFO VARGAS RUBIO

No cabe duda que santa María Magdalena, cuya fiesta se celebra hoy, es uno de los personajes más fascinantes del Evangelio. En torno a ella se han tejido leyendas que, si han contribuido a difundir extraordinariamente su culto, también han desdibujado su perfil histórico. No vamos a entrar, por supuesto, en la burda patraña difundida recientemente por la literatura de ficción con pretensiones pseudo-históricas. Intentaremos, en cambio, dilucidar la figura de la Magdalena de acuerdo con los datos aportados por la Sagrada Escritura y la Tradición, así como por la piedad cristiana.

En los Evangelios aparecen cuatro mujeres que han sido identificadas individualmente y entre sí con el personaje al que la liturgia católica venera como santa María Magdalena, la penitente:

1. María de Magdala, de la cual se dice que Jesús echó siete demonios (Marc. XVI, 9; Luc. VIII), que le seguía junto con otras mujeres y le asistía con sus riquezas (Luc. VIII, 1-3), que estuvo al pie de la cruz (Matth. XXVII, 55-56; Marc. XV, 40; Ioann. XIX, 25), que asistió al entierro del Señor (Matth. XXVII, 61; Marc. XV, 47; Luc. XXIII, 55) y que acudió con otras dos al sepulcro la mañana de Pascua, apareciéndosele el Maestro, cuya resurrección anunció a los discípulos (Marc. XVI, 9-11; Luc. XXIV, 1-10; Ioann. XX, 11-18).

2. María de Betania, hermana de Lázaro y Marta (Luc. X, 38-42; Ioann. XI, 1-45), que ungió a Jesús durante una cena en Betania, en casa de Simón el Leproso: en la cabeza según unos (Matth. XXVI, 6-13; Marc. XIV, 3-9) y en los pies según otro (Ioann. XII, 1-8).

3. La pecadora arrepentida que ungió los pies de Jesús en casa de un fariseo (Luc. VII, 36-50).

4. La mujer adúltera, llevada por los escribas y fariseos, con intención de apedrearla, a Jesús, mientras predicaba en el Templo, y que la perdona (Ioann. VIII, 1-11).

La Iglesia de Oriente siempre ha considerado a las tres primeras como personajes bien distintos. En la Iglesia latina, en cambio, se tendió ya desde san Jerónimo a tenerlas por una misma y única mujer, lo cual quedó establecido por san Gregorio Magno, pasando así a la liturgia romana, como puede verse en el oficio y la misa del 22 de julio del usus antiquior (pues tanto la Liturgia de las Horas como el Misal más recientes evitan cuidadosamente la identificación).

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13.07.11

Hace 75 años, por estas fechas

EL CALVARIO DE LA IGLESIA ESPAÑOLA EN EL VERANO DE 1936

A comienzos del 1936, concretamente el 7 de enero, quedaron disueltas las primeras Cortes ordinarias de la Segunda República y convocadas las elecciones generales que tuvieron lugar el 16 de febrero de 1936 y dieron la victoria al Frente Popular formado por republicanos, socialistas, comunistas, sindicalistas y el Partido Obrero de Unificación Marxista. De esta forma llegaron al poder algunos de los partidos más violentos y exaltados, creando una situación tan insostenible que los exponentes más moderados del ejecutivo fueron incapaces de controlar.

Comenzó desde el 16 de febrero de 1936 una serie de huelgas salvajes, alteraciones del orden público, incendios y provocaciones de todo tipo que llenaban las páginas de los periódicos y los diarios de sesiones de las Cortes. La complicidad de autoridades diversas en algunos de ellos fue a todas luces evidente. Recuerda Cárcel Ortí que incrementó sensiblemente desde aquella fecha la prensa anticlerical y facciosa, que incitaba a la violencia, como La Libertad; El Liberal y El Socialista. Según datos oficiales recogidos por el Ministerio de la Gobernación completados con otros procedentes de las curias diocesanas, durante los cinco meses de gobierno del Frente Popular, varios centenares de iglesias fueron incendiadas, saqueadas, atentadas o afectadas por diversos asaltos; algunas quedaron incautadas por las autoridades civiles y registradas ilegalmente por los ayuntamientos.

Varias decenas de sacerdotes fueron entonces amenazados y obligados a salir de sus respectivas parroquias; otros fueron expulsados de forma violenta; varias casas rectorales fueron incendiadas y saqueadas y otras pasaron a manos de las autoridades locales; la misma suerte corrieron algunos centros católicos y numerosas comunidades religiosas; en algunos pueblos de diversas provincias no dejaron celebrar el culto, prohibiendo el toque de campanas, la procesión con el Viático y otras manifestaciones religiosas; también fueron profanados algunos cementerios y sepulturas como la del obispo de Teruel, Antonio Ibáñez Galiano, enterrado en la iglesia de las Franciscanas Concepcionistas de Yecla (Murcia) y los cadáveres de las religiosas del mismo convento.

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29.06.11

Garabandal: Los pronunciamientos de los obispos (y II)

LA VOZ DE LOS OBISPOS EN ESTOS 50 AÑOS

RODOLFO VARGAS RUBIO

El carácter de las manifestaciones de Garabandal ha sido objeto de sucesivas notas informativas de los obispos de la diócesis de Santander (que, recordemos, es bajo cuya jurisdicción se halla el pueblo. Tan pronto como el 26 de agosto de 1961, es decir, a dos meses escasos de la primera de las apariciones, el Dr. Doroteo Fernández (1913-1989), administrador apostólico de la sede santanderina entre mayo de 1961 y enero de 1962, emitió una primera nota, en la que afirmaba que “es prematuro cualquier juicio definitivo que quiera pronunciarse sobre la cuestión”, postura prudente y ecuánime, dentro de la práctica habitual de la Iglesia.

La segunda nota del mismo prelado, de noviembre de 1961, aun insistiendo en que la Iglesia no cree aún prudente pronunciarse definitivamente, aseguraba: “No consta que las mencionadas apariciones o revelaciones puedan hasta ahora presentarse ni ser tenidas con fundamento serio por verdaderas y auténticas”. Obviamente tampoco constaba lo contrario, es decir que no lo fueran. Recordemos que una cosa es la ortodoxia del contenido –sobre la cual no había dictamen contrario– y otra muy distinta el origen de los fenómenos.

La tercera nota, emanada por Mons. Eugenio Beitia Aldazábal (1902-1985), obispo de Santander entre enero de 1962 y enero de 1965, data del 7 de octubre de 1962 y reza: “tales fenómenos carecen de todo signo de sobrenaturalidad y tienen una explicación de carácter natural”. Este juicio era, sin duda, prematuro, pues la comisión episcopal nombrada al efecto de indagar lo que estaba ocurriendo en Garabandal no realizó ningún examen serio de carácter científico. Será por esto que la cuarta nota fue más prudente. Ésta, la segunda de Mons. Beitia (en calidad de administrador apostólico, pues había renunciado al obispado), lleva por fecha 8 de julio de 1965; en ella se exhorta a no fomentar las manifestaciones (tal vez debido a los excesos de celo de algunos de sus seguidores), declarando no obstante que, “no hemos encontrado materia de censura eclesiástica condenatoria, ni en la doctrina ni en las recomendaciones espirituales que se han divulgado en esta ocasión, como dirigidas a los fieles cristianos, ya que contienen una exhortación a la oración y al sacrificio, a la devoción eucarística, al culto de Nuestra Señora en formas tradicionalmente laudables y al santo temor de Dios, ofendido por nuestros pecados. Repiten simplemente la doctrina corriente de la Iglesia en esta materia”. Aquí el prelado se ciñó acertadamente a lo que era de su competencia propia, sin meterse en honduras científicas que no le correspondían en cuanto obispo.

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23.06.11

Garabandal: 50 años de polémica(I)

SE CUMPLEN 50 AÑOS DE LAS POLÉMICAS APARICIONES

RODOLFO VARGAS RUBIO

El domingo 18 de junio de 1961, es decir hace cincuenta años, tuvo lugar la primera de una serie de manifestaciones conocidas como las apariciones de Garabandal. Conviene repasar la historia de las manifestaciones de San Sebastián en dicha localidad, pueblo situado en una pequeña meseta en medio de las estribaciones de la cordillera Cantábrica, a 600 metros de altura y a 90 kilómetros de Santander (a cuya provincia pertenece y de cuya circunscripción episcopal depende eclesiásticamente), con una población de alrededor de 300 habitantes hacia 1960. En este lugar vivían cuatro niñas, unidas por vínculo de amistad: Conchita González González (nacida el 7 de febrero de 1949), Jacinta González González (nacida el 27 de abril de 1949), Mari Loli Mazón González (nacida el 1º de mayo de 1949) y Maricruz González Barrido (nacida el 21 de junio de 1950). A pesar del apellido González, común a las cuatro, no tenían parentesco próximo entre sí. Así pues, tres de ellas tenían 12 años y la cuarta 11 en el momento en que se convirtieron en protagonistas de uno de los fenómenos más interesantes en la historia de las revelaciones privadas.

Era el domingo 18 de junio de 1961. Después de las funciones religiosas en la iglesia parroquial (uno de los pocos entretenimientos de los pacíficos habitantes de este lugar tan apartado del tráfago urbano), todos hacían tiempo hasta el momento de la cena. Conchita y Maricruz jugaban en la encrucijada más o menos desahogada en la que desembocaban las callejuelas del pueblo y que llamaban “la Plaza” cuando se les ocurrió animar la tarde yendo a coger manzanas al huerto de un vecino, en las afueras del pueblo, al borde de “la Calleja”, un camino que conduce a “los Pinos”, pequeño emplazamiento en el que crecían ocho de estos árboles, plantados por el abuelo de Conchita. En el momento de perpetrar la infantil travesura, pasaban por el paraje Mari Loli y Jacinta, acompañadas de otras dos niñas. Estas dos últimas siguieron su camino mientras las otras se unían a sus amigas, escondiéndose todas al oír la voz del dueño del manzano (que era el maestro del pueblo).

En eso, sintieron un fragor como de trueno. Miraron hacia el cielo pensando en una tormenta de verano, pero no vieron nubes. Conchita cayó en la cuenta de que habían obrado mal tomando fruta en huerto ajeno y dijo a las otras que quizás habían entristecido al ángel de la guarda con su acción, inspirada seguramente por el diablo. En su ingenuidad, empezaron a tirar guijarros a su izquierda, del lado en que pensaban que se hallaba el tentador según lo que por entonces se explicaba a los niños al instruírseles en el catecismo. Fue en medio de esta acción cuando Conchita vio un ángel, cayendo en arrobamiento y no dejando de exclamar “¡Ah, ah!”. Las demás niñas pensaron que su amiga era presa de un ataque e iban a avisar a su madre cuando también ellas cayeron en éxtasis y exclamaron al unísono: ¡Ay, el Ángel!”.

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17.06.11

Las controversias acerca del sepulcro del Apóstol Santiago

LAS DUDAS DE ALGUNOS HISTORIADORES Y LA CERTEZA DE LA IGLESIA

España, desde la invasión musulmana, vivía su propia historia trágica y solitaria, menos articulada que los demás países cristianos en la máquina político-eclesiástica de Europa. Sancho el Mayor abrió en el siglo XI los puertos del Pirineo a las corrientes europeas, y su dinastía será la alentadora de este nuevo espíritu en Castilla, frente al tradicionalismo visigótico de León; los monjes cluniacenses y los papas gregorianos aunaron también sus esfuerzos en el mismo sentido, pero lo que acabó de sacar a España de su aislamiento fue sin duda el Camino de Santiago, arteria pujante de religiosidad, de arte y de cultura, ancho cauce internacional por el que fluyeron y refluyeron ríos de peregrinos de todos los países y de todas las clases sociales : reyes de España, de Francia y de Portugal; duques de Flandes, de Aquitania y de Sajonia; arzobispos de Alemania y de Italia; emperatrices, princesas de Inglaterra y de Suecia; abades, clérigos, sabios, juglares, nobles, mendigos, mercaderes, artesanos, santos y pecadores… La peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago entró en la devoción popular como la peregrinación a las tumbas de San Pedro y San Pablo en Roma, o al Santo Sepulcro de Nuestro Señor en Jerusalén.

Retrocediendo en el tiempo, vemos que en el reinado de Alfonso II el Casto (+842) se atribuye en Compostela un fenómeno prodigioso, que muy pronto atrajo las miradas de toda la cristiandad. Siendo obispo de Iria Flavia Teodomiro (+ 847), se descubrió un monumento sepulcral con tres cuerpos, que se supuso eran de Santiago el Mayor y de dos discípulos suyos. Los primeros documentos auténticos que de ello hablan son de Alfonso III, y corresponden a los años 885 y siguientes. La primera narración detallada con los milagros que acompañaron al descubrimiento data de 1077. Cierto es que ya en la primera mitad del siglo IX se propagó por aquella región de Galicia la noticia del milagroso hallazgo del cuerpo del apóstol, y pronto cundió por países más remotos, puesto que la recoge el lionés Martirologio de Adón (857-860).

Según el Chronicon Sampiri (siglos X-XI), el papa Juan IX habría urgido a Alfonso III para que fuese consagrada una basílica, reedificada por este rey sobre la tumba de Santiago. Esta consagración ciertamente revistió gran solemnidad, realzada con la presencia de los obispos de Huesca, León, Astorga, Oviedo, Salamanca, Coria, Coimbra, Lamego, Viseo, Oporto, Braga, Túy, Orense, Lugo, Britonia y Zaragoza con el propio de Iria, llamado Sisenando. También se dice que los monjes de Tours en Francia hacia el 906 escribieron a Alfonso III deseando informes concretos sobre el sepulcro del apóstol, al paso que solicitaban una limosna pecuniaria, que el monarca se la concedió de buen grado.

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7.06.11

La injusticia histórica que todavía rodea la figura del Cardenal Stepinac

La leyenda negra inventada por los comunistas que sigue engañando a muchos

Aparece en la prensa de estos días que una asociación de víctimas del Holocausto se ha declarado decepcionada por la visita del papa Benedicto XVI a la tumba del cardenal Aloysius Stepinac, beato mártir de la Iglesia católica, al que ya en vida acompañó la polémica por las acusaciones que recibió de haber tenido un papel ambiguo durante el régimen pro-nazi ustasha. “Los supervivientes del Holocausto se unen a todas las víctimas del régimen pro-nazi Ustasha expresando su decepción por el homenaje del papa Benedicto XVI al cardenal Stepinac", recalcó en un comunicado Elan Steinberg, de la asociación estadounidense “American gathering of Holocaust Survivors and their Descendants". “Stepinac era un defensor ardiente de los ustashi cuyas crueldades fueron tan extremas que incluso chocaron a algunos de sus jefes nazis", añadió Steinberg en este comunicado.

La cosa, como ya se ha dicho, no es nueva, empezó en la vida del Arzobispo. Esta fue la acusación por la que fue encarcelado al llegar al poder los comunistas al final de la Segunda Guerra Mundial: colaboración con el régimen Ustasha de Ante Pavelić, títere de Hitler y líder del Estado Independiente de Croacia durante la Segunda Guerra Mundial. La propaganda comunista sobre Stepinac, creado cardenal por el papa Pío XII en 1952 (motivo por el que Yugoslavia rompió relaciones diplomáticas con la Santa Sede), dejó sentir su influencia en la polémica mediática que surgió en 1998, cuando Juan Pablo II le beatificó, declarándole mártir.

Estas influencias ideológicas todavía se pueden constatar en algunas de las biografías de Stepinac publicadas, según idiomas, por la conocida enciclopedia digital Wikipedia: Mientras que la versión española presenta al cardenal como colaborador del Eje nazi, en croata aparece como la voz que se alzó en su país contra las leyes nazis y la persecución de los judíos. En inglés, la enciclopedia colaborativa subraya su obra a favor de los judíos y los perseguidos del nazismo, aunque le presenta como colaborador del régimen Ustasha; algo en lo que difiere la edición en francés, mostrando cómo apoyó al Estado Independiente Croata, pero condenó con fuerza los atropellos de su régimen.

La cuestión nos retrotrae a la segunda guerra mundial. El l6 de abril de 1941 Adolf Hitler atacó el Reino de Yugoslavia, como parte de su plan para conquistar Europa y el mundo, e inmediatamente se hizo patente que la Wehrmacht (Fuerzas Armadas alemanas) contaba con poderosos grupos a sus órdenes dentro del estado yugoslavo. El ejército yugoslavo, inmerso en una lucha a vida o muerte contra las fuerzas abrumadoramente superiores de los invasores nazis, tuvo que enfrentarse desde el principio a grupos militares que luchaban a favor del enemigo dentro de su propio frente. Eran los llamados destacamentos terroristas ustashi que, bien colaborando estrechamente con los sacerdotes católicos romanos miembros de la Ustasha, o bien actuando bajo sus órdenes directas, atacaban y desarmaban las unidades aisladas del ejército yugoslavo y ponían en peligro sus vías de comunicación.

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27.05.11

Polémica y virtudes de un obispo santo

JUAN DE PALAFOX: PASADA LA POLÉMICA DE SIGLOS, HOY ADMIRAMOS SUS VIRTUDES

Personaje interesantísimo de la Iglesia española y americana del siglo XVII, la polémica acompañó al Beato Juan de Palafox (que ya casi podemos llamarle así a los pocos días de su beatificación) durante su vida y también después de su muerte: A causa de su enfrentamiento con algunos religiosos de la Compañía de Jesús durante el periodo en que fue obispo de Puebla de los Ángeles y posteriormente Arzobispo de México, sabido es tuvo que dejar aquellas tierras y volver a España en 1653, donde pastoreó la diócesis de Osma hasta su muerte algunos años después.

Recordemos que dichas disputas tuvieron su origen en su defensa de la Jurisdicción episcopal, lo cual sólo puede entenderse teniendo presente la responsabilidad del Obispo como ejecutor de las disposiciones del Concilio Tridentino. La negación de las órdenes religiosas a pagar los diezmos necesarios para la sustentación del clero diocesano y de solicitar las licencias episcopales necesarias para predicar y confesar le trajeron a Juan de Palafox grandes quebraderos de cabeza. El gesto de la designación de unos obispos usurpadores, los Conservadores (mayo de 1647), que llegaron a declarar Sede Vacante con el Obispo presente en el territorio, al que excomulgaron (lo que provocó que éste tuviese que esconderse por más de cuatro meses en San José de Chiapas), revestía una gravedad tal, que, según diagnosticaba Palafox, amenazaba la estructura misma de la Iglesia. Sobre el tema escribió Palafox mucho y muy claro, obligado a contrarrestar la propaganda de sus adversarios. Sin embargo, en la historiografía eclesiástica, su versión ha tenido menos eco que la contraria.

Debido a su papel en el contencioso mencionado, encontró la hostilidad de los jesuitas, lo que motivó su gran animadversión hacia ellos. En dos ocasiones (1647 y 1649) manifestó mediante quejas formales ante el papado de Roma sus desavenencias. Inocencio X, sin embargo, rechazó estimar sus censuras, y todo lo que pudo obtener fue un informe de 14 de mayo de 1648 que instaba a los jesuitas a respetar la jurisdicción episcopal. Como se ha dicho, en 1653 los jesuitas consiguieron su traslado a España.

Lo que algunos no saben sin embargo es que dicha disputa lo acompañó después de su muerte complicando y retrasando el proceso de canonización, que justamente se intentó comenzar por la fama de santidad que le había acompañado en vida y continuaba tras su muerte. De estas dificultades nos habla el P. Ildefonso Moriones, Postulador de su causa:

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19.05.11

Pablo VI y Pío XII

PABLO VI EXPRESÓ SU ADMIRACIÓN HACIA EL PONTIFICE CON EL QUE TAN DE CERCA TRABAJÓ

RODOLFO VARGAS RUBIO

Monseñor Giovanni Battista Montini fue nombrado por Pío XI substituto de la Secretaría de Estado y secretario de la Cifra el 16 de diciembre de 1937. De este modo entró en estrecha relación con el entonces cardenal Eugenio Pacelli, secretario de Estado desde 1930 (cuando substituyó al cardenal Pietro Gasparri). Trabajó al lado de otro gran hombre de Iglesia como fue monseñor Domenico Tardini (futuro cardenal, que dejaría escrito un testimonio vívido de su experiencia junto a Pío XII). Tanto éste como Montini fueron los dos pilares sobre los que se apoyó la política de la Santa Sede durante el pontificado pacelliano, especialmente después de la muerte, en 1944, del cardenal secretario de Estado Luigi Maglione.

Monseñor Montini desempeñó un importante papel durante los años trágicos de la Segunda Guerra Mundial. Pío XII le encargó ocuparse personalmente de la ayuda a los perseguidos, especialmente a los judíos romanos. En esta tarea fue ayudado por sor Pascalina Lehnert, la fiel gobernanta del Papa, que contribuyó con su disciplina y sentido del orden germánicos a organizar el socorro pontificio a los refugiados. Monseñor Montini distribuyó ingentes cantidades de dinero de la caja personal del Papa, de la cual atestigua que llegó a quedar completamente vacía.

Gracias a esta acción humanitaria pudieron ser salvados de la deportación más de 4.000 judíos que hallaron asilo en el Vaticano, la villa papal de Castelgandolfo, monasterios, conventos y residencias propiedad de la Iglesia. Cuando el 19 de julio de 1943 fue bombardeado el barrio popular romano de San Lorenzo, Pío XII salió inmediatamente del Vaticano en su coche para llevar consuelo a las víctimas. Iba acompañado de monseñor Montini, que también asistiría como testigo privilegiado a la visita a los barrios Tuscolano y Prenestino cuando, a su vez, fueron bombardeados el 13 de agosto del mismo año. La blanca sotana papal manchada de la sangre de los infortunados quedaría para siempre impresa en la memoria del substituto.

El 29 de noviembre de 1952, Pío XII nombró a los monseñores Tardini y Montini pro-secretarios de Estado respectivamente de los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios y Ordinarios, con lo cual ampliaba las atribuciones de ambos. Dos años más tarde, monseñor Montini era preconizado arzobispo de Milán para suceder al cardenal Schuster, que acababa de morir. El 12 de diciembre fue consagrado por el cardenal Tisserant. Pío XII, que convalecía de una grave enfermedad que lo había puesto en trance de muerte, pronunció un discurso emocionado en honor del flamante titular de la sede ambrosiana que fue transmitido desde su habitación de enfermo. Algunos dijeron que el Papa, con este nombramiento, alejaba de Roma a un prelado incómodo sospechoso de simpatías políticas poco ortodoxas. Pero lo cierto es que en 1952, le había propuesto el cardenalato, lo mismo que a Tardini, dignidad que ambos consideraron que debían declinar.

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10.05.11

Francisco y Jacinta: a los pies de la Señora aprendieron a dar la vida

El breve pero intenso camino de perfección de Francisco y Jacinta

Sor Lucía dos Santos, la vidente que con el tiempo llegó a ser carmelita descalza, murió en el Carmelo de Coimbra en 2005 y hoy va camino de los altares, en distintos años, y siempre guiada por la obediencia, cuenta lo que pasó en la vida de los tres videntes como consecuencia de las apariciones, y nos ofrece el retrato de Jacinta (1ª Memoria) y de Francisco (4ª Memoria). Hacen gala de gran realismo, pues parten de la explicación de cómo eran estos hermanos y, lo que quizás es más importante, lo que Lucía sentía hacia ellos.

En la primavera de 1916 Lucía, Francisco y Jacinta tuvieron su primer encuentro con un mensajero celestial. Durante el verano de 1916 los tres primos estaban jugando en el calor del día en el jardín cerca del pozo detrás de la casa de los Santos en Aljustrel. Lucía no está segura de cuando ocurrió la tercera aparición del ángel, ella cree recordar que fue a finales de septiembre u octubre de 1916. Casi 8 meses pasaron desde la última aparición del Ángel. Lucía, Francisco y Jacinta continuaron a obrar lo que el ángel les había enseñado, orando y ofreciendo sacrificios al Señor. Lucía tenía ahora 10 años, Francisco nueve en Junio y Jacinta acababa de cumplir siete cuando el 13 de mayo de 1917, decidieron de llevar sus ovejas en unas colinas que pertenecían al padre de Lucía conocidas como Cova da Iria, o Ensenada de Irene. Fue ahí, solo con una excepción, donde la Santísima Virgen bajo el nombre de Nuestra Señora del Rosario se les apareció en seis ocasiones en 1917, y una novena vez en 1920 (sólo a Lucía).

Lucía reconoce en primer lugar que antes de las apariciones no le tenía especial cariño a Jacinta: “Antes de los hechos de 1917, exceptuando los lazos de familia que nos unían, ningún otro afecto particular me hacía preferir la compañía de Jacinta y Francisco, a la de cualquier otra; por el contrario, su compañía se me hacía a veces bastante antipática, por su carácter (el de Jacinta) demasiado susceptible.” Y sigue explicando: “La menor contrariedad, que siempre hay entre niños cuando juegan, era suficiente para que (Jacinta) enmudeciese y se amohinara, como nosotros decíamos. Para hacerle volver a ocupar el puesto en el juego, no bastaban las más dulces caricias que en tales ocasiones los niños saben hacer. Era preciso dejarle escoger el juego y la pareja con la que quería jugar. Sin embargo, ya tenía muy buen corazón y el buen Dios le había dotado de un carácter dulce y tierno, que la hacía al mismo tiempo amable y atractiva.”

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2.05.11

La prueba de la santidad en la historia

VIRTUDES, MARTIRIO, MILAGROS

La prueba de la santidad de un fiel cristiano era relativamente fácil en los inicios de la Iglesia, cuando los Santos se identificaban prácticamente con los mártires y normalmente su muerte había sido un acto público, presenciado por muchos. Con el paso del tiempo, la prueba se fue complicando pues, acabadas las grandes persecuciones, se empezó a considerar santos a los fieles que con su abnegación de vida habían imitado fielmente al Maestro, luchando heroicamente contra las tentaciones y venciendo, y por eso merecían una corona de gloria similar a la de los mártires. En consecuencia, con vistas a la aprobación de su culto se trataba de probar algo más complicado que la muerte martirial, que al fin y al cabo es un hecho concreto: el ejercicio extraordinario de las virtudes en un periodo largo de la vida de un fiel cristiano, especialmente en sus últimos años. Todo esto llevó a perfeccionar la investigación con el paso de los siglos hasta convertirla en un auténtico proceso como el que tenemos hoy en día.

Qué lejos quedan aquellos tiempos de la Canonización Episcopal en los que el procedimiento a seguir era extremamente simple: El obispo mismo de la diócesis, o en su caso el sínodo provincial o incluso algunos abades de mayor importancia, después de haber escuchado las relaciones de los testigos que aseguraban que un fiel muerto en concepto de santidad y de haber recibido su Vida, escrita por autores de fiar, concedían el permiso para que se procediese a la translatio o elevatio, esto es colocar su cuerpo junto a un altar o debajo de él para significar el comienzo del culto público, como explica G. Low:

Gli elementi principali dunque di questa procedura che si era andata formando in epoca merovingia e aveva preso una certa consistenza in era carolingia, sono: publica fama di santità e di miracoli (o di martirio), presentazione al Vescovo diocesano o al Sinodo (diocesano, provinciale) di una vita appositamente composta, con particolare rilievo dei miracoli, attribuiti al ‘santo’, approvazione ossia consenso ufficiale al culto, che si apre con l’elevazione o la traslazione

Los ejemplos al respecto serían muchísimos, baste citar alguno de ellos que nos recuerda el gran historiador Ludwig Hertling, entre otros muchos:

Después del año 927, el abad Engelberto de San Gallo, antes de introducir la fiesta de S. Wiborada, recibe en presencia de los padres del convento la relación del monje Hitto, hermano de la santa: ‘Rationem cum illo de virtutibus habuit’. Las ‘virtutes’ son principalmente los milagros que dan al abad la certeza ‘quanti meriti quantique honoris glorificatione ante Deum digna haberetur, quae tanti signis et virtutibus inter homines claresceret’

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