InfoCatólica / Temas de Historia de la Iglesia / Categoría: General

15.12.11

La más famosa oveja perdida del Ottocento italiano

RACIONALISTA Y FRÍVOLA, ALESSANDRA DI RUDINI SE CONVIRTIÓ EN LOURDES

El abismo se abre ante mí, lo humano se derrumba, ya se ha derrumbado. El horror de este vacío atroz no se puede explicar con palabras humanas: ¿Por qué vivimos? Afortunado quien puede responder con seguridad a esta eterna pregunta.” Estas palabras, escritas por Alessandra di Rudini expresan la lucha de esta gran mujer entre la atracción de los placeres mundanos y la llamada del Dios del que ella procuraba huir con todas sus fuerzas.

Alessandra di Rudini es una de las figuras más fascinantes de la alta sociedad italiana del siglo XIX, famosa “oveja perdida” de aquella época racionalista que dejaba a Dios de lado pero que en el fondo no quería abandonarlo definitivamente, sino solamente vivir como si no hiciese falta hasta que de verdad hiciese falta para volver a El en situaciones desesperadas. Alessandra nace el 5 de octubre de 1876 en Roma, en el seno de una familia de la alta aristocracia siciliana, hija de Antonio Starabba, marqués de Rudini (1876-1931), que fue alcalde de Palermo a los veinticinco años tras el golpe de mano de Garibaldi sobre la Sicilia de los Borbones, y después fue Prefecto de Palermo, Prefecto de Napoles y llegó también a ser primer ministro del vo nuestado Italiano del 191 al 1892 y del 1896 al 1898. Fundó el Partido de la Joven Derecha con la que triunfo para ocupar el cargo en su primer mandato. Entre sus logros políticos esta el haber firmado, en 1896, el Tratado de Adís Adeba, que puso fin a las pretensiones italianas sobre Etiopía.

El marqués era de ideas racionalistas y políticamente revolucionarias, y compartía la hostilidad del rey Víctor Manuel II hacia la Iglesia. Su mujer, María de Barral, la madre de Alessandra, no compartía las ideas revolucionarias de su marido, si bien poco pudo influir en la educación de su hija, a causa de su débil salud. Alessandra tenía un hermano mayor, Carlo, que con el tiempo llegaría a ser marido de la hija del político británico Henry Labouchere y que también llegaría a ser conocido en la alta sociedad de aquel tiempo. La familia del marqués de Rudini llevaba en sí las contradicciones propias de la época en que sus personajes vivieron: El anticlericalismo propio del Risorgimento italiano, fuertemente influido por la masonería, y la idiosincrasia de aquel país que hace que hasta los más grandes enemigos de la Iglesia tengan amistades entre los eclesiásticos, incluso entre la alta jerarquía, y antes de o después se acuerden de Dios, por si acaso.

Por influjo de la madre, que por lo menos quería asegurarse un buen colegio religioso para su hija, a los diez años, ingresa en el internado del Sagrado Corazón de la Trinità dei Monti, en lo alto de la escalinata de la Piazza di Spagna, en Roma, sin duda una de las escuelas de mejor reputación en aquellos tiempos. Su madre tenía la esperanza de que las religiosas la ayudasen a corregir su carácter independiente, pero no solamente no lo consiguieron, sino que a causa de su mal comportamiento tuvieron que expulsarla al acabar el curso escolar, lo cual usó su padre como excusa para inscribirla en una escuela de espíritu liberal, muy diferente a la de las monjas, en la que Alessandra se encontrará más a gusto. Y de hecho, la joven disfrutó de aquel colegio en que la directora le dejaba cultivar su afición favorita, la lectura. Y por influjo de las ideas liberales del colegio, sin la cercanía de su madre, a los trece años ya estaba llena de dudas de fe, que la acompañarán durante muchos años.

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4.12.11

Mártir de la fe y de la diplomacia

La aventura del Cardenal Mindszenty en defensa de la libertad de la Iglesia

Cardenal Mindszenty

“Mi cuerpo podrá volver a mi patria sólo cuando la estrella roja abominable se haya eclipsado definitivamente.” Con estas palabras escritas en su testamento, el cardenal Joszef Mindszenty, primado de Hungría, selló su oposición extrema al comunismo, que él combatió heroicamente. En realidad, el cuerpo del cardenal fue devuelto a la patria el 3 de mayo 1991, cuando el gobierno de Budapest estaba dominado todavía por los comunistas, por lo que su secretario personal, monseñor. Tibor Meszaros, protestó oficialmente por esta violación de los deseos del difunto. Sin embargo, unos años más tarde, la estrella roja realmente se eclipsó en Hungría.

Después de más de treinta y seis años desde la muerte del cardenal, que se llevó a cabo el 6 de mayo de 1975, hoy queremos recordar brevemente su testimonio heroico en defensa de la fe y la libertad. Toda la vida de Mindszenty fue un signo de contradicción, como corresponde a los confesores de la fe, solo que mientras en la primera y segunda fase de su vida se opuso a los regímenes totalitarios que oprimía a la Iglesia y a su patria, en la tercera etapa tuvo que hacer malabares en una situación interna de la Iglesia que, por el debido respeto a los protagonistas y la importancia del tema, preferimos describirla con las mismas palabras del cardenal en sus famosas memorias.

Nacido bajo el nombre de József Pehm el 19 de marzo de 1982, fue ordenado sacerdote en 1915 por el obispo de Szombathely, el conde János Mikes. En la primera fase de su ministerio pastoral tuvo que soportar la terrible persecución y la violencia de los enemigos de la Iglesia, de la que siempre defendió la unidad, la integridad y los derechos, lo que le hizo muy popular en su tierra natal y en el extranjero. Ya cuando era un joven sacerdote fue encarcelado por su oposición al régimen comunista de Bela Kun, en el llamado “período rojo” 1918-1920. Posteriormente, en 1944, cuando fue nombrado obispo de Veszprém por el Papa Pío XII, Mindszenty fue encarcelado de nuevo por el régimen nazi impuesto por Hitler al ocupar Hungría, pues el prelado, que ya durante el régimen filofascista de Miklós Horthy (1920-1944) había defendido la libertad de religión, se opuso en seguida a la aplicación de las leyes racistas importadas de Alemania.

Acabada la tormenta de la Segunda Guerra Mundial, Mindszenty se había convertido en un héroe nacional. El Papa Pío XII lo nombró cardenal y Primado de Hungría, y le encargó la misión de fomentar el retorno de su patria a la fe, con la esperanza del retorno de los Habsburgo al el trono de San Esteban. Sin embargo, los acuerdos de Yalta entregaron a la nación desventurada al régimen comunista que tomó el poder primero en coalición y luego solo. El primado se convirtió así en el protagonista de la resistencia católica al sanguinario régimen soviético de Rakosi. El prelado se negó a reconocer al usurpador y se opuso a la opresión de la comunidad eclesial, a la secularización de la educación escolar y la colectivización de la agricultura.

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20.11.11

El Congreso Eucarístico que cumplió cien años

CIEN AÑOS DE UN CONGRESO EUCARÍSTICO MEMORABLE: MADRID, 1911

RODOFO VARGAS RUBIO

Este año se ha cumplido el primer centenario de un evento importante en la vida religiosa española: el XXII Congreso Eucarístico Internacional de Madrid, que tuvo lugar del 25 al 30 de junio de 1911. Por una feliz circunstancia, el Romano Pontífice bajo cuyo reinado y égida se celebró la grandiosa manifestación era nada menos que san Pío X, el llamado “papa eucarístico”. Menos de un año antes había promulgado el importantísimo decreto Quan singulari (8 de agosto de 1910), por el que se establecía la edad de la primera comunión de los niños en la de la aparición del uso de razón. Como se sabe, hasta entonces se retrasaba la recepción del pan eucarístico hasta prácticamente la adolescencia, con lo cual se privaba a los niños de la gracia extraordinaria del magno sacramento por un sentido errado de reverencia, resabio de jansenismo y expresión de un cierto cartesianismo. Cinco años antes el Papa Sarto había emanado el decreto Sacra Tridentina Synodus sobre la comunión frecuente (20 de diciembre de 1905), que vino a poner fin a la práctica de no comulgar sino de vez en cuando y con permiso del confesor, sin duda con la intención de evitar la rutina y aun el sacrilegio, pero olvidándose de que la Eucaristía es el mejor medio para la santificación. Justamente, pues, el primer Congreso Eucarístico Internacional que se celebraba en España (tercero de ámbito nacional, siguiendo al de Valencia de 1893 y al de Lugo de 1896) iba a serlo bajo los mejores auspicios.

San Pío X nombró legado suyo a latere para presidirlo al cardenal franciscano Gregorio María de Aguirre García (1835-1913), del título de San Juan ante Portan Latinam, arzobispo de Toledo, primado de las Españas y patriarca de las Indias Occidentales, así como senador por derecho propio ante las Cortes del Reino. Como dato interesante de su biografía, cabe destacar que fue consagrado obispo en 1885 por el entonces nuncio en España monseñor Mariano Rampolla del Tindaro, más tarde cardenal y fallido papa en el cónclave de 1903, durante el cual le fue interpuesto el exclusive del emperador austrohúngaro y del que salió finalmente elegido san Pío X. También frecuentó al secretario de la nunciatura de Madrid, monseñor Giacomo della Chiesa, que en 1914 se convertiría en el papa Benedicto XV. El 23 de junio de 1911 fue solemnemente recibido el cardenal legado en la capital española, aunque con una significativa frialdad por parte del gobierno liberal de José Canalejas, presidente del Consejo de Ministros en el contexto del régimen turnista de la Restauración.

Hay que decir que las relaciones entre Iglesia y Estado no pasaban por su mejor momento. La escalada anticlerical que se había desatado en España coincidiendo con las crisis políticas del siglo XIX (y que se manifestó virulentamente en episodios dramáticos como las matanzas de frailes y las desamortizaciones) había sido frenada gracias al Concordato con la Santa Sede de 1851 y a la Constitución de 1876, que consagraba el principio de la confesionalidad del Estado. Pero la aversión a la Iglesia Católica quedaba latente en amplios sectores de inspiración revolucionaria y en las capas sociales más susceptibles a la propaganda anticristiana. El ejemplo de Francia con su ley de separación de Iglesia y Estado de 1905 (Ley Combes) traspuso los Pirineos y se convirtió en parte del programa liberal. Precisamente pocos meses antes del Congreso Eucarístico Canalejas había promovido la llamada “Ley del Candado” (27 de diciembre de 1910), por la que se prohibía el establecimiento de nuevas órdenes y congregaciones católicas sin autorización previa del gobierno, a la espera de una nueva ley de asociaciones, cuyo proyecto fue presentado al Congreso el 8 de mayo de 1911, aunque no se llegó a tramitar.

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27.10.11

Santos por las calles de Nueva York (VIII): Fulton Sheen, el obispo de la televisión

FULTON SHEEN, MÁS CERCANO A LOS ALTARES

Con la discusión en Roma, por parte de los teólogos consultores de la vaticana Congregación de los Santos, de las virtudes heroicas de Fulton Sheen, el popular obispo de la radio y la televisión que infundió consuelo y esperanza a los americanos en los años duros de la depresión económica y posteriormente durante la II Guerra Mundial, se acerca un paso más a los altares. Y es que detrás de aquella figura mediática había un sacerdote y obispo que amó profundamente a Jesucristo.

El más joven de cuatro hermanos, Fulton Sheen nació en El Paso, Illinois (Estados Unidos), diócesis de Peoria, el 8 de mayo de 1895. Hijo de Newton y su esposa Delia, de ascendencia irlandesa, en el momento de nacer su madre lo consagró a la Virgen María, consagración que posteriormente él repitió en el día de su Primera Comunión. En 1900 sus padres se mudaron a una granja a las afueras de Peoria, el centro de la diócesis, para que sus hijos pudieran asistir a una escuela católica, que en la ciudad abundaban pero en las zonas rurales no.

En 1917, después de terminar la escuela secundaria, entró en el seminario de St. Paul, Minnesota, donde estudiaban seminaristas de varias diócesis. Ya entonces y más todavía hoy en la actualidad, los seminaristas estadounidenses cursan estudios eclesiásticos en centros de estudios superiores que a veces están fuera de la propia diócesis, por no haber normalmente infraestructuras en cada para su formación en cada una de ellas. Vuelto a su diócesis, fue ordenado sacerdote en la catedral de Peoria, 20 de septiembre de 1919, a la edad de 24 años. En esta ocasión se hizo a sí mismo una promesa, que según los que le conocieron de cerca llevó a cabo a lo largo de su vida, la de permanecer en adoración ante el Santísimo Sacramento durante al menos una hora al día.

Después de su ordenación continuó sus estudios en la Universidad Católica de Washington inicialmente por dos años. Pero el joven sacerdote quería profundizar en la filosofía de Santo Tomás de Aquino, la filosofía perenne, para así refutar, a la luz de la razón y la fe, los graves errores de la filosofía moderna, por lo que pidió a su obispo continuar estudios en algún centro en Europa. El obispo lo envió a estudiar en la Universidad de Lovaina, en Bélgica, donde Don Fulton se distinguió por su vida sacerdotal ejemplar, por su inteligencia brillante y por un cierto encanto personal que lo hacían simpático a los que le conocían. En Lovaina obtendría años después el doctorado en filosofía, pero antes estudió en la Sorbona de París y con los Dominicos en el Angelicum de Roma, donde obtuvo su doctorado en teología.

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19.10.11

San Agustín y las monjas

EL OBISPO DE HIPONA, PROMOTOR APASIONADO DE LA VIDA MONÁSTICA

En sus escritos, San Agustín se ocupó repetidas veces de las monjas. Algunos autores llegan a atribuirle la implantación del cenobitismo femenino o vida común perfecta en África. Otros se resisten a creer que entre las vírgenes africanas no hubiera aparecido ningún intento de vida común antes del regreso de Agustín a África. Semejante retraso parece inverosímil en una tierra abierta a todos los vientos culturales y en un cuerpo que ya en tiempo de san Cipriano había dado algunos pasos por el camino de la unión y la organización. El ario 393 el concilio de Hipona había obligado a las vírgenes que carecieran de protección familiar a vivir en común bajo la dirección de una mujer de reconocida probidad, lo que parece indicar que no existían monasterios en la diócesis.

La primera alusión de san Agustín al mundo religioso femenino aparece en su libro De moribus Ecclesiae catholicae, una apología anti maniquea escrita entre los años 387 y 389. La vida religiosa era ya entonces para él la corona del cristianismo. Elogia la castidad de las vírgenes solitarias, su laboriosidad y armonía con los monjes, de quienes reciben el alimento y a quienes, a su vez, proveen de vestido. Pero su corazón palpita con más ardor con la vida cenobítica de los monasterios urbanos. También en ellos se ejercita la penitencia y se practica el ayuno, aunque estos no sean sus valores supremos. Ambos quedan supeditados a la salud de cada monja y dirigidos por la caridad.

San Agustín fue toda su vida un promotor apasionado de la vida religiosa tanto masculina como femenina y un cantor inspirado de sus bellezas. Fundó monasterios de vírgenes y viudas, difundió el ideal de la virginidad y de la continencia, cantó sus excelencias, expuso sus fundamentos teológicos, y su magisterio encontró un eco insospechado en el mundo laico. Los casados abrazaban con la mayor naturalidad la continencia, las doncellas consagraban a Dios su virginidad y las viudas se comprometían a servir a Dios en el ayuno y la oración.

Por san Posidio sabemos que a lo largo de su vida fundó varios monasterios de hombres y mujeres, y que a la hora de su muerte rebosaban de personas que vivían en castidad y a las órdenes de sus superiores. Algunos de los monasterios femeninos quizá debieran su existencia a sus discípulos elevados a la dignidad episcopal, aunque solo quede constancia documental del fundado en Uzala por Evodio. Tambien consta con certeza la existencia de dos monasterios femeninos en Cartago, de uno en Thibari (Túnez) y Tabarca y de más de uno en la diócesis de Hipona. Quizá también hubiera conventos femeninos en Announa y Henchir Meglaf. El fugaz convento de Tagaste fue obra de Melania la Joven, que vivió en él durante siete años (410-417) con 130 religiosas. Todas ellas acompañaron a su antigua dueña en su viaje a Jerusalén, donde Melania dio vida a un convento más estable.

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