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30.07.09

El por qué de las Cruzadas (y II): Aventura controvertida sin final feliz

Las noticias de estos eventos causaron gran consternación en la Cristiandad, y el Papa Gregorio VIII se esforzó en poner fin a todas las disensiones entre los príncipes cristianos. El 21 de enero de 1188, Felipe Augusto, rey de Francia, y Enrique II, Plantagenet, se reconciliaron en Gisors y tomaron la cruz. El 27 de marzo en la Dieta de Mainz, Federico Barbarroja y un gran número de caballeros alemanes hicieron un voto para defender la causa cristiana en Palestina. En Italia, Pisa hizo la paz con Génova, Venecia con el rey de Hungría, y Guillermo de Sicilia con el imperio bizantino. Además, una armada escandinava de 12,000 guerreros navegando por las costas de Europa, al pasar por Portugal, ayudó a recuperar Alvor de los mahometanos. El entusiasmo por la cruzada era de nuevo de un alto nivel; pero, en cambio, la diplomacia y los planes de reyes y príncipes tenían cada vez más importancia en su organización. Federico Barbarroja (en la imagen) inició negociaciones con Isaac Angelus, emperador de Constantinopla, con el sultán de Iconium, y aun con el mismo Saladino. Era, además, la primera vez que se unían bajo un solo jefe todas las fuerzas mahometanas; Saladino, mientras se predicaba la guerra santa, organizó contra los cristianos algo así como una contra cruzada. Federico Barbarroja, que fue el primero en prepararse para la empresa, y a quien los cronistas atribuyen un ejército de 100,000 hombres, salió de Ratisbona, el 11 de mayo de 1189. Después de cruzar Hungría tomó los estrechos balcánicos por asalto y trató de flanquear los movimientos hostiles de Isaac Angelus atacando Constantinopla. Finalmente, después del saqueo de Adrianópolis, Isaac Angelus se rindió, y entre el 21 y el 30 de marzo de 1190, los alemanes consiguieron cruzar el Estrecho de Gallípoli. Como de costumbre, la marcha a través de Asia Menor fue muy difícil. Con la idea de reabastecerse en provisiones, el ejército tomó Iconium por asalto. A su llegada a la región de Taurus, Federico Barbarroja trató de cruzar el Selef (Kydnos) a caballo y se ahogó. En seguida, muchos príncipes alemanes regresaron a Europa; los otros, conducidos por el hijo del emperador, Felipe de Suabia llegaron a Antioquía y prosiguieron luego a San Juan de Acre. Fue delante de esta ciudad que al fin todas las tropas cruzadas se reunieron. En junio de 1189, el rey Gui de Lusiñan, que había sido liberado de cautividad, se presentó allí con el resto del ejército cristiano, y, en septiembre del mismo año, llegó la armada escandinava, seguida por las flotas inglesa y flamenca, comandadas respectivamente por el Arzobispo de Canterbury y Jacques d’Hvesnes. Este heroico sitio duró dos años.

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25.07.09

El por qué de las Cruzadas (I): la Leyenda Negra ha tergiversado durante siglos este episodio de la Historia de la Iglesia

El Origen de las Cruzadas se remonta directamente a la condición moral y política de la Cristiandad Occidental en el siglo XI. En aquel tiempo Europa estaba dividida en muchos estados cuyos soberanos estaban absortos en tediosas y fútiles disputas territoriales mientras el emperador, en teoría la cabeza temporal de la Cristiandad, gastaba su energía en disputas sobre Investiduras. Solo los Papas habían mantenido una justa noción de unidad cristiana; Ellos veían a que grado los intereses de Europa eran amenazados por el imperio Bizantino y por las tribus mahometanas, y solo ellos tenían una política extranjera cuyas tradiciones se formaron bajo León IX y Gregorio VII. La reforma efectuada en la Iglesia y el papado bajo la influencia de los monjes de Cluny había aumentado el prestigio del romano pontífice ante todas las naciones cristianas; por tanto nadie sino el Papa podía inaugurar el movimiento internacional que culminó en las Cruzadas. Pero a pesar de su eminente autoridad nunca habría podido el Papa persuadir a los pueblos occidentales de armarse para la conquista de la Tierra Santa de no haber sido por que las relaciones inmemoriales entre Siria y Occidente favorecieron su plan. Los europeos escucharon la voz de Urbano II porque sus propias inclinaciones y tradiciones históricas los impulsaban hacia el Santo Sepulcro.

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