InfoCatólica / Santiago de Gobiendes / Archivos para: Octubre 2020

28.10.20

Menudo relato...

Uno de los problema del mundo moderno es la pérdida del sentido de la realidad. El subjetivismo radical obliga a creer al hombre postmoderno que la realidad no existe, que existen tantas realidades como individuos; que la realidad es una construcción mental; que la historia es una construcción mental; que el futuro es una construcción mental. Creen estos cretinos que el relato construye la realidad a gusto del consumidor; que el hombre es capaz de cambiar el mundo y de cambiarse a sí mismo a su gusto solo con desearlo. “Querer es poder", “Juntos derrotaremos al coronavirus", “Juntos saldremos más fuertes", “Tú puedes cambiar el mundo", “Cambiar la educación para cambiar el mundo"… Podríamos seguir con una interminable retahila de eslóganes estúpidos que ofrecen la salvación y la felicidad al precio de un simple ejercicio de la voluntad o de la imaginación de la gente.

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11.10.20

Pero no son hermanos...

La cizaña y el trigo crecen juntos y se pueden llegar a confundir, pero no son lo mismo. Parecen iguales a simple vista pero no son lo mismo: no son hermanos. El trigo da buenos frutos. La cizaña da frutos venenosos. Y no seré yo quién juzgue ni mucho menos quien condene a nadie. Eso es competencia exclusiva de Dios. Pero el trigo es trigo y la cizaña, cizaña. Y si no distinguimos una cosa de la otra podemos envenenarnos.

Todos somos pecadores y todos estamos llamados a ser santos porque el Señor quiere que todos nos salvemos. Líbreme Dios de rezar como el fariseo:

10. «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano.

11. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano.

12. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.”

13. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!”

14. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»

Lc 18, 10-14

Señor, ten compasión de mí porque soy un pecador.

He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.

He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.

Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.

Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.

Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.

10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.

11 No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu.

Salmo 51

Por el pecado original, tenemos todos la naturaleza herida por la concupiscencia. Tiendo a hacer el mal que no quiero y a no hacer el bien que quiero. Nada bueno se puede esperar de mí si no es por la gracia de Dios. Pero yo quiero ser santo. Quiero cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios. Me agarro a la Cruz y trato de cargar con ella cada día. Yo he sido llamado, soy amado por Dios Padre y guardado por Jesucristo. Como bautizado, soy miembro del Cuerpo Místico de Cristo. Soy de Cristo. Y quiero ser solo suyo y vivir y morir en gracia de Dios para que pueda alcanzar las promesas de Nuestro Señor. Y ya ese querer es obra de la gracia de Dios. Y si el Señor puso en mí ese querer, también por su Providencia me dará los medios necesarios para alcanzar la meta hacia la que corro: crea en mí, Señor, un corazón limpio. Purifícame y quedaré limpio.

Pero ahora me veo en la obligación de exhortaros a combatir por la fe que se ha transmitido a los santos de una vez para siempre. Dejemos las cosas claras. El que obra el bien es de Dios; el que obra el mal no ha visto a Dios. Todo el que no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en la doctrina, ese posee al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no es portador de esta doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda se hace solidario de sus malas obras.

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4.10.20

Contra el Comunismo

El 19 de marzo de 1937, fiesta de San José, Pío XI firma la encíclica Divini Redemptoris, condenando sin miramiento alguno el comunismo ateo.

Empieza así:

1. La promesa de un Redentor Divino ilumina la primera página de la historia de la humanidad; por esto la confiada esperanza de un futuro mejor suavizó el dolor del paraíso perdido (Cf. Gén 3,23) y acompañó al género humano en su atribulado camino hasta que, en la plenitud de los tiempos (Gál 4,4), el Salvador del mundo, apareciendo en la tierra, colmó la expectación e inauguró una nueva civilización universal, la civilización cristiana, inmensamente superior a la que el hombre había hasta entonces alcanzado trabajosamente en algunas naciones privilegiadas.

2. Pero la lucha entre el bien y el mal quedó en el mundo como triste herencia del pecado original y el antiguo tentador no ha cesado jamás de engañar a la humanidad con falaces promesas. Por esto, en el curso de los siglos, las perturbaciones se han ido sucediendo unas tras otras hasta llegar a la revolución de nuestros días, la cual por todo el mundo es ya o una realidad cruel o una seria amenaza, que supera en amplitud y violencia a todas las persecuciones que anteriormente ha padecido la Iglesia. Pueblos enteros están en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en que yacía la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor.

3. Este peligro tan amenazador, como habréis comprendido, venerables hermanos, es el comunismo bolchevique y ateo, que pretende derrumbar radicalmente el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana.

Hoy, en 2020, el comunismo sigue siendo una amenaza y allí donde ha alcanzado el poder, pisotea los derechos humanos de manera inmisericorde. Si hay alguien que desprecia los derecho humanos y la dignidad de la persona es el Partido Comunista Chino, que persigue de manera cruel, despiadada e inmisericorde a los católicos fieles a Roma y a todas las demás minorías religiosas. Campos de concentración, desapariciones, asesinatos… El Partido es la única instancia de legitimidad moral y política y nadie se puede apartar de los dictados del gobierno comunista sin sufrir la persecución.

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