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2.10.19

Proselitismo

Definiciones del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (validas para todo el mundo de habla española):

proselitismo

1. m. Celo de ganar prosélitos.

celo

Del lat. zēlus ‘ardor, celo’, y este del gr. ζῆλος zêlos, der. de ζεῖν zeîn ‘hervir’.

1. m. Cuidado, diligencia, esmero que alguien pone al hacer algo.

2. m. Interés extremado y activo que alguien siente por una causa o por una persona.

prosélito, ta

Del lat. tardío prosely̆tus, y este del gr. προσήλυτος prosḗlytos.

1. m. y f. Persona incorporada a una religión.

2. m. y f. Partidario que se gana para una facción, parcialidad o doctrina.

El término “proselitismo”, desde el punto de vista católico, consiste en el cuidado, la diligencia y el interés extremado y activo por incorporar a todos a la única religión verdadera: a la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Los santos siempre han tenido un celo apremiante por llevar todas las almas a Cristo para que se salven.

Dice el Concilio Vaticano II en el Decreto sobre el apostolado de los laicos (Apostolicam Actuositatem, § 2):

La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el reino de Cristo en toda la tierra para la gloria de Dios Padre, y hacer así a todos los hombres partícipes  de la redención salvadora y por medio de ellos ordenar realmente todo el universo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo místico dirigida a este fin, recibe el nombre de apostolado, el cual la Iglesia lo ejerce a través de todos sus miembros, aunque de diversas maneras. En efecto, la vocación cristiana es, por su misma naturaleza, una vocación también al apostolado. Así como en el conjunto de un cuerpo vivo no hay  miembros que se comportan de forma meramente pasiva, sino que todos participan en la  actividad vital del cuerpo, de igual manera, en el Cuerpo místico de Cristo,  que es la Iglesia «todo cuerpo crece según la operación propia  de cada uno de sus miembros» (Ef. 4,16). No sólo esto. Es tan estrecha la conexión y trabazón de los miembros en este Cuerpo, que el miembro que no contribuye según su propia capacidad al aumento del cuerpo entero, debe reputarse como inútil para la Iglesia y para sí mismo. Hay en la Iglesia diversidad de ministerios pero unidad de misión. A los Apóstoles y a sus sucesores Cristo les confió el encargo de enseñar, de santificar y de regir en su propio nombre y autoridad. Los seglares, por su parte, al haber recibido participación en el ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen  en la Iglesia y en el mundo, la parte que les atañe en la misión total del pueblo de Dios. Ejercen, en realidad, el apostolado con su trabajo por evangelizar y santificar a los hombres y por perfeccionar y saturar de espíritu evangélico el orden temporal,  de tal forma que su actividad en este orden dé claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres. Y como lo propio del estado seglar es vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, Dios llama a los  seglares a que, con el fervor del espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento.

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