Reyes de Narnia

(Sólo para quienes hayan leído “Las Crónicas de Narnia. El León, la Bruja y el Armario” de C.S. Lewis o visto la película basada en dicha novela; o en su defecto, para quienes no les importe que les cuente su argumento)

A veces damos los católicos una imagen equivocada. Mucha gente cree que asistir a misa es algo aburrido (siempre lo mismo). Los cantos suelen se bastante ñoños. A veces parece que ser creyente es cosa de niños inocentes que luego se harán mayores y no creerán en nada (igual que dejarán de creer en los Reyes Magos, dejarán de creer en Dios); o de beatas cursis. Parece que ser creyente es cosa de amanerados, ignorantes o ingenuos. Nada más lejos de la realidad. Ser católico es ser soldado de Cristo y combatir la batalla permanente contra el pecado y contra Satanás. Ser creyente es para gente con arrestos, no para blandengues. Esta guerra no es para cobardes. “Rezar el rosario es cosa de viejas ociosas”. Cuidado: detrás de una anciana con un rosario en la mano se esconde un temible guerrero. Las apariencias engañan… No te fíes de una anciana blandiendo un rosario. Satanás las teme.

Aquí hay dos bandos: el de Cristo y el de Satanás. Y lo peor del caso es que no podemos permanecer neutrales. Tenemos que elegir bajo qué bandera vamos a combatir. Hay que tomar partido. Y si no tomas partido por Cristo, ya estás tomando partido por el Demonio. Recordemos aquí la Meditación de las dos banderas de los Ejercicios Espirituales.

La batalla se está desarrollando ahora: en el mundo y dentro de cada uno de nosotros. Si leemos los periódicos, parece que el Demonio está ganando por goleada: guerras, hambre, violaciones, asesinatos, corrupción, paro… ¿Hace falta seguir? Pero la realidad trasvisible es otra bien distinta. Más allá de las apariencias engañosas, la victoria es de Cristo, que en la cruz ha muerto y resucitado para derrotar a Satanás y a la muerte y alcanzarnos la salvación: la victoria. Nosotros solos no podemos acabar con el pecado. Pensar que con nuestras fuerzas vamos a ser capaces de acabar con el mal, con el sufrimiento y el dolor del mundo es un acto de soberbia. Ya podemos organizar un millón de ONGs. Por muchas campañas humanitarias que pongamos en marcha, nosotros solos no podemos hacer nada (o muy poco). Las ONGs. y las campañas son muy necesarias y muy buenas. Pero los católicos tenemos armas mucho más poderosas que todas las campañas y las ONGs. del mundo: tenemos la oración y los sacramentos. Podemos recibir el perdón del Señor por nuestras traiciones y nuestras caídas en el sacramento de la penitencia. Y podemos asistir cada día al sacrificio del Señor en la misa, que vuelve a entregarse por mí. Podemos unirnos al Señor en la santa comunión para que Él nos santifique y nos dé fuerzas para continuar nuestra lucha diaria. Podemos arrodillarnos ante nuestro Rey en el Sagrario y hablar con Él como un amigo habla con otro amigo. Podemos rezar el rosario y unirnos a María, que es la mujer que aplasta la cabeza de la Serpiente maldita.

El Demonio ya ha sido derrotado. Pero la batalla continúa hasta que el Señor vuelva definitivamente. A cada uno de nosotros le toca librar su combate. La recompensa es la vida eterna. “Y algún día habrá un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Y Dios enjugará nuestras lágrimas. Y ya no habrá muerte ni habrá más llanto ni clamor ni dolor”.

“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21).

¿Os atrevéis a adentraros en Narnia para combatir junto a Aslan contra la Bruja Blanca?

Aviso de nuevo: si no queréis que os destripe el libro de Lewis y la película, no sigáis leyendo.

El León, la bruja y el armario: claves de interpretación

Las Crónicas de Narnia son un conjunto de siete novelas escritas por C. S. Lewis (Clive Staples Lewis), uno de los más importantes apologistas cristianos del siglo XX, junto a J. R. R. Tolkien y a G. K. Chesterton.

El León, la Bruja y el Armario es una película basada en el segundo libro de Las Crónicas de Narnia. En una lectura superficial, se trata de una película (muy fiel a la novela de Lewis) del género fantástico, poblada de faunos, grifos, minotauros y toda clase de seres tomados de la mitología.

Pero, en realidad, la obra de Lewis es su manera de transmitir la belleza del Evangelio a los niños y jóvenes (y a los no tan jóvenes).  Veamos las claves de interpretación de la novela de Lewis y de la película dirigida por Andrew Adamson y producida por la factoría Disney.

Cuatro hermanos son evacuados del Londres bombardeado por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y son alojados en una granja de la campiña inglesa. Los hermanos, dos chicos y dos chicas, se aburren y se ponen a jugar al escondite dentro de la mansión. Los cuatro hermanos representan en la cosmovisión de Narnia al conjunto de la humanidad: les llamarán “hijos de Adán” e “hijas de Eva”. Y también representarán a la Iglesia: una comunidad de hermanos a los que el bautismo nos confiere la dignidad de hijos de Dios y nos convierte en profetas, sacerdotes y reyes. Los cuatro hermanos serán, así, reyes y reinas de Narnia.

Los nombres tampoco están escogidos al azar: el primero de los hermanos, el mayor, se llama Peter: Pedro es el “primum inter pares”, representa al Papa. La hermana pequeña es Lucy, Lucía, que significa luz. Es la que ilumina el camino y abre los ojos a los hermanos para que se adentren en Narnia. Son los más pequeños los que son capaces de descubrir a Dios. Tenemos que tener la inocencia de los niños para poder descubrir ese mundo interior maravilloso de nuestro espíritu. Los nombres de Edmund (Edmundo significa “el que defiende su riqueza”) – el más mundano de los cuatro –  y Susan ( que significa “belleza, alegría, feliz”) tampoco están tomados al azar.

Como veis, en la obra de Lewis todo tiene su significado y nada es lo que parece a primera vista.

Pues bien, jugando al escondite, la más pequeña (los últimos serán los primeros), descubre un armario ropero enorme dentro de un habitación vacía. Abre la puerta y dentro del armario, detrás de un montón de abrigos viejos, descubre un mundo helado pero maravilloso. Entra en un bosque nevado y allí conoce a un fauno, Tumnus. El fauno invita a Lucy a su casa, le ofrece té, sardinas y pasteles y se pone a tocar la flauta para dormir a Lucy y entregársela a la Bruja Blanca. Cuando Lucy despierta, Tumnus se arrepiente de sus malas intenciones y le pide perdón a Lucy.

Lucy se despierta sobresaltada y vuelve al armario. Para ella han pasado un montón de horas y cree que sus hermano se estarán preocupando al no encontrarla durante tanto tiempo. Pero cuando regresa, su hermano mayor todavía está contando para que se escondan. En el mundo real apenas han pasado unos segundos. Pero en el mundo interior de Narnia había pasado mucho tiempo. Esos dos tiempos – el real y el interno de Narnia – darán mucho juego a lo largo de la obra.

Ahora sabemos que en Narnia siempre es invierno desde que reina la Bruja Blanca. Siguen los simbolismos y las metáforas, que, por otro lado, resultan bastante evidentes: el alma del hombre se queda “helada” cuando está dominada por el pecado y cuando es el Demonio quien reina dentro de ella. Cuando reinaba Dios, siempre era primavera, pero al dejarse dominar por el pecado, siempre es invierno y nunca hay navidad.

Cuando Lucy les explica a sus hermanos lo que ha visto dentro del armario, no la creen. Sus tres hermanos van al armario, entran, tocan sus paredes de madera pero no descubren Narnia. Allí no hay nada más que un armario. Tampoco es difícil entender el planteamiento de Lewis en este punto: para los más listos, para quienes no creen, para quienes no tienen fe, dentro de nosotros no hay nada más que lo que se puede ver y tocar. Hay que tener fe y hacerse como un niño para descubrir que dentro de nosotros hay un mundo interior maravilloso donde puede reinar el demonio o Dios. El enfrentamiento entre las posturas materialista y cientifista y las verdades de la fe quedan patentes. ¿Hay un alma o sólo una realidad biológica dentro de nosotros mismo? ¿Existe Dios o no? Sólo la pequeña Lucy ha encontrado Narnia. Los otros hermanos, lógicos y sensatos, no pueden descubrir Narnia porque les falta la fe.

Más tarde, será Edmund quien se adentre él solo en el Armario y también descubrirá Narnia. Edmund resulta un personaje fastidioso desde el principio. Es el segundón y envidia a Peter. Y provoca conflictos entre los hermanos constantemente. Cuando Edmund entra en Narnia se encontrará con otro personaje del que ya habíamos oído hablar al fauno Tumnus, pero que todavía no había aparecido: la Bruja Blanca. Ella se ha proclamado reina de Narnia y domina ese mundo con crueldad. Pero aparentemente es bella. Y poderosa. Nada que ver esta Bruja Blanca con la iconografía tradicional del Demonio a quien estamos acostumbrados a ver representado con rabo y cuernos. Este Demonio es atractivo. El paralelismo entre este encuentro de Edmund con la Bruja y el encuentro de Jesús con el Demonio en el desierto es evidente: siempre las mismas tentaciones: La Bruja se presenta ante Edmund como alguien capaz de cumplirle todos sus deseos: tener siempre lo que le apetezca sin el más mínimo esfuerzo, cumplir sus caprichos; incluso le insinúa la posibilidad de que algún día Edmund podría ser Príncipe de Narnia o incluso rey y gobernar junto a ella. Pero a cambio Edmund tendrá que llevarle a sus hermanos a la Bruja. Todo tiene un precio…

-       Pero entonces… ¿Peter también sería rey? – le pregunta Edmund a la Bruja

-       No… pero un rey tiene siervos.

Convertir a tus hermanos en siervos, conseguir todo lo que te apetezca sin esfuerzo, tener mucho poder, que todos te conozcan y te admiren… Son las tentaciones de Satanás a todo ser humano. “Convierte las piedras en pan”, “todos estos reinos te daré si me adoras”, “tírate desde lo alto del templo, que los ángeles no permitirán que te ocurra nada y todos creerán en ti”.

Edmund regresa a la casa junto a sus hermanos con la secreta intención de traicionarlos.  “Creo que podré traerlos”, le dice Edmund a la Bruja. Tras el encuentro con la Bruja, Lucy y Edmund se encuentran en Narnia. Ambos regresan al interior de la casa y Lucy vuelve entusiasmada a contarles a sus hermanos que Narnia realmente existe y que esta vez también había estado Edmund. Pero Edmund miente y humilla a Lucy delante de Peter y Susan. La mentira es diabólica. Satanás es el padre de la mentira. Y Edmund se ha dejado seducir por Satanás. Edmund siempre miente.

Los hermanos juegan al críquet y rompen una vidriera de la mansión. Oyen llegar al ama de llaves y huyendo del lugar de los hechos, entran los cuatro en el armario y entonces, todos juntos, por fin, se adentran en Narnia. Y se descubre la mentira de Edmund.

Se ponen los abrigos del armario (“con lógica no estamos sacando los abrigos del armario”, dice Peter: la lógica era lo que les había impedido hasta entonces descubrir Narnia) y se adentran los cuatro en el mundo helado de Narnia, donde descubren que al fauno Tumnus lo han apresado por haber  traicionado a la Bruja y haber ayudado a Lucy en vez de habérsela entregado a la Reina.

Y aquí entra en juego el castor, un personaje realmente simpático. Y habla. Porque en Narnia los animales hablan. El castor les lleva a su casa y les presenta a su esposa castor, que acoge a los niños con gran amabilidad.

“Tenemos esperanza: Aslan está en camino”. Son palabras del castor que nos presentan al otro protagonista: el único protagonista. Aslan es el verdadero rey de Narnia y espera a los cuatro hermanos para liberar a Narnia del poder de la Bruja Blanca. “Aslan ya está armando a vuestro ejército”. Los niños mayores, Susan y Peter, sensatos ellos, deciden volver a casa y no implicarse en una aventura que estiman peligrosa: “no somos héroes, somos niños”. Nosotros no podemos hacer nada (¡cuántas veces decimos eso nosotros!). Preferimos lavarnos las manos que comprometernos en una lucha que parece abocada al fracaso.

Pero Edmund se escabulle de casa de los castores y va al encuentro de la Bruja. Sus tres hermanos ya no pueden marcharse de Narnia y dejar a Edmund allí… Todo se les complica a los tres hermanos que se ven obligados a salvar a Edmund.

Edmund llega al palacio de la falsa Reina y un lobo lo conduce dentro. Allí se produce el segundo encuentro entre el niño y la Bruja: un encuentro esta vez bastante desagradable. Las promesas de la primera vez se tornan amenazas. A Edmund le gusta el trono de la Bruja. “¡¿Cómo te atreves a venir solo?!”, le grita la bruja. Edmund traiciona a sus hermanos y le dice a la Bruja que sus hermanos están en casa del castor… a cambio, le pide a la Bruja que le vuelva a dar golosinas. Pero la bruja ordena que encierren a Edmund en un calabozo. Al lado de su celda, yace Tumnus también apresado por al bruja.

Los esbirros de la Bruja van a casa de los castores para apresar a los niños. Pero los cinco consiguen escapar por un túnel secreto. Al otro lado del túnel se encuentran con un zorro que ayuda a los castores y a los niños. A pesar de las apariencias (un zorro no es de fiar), el zorro es fiel a Aslan y se juega el tipo por salvar a los niños. A veces, las apariencias engañan: otra lección de Lewis. Y muy importante.

En los calabozos, la Reina vuelve a interrogar a Edmund. Y Edmund vuelve a traicionar a sus hermanos… y también a Aslan.

Susan, Peter y Lucy, junto a los castores, se dirigen a la mesa de piedra para encontrarse con Aslan. Mientras, la Bruja se lleva a Edmund en su trineo para capturar a los otros tres hermanos. El camino para encontrarse con Aslan es largo y lleno de peligros y dificultades. No es fácil encontrarse con Dios. ¿O sÍ?

Entonces aparece Papá Noel para echar una manita a los tres hermanos. Y a cada uno de ellos, Santa Claus les dará un regalo: un jugo milagroso para curar heridas y un puñal, para Lucy; un arco y un cuerno para pedir ayuda, para Susan; y una espada para Peter. Son herramientas para combatir a la bruja; no juguetes. Desde que los niños llegaron a Narnia, vuelve a ser Navidad, porque ha vuelto la esperanza. El hielo se está descongelando, porque el dominio de la Bruja ya no es tan grande desde que los hombres buscan a Dios.

Los lobos atrapan a los castores y acorralan a los niños

- Venga… esta no es tu guerra. Coge a tu familia y vete – sugiere el lobo

- Que alguien con un abrigo rojo te dé una espada no te convierte en un héroe – añade Susan, la voz de la sensatez una vez más.

Pero Peter se enfrenta a los lobos y consigue huir con sus hermanos. Y con los castores. El camino continúa. Pero la tentación de abandonar es permanente.

La nieve se va derritiendo y la primavera se abre paso según se acercan al campamento de Aslan.

La bruja no puede seguir la persecución en el trineo porque ya no hay nieve. Los lobos llevan al zorro que ha ayudados a los niños ante la Bruja. Y sufre las consecuencias de mantenerse fiel a Dios (digo… a Aslan). Pero Edmund vuelve a traicionar a Aslan y a sus hermanos y revela a la bruja el lugar de encuentro con Aslan: la mesa de piedra (el altar… ¿os suena lo del altar?). Es junto al altar donde Aslan acampa para acoger a los Hijos de Adán y a las Hijas de Eva. La referencia a la Santa Misa no puede ser más evidente. Es en el Santísimo Sacramento donde nos encontramos con el Señor. 

Peter, Lucy y Susi se encuentran con Aslan y le cuentan lo ocurrido con Edmund. El hermano les ha traicionado. Pero ellos quieren salvarlo a pesar de todo. Es su hermano. Y mientras tanto, Edmund sigue encadenado por el Demonio (digo… por la Bruja). Porque el Demonio siempre nos ofrece golosinas a cambio de que traicionemos a Dios y a nuestros hermanos. Y cuando pecamos, siempre acabamos encadenados y sometidos a Satanás… El mal se presenta la mayoría de las veces con apariencia de bien. Y picamos el anzuelo una y otra vez.

“Yo no soy quienes todos creen que soy”, le dice Peter al León. Yo soy muy poca cosa. No soy un héroe ni un rey. Valgo muy poco… Pero Aslan nos conoce bien: con nuestro nombre y nuestro apellido. “Peter: hay una magia insondable que rige todos nuestros destinos”.

Los lobos llegan cerca del campamento y acorralan a Lucy y Susan. Peter acude a socorrer a sus hermanas en peligro. “Ya hemos pasado por esto antes. Todos sabemos que no tienes valor”, dicen los lobos a Peter. Pero Peter, con la ayuda de Aslan, derrota y mata a uno de los lobos. Y es nombrado caballero de Narnia por Aslan.

Los soldados de Aslan liberan a Edmund y lo llevan al campamento de Aslan. Y vemos a Edmund hablando a solas con Aslan. Se está confesando. Para volver con tus hermanos a la comunión de la Iglesia, tienes que pedir perdón al Señor por tus pecados y arrepentirte ante Dios de las traiciones que has cometido contra Él y contra tus hermanos. Sólo después puedes volver a estar en comunión con Cristo y con su Iglesia: con tus hermanos.

Los cuatro hermanos se quedan para ayudar a Aslan y a los suyos en la batalla contra la Bruja. Pero el perdón de Edmund tiene un precio. La bruja se presenta en el campamento de Aslan y reclama lo que le pertenece: la vida del pecador.

-       Todo traidor me pertenece. Su sangre es propiedad mía – reclama la Bruja.

Y se produce un encuentro entre Aslan y la Bruja a solas dentro de una tienda. Y llegan a un acuerdo. La liberación de Edmund tendrá un precio alto: la vida del propio Aslan.

Por la noche, Aslan sale solo de su tienda y se dirige a la mesa de piedra donde le esperan la Bruja y sus secuaces. Lo atan, le cortan la melena y lo sacrifican. Todos nosotros somos Edmundo. Todos somos pecadores. Y todos somos esclavos de Satanás y merecemos la muerte por ello. Pero Cristo ha dado su vida para rescatarnos. Su sacrificio en la cruz representa nuestra liberación de la muerte y de la esclavitud del pecado. El inocente es sacrificado a cambio de la vida del pecador. Cristo entrega voluntariamente su vida para la remisión de nuestros pecados.

De ese sacrificio son testigos las niñas. Sólo las mujeres permanecieron junto a la cruz. En la mesa de piedra, en el altar, se repite el sacrificio de Cristo para el perdón de nuestros pecados cada vez que celebramos la Eucaristía.

-¿De vedad creías que haciendo esto salvarías al traidor humano? Me has entregado tu propia vida y no has salvado a nadie. Y todo por amor.

Son las palabras de la Bruja. Pero se equivoca. El Demonio, el mal del mundo, acaba con la vida de Cristo. Aparentemente el mal ha vencido. Es el triunfo del mal sobre el bien, de la muerte sobre la vida.

Todo ha terminado mal. Cristo nos ha dejado. Ha muerto. La batalla contra el mal parece que está perdida y que la Bruja vencerá sin demasiados problemas. Peter se pone al frente del ejército de Narnia para combatir a las huestes del Demonio. Todo parece perdido. No hay nada que hacer. El ejército de la Bruja es más numeroso y poderoso. Nosotros somos pocos. Insignificantes. La batalla comienza. Aslan está muerto. Susan y Lucy se van, dejando al león muerto en la mesa de piedra. Pero algo sucede. Aslan resucita. Susan y Lucy son testigos de su resurrección.

La batalla va mal. La Bruja va a derrotar a Peter y los suyos. Pero Aslan interviene y la batalla da un giro radical. Peter gana la batalla sólo gracias a la intervención de Aslan. Cuando la bruja está a punto de matar a Peter, Aslan se abalanza sobre ella y la destruye (“el poder del infierno no prevalecerá). Cristo resucitado derrota al Demonio y a la muerte. El pecado no tiene la última palabra. Cuando todo parecía perdido, el Señor nos salva con su muerte y su resurrección.

Aslan se va. “Un día lo veréis y al otro ya no”. Pero antes ha nombrado a los cuatro niños reyes de Narnia.

Los cuatro hermanos ya se han hecho adultos en Narnia. Y accidentalmente, vuelven a aparecer delante de la entrada del armario.

Y los vemos salir por la puerta del armario otra vez como los niños que eran al entrar. El tiempo en el mundo real no ha pasado en absoluto.

¿Ha sido todo un sueño? ¿O un sueño dentro de otro sueño? Estad despiertos: mantened los ojos bien abiertos.

Cada vez que nos confesamos, el Señor nos libera de la esclavitud del pecado. Cada vez que celebramos la misa, se repite el sacrificio de Cristo en la cruz que da la vida para salvarnos y celebramos la resurrección del Señor que vence definitivamente al pecado y a la muerte. La Eucaristía nos une a Aquel que quita el pecado del mundo y nos da el alimento que necesitamos para seguir combatiendo contra el Maligno.

Conclusión

“Por lo tanto, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio”. Efesios, 6.

Esta es una invitación a que cada uno de vosotros sea un auténtico guerrero narniano y para que hagáis ver a nuestros alumnos que Narnia realmente existe. Que pueden descubrir un mundo maravilloso en su interior. Que se pueden encontrar allí con Cristo. Que en la Eucaristía y en la Penitencia se pueden encontrar personalmente con Él. Y que ellos también pueden (y deben) convertirse en guerreros de Narnia.

Sed santos con la ayuda de Dios y conducid a vuestros alumnos hacia Cristo, que es el único que puede hacerles felices y santos. Oración, confesión frecuente, encuentro personal con Cristo en la Eucaristía… Amor a Dios y amor al Prójimo. Ese es el camino de la santidad.

 

 

11 comentarios

  
Tulkas
Disfrutemos los cuentos como sinples cuentos aunque sepamos que no son simplemente eso (a quién se le oculta que detrás de la obra de Tolkien ronda el Logos??).
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Pedro L. Llera
Es que C. S. Lewis no pretende escribir un simple cuento.
23/10/15 4:11 PM
  
Martina
Les contaré a mis nietos esta explicación que desconocía hasta ahora, gracias de corazón por compartirla
23/10/15 5:07 PM
  
GKC
Por el León! Y su Dorada Melena!
El no es un León domesticado!
Bravo, último de los reyes de Narnia. Porque permaneciste fiel en la hora más oscura.
23/10/15 6:08 PM
  
Cristina de San Pedro
Cuando mi hija de 13 años leyó esta obra, sin que nadie le hubiera insinuado explicación alguna, de repente, en no sé que momento de su lectura supendió gritando, es Jesucristo, mamá, Aslan es Jesucristo.
Afortunadamente que yo ya había leído los comentarios.

Si quieren escoger buenas lecturas acudan a Luis Daniel González, Bienvenidos a la Fiesta.

Gracias por este artículo.

24/10/15 4:28 AM
  
Chabe
Excelente! Sabía muchas analogías que Lewis había hecho en LCDN, pero nunca había visto al campamento de Aslan como una representación de la misa. Por favor sigue con los demás libros!

"En una lectura superficial, se trata de una película (muy fiel a la novela de Lewis) del género fantástico, poblada de faunos, grifos, minotauros y toda clase de seres tomados de la mitología."
Creo que es por esta razón que hay en la web muchos clubes de fans de Narnia que, a pesar de apreciar los libros y las películas, son anti-cristianos. Durante algún tiempo frecuenté estos sitios y me sorprendía que la mayoría decía "Algún día iré a Narnia y hablaré con Aslan" y luego negaban la existencia de Dios y hablaban mal de los cristianos, especialmente de los católicos.
24/10/15 7:40 AM
  
Manuel Pérez
Muchas gracias, Pedro. Dios te bendiga.
24/10/15 3:51 PM
  
Eva Alvarez
Gracias por la explicacion. DIOS Y LA VIRGEN LE BENDIGAN Y SANTIFIQUEN
24/10/15 5:11 PM
  
Inmaculada
Tanto yo como mis hijas conocíamos la historia. Ahora no me acuerdo exactamente lo que pensábamos en su momento aunque sé que nos fascinó.
El enfoque con la Cristiandad es impresionante.
Gracias por la enseñanza.
25/10/15 7:23 PM
  
Amelia de la Fuente Trueba
Qué explicación tan deliciosa ! Estas Navidades buscaré entre los Libros de Narnia de mis nietos y haremos una Mesa redonda. Estudiaré sus reacciones y le haré participar de tu insuperable "traducción" . Como los conozco, sé que querrán saber si me lo he inventado; sobre todo los pequeños. Saben que nunca miento, así que podré aclararles que me lo explicó un Ángel. Dios te bendiga.
26/10/15 10:05 PM
  
Antonio
Al final, todo cuentos. Menuda tranquilidad.
Y encima, tan felices de pagar colegio.
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Pedro L. Llera
¿Todo cuentos? ¿Seguro? Algunos estamos dando la vida por esos cuentos. Y algunos están siendo degollados, crucificados; torturados y asesinados por ese "cuento".
12/01/16 9:57 PM
  
Mª Virginia
¡¡Gracias, gracias por este bellísimo post, Pedro!! Por mi amor a Cristo y a su Iglesia, y mi enamoramiento siempre renovado de Narnia y sus figuras, gracias!.
12/06/17 9:35 PM

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