Lérida, ¿cismática? (III)

“No son las riquezas las que nos preservan de los mil temores que ensombrecen nuestra vida, sino la aflicción…No es la miseria lo que verdaderamente causa la aflicción, sino la avaricia.” (Epícteto)

Lérida es experta en pleitos patrimoniales y en desobecer a la Santa Sede. El asunto de los 113 bienes de las parroquias aragonesas que se niega a devolver no es el primero, ni será el último; hay muchos más bienes propiedad de pequeñas y humildes comunidades cristianas aragonesas en manos del Obispado ilerdense y de alguna otra institución catalana. Era lo poco que les quedaba de valor tras sucesivos despojos padecidos desde tiempo atrás, y que habían dejado en depósito, aconsejados por la propia Iglesia, en la entonces cabeza de su diócesis, Lérida.

Es inevitable recordar a David, que disponiendo de abundantes bienes y de mujeres, arrebató a Urías la única que tenía.

El caso de Mons Ciuraneta no es el primero. Su predecesor en la sede ilerdense, Pedro Antón Serra (1621 a 1632), expolió las reliquias de San Valero de su sepulcro en la catedral de la entonces diócesis de Roda de Isábena (Huesca). El saqueador Obispo Antón, conminado reiteradamente por las autoridades de Roma para que devolviese los restos del Santo, desobedeció. Fue procesado, excomulgado y suspendido a divinis.

Felizmente, los despojos del Santo reposan en su sepulcro de la cripta de la catedral ribagorzana, salvo algunas reliquias, cedidas legalmente por Roda de Isábena, se veneran en la Catedral metropolitana de La Seo del Salvador, en Zaragoza, de cuya arcidiócesis es patrono.

El Obispo ilerdense Antón era un discípulo aventajado del Obispo de Urgel, Odón, quien entre 1100 y 1102, usurpó varias parroquias de la vecina y pobre Roda. Ante las quejas de su Obispo Poncio, el Papa Urbano II ordenó a Odón que “deje gozar pacíficamente a Poncio de todo lo que él y sus predecesores habían tenido…”

Poncio, a su muerte, fue sucedido en la diócesis aragonesa por Ramón, hombre paciente, según sus hagiógrafos. De esta virtud se aprovechó el obispo de Urgel quien tomó por la fuerza (lo que en Derecho romano se denominó “rapiña") lo que no pudo hacer por Derecho. El entonces Papa, Pascual II, ordenó al rapaz Obispo de Urgel que “dejase al Obispo de Barbastro en posesión pacífica de todo aquello que los Romanos Pontífices habían asignado a su diócesis". Rebelde también, Odón de Urgel se negó a obedecer al Papa. Convocado a Roma, consintió en devolver al obispo aragonés las iglesias que le había arrebatado con violencia.

Actualmente, el canon 1371 prevé la imposición de una “pena justa” a quien “de otro modo desobedeciere” a la Sede Apostólica y “persista” en su postura después de haber recibido una amonestación. La consecuencia más justa para un Obispo rebelde a Roma sería la “suspensión a divinis", según los canonistas. El proceso se incoa a instancia de cualquier católico, es instruído por la Congregación de los Obispos, que reconviene al Obispo desobediente, bien directamente, bien a través del metropolitano. Si tampoco atiende esta intimación, el Obispo sería declarado formalmente “contumaz” y “puesto en entredicho". De persistir en su actitud, sería merecedor de castigo.

De la modalidad de excomunión latae sententiae o automática, es ilustrativa la aplicada en 2.006 por S S Benedicto XVI al famoso y rebelde Obispo Milingo.

La excomunión, como toda sanción de la Iglesia, tiene carácter medicinal; es decir, su fin es que el afectado desista de su actitud. Por ello, puede ser levantada mediando el oportuno procedimiento, siempre que cese la contumacia y se repare el escándalo (can 1354 y ss).

Roda de Isábena ha sufrido muchos más ataques a lo largo de su historia. No sólo de sus ávidos vecinos. El más reciente, a cargo de la banda de Eric, el Belga, considerado como uno de los más grandes ladrones de arte del siglo XX; Eric no era un vulgar expoliador; sabía muy bien lo que robaba: normalmente, obras de arte de gran valor. Uno de sus robos más importantes lo perpetró en la catedral de Roda en 1977, apoderándose de toda la colección del museo catedralicio.

Tiempo después Eric devolvió lo robado y donó a la catedral de Roda 19 cuadros pintados por él mismo, como muestra de buena voluntad, para que fuesen vendidos y colaborar así a conservar el patrimonio eclesiástico. Tras cumplir 37 meses de prisión, Eric fue a residir a la Costa del Sol, gozando de gran reconocimiento social, siendo incluso invitado a dar conferencias. Un experto ladrón arrepentido que, según se dice, acabó convertido en un “hombre de Dios". Todo un ejemplo de vuelta al redil, de sincero arrepentimiento y reparación el daño causado.

Disponer de los bienes ajenos contra la voluntad de su dueño atenta al quinto mandamiento de la Ley de Dios, “no hurtarás", (prohibición que incluye la apropiación indebida), ley de la que Jesús, a quien la Iglesia debe predicar, dijo que no había venido a abolir, sino a cumplir. Lo sucedido en Lérida es un escándalo procedente de una comunidad cristiana con su obispo al frente, que daña gravísimamente a la Iglesia en su prestigio y puede llevar a apartarse de ella a personas de fe sencilla, mortecina, poco profunda o motivada. Los daños pueden haber sido irreparables.

Al menos, para el arrepentimiento personal nunca es tarde, como muestra el caso de un amigo de ultimísima hora de Jesucristo, el malhechor San Dimas, a quien la tradición popular denomina “el buen ladrón” y considera patrono de los ladrones. Este bandido reconoció haber razones para ser crucificado y, por esto, pidió a Jesús un lugar en su Reino.

¿Alguien más se anima?

Epicteto Felix

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