La imagen de la Iglesia en Cataluña


Hace ya unos meses, allá por el mes de octubre el presidente Jordi Pujol en unos de aquellos encuentros que su Fundación organiza, normalmente en el Hotel Majestic y que son conocidos popularmente como los “esmorzars del Majestic” tuvo la oportunidad de recriminar al ideólogo y presentador del programa “Polonia” de la Televisión Pública de Cataluña (TV3) por ridiculizar, que no satirizar, la figura del Papa Benedicto XVI, presentándolo como un imbécil, y no atreverse a hacer lo mismo con un “musulmán o con el Dios de los judios”. Tampoco se atreverían sin duda a hacerlo con un miembro del órgano colegial de los jueces o con un poderoso banquero, sólo con los católicos, que todo lo aguantan. Y todo lo aguantan porque sus obispos, y no sólo nuestro n.s.b.a. Cardenal, sino los obispos de Cataluña no son capaces de dar la cara por sus convicciones, si es que las tienen. Y entre ellas debería figurar el respeto que merece la comunidad católica en este país de que sus creencias y símbolos sean respetados, de la misma manera que los católicos respetamos las creencias, posicionamientos ideológicos y símbolos del resto de nuestros conciudadanos. El presidente, que es y se siente hijo de la Iglesia, tuvo que hacer los honores que corresponderían a los obispos de este ente virtual que es la “Tarraconense”. En ningún lugar del mundo civilizado los obispos de una región omitirían una declaración colegial sobre un asunto tan delicado y de tanta envergadura cívica. Sólo aquí, porque nuestros obispos, y nos duele terriblemente decirlo, no están a la altura.

Hace algún tiempo, el obispo Carrera, que Dios tenga en su gloria, nos comentaba en “petit comité” a un grupo de sacerdotes sobre una pregunta que el también presidente Pujol, lleno de curiosidad sobre algunos aspectos de la historia reciente de la Iglesia en Cataluña, le remitía. La cuestión planteada era saber si era verdad que el modelo de Iglesia que se trató de imitar en el proceso de cambios posconciliares, pero que fue forjándose con mucha anterioridad durante la década de los 50, fue el de la Iglesia holandesa. La respuesta de Carrera fue afirmativa de manera rotunda y sin titubeo alguno. Sí, el modelo imitado no fue el francés, por mucho que pudiera parecerlo. Se tomó el arquetipo de la Iglesia Holandesa. Tout court. Y si vamos repasando y reflexionando calmada y pausadamente nos daremos cuenta que así fue. Por eso la evolución de la Iglesia posconciliar, especialmente barcelonesa tomó los mismos derroteros autodestructivos que la malograda Iglesia en Holanda, pero sin tener la altura intelectual y los resortes flexibles que después esta ha demostrado poseer. Porque el proceso de reforma de aquella Iglesia hace ya tiempo que ha comenzado sin que nosotros, en Cataluña, hayamos planteado un proceso paralelo de revitalización.

Y no solo. También de imagen pública. Mirad si no que bien planteada campaña publicitaria ha lanzado la Conferencia Episcopal Holandesa con la publicación de la revista “Welkom Thuis” (Bienvenidos a casa) dirigidos a los católicos que abandonaron poco a poco la práctica religiosa y que son invitados a regresar a la casa paterna. La primera edición, de unos 250.000 ejemplares, se agotó rápidamente y con gran éxito porque se ha visto acompañada de una cuña publicitaria de medio minuto en horario de máxima audiencia en la Televisión Pública que también ha tenido gran seguimiento y no sólo entre los católicos si no también entre los protestantes, creando una grata impresión en medio del ambiente navideño.

Además se ha creado un sitio web donde no sólo se puede ver el video en cuestión sino hacer el seguimiento de la vida de las diócesis, las parroquias y las comunidades religiosas. Al estilo de esa Iglesia que peregrina en Holanda, nos apuntamos nosotros. Pero han tenido que morir los cardenales Alfrinks y Willebrands y relevados de sus sedes y ministerios todos aquellos que fueron protagonistas de la debacle. Pero no sólo. Roma ha jugado fuerte en Holanda y se ha comprometido con nombramientos de peso sabiendo lo que se jugaba. En Cataluña no lo ha hecho. Opta por la vía media, que ni es vía ni es media. ¿El temor? Siempre la clase política. Que ni sabe hacer política ni tiene clase. Y los escrúpulos y el reparo ante un clero que cree “armado hasta las uñas” y pujantemente progresista y contestatario, cuando la verdad es que está pidiendo a gritos el golpe de gracia para acabar finiquitado. Aunque desaparecerá mordiendo, por la mezquindad que es connatural a su historia y a la mayoría de sus miembros. Se salvaba Carrera, que era harina de otro costal.

Hasta ahora en la sede de Utrecht y presidiendo la Conferencia Episcopal ha estado Adrianus Simonis. En Junio le sucedió Monseñor Eijk. Y Simonis ha sido mucho Simonis. Y cada uno de los obispos que hoy presiden las diócesis holandesas, hombres de Iglesia de gran altura intelectual, de honda reciedumbre espiritual y de probada fidelidad al Santo Padre. Igual que aquí con nuestros obispos y nuestra TV3. Igual.

Prudentius de Barcino

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