Capítulo 57: Las insignias litúrgicas (2). El manípulo

El manípulo ( manipulus, mappula, sestace, brachiale, o fano =del alemán fahne -paño) es una imitación de aquel lienzo a manera de pañuelo que, entre los romanos, los cónsules y los altos cargos del Estado llevaban como objeto de etiqueta en ciertos vestidos de gala. Se sostenía en la mano o se ataba al vestido. El Liber Pontificalis nos lo presenta como una insignia honorífica, concedida por el Papa Silvestre (+314) a los diáconos romanos para el servicio litúrgico “ pallea linostima leva eorum tegerentur” (1). Esta pallea linostima tenía que ser de un tejido noble, de lana o seda en trama de hilo. Que fuesen honoríficos resulta del hecho de ser portados en la mano derecha, de la cual casi nadie se sirve.

Durante todo el siglo VI se mantuvo como una prerrogativa del clero romano, y sólo San Gregorio Magno, por la insistencia de los de Ravenna, se lo concedió únicamente al archidiácono de aquella sede. Entonces la máppula se llevaba en la mano izquierda y no sobre el brazo. Tal uso duró mucho tiempo, al menos hasta el siglo XII. En un fresco de la basílica de San Clemente (s. XI) el santo sostiene el manípulo entre los dedos; en el VI Ord. Romano se dice de los manípulos de los subdiáconos: mappulae in sinistra manu ferendae (… han de ser llevados en la mano izquierda ) . Hacia finales del XII y ya en el XIII se empezó a fijar el manípulo en el antebrazo izquierdo y antes de la casulla, pues ésta ya había sido recortada notablemente por ambos lados.

Sacramentario de Ivrea (s. X)

Descubrimos el mismo uso en una miniatura del Sacramentario de Ivrea, de finales del siglo X, encargado por el obispo Warmondo, donde reconocemos la costumbre que los obispos tenían de posarlo sobre al altar después del Confiteor, no tanto por razones simbólicas, sino porque al revestirse en el altar, no se lo ponía hasta que pasaba de la sede al altar. Algo de ese espíritu práctico quedó en las rúbricas del Pontifical y en la prescripción de que el sacerdote lo deponga en el altar cuando debe predicar, tanto si sube o no al púlpito (si es que lo hay).

El manípulo conservó la forma de pañuelo al menos hasta el siglo IX. Rabano Mauro habla de él como de un sudario de uso sagrado, lo mismo que Amalario que de él dice: Postea ponit calicem in altari diaconus et sudarium suum in dextro cornu altaris; est habile ad hoc, ut quidquid accesserit sordidi, illo tergatur et sacerdotis mundissimum maneat (2).

Un Ordo missae camaldulense del siglo XIII hace suponer que el manípulo conservaba aún entonces la primitiva forma sin sujeción porque prescribe que en el ofertorio el diácono consigne al subdiácono la patena “qui eam teneat manipulo per totam celebrationem usque ad finem Pater noster” (3).

Poco a poco, doblado sobre sí mismo, fue adquiriendo la forma de banda larga y estrecha, adornado con flecos en los dos extremos, incluso con campanillas, enriquecido con hilos y bordados de oro, hasta que hacia finales del siglo XIV, ya había adquirido la forma definitiva: un estrecha banda de tela de la misma hechura que la estola y la casulla. El ornato con la cruz fue raro en el medioevo y no se prescribió hasta el misal de Pío V. El derecho de llevarlo corresponde a las órdenes mayores desde el subdiaconado y limitadamente a la celebración eucarística. Al no haber referencia de él, en el capítulo sobre las Vestiduras Sagradas de las Normas Generales del Misal Romano de 1969, cayó en desuso, aunque jamás ha sido expresamente prohibido.

En algunos lugares vuelve su uso (Novus Ordo)

 

Sin embargo, en virtud del Motu Proprio Summorum Pontificum , del Papa Benedicto XVI , que regula la liturgia de rito latino en su forma extraordinaria, el manípulo ha vuelto a ser un objeto litúrgico en uso, también, en algunos lugares y por concomitancia, para la misa post-conciliar, como vemos en la foto anterior.

Se usa asimismo en la epístola y el Evangelio de la bendición de Ramos y en el Exultet de la Vigilia Pascual. Jamás se usa con la capa pluvial. El manípulo, que ha de ser del color litúrgico del día, debe tener en su centro, que viene encima mismo del brazo, una cruz que ha de besar el que lo lleva, tanto antes de ponérselo como al momento de quitárselo. Ordinariamente también suele colocarse una cruz a cada extremo, aunque no está propiamente mandado. Espiritualmente, este ornamento nos recuerda las buenas obras y que los trabajos y el dolor ofrecidos a Dios serán espléndidamente recompensados con haces de frutos y ricos dones: “felices al atardecer volverán trayendo al hombro sus gavillas”. La oración que el sacerdote pronuncia al ponérselo es:   « Merezca, Señor, llevar el manípulo del llanto y del dolor, para poder recibir con alegría el premio de mis trabajos». En el recuerdo de la Pasión, el manípulo representa las ataduras con que fueron ceñidas las manos de Nuestro Señor al ser azotado. El diácono y subdiácono, que ayudan a revestirse al preste, lo endosan después de la dalmática y la tunicela.

Neo-sacerdotes en Cádiz a inicios de la década de los 60, con ornamentos neo-góticos.

Cardenal Cañizares en el Seminario del ICRS

 

El V Ord. Romano lo concedía también a los acólitos, y en algunos monasterios de la Galia, p. ej. Cluny, se introdujo la costumbre de llevarlo en el coro todos los monjes incluso los legos “ in coenobiis monachorum, etiam laici, cum albis indumentis…solent ferre manipulum” (4).

Pero se consideró un abuso abolido por el sínodo de Poitiers (1100) el cual lo permitió sólo a los monjes que fuesen subdiáconos.

NOTAS

  1. Cubrieran su izquierda con un paño de lino.
  2. Después el diácono pone el cáliz en el altar y su sudario en el extremo derecho del altar; es útil para que si hubiera algo sucio, se limpie con él y todo lo del sacerdote permanezca limpísimo.
  3. que la sostenga con el manípulo durante toda la celebración hasta el final del Pater noster.
  4. En los cenobios de los monjes, también los laicos, con blancas vestiduras… suelen llevar manípulo.

    Dom Gregori Maria