La ideología cristiana se presenta a las primarias norteamericanas

Nunca me hubiese imaginado que asistiría con verdadera pasión a las primarias de los republicanos en USA. En este momento parece que el debate se ha centrado entre un mormón, un católico y un anarquista o antisistema. La diferencia de votos entre los tres es bien escasa (prácticamente se han alzado cada uno con una cuarta parte del censo). Pero quizá lo más sorprendente de todo, es que en estas primarias es posible que ocupen un lugar estelar el debate sobre el aborto, el debate sobre el matrimonio homosexual y la coherencia entre los valores y principios que uno sostiene, y su acción política. Éste es el talón de Aquiles del candidato mejor situado: la debilidad de sus convicciones y por tanto la reversibilidad de sus valores (“si no le gustan éstos, tengo otros de recambio”).

Me alegro infinito de que haya países en que los electores les exigen a los políticos un claro posicionamiento ideológico y coherencia entre esta ideología y su gestión del mandato popular en las votaciones y en la acción de gobierno. Y mi admiración crece al infinito cuando comparo la exigencia de compromiso ideológico que hay en la derecha americana y la más absoluta delicuescencia ideológica que practica la derecha española. Pero llega esta admiración a lo inenarrable y hasta a lo inefable, cuando el segundo término de comparación son los sacerdotes, religiosos y religiosas de Cataluña y sus pastores, en lo que toca a la defensa de su ideología y a la coherencia entre ésta y su manera de gobernar las diócesis, las parroquias, los colegios religiosos.

Resulta que a Romney (foto de arriba), la perfecta estampa del político moderado y sin estridencias, con todos los vientos a favor, le va pisando los talones el donnadie Rick Santorum, (foto de la izquierda) católico de firmes convicciones y fiel a sus ideas. Es que Romney tiene en su historial que, a la hora de posicionarse sobre el matrimonio homosexual, no tuvo el valor de bloquearlo, pudiendo hacerlo. Y cuando abordó una reforma sanitaria para el Estado del que era gobernador, pues va y apoya el aborto. Por eso sus detractores le acusan de poco fiable en sus convicciones, hasta el punto de que le acusan de no parecer siquiera un auténtico conservador.

Pues digo que mientras Romney, un conservador del que por serlo, los votantes esperan que esté por la defensa de la familia y por tanto contra el aborto y contra el matrimonio homosexual; mientras a Romney le sacarán los colores cientos de veces a lo largo de las primarias por haber sido tan flojo en la defensa de las convicciones que comparte con el electorado de derechas; mientras eso ocurre en la política americana (no nos hagamos ilusiones, que en España la derecha política no tiene ni convicciones ni valores por los que partirse el pecho), en la Iglesia católica de nuestros lares, a ningún sacerdote, a ningún religioso, a ninguna monja, a ningún obispo se le sacan los colores por no posicionarse y por no actuar con absoluta claridad y transparencia en esos mismos temas que tan bien funcionan como detector de valores.

Y no es que sea algo excepcional y anecdótico que en las iglesias sea tabú hablar del aborto, porque lo que tocaría obviamente sería hablar en contra; ni menos excepcional es todavía que en las iglesias se hable contra la denominación de matrimonio para las uniones homosexuales. ¿Y eso por qué? Pues porque ambas cosas son políticamente incorrectas. ¡Ya ven cómo se preocupa el clero de lo que se tiene que preocupar! Ni es excepcional que en los colegios religiosos se hable abiertamente a favor del aborto y del matrimonio homosexual. Ni se escandaliza nadie de que los obispos consientan abortos en los hospitales de cuyo patronato forma parte la Iglesia; ni le extraña a nadie que rehúyan este tema tan vidrioso y tan políticamente comprometido. Y es que encima resulta que gran parte de esta tropa de “pasmaos”, que diría Guerra, presumen de ser de izquierdas, opción política que tiene como señas de identidad tanto el aborto como el matrimonio homosexual. Y se encuentran los pobres con el alma dividida entre Dios y el diablo. Está claro que si tuvieran que pasar unas primarias en las que en primer lugar se exigiesen convicciones, y en segundo lugar se requiriera la coherencia entre éstas y la acción diaria, la mayoría de esta tropa se quedarían en la cuneta.

Es una verdadera lástima que habiendo visto la mitad de los políticos norteamericanos con claridad meridiana, que su salvación ¡política! está en la defensa de los valores cristianos; es una lástima que viendo esto con tanta claridad unos laicos a los que mueve en principio la ambición política (y es posible que a más de uno le mueva también la buena conciencia); es una verdadera lástima que nuestros clérigos sean tan obtusos que no vean que su salvación personal y mundana (¡ya no digamos la espiritual y eterna!) está en la defensa de los valores cristianos.

A veces pienso que se muestra en ellos la ira de Dios, que después de haber endurecido su corazón, los está escupiendo de su boca. Porque es que no hay explicación humana posible. ¿Cómo pueden estar tan ofuscados que escondan avergonzados el legado de la fe que han de transmitir al pueblo (un legado del que han hecho bandera la mitad de los políticos norteamericanos), y en cambio exhiban con tanta fatuidad y tan pagados de sí mismos una paupérrima y tristísima ideología política que para nada va con su oficio ni con su ministerio sacerdotal? ¿Es que ni siquiera les alcanza la inteligencia donde no les alcanza la fe? ¿Cómo es posible que no pueda admirar en mis sacerdotes lo que les es propio, y tenga que admirarlo en cambio en los políticos americanos?

Seguramente que es desmedida mi alegría y mi esperanza de cristiano ante las primarias del Partido Republicano; seguramente que estos sentimientos nacen de mi desesperanza en lo que tengo cerca. Se nos están comiendo la libertad religiosa y la libertad de ideas y de conciencia, y resulta que desde el mayor baluarte y la mayor afirmación de libertad religiosa con que contamos en España, no se está haciendo nada por frenar el abuso de los políticos que se permiten profanar el sancta sanctorum de las conciencias. Que el poder político las ideas nos las impone desde las leyes y desde las instituciones. ¡A ver si nos enteramos de una vez! Mientras que la Iglesia sólo nos “propone”, porque no tiene fuerza para obligarnos. Creemos libérrimamente. El que profesa una religión lo hace libremente; mientras que el que es adoctrinado dolosamente en la escuela y en los medios y desde las instituciones, lo es mediante intolerable abuso de poder. Y esto es así aquí y en Pekín. La religión es hoy la más potente instancia de libertad personal frente al poder político, que tiene en sus programas la manipulación de nuestras conciencias.

¿Estamos ciegos o qué? Si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo. ¿Qué podemos hacer con guías tan ciegos, cuando la luz nos da en pleno rostro?

Estamos en un momento crucial del ciclo histórico y económico, en que la política no funciona exclusivamente a base de gestión (modelo que intenta imponer el sistema en Grecia y en Italia). Hoy más que nunca al político se le exige también estar situado ideológicamente. Porque el votante sabe que las ideas son el motor de la política y no a la inversa. Sabe que efectivamente su pueden imponer unas ideas desde el poder y combatir otras; pero ésas son operaciones sólo de poder y de corto recorrido. La política de largo alcance opera con ideas también de largo alcance. Y en este momento no hay en el mercado de las ideas mejor mercancía que el cristianismo. Esto lo han visto bien claro los políticos norteamericanos menos inclinados al suicidio individual y colectivo: los que no están dispuestos a pactar con la cultura de la muerte que a tantos tiene deslumbrados.

Deslumbrados, ofuscados u obcecados tenemos a la mayor parte de los próceres de la Iglesia al menos aquí en Cataluña. Ojalá sigan estas primarias con el alma abierta, y lo que oigan y vean en defensa de los grandes principios cristianos (libertad religiosa sin interferencias del Estado ni para ayudar ni para combatir; proteger, y sobre todo no asfixiar la institución de la familia; respetar la vida de inicio a fin; devolverles a los padres el derecho de educar a sus hijos) les haga abrir los ojos y encaminar sus pasos por el camino de la salvación temporal y eterna de ellos mismos; y también de la salvación de la patria, si es eso lo que más les preocupa.

Cesáreo Marítimo